lunes, 24 de mayo de 2010

(R.F.09) HORARIO DE VISITAS.


En apenas un par de días, Jota había comprobado lo efímera que podía ser la fama. Cuando llegó al hospital con su pierna rota, tuvo que esperar más de dos horas en urgencias para que lo atendieran, y cuando por fin lo cogieron, todos habían oído rumores de como se había roto la pierna, el médico le llamó héroe en más de una ocasión. “¿Como está nuestro héroe?” Le decía.
Después de otras dos horas entre radiografías y escayolas, le dijeron que tendría que estar un par de días o tres en el hospital para poderlo observar bien. Por supuesto habían avisado a su familia, pero solo entraron su padre y su hermana, su madre estaba fuera. Ya que al parecer algún que otro medio de comunicación se había presentado en el hospital para intentar averiguar lo que le había pasado. Cuando subió a planta, los medios contaban una versión muy distorsionada de los hechos, al parecer según decían, el mantenía una relación muy discreta con Mónica. “Fíjese si eran discretos, que yo creía que él era mariquita y no es que tenga nada en contra de los mariquitas. ¿Sabe usted?...” Eso le había contado la cotilla de su vecina a uno de los periodistas mientras el compañero de habitación de Jota estallaba en una carcajada. El caso es que según contaban el estaba en el piso de Mónica cuando llegó su ex y fue al intentar defenderla, que Ramón con la ayuda de su compañero, lo tiraron por la ventana. Mónica había desaparecido después de poner la denuncia.
“¡Pues no sabía nada que estuviera con una chica! Este hijo mío nunca me cuenta nada. Ya sabe como son los jóvenes de hoy en día.” Le había dicho su madre a otro periodista. Como portavoz de la familia, la pobre mujer era un desastre, intentando enterarse más de lo que había pasado que informando. La primera visita que recibió en el hospital, fue la de la policía, intentando esclarecer los hechos. Cuando les contó que los dos matones habían entrado en su piso por error y que él se había roto la pierna intentando avisar a Mónica, descolgándose por el balcón con la ayuda de una sabana, los policías, tuvieron que salir un momento al pasillo para poder reírse a gusto.
Esa noche, mientras veían en televisión todo lo ocurrido en un programa de sucesos, su compañero de habitación, un tipo de unos cuarenta años, muy cachondo, que se recuperaba de una caída en un andamio, cuando estaba supervisando una obra, le dijo que era muy paradójico que todos los hombres que intentan defender a las mujeres, sean los que terminen en el hospital.
Esa noche, después de ver “Kill Bill” en la televisión de monedas. Jota apenas pegó ojo, entre lo molesto de la escayola y que cada dos por tres aparecía una enfermera para tomarle la temperatura, la tensión, ahora una pastilla y luego un zumito... En uno de esos sueños lucidos, entre enfermera y enfermera, la impresión de que la que entraba, era Darill Hanna, con su ojo tuerto y vestida de enfermera, apunto de ponerle una inyección letal mientras dormía. También estaba el hecho de tener que orinar tumbado, en el interior de una botella de plástico, al pobre Jota le costaba horrores, cosa que era la mofa de su compañero. Las enfermeras tuvieron que ir en varias ocasiones a llamarles la atención. Finalmente tras muchos esfuerzos y sudores, consiguió su propósito poniéndose a pata coja.
El lunes amaneció con un sol mortecino, oculto tras unas nubes que amenazaban tormenta. Fue durante esas horas vespertinas que Jota por fin consiguió conciliar el sueño. Luego aparecieron otra vez las enfermeras para la limpieza y más tarde para el desayuno y otra vez a dormir.
A mediodía llegó su madre.
— Te he comprado un pijama y he pasado por tú piso. Por cierto, que lo tenías echo un asco y lo he limpiado un poco, que no había quien aguantara allí dentro. ¿Cuánto hacía que no limpiabas un año por lo menos? Por cierto, aquí te traigo también tú portátil y el teléfono móvil que lo tenía la policía.
— Mama, te dije que no quería que hicieras limpieza.
— ¿No? Pues una de las sabanas se te había caído del tendedero y no se como se enredó muy fuerte en la barandilla del balcón…
Esa tarde le visitó Paco. Le dijo que había intentado hablar con Santi pero le había sido imposible contactar con él. También algunos compañeros de trabajo y hasta recibió un mensaje de su ex novia, la cual estaba en el norte de África. Por la tarde, casi al anochecer, calló una de esas terribles tormentas de verano, que duró unas cuantas horas provocando alguna que otra riada e inundación en el campo. Al día siguiente, él había dejado de ser noticia y todos los periodistas de sucesos se habían ido a cubrir las noticias sobre las pequeñas catástrofes que había traído consigo el temporal. Afuera en la calle la temperatura había refrescado un poco, pero no duraría mucho. Hasta la gente más próxima a él, parecían haberle olvidado. Por lo visto, tampoco Mónica, debía tener la intención de visitarlo, a pesar de ser en cierto modo la causante de su pierna rota, o al menos eso era lo que él creía, ya que cuando sus padres se fueron y él aprovecho para ir al lavabo, con unas muletas que le habían conseguido, fue en ese preciso momento, mientras vaciaba la vejiga, que escucho la voz de una mujer entrando en la habitación.
— Perdona, ¿No es esta la habitación de Javier Guzmán?
— Está en el lavabo, ahora sale.— Contesto su compañero de habitación.
Se lavó las manos y salió, en la puerta estaba Mónica, con aspecto de no haber dormido demasiado, al verlo con la pierna escayolada y las muletas, sin decirle nada, lo abrazó.
— Me voy a dar una vuelta mientras llega la cena.— Dijo el compañero dejándolos solos en la habitación.
El se sentón en la cama y ella en uno de los sillones.
— Siento No haber venido antes… y también lo de tú pierna.— Dijo Mónica.
— Supongo que has estado ocupada y respecto a la pierna tú no tienes la culpa. — No es verdad, a quien buscaba Ramón era a mi. Por otro lado, no he venido antes, por que ayer unos tipos me amenazaron para que le quitara la denuncia a ese hijo de puta…
—¡¿Qué?! — Tuve que hacerlo, estaba atemorizada, luego me encerré en casa muerta de miedo y esta mañana… ¡Joder! Esta mañana han encontrado ha Ramón muerto en un contenedor, cerca del piso. La policía me ha interrogado durante toda la mañana… Al parecer fue él amigo de Ramón el que lo hizo antes de suicidarse, auque la poli cree que hay algo más…
— Bueno. Al menos para ti, ya pasó todo
— Si, supongo que si…— Dijo enjugándose las lagrimas con un pañuelo de papel. Luego se fijó en el portátil que había en la mesita de noche de Jota.— Veo que tienes con que entretenerte.
— Si, bueno estoy aprovechando para escribir un par de historias, que publicaré en mi fancine. — Y te han dicho si tienes para mucho aquí.
— Mañana o pasado me sueltan, pero mi madre se ha empeñado en que baya a su casa, al menos hasta que me quiten la escayola.
En ese momento entró una enfermera con la cena en una bandeja de plástico. — ¡Uy! que tarde se me ha hecho, son casi las ocho.— dijo Mónica mirando el reloj.— Bueno, no te molesto más.
— No eres ninguna molestia.
— De todas maneras, tengo que irme. Supongo que nos veremos pronto.
— Eso espero. Mónica cogió su bolso y se marchó.

(Fin de la primera parte de Relaciones fatales)