miércoles, 31 de octubre de 2012

AMANTIA Y FANATIA (Carmen Villamarín)

Descripción del producto


El tesoro de la sociedad de Humania ha perdido su valor real. La codicia, como infección, se ha extendido entre sus ciudadanos y se precipitan a la escasez en todos los ámbitos de la actividad social.
Amantia vivía de dones; Fanatia vivía de afanes.
Cuando Amantia decidió buscar un remedio, para que su hermana encontrara el método para abandonar sus afanes, inició el pequeño cambio que llevaría al conde alquimista Acorde Dorado, a infundir en la sociedad de Humania la substancia radiante que, cual piedra filosofal convierte todo lo que contacta en semejante a si misma y hace retornar la abundancia dentro de las vidas de quienes acepten su acción.

lunes, 29 de octubre de 2012

(L.P. 20) MÁS ALLÁ DEL SINDROME DE ESTOCOLMO

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A la mañana del segundo día de secuestro, Vicente visitó a Alicia antes de abrir las puertas de la chatarrería, para llevarle provisiones. La chica tenía mucha fiebre y deliraba. 
- ¿Realmente, crees que vale la pena dejarla vivir? Sería un buen experimento poner cámaras de video para ver como muere por la fiebre y de inanición, algo parecido a lo que hiciste con migo. Aunque claro, ella seguro que aguanta más que yo.- dijo su padre cuando salieron del zulo. Vicente lo ignoró, como había aprendido a hacer muchas veces, aquello de todas maneras, era diferente a como tubo lugar la muerte de su padre. Aquel día lo pasó lleno de preocupación por su prisionera, tenía que vivir, ya que si alguien tenía que quitarle la vida era él. 
 El destartalado coche que había usado para el secuestro, con unas matrículas casi borrosas que ni si quiera eran originalmente suyas y con una pegatinas en la parte trasera, que representaba oscuro rostro de Darth Vader y los restos de lo que había sido el Alcon Milenario ya casi invisibles, fue desguazado durante aquel día, eliminando de esa manera las pruebas que pudieran incriminarle. Aquella tarde fue a buscar un colchón nuevo, para sustituir el que había tenido que tirar la noche anterior, era un colchón grande y eso le dio una idea, esa noche tras comprobar que la chica seguía viva, en una especie de febril semiinconsciencia. Llamó a uno de sus encargados para pedirle que se encargara del negocio, ya que él tendría que ausentarse durante algunos días. 
En realidad, los días se los pasó encerrado en el zulo, cuidando de la chica, asegurándose que se alimentaba y que tomaba la medicación que le habían dado en la farmacia y que permanecía limpia bajo su supervisión. Solo salía por las noches, cuando ya estaba seguro de que no quedaba nadie en la chatarrería, para buscar provisiones Alicia llamaba en sus delirios a Daniel, el cual estaba ya muy lejos. Una vez creyó ver al padre de Vicente, contemplándola, aunque al que en realidad al que vio fue al propio Vicente hablando con voz ronca. Una mañana, Vicente se encontró las sábanas y el colchón llenos de sangre, cosa que le asustó mucho. 
 - ¡Dios mío! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿No te estarás muriendo ahora verdad?! 
- Es el periodo idiota, tienes que comprarme compresas y ropa interior. 
Ella estaba un poco mejor, así que esa noche se arriesgo a llamar al encargado para decirle que había vuelto de su viaje y esa mañana, pudo ir a comprar las provisiones que ya le faltaban, aparte de la ropa interior para Alicia y las compresas. En el exterior, los medios de comunicación parecían haberse olvidado de Alicia y del destartalado coche de su misterioso cómplice, al que nadie había podido identificar. 
 - Yo de ti, no me fiaría un pelo.- le decía el espectro de su padre.- Verás como esa chica te termina metiendo en un buen lío. 
Alicia había perdido la noción del tiempo, allí dentro apenas podía distinguir entre el día y la noche y sin embargo, a medida que se fue la fiebre y empezó a recuperarse, se dio cuenta de que cada vez dependía más de los cuidados de su captor, el cual le proporcionaba todo lo que ella le pedía, libros, una televisión con DVD, donde veían películas juntos y otro tipo de caprichos. En cierto modo, eran almas gemelas, dos personas solitarias y de personalidades trastornadas. Lo que Alicia desconocía es que la dependencia era mutua. Vicente había pasado de querer matar a Alicia a querer matar con ella. La chica había ganado peso sin llegar a estar lo obesa que había estado antes de conocer al desaparecido Daniel, en el que dejó de pensar, al igual que en sus deseos de venganza. 
Una noche entró Vicente con las provisiones, ella al verlo entrar se levanto, se desabrocho despacio la camisa y se la quitó dejando al descubierto sus pechos. 
- ¿Qué… que haces?- preguntó Vicente desconcertado. 
Ella se terminó de desvestir, quitándose los pantalones del chándal y las bragas y Vicente dejó caer al suelo las bolsas con las provisiones mientras notaba una gran erección en su entrepierna. 
- ¿A ti que te parece?- dijo Alicia, andando con los brazos abiertos, hasta donde le permitió la cadena que tenía atada al cuello.- Tómame, soy tuya. Vicente se desabrocho los pantalones, dejándolos caer asta los tobillos y tumbó a Alicia en el colchón, pero apenas le dio tiempo a penetrarla una vez antes de eyacular. 
- ¡Ooooh! Mierda… Lo siento yo… - dijo Vicente, dejándose caer junto a ella. 
- No pasa nada… tranquilo. 
Alicia, le acarició el pelo y la cara, le quitó la camisa y la camiseta, empezó a besarle, primero en la boca, luego en el pecho, mientras el miembro de él volvía a levantarse como el asta de una bandera. Alicia se le subió encima y empezó a moverse convulsivamente. Los dos gimieron de placer hasta llegar al orgasmo. Esta vez fue ella, la que se dejó caer al lado de él, los dos se miraron, sudorosos pero sonrientes, todavía con la respiración agitada por el esfuerzo, se besaron abrazándose y finalmente se durmieron pegados uno junto al otro. 
A la mañana siguiente, Vicente se había ido y ella seguía desnuda, debajo de las sabanas. El collar y la cadena que la habían tenido atada a aquél lugar habían desaparecido. Sin vestirse si quiera fue a comprobar la puerta del zulo, la abrió sin problemas. El aire fresco de la mañana penetró de golpe, cerro la puesta, encendió la luz y después de lavarse un poco se vistió. Se planteó si salir a busca a Vicente, pero si la sorprendía fuera a lo mejor pensaba que se quería escapar.
 - Eres un estúpido al dejarla así. A estas alturas habrá ido ya a la policía.- dijo el padre de Vicente, mientras este se dirigía al zulo con el desayuno en la mano.- ¡Que ridículo más grande! 
 - Cállate ya. 
Cuando llegó al zulo, temió que su padre tuviera razón, su corazón latía desbocado, por el miedo a que se hubiera ido. Pero al abrir la puerta y verla allí, sentada en la cama, sonriéndole, sintió un gran alivio.
 - Por un momento creía que ya no me querías aquí, me podría haber escapado sin la cadena y con la puerta abierta. 
- Yo por un momento, temí que lo hubieras echo. Alicia corrió hacia el y lo besó. -¿Si te dejo la puerta abierta los próximos días, me prometes que no te iras? 
-¿Adonde iba a ir? Eres lo mejor que me ha pasado nunca.- dijo ella besándole en la mejilla.- Lo único que me gustaría es darme una ducha en condiciones. 
- Ahora ya es un poco tarde, pero esta noche te dejaré entrar en casa para darte una ducha, aunque después tendrás que volver. 
 - ¿Y tú conmigo? 
 - Claro, pero ahora ya es tarde y me tengo que ir. Asta la noche. 
- Te estaré esperando. Vicente salió, pero sin echar la llave. 
- ¿Ves como te equivocabas?- le dijo al espectro de su padre. 
- Ya veremos esta noche. 


 Jotacé.

jueves, 25 de octubre de 2012

EL ORBE DEL CAOS 1: ARAZEL (Carlos Moreno Martín)

Tras cinco años exiliado de Árazel, Dereck Drake se ve obligado a entrar de nuevo en la ciudad que le dio la espalda, arriesgando su propia vida. Mientras tanto, en el castillo de Árazel, los príncipes Árem y Árabel Meldan se verán obligados a decidir entre proteger a un hombre inocente o la lealtad hacia su padre, el cruel y déspota, rey Mordock. Ninguno de ellos sabe que las decisiones que tomen les llevarán irremediablemente a vivir la mayor de sus aventuras. La sombra del Orbe del caos se extiende por todo Litos y solo un grupo de héroes podrá detener la destrucción.

lunes, 22 de octubre de 2012

(H.C. 08) PERMISO EN OCEANA

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El planeta Oceana, era más azul que la tierra, sin que se vieran apenas algunas escasas zonas de tierra firme desde el espacio. A su alrededor orbitaban bases satélite, que representaban a todas las razas que se disputaban aquel mundo. 
Hugo aterrizó su caza en la base espacial terrestre, donde dio su mensaje a sus superiores de la tardanza del Cristóbal Colón, los diplomáticos terrestres, se ocuparían de dar el mensaje a sus ahora aliados alienígenas. Algunas naves de la alianza habían llegado ya a la cita con varios días de adelanto. Hugo cogió una lanzadera que le llevaría a la zona del planeta que habían colonizado los humanos, una zona que por lo que le dijeron en la lanzadera, era templada todo el año. Oceana, era el nombre que los terrícolas le habían dado a aquel mundo, por una sencilla razón, estaba en un noventa y ocho por ciento recubierto de agua y de los seis continentes que había en el planeta, lo único que sobresalía eran las partes más altas, de las cordilleras montañosas, como si de pequeñas pecas se trata. Aunque los pequeños archipiélagos pertenecían a una o otra raza alienígena, por razones, casi siempre comerciales, en cualquiera de aquellas islas se podían encontrar representantes de otras razas. Aparte de los moutones, era la primera vez que Hugo veía a otras razas alienígenas fuera de los holovisores. 
Hugo se hospedó en un hotel de uno de los archipiélagos terrestres, desde donde contrató varias excursiones para conocer aunque solo fuera una pequeña parte del planeta en aquella larga semana de permiso, eso al menos por el día, de noche tenía otro tipo de lugares de ocio a los que acudir, lugares en los que se podía beber, comer, bailar o disfrutar del sexo con androides creados especialmente para la ocasión. Lo que Hugo desconocía es que su solitaria presencia en el planeta, había llamado la atención de individuos con oscuros intereses, que estaban conspirando contra él, o mejor dicho con la misión del Cristóbal Colón. El local estaba a oscuras y Hugo bebía de su dulzona y un tanto alcohólica bebida mirando las imágenes holográficas de un popular grupo musical de la tierra. Los androides camareros de ambos sexos y escasa ropa se paseaban entre las mesas, ofreciendo bebidas y dispuestos algunos de ellos a ofrecer otro tipo de servicios. Dos mesas de donde estaba Hugo, un hombre, una mujer y un biraro, lo observaban a él sin prestar la más mínima atención al espectáculo.
 - ¿Es ese el humano? ¿El del uniforme?– dijo el biraro 
- Si, eso nos han dicho nuestros informantes.- contesto el hombre, alto casi como un biraro y negro como el carbón. 
- Creía que ya teníamos un informante en el Cristóbal Colón.- dijo la chica, blanca y de aspecto fibroso, cuya ajustada ropa de licra rojo, marcaba sus voluptuosas formas. 
- Si, pero siempre nos puede venir bien tener más de uno. 
Lo que tenían los androides camareros, era que amenos que estuvieran programados para ello, nunca prestaban atención a las conversaciones de los clientes, por esa razón, cuando aquel androide, con la apariencia de una humana de color de apenas veinte años les servía las bebidas, los piratas siguieron con su conversación como si nada. 
- Con un buen lavado de cerebro, nadie se dará cuenta y él otro informador tampoco tiene por que saberlo. 
 Poco después, él hombre de color y el bibaro, veían como la chica se levantaba de la mesa, para acercarse a la de Hugo. 
- Hola soldado. ¿Puedo sentarme contigo? Hugo miró a la despampanante chica de arriba abajo, tragando saliva. 
 - Claro, adelante.- contestó ofreciéndole una silla. 
En ese momento apareció la androide que había servido las bebidas en la mesa de los piratas, se agacho recogiendo algo del suelo. 
 - Señor, se le ha caído un papel del suelo.- dijo dándoselo a Hugo 
. “Cuidado”, decía la nota. Hugo miró a la androide, que le guiñó un ojo. 
- Gra… gracias. 
- ¿Les puedo ofrecer alguna cosa? 
- Si, tráenos al soldado y a mí otros dos combinados.- dijo la chica.
- Por cierto, soy Norma y tú. 
 - Hugo.- respondió Hugo sin apartar la vista del androide que se alejaba hacia la barra. 
El androide era en realidad era la hija del dueño del local y sin que lo supiera su propio padre, algunas noches se hacía pasar por una androide camarera, por pura diversión. Viendo lo que estaba pasando, quiso hacer algo para alertar al incauto soldado, ahora lo que le ocurriera sería asunto de él y solo de él. Pero a Hugo que le faltaba mucha experiencia en ese tipo de intrigas, se disculpó un momento ante Norma y fue corriendo hasta el misterioso androide y enseñándole la nota le preguntó.
 - ¿Qué significa esto? 
 La falsa androide, vio como Norma se levantaba de la mesa mirando a sus dos compañeros, los cuales también se levantaron, con la intención de atrapar a su presa antes de que pudiera escaparse. En ese momento empezó a caer en la cuenta del lío en el que se estaba metiendo y del que sería difícil salir como si nada. 
 - ¡Sígueme!- dijo cogiendo a Hugo de la mano. 
Hugo apenas tubo tiempo de girarse un momento para ver como Norma y sus dos compañeros, iniciaban la persecución en el interior del local. Marina, entró dentro de una de esas puertas con el letrero de “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”, pero sus perseguidores los siguieron sin hacer caso a la advertencia, ni tan siquiera cuando les aparecieron un par de robots disuasorios cejaron en su persecución, dejando a los dos mastodontes mecánicos tumbados en el suelo con armas electrónicas. La chica condujo a Hugo por todo un laberinto de estrechos pasillos que parecía conocer a la perfección y que les condujeron a un pequeño almacén y de allí a una salida secundaria. Cuando sus perseguidores llegaron a la calle, Hugo y Marina ya habían desaparecido.
 - ¡No importa! Apostaremos a algún hombre, para que vigile el hotel donde se hospeda, mientras buscaremos por la isla.- dijo el hombre alto. 
- Si y no estría de más averiguar quien enviaba a esa androide, si es que era una androide.- dijo Norma. 
 Hugo y la chica, observaron la escena escondidos en el tejado de una pequeña caseta de chapa, tapados con una lona que guardaba material de construcción. 
- ¡Joder! ¡No podré volver al hotel!- dijo Hugo contrariado. 
- ¿Estas de broma? Lo mejor será que salgamos de esta isla una temporada, si conseguimos salir de esta mis padres van a coger un buen cabreo. Por cierto que soy humana y me llamo Marina ¿y tú?
 - Hugo Cortes. 


 Jotacé.

jueves, 18 de octubre de 2012

ISLA DE NAM (Pilar Alberdi)

Sinopsis Isla de Nam (Novela corta)

En la floreciente Venecia de los mercaderes y los grandes viajes, dos jóvenes se prometen amor para toda la vida.
Muchos años después, cuando audaces navegantes arribaron a una remota isla, oyeron la historia de amor que aquí se cuenta y que comienza así:
―¡Escuchad, escuchad! Gentes de Nam... Ella contaba cuentos y yo era un mercader en Venecia.

Esta obra fue finalista del "Premio Felipe Trigo de Novela Breve", 2010.

lunes, 15 de octubre de 2012

(L.P. 19) LA OBSESIÓN DE ELENA


- Esta mañana ha pasado el médico y me ha dicho que mañana me dan el alta- dijo Mónica.          
Ella y Jota estaban sentados uno al lado del otro, en el filo de la cama del hospital, cogidos de la mano, mirándose embobados con una sonrisa bobalicona en los labios.          
- ¿Ya lo saben tus padres?- pregutó Diana, sentada en el sillón de cuero. 
- No, se lo diré cuando vengan, de aquí a un rato. ¿Se sabe algo de esa chica… Alicia?          
- No, es como si se la hubiera tragado la tierra. Ni siquiera, Diana con todos esos contactos raros que tiene ha encontrado una pista decente- dijo Jota poniéndose serio.        
- Hay ciertos asuntos que me reclaman en otro lugar, pero intentaré retrasar mi marcha un par de días más. No me iré tranquila sabiendo que esa loca sigue suelta por ahí – dijo Diana      
- No te preocupes, estaremos alerta y cuidaremos los unos de los otros – dijo Jota apretándole las manos a su chica.      
- Por cierto, que Santi y tú hermana estaban muy apalancados en tu piso- dijo Diana          
- Ya me lo imagino, hacen muy buena pareja. Nunca creí que ella se fuera a recuperar tan rápido de la muerte de Andrés. Aunque, temo que ella siga pensando en que Santi es…         
- ¿Santi sabe, lo que ella piensa?- preguntó Diana    
- No lo se – respondió Mónica.       
- No lo creo – dijo Jota.                                
Cuando Elena se enteró de la buena nueva y sabiendo que las cosas poco a poco volverían a la normalidad, quiso prepararle a Santi una de esas cenas románticas, que incluían velas en la mesa y una comida que siempre le había dado buen resultado con su difunto novio Andrés. Aunque la cena era deliciosa, entre risas e insinuaciones, casi terminó mezclándose con el sexo. Ya con el postre, Santi hizo puntería con las uvas, intentando colárselas a Elena en su provocativo escote, ella le tiró una servilleta y cuando finalmente Santi consiguió hacer canasta, en parte con ayuda de la propia Elena, está le retó a que intentara cogerla sin las manos. Santi metió la boca y la lengua entre los pechos de ella, pero lo único que consiguió fue que la uva se escurriera hacia abajo, Santi intentó usar las manos para desabrocharle la blusa.          
- Sin manos Santi, sin manos, no hagas trampas- dijo ella apartándolo entre risas de un empujón, se levantó de la silla y se estiró en el sofá.- Ven, aquí será mas fácil. Aún con ella tumbada, la tarea de desabrocharle la blusa usando la boca y los dientes seguía siendo complicada y terminó arrancando más de un botón, a Elena acostumbrada a aquel tipo de juegos sexuales con Andrés, no parecía importarle y Santi que unos meses atrás había sido incapaz de hacer ese tipo de cosas con una chica, influenciado por la educación extremadamente religiosa de sus padres y el sentimiento de culpa que ello representaba, ahora se dejaba llevar como algo de lo más normal. Cuando por fin Santi, consiguió su objetivo, Elena se levantó del sofá terminándose de quitar la blusa, cogió el frutero de la mesa y lo acercó nuevamente al sofá donde seguía esperando Santi, cogio otra uva y se la metió al chico en la camiseta.          
- Ahora me toca a mi – dijo mientras el le sonreía.    
- Haber si eres capaz de hacerlo mejor que yo.    
Elena tumbó a Santi en el sofá y metió la cabeza dentro de la camiseta para salir al instante con la uva entre los dientes y sonriendo maliciosamente, le quitó la camiseta y metió otra uva entre sus pechos y el sujetador, aunque esta vez agilizó el proceso desabrochándolo, así poco a poco terminaron desnudándose el uno al otro. Santi, cogió en brazos a Elena y ella agarró el frutero de la mesilla de sobremesa, así la llevó al dormitorio de Mónica, que tenía una cama más grande que ella, una vez allí, siguieron con sus juegos eróticos. Pasaron horas, disfrutando el uno del otro. Durante el proceso, Elena empezó a llamar a Santi, Andi que era como había llamado al desaparecido Andrés, ya que era a él a quién ella veía cuando cerraba los ojos. Santi, cesó en las bromas y los juegos y cada vez le costaba más concentrarse, sobre todo cuando ella gritaba extasiada y con los ojos cerrados el nombre de Andi. Al terminar, Santi fue al comedor donde se había quedado su ropa desperdigada y empezó a vestirse sin decir palabra. Ella salio detrás de él, percibiendo que algo iba mal.        
- ¿Qué estás haciendo?        
- Me voy a mi casa… Lo siento, pero no quiero competir con un muerto. 
- No es lo que tú crees, deja que te lo explique… por favor   
- Esta bien- dijo Santi sentándose en el sofá con un suspiro.  
Ella entró un momento en el dormitorio y salió tapada con una sabana, más por no coger frío, después del esfuerzo realizado que por pudor y se acurrucó en el sofá, donde empezó a explicarle a Santi sus sospechas de que él era la reencarnación de Andrés.       
- Si yo fuera Andrés, ¿no crees qué me acordaría? Los recuerdos que tengo en la cabeza, la gente que conozco, mis experiencias, son las de Santiago, no las de Andrés, al que ni siquiera lo llegué a conocer.  
- Él era muy buena persona, en todos los sentidos… igual que tú. Además todos tus amigos e incluso tu hermano, aseguran que no eres la misma persona desde que saliste del coma, que has cambiado radicalmente.  
- Puede ser, pero eso no significa nada, dicen que una experiencia cercana a la muerte, puede cambiar a la gente. Lo siento Elena, pero yo no soy Andrés. Santi se levantó y se fue, con un extraño nudo en la garganta. Estaba loco por Elena, pero no quería que ella le quisiera por ser otra persona. A pesar de ello, empezó a realizar sus propias investigaciones, fue al hospital donde estuvo ingresado, el mismo al que llevaron a Andrés antes de que muriera atropellado y habló con una de las enfermeras que estaba de guardia la noche que él salió del coma.       
- Sorprendimos a un chico que decía ser tu amigo en la habitación, después de que se fuera estuvimos vigilando por si se le ocurría aparecer. Por esa razón, nos dimos cuenta de que tu corazón se paró durante un momento, se puede decir que durante esos segundos estuviste clínicamente muerto, pero enseguida te volvió a latir, con más fuerza que antes, fue casi como un milagro. Yo creo que eso es lo que te hizo salir del coma.    
- ¿Me puedes decir a que hora exactamente ocurrió eso?    
- En un caso normal, ya lo habría olvidado, pero lo tuyo amigo, no se olvida fácilmente… – dijo la enfermera antes de darle la hora, la cual para sorpresa de él mismo coincidía exactamente con la de la muerte de Andrés.                                
Jotacé.

jueves, 11 de octubre de 2012

CRÓNICAS DE UN HÉROE URBANO 1: HOY ME HA PASADO ALGO MUY BESTIA (Daniel Estorach)


Normalmente, no suelo hacer reseñas en este blog. Cuando hago promoción de la obra de otro autor, me limito a publicar la portada y una sinopsis ya escrita por el mismo autor. Pero hasta ahora, no había sido testigo de como un libro empieza a alcanzar tal fama en la red, para que una editorial grande se fije en uno.
Un día a Daniel, supongo que cansado de ver lo mal que va todo, se le ocurrió crear un blog, en el que escribía que pasaría si un día descubría que tenía superpoderes y salía a combatir todas esas injusticias que al igual de una gran mayoría de gente, no entendía. Escribió en primera persona con cierta crudeza, el día a día de su personaje, como si de una historia costumbrista se tratara y parientes, amigos y novia, se mezclaron con otros personajes que como él también tenían poderes y por supuesto con los malhechores, violadores, ladrones etc… Y casi sin proponérselo, terminó creando su propio universo superheroico, un universo fantástico, pero a la vez cercano al lector, en el que cualquiera puede levantarse un día descubriendo que las migrañas son en realidad los síntomas de unos poderes latentes que se revelan a las injusticias del mundo.
Me es imposible explicar más de la obra sin desvelar los entresijos que la envuelven, si queréis saber más, tendréis que leerla.
Jotacé.

lunes, 8 de octubre de 2012

(H.C. 06) ESPERANZAS


A pesar de saber de su auténtica naturaleza, tanto la capitana como Hugo habían decidido seguir llamando al robot Robert y este seguir con la apariencia del difunto segundo de abordo, para evitar confundir a los nativos, a pesar de que estos en el fondo les costaba mucho diferenciarlos a ellos, como si de seres clónicos se trataran, a pesar de las diferencias de raza y sexo, culpa de ello tenia asta cierto punto el uniforme, claro que también para los terrícolas, los nativos eran casi idénticos y solo Robert con su naturaleza robótica, era capaz de diferenciarlos a unos y a otros. A pesar de ello, la convivencia empezaba a dar sus frutos. Hugo y Yumi, ya empezaban a distinguir algunas palabras sueltas del idioma nativo y lo mismo le pasaba al nativo Fizo con el idioma que hablaban los terrícolas. Aún siendo venerados casi como dioses, ninguno de los tres terrícolas, se tomaban demasiado en serio sus papeles divinos y se encargaban de las tareas del barco, como cualquier otro miembro de la tripulación, razón de más para ser considerados con el mayor de los respetos por los nativos. A la mañana siguiente después de la batalla, los terrícolas fueron llamados a la presencia del capitán del navío, evidentemente Robert, era el intérprete entre las dos partes.
 - El capitán dice que mañana llegaremos a puerto, que él y toda su tripulación esta en deuda con nosotros, nos considera dioses benignos y marítimos. Después de vender su mercancía y reaprovisionar el navío estamos a su entera disposición- tradujo el androide.
- Pregúntale si podríamos bajar a tierra haciendo que nuestra presencia pase lo más inadvertida posible, que no se conozca nuestra naturaleza “divina”- dijo la capitana haciendo las comillas con los dedos.
- Dice que a pesar de nuestra estatura, podremos pasar casi inadvertidos vistiéndonos con las ropas de otra de las muchas culturas que pueblan este planeta, que tal vez no pasemos inadvertidos, pero que nadie sospechará de nuestra... divinidad.
 - Dile también que no nos deben nada, que éramos nosotros los que teníamos una deuda con ellos y que ahora estamos en paz, pero que estamos buscando la forma de ir al lugar de donde vimos partir a las naves de los piratas que derribaron al Cristóbal Colón.
Después de traducir aquello, el capitán nativo estuvo largo rato hablando con Robert, finalmente este tradujo.
- No es la primera vez que se ven extrañas luces o criaturas, que salen de esa zona del planeta, se dice que los habitantes de allí, se han convertido en esclavos fanáticos de extraños dioses, que esclavizan y someten a todos los que se acercan a su territorio, por eso nadie osa acercarse a esa zona. Pero piensa que nosotros hemos venido a derrotarlos y que él y su tripulación estaban destinados a ser quienes nos condujeran asta allí, que para él será un honor luchar a nuestro lado.
- Si los piratas siguen allí, es una misión suicida, incluso si consiguiéramos reunir un ejercito lo suficientemente numeroso de nativos. Los piratas poseen una tecnología muy superior, lo único que nosotros podemos hacer, es infiltrarnos entre las tropas enemigas e intentar robarles una nave. Pero no le digas esto… dile que solo los dioses pueden combatir contra los dioses y que la victoria no está asegurada. Que aunque fracasemos, un día, esos dioses serán derrotados y obligados a abandonar este mundo. Pero que quede bien claro que nosotros hemos de combatir solos y que para eso nuestra presencia aquí debe pasar inadvertida en todo lo posible y esto debe quedar claro para todos los miembros de la tripulación. No quiero que por nuestra culpa haya una masacre.
Durante el resto del día, los tres terrícolas siguieron con las tareas que habían pedido que les fueran asignadas, comunicándose con señas con sus compañeros de fatigas nativos. Hugo miraba, intrigado al androide, en cierto modo envidiaba la capacidad que tenía para comprender y entender a aquellas criaturas,  para eso para lo que fue programado, para entenderse con cualquier forma inteligente, era una de sus funciones, aparte de la de médico, enfermero, guerrero si hacia falta e incluso asesino. Pero su capacidad, para recibir órdenes, no interfería a la hora de tomar sus propias decisiones. ¿Sentía aquel ser artificial como lo podía hacer cualquier ser biológico o simplemente estaba programado para fingir que lo hacía? Lo cierto es que con el Cristóbal Colón, habían muerto todos sus compañeros y ninguno de ellos, ni la capitana, ni el androide ni él mismo, habían tenido tiempo de llorarlos, si se lo planteaba bien, habían perdido mucho más que eso, dada la casi imposibilidad de ser rescatados. Era como si toda la vida que habían dejado atrás hubiera desaparecido y lo más probable es que ellos también habían sido dados por muertos, a menos claro que lograran salir de allí.
Aquella noche, mientras todos dormían, Robert hacía guardia, velando, como siempre por todos ellos. Sin embargo Hugo, atormentado por todos aquellos pensamientos que le habían estado acompañando durante todo el día fue a hacerle compañía.
- ¿En qué puedo ayudarte Hugo? - Hugo le explico todos aquellos lúgubres pensamientos y finalmente…
- Sabes que ahí arriba he dejado a alguien, que probablemente ya me de por muerto… seguramente no la volveré a ver.
- Eso no lo sabes Hugo.
 - ¿Ah no? Tu que eres tan listo, ¿cuales son las probabilidades de que salgamos de este planeta con vida?- el androide permaneció callado – Quiero verla una última vez, quiero volver ha hacer el amor con ella, aunque solo sea por última vez… por favor.
 - Siempre hay esperanza, por eso es por lo que debes luchar.
- Si la olvido, habré perdido toda esperanza… y probablemente estaré condenado, no es la primera vez que lo haces, con la capitana lo estás haciendo, ella y Robert tenían relaciones y conmigo también lo hiciste, primero en el Cristóbal Colón y luego… cuando me rescataste del mar. Fue el rostro de ella y no el de Robert Rico el que vi bajo las aguas de este océano… por favor, déjame despedirme ella, por si no la vuelvo a ver…
- Aunque me transforme en ella, solo será en apariencia.
- Por favor...
Robert le sonrió amargamente, mientras su rostro empezaba a oscurecerse y sus facciones a suavizarse y ante la mirada de Hugo, bajo el uniforme del androide, todas sus formas cambiaron, su estatura disminuyó, considerablemente, su cabello se oscureció, crecieron sus pechos mientras se estrechaban las caderas, ahora Robert, había tomado la forma de la bella Marina.

Jotacé

jueves, 4 de octubre de 2012

CORAZÓN DE ALACRÁN (Felipe Colorado)

Felipe Colorado (Madrid, 1968).
Ingeniero Técnico Industrial, trabaja como profesor de matemáticas y tecnología.
Obtuvo el Premio DESNIVEL de Literatura 2009 con una historia de alpinismo-ficción ambientada en el 2160 en Marte titulada “Om - La montaña roja”.
También ha publicado en BUBOK “Lídice. Rutas y relatos para soñar”, una reunión estructurada de sus relatos en Internet.

“Corazón de Alacrán”: Bienvenido a Lapidus, mundo de pérfida fama.
Atormentada cartografía donde el mal se exhibe en sus más refinadas manifestaciones.
Corrupción, asesinato y genocidio se tejerán sobre el tapiz de los más salvajes escenarios.
Schedir, un atípico investigador, deberá enfrentarse a una lucha desesperada por preservar la luz de la humanidad.El Mal. ¿Qué sucedería si el Mal surgiese a las puertas de tu casa?
¿Qué estarías dispuesto a sacrificar para mantenerlo apartado de ti?En “Corazón de Alacrán” se realiza una fusión de temas: novela negra, política, bélica, religión.

lunes, 1 de octubre de 2012

(L. P. 18) ENCADENADA


La oscuridad era total, los únicos ruidos que Alicia escuchaba eran los de la cadena que le habían atado al cuello cada vez que se movía, el de su respiración agitada y el que producían sus tripas vacías. En su boca reseca, sentía el sabor de la bilis, a trabes de sus fosas podía oler una mezcla entre sudor, orina y excrementos que venían de su propio cuerpo. Acurrucada en posición fetal, notaba el dolor en todas y cada una de sus extremidades, sentía un intenso ardor en el estomago, un agudo dolor de cabeza y un nudo en la garganta que le impedía soltar sonido alguno.
El tiempo se paró para ella, atormentada por terribles pensamientos. Había matado a una persona, pero la que había muerto era ella y ahora estaba en el infierno pagando por su delito o al menos eso era lo que a ella le parecía.      
El sonido de candados y cerrojos la interrumpió de sus terribles cavilaciones, se giró hacia el lugar de donde venía el ruido, una puerta se abrió, dejando entrar cierta claridad en aquel oscuro lugar, la silueta de un hombre se recortaba en la puerta.      
- ¡Joder, que peste!- dijo la voz de Vicente - ¿No te habrás muerto, verdad?          
La luz de una bombilla la cegó por completo, casi dolía y tuvo que taparse los ojos con sus doloridos brazos.        
- Ah, ya veo que no.        
- ¿Por qué me haces esto?- consiguió decir Alicia con voz ronca.  
- Creía que los vampiros podíais ver en la oscuridad y no teníais la necesidad de cagar y mear como el resto de los humanos- dijo Vicente con sarcasmo.           
Los ojos de Alicia ya se adaptaron poco a poco a la luz y miró a su captor con odio.           
- Tranquila, solo estaba bromeando. Lo cierto es que te he traído aquí por tu propio bien, para que no te encuentre nadie, es la misma razón por la que tienes esa cadena atada al cuello, para evitar que cometas alguna tontería. Aremos una cosa, desnúdate y te traeré ropa limpia para que te cambies y algo de comer.         
- No puedo, me duele todo el cuerpo… y además no me fío de ti.  
- Ya verás como si – dijo Vicente suspirando – En fin ahora vuelvo. 
Vicente se marchó cerrando la puerta, pero dejando la luz encendida, Alicia empezó a tiritar de puro terror. Afuera, en la chatarrería, era ya noche cerrada. Vicente fue a la casa y buscó entre su ropa, algo que le pudiera servir a la chica y la metió en una bolsa de plástico, en la que también puso una esponja y gel de baño, unas tijeras y otros productos que le pudieran servir. En la cocina llenó un cubo de agua y se dirigió nuevamente al zulo donde estaba la chica.  
- ¿Qué piensas hacer con ella? Está enferma – dijo el espectro de su padre.            
- Le prometí que la cuidaría y eso haré… de momento, al menos hasta que se recupere. Además si la matara en ese estado, no me duraría demasiado.           
Vicente entró en el zulo como pudo, con las manos ocupadas. Ella, al verlo entrar, se agazapó en un rincón y forcejeó con él para que la dejara tranquila, pero Vicente tenía mucha más fuerza que ella, que además estaba débil por la fiebre y terminó por ceder y dejarse hacer. Vicente la desnudo por completo, tirando la ropa en un lado. Alicia, que hasta hacía poco tiempo había sido, una chica más bien obesa, ahora estaba en los huesos. Hasta cierto punto, a Vicente le repelía aquella extremada delgadez y más teniendo en cuenta el olor que emanaba, después de todas las horas de encierro. Por culpa del collar y la cadena que ataban a la chica al suelo, como si fuera un animal, Vicente tuvo que usar las tijeras para poder quitarle algunas prendas, también para cortarle el pelo, ya que de alguna manera que le resultaba inexplicable, algunos excrementos se le habían quedado pegados al cabello, le frotó bien todo el cuerpo, sobretodo las zonas más sensibles. Cuando termino, la secó con una toalla, en la que se quedó envuelta, se puso en cuclillas en el suelo mientras miraba las idas y venidas de Vicente por el zulo, sacó el destartalado colchón que apestaba, trajo cubo y fregona y desinfectó el lugar lo mejor que pudo, luego trajo otro colchón, limpio y esta vez más nuevo que el que se había llevado, también ropa de cama, para que la chica estuviera más cómoda y mientras preparaba aquello, le arrojó a Alicia, la bolsa de plástico con la ropa.    
- Vístete. Ya te dije antes que no te voy a hacer nada. La ropa, consistía en unos pantalones de chándal y una camisa a cuadros, no había ropa interior. Alicia se dio la vuelta, para que Vicente no pudiera verla más de lo que ya lo había hecho y cuando terminó se volvió a colocar en su posición de cuclillas. Cuando Vicente terminó de arreglar aquel lugar, trajo consigo, comida y agua.           
- No tengo hambre – dijo la chica.      
Vicente, se acercó a ella con el plato y una cuchara.   
- ¿Sabes por que vas a comer? Por que si no lo haces, te haré todo eso que temes que te haga.         
Ella abrió la boca y el sonrió, pensando que no hacía falta amenazarla con el hombre del saco, él era el hombre del saco. Terminó de cenar y él se llevó la bandeja y regresó con dos cubos, uno vacío, para que ella pudiera hacer sus necesidades, sin llenarlo todo de mierda, otro lleno de agua hasta la mitad, para que pudiera lavarse, si tenía la necesidad, con ese cubo también trajo una pastilla de jabón, papel higiénico y otra toalla limpia. Apagó la luz y se fue. Al cavo de tres cuartos de hora, regresó, con una botella de agua y otra de zumo de melocotón.   
- He pensado, que igual te entraba sed, durante la noche.   
Hizo ademán de apagar la luz.       
- ¡No la apagues! Por favor.       
- Está bien, volveré mañana por la mañana a ver como estás – dijo sonriendo a la chica. Alicia volvió a acostarse en el colchón, donde se acurrucó otra vez en posición fetal. Vicente regresó a la casa, estaba tan cansado que hasta la visión de su padre muerto, parecía haberlo dejado tranquilo. Esa noche tendría que dormir en el sofá.                                        
 
 
Jotacé.