jueves, 19 de abril de 2018

LA CHICA DE VENUS. Y TRES...




Luis Alonso sería uno de los mejores policías solares si no fuera porque no le gusta recibir órdenes de nadie, y si hubiera aguantado en el cuerpo podría haber ascendido rápidamente en el escalafón policial, pero lo cierto es que tampoco le gusta tener a alguien bajo su responsabilidad, y esa es la razón por la que Luis decidió dedicarse a una profesión casi extinguida para la época en la que vive. Luis Alonso es detective privado, el mejor de los pocos que quedan. Su clientela suele ser gente adinerada que no quiere meter a la policía de por medio, y lo cierto es que él no cobra barato sus servicios. También suele hacer favores a sus antiguos colegas de la policía. Por su forma de ser y por su carácter extrovertido tiene amigos en todas partes y suele llegar a lugares donde ningún policía osaría poner los pies. Pero también suele meterse en muchos líos difíciles de resolver.
Luis mira hacia arriba, para ver por encima de su cabeza y tras una enorme cúpula de cristal, las aguas del Mediterráneo que cubren la antigua ciudad de Barcelona. Por encima del mar, el resplandor de la luna llena hace que las antiguas calles del barrio chino tengan un aspecto más onírico y tenebroso.
Tras un oscuro portal, una sombra sale de su escondite y dispara contra él, que esquiva el disparo por los pelos, dando una voltereta y casi sin apuntar, con unos reflejos que sólo se consiguen con años de experiencia, dispara acertando de lleno a su enemigo. Pero el peligro aún no ha pasado, así que levantándose ágilmente corre para ponerse a cubierto lo más rápido que puede tras el portal que tiene enfrente. Pero a mitad de camino ve en la oscuridad el reflejo de un arma que le apunta y antes de que le disparen se pone a cubierto saltando hacia la pared. Con la respiración agitada y el arma siempre a punto se dirige hacia la puerta, pegado siempre a la pared, para descubrir con sorpresa que su oponente se ha metido dentro del oscuro edificio. “¿Así que quieres jugar al gato y al ratón, eh?” Piensa mientras avanza por el oscuro pasillo del edificio. Cuando llega al final del pasillo apunta hacia el interior de un oscuro apartamento para encontrarse a su vez con un arma apuntándole a él directamente a la cara.
– ¡Mike Pratt! Cualquiera diría que el mundo es un pañuelo.
– Yo no Luis, sabía que te encontraría aquí...– responde su oponente sin dejar de apuntarle con su arma.
En ese momento suena un disparo que deja paralizado a Mike por un instante. Cae al suelo mientras Luis salta hacia un lado esquivando los disparos de su nuevo oponente y respondiendo a su vez con su arma para dar de lleno a su enemigo, quien también ha conseguido rozarle a él en el brazo.
De pronto las luces se encienden y el ficticio escenario desaparece, dejando ver un frío y blanco laberinto de paredes y escaleras artificiales. Todos los contrincantes que han participado en el macabro juego se levantan del suelo mientras una voz electrónica anuncia el final del entrenamiento.
– ¡Mike Pratt! ¿Qué coño estás haciendo aquí?– dice Luis sorprendido mientras ayuda a levantarse a su amigo. Al fondo ve a una chica que también se está levantando.
– En realidad te estaba buscando a ti, colega, me enteré casi por casualidad de que últimamente te estaba dando por entrenarte en las instalaciones del cuartel policial.- responde Mike mientras Luis ve alejarse a la atractiva chica por uno de los pasillos.
– Es un placer tener a dos de los mejores ex-alumnos que han pasado por aquí para darle una buena lección a los nuevos cadetes– dice una voz femenina a sus espaldas.
Los dos viejos amigos se vuelven para ver a una enorme mujer con el uniforme de la policía solar y con los galones de sargento en sus hombreras.
– ¡Lorna! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás?– exclama Mike dirigiéndose hacia ella.
– Igual de gorda que siempre ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!...– exclama ella mofándose.
– Dime una cosa, ¿quién es la cadete que ha conseguido derribar a mi amigo en el último momento?- pregunta ahora Luis.
– Una de mis mejores alumnas, si queréis os la presento.
– Para mi sería un honor conocer a la cadete que ha sido capaz de derribar al que fue el mejor poli de la academia– dice Mike.
– ¡Susana! ¿Puedes venir un momento a la sala de entrenamientos? Hay unas personas que quieren conocerte– dice Lorna por su comunicador.
Susana no se hace de rogar, y unos momentos más tarde se incorpora a la reunión. La joven mide más o menos uno sesenta y ocho de estatura, tiene un cuerpo atlético y un hermoso pelo negro. Los dos viejos amigos no pueden evitar quedarse mirándola mientras se acerca a ellos.
– A la orden sargento.- dice ella mientras termina de abrocharse la camisa del uniforme.
– Chicos, esta es Susana Alcot. Como ya os he dicho antes, una de las nuevas promesas de la policía solar. Susana, estos son los ex-policías Mike Pratt, ahora jefe de seguridad en I.R.Strux, y Luis Alonso, uno de los pocos detectives privados que aún quedan para hacernos la competencia a la policía. Ambos son auténticas leyendas en el cuerpo, y hubieran llegado lejos si se hubieran quedado.
– ¿Y por qué os fuisteis del cuerpo chicos?
– Por motivos personales y porque siempre he sido un tanto anarquista a la hora de recibir órdenes.- respondió Luis.
– Y yo porque este capullo rechazó un curro de puta madre, y recibí una buena oferta de un lugar donde me pagan más que en la policía y además soy el jefe.
– Si les invitas a unas copas tal vez puedan enseñarte un par de trucos de los que no enseñamos en la academia. Ahora chicos, si me disculpáis, tengo que atender mis obligaciones como sargento… Poco después los dos amigos y la joven cadete están en un bar cercano al centro de entrenamiento de la policía solar. Y mientras los dos viejos amigos, entre copa y copa, recuerdan los viejos tiempos en la academia, Susana les escucha con mucha atención, riéndose de los disparates que le cuentan. – Lo siento chicos. Lo he pasado estupendamente, pero no puedo quedarme más tiempo– dice Susana despidiéndose de ellos después de tres copas y un par de horas de conversación. – Pues es una pena. Pero supongo que ahora tengo otra excusa más para venir al centro de entrenamiento– dice Luis. – Pues ahora que lo dices, puede que yo también venga más a menudo– replica ahora Mike. Susana se levanta de la mesa y antes de irse les da un beso de despedida a los dos amigos. – Parece una chica extraordinaria– dice Mike mientras ve como ella se aleja. – Si que es verdad– responde Luis que también la está mirando–. Por cierto... ¿Cómo está Pamela, sigue de profesora en la universidad? – ¡Oh, sí!– responde Mike desviando la mirada repentinamente–. De hecho le acaban de proponer el puesto de directora. La verdad es que está muy contenta. – Me alegro por ella, se lo merece. ¿Y a ti, qué tal te va como jefe de seguridad de la Strux? – Es un curro cojonudo colega, no sé porque lo rechazaste en su día, pero en fin, allá tú... Por cierto, tengo un trabajo que proponerte. – ¡¿No me digas que el jefe de seguridad de una de las mayores empresas del sistema solar necesita la ayuda de un modesto detective privado como yo?! – Algo así... ¿Sabes que mi jefe tiene una sobrina en Venus? Se llama Minerva y está prometida con Tomás Lázaro. ¿Te suena el nombre? – Sí, por lo que tengo entendido es uno de los mayores fabricantes de componentes para naves espaciales de todo el Sistema Solar, entre otras cosas. – Así es. Pues verás, ellos se casan dentro de algunas semanas, y ella está a punto de venir a La Tierra para dicho acontecimiento, el problema es que hace algunos días alguien intentó secuestrarla, y mi jefe quiere saber quién está detrás de esta historia. Yo tengo a todo mi equipo trabajando para descubrir los posibles enemigos del jefe, pero el tiempo corre y mi jefe quiere todos los cabos bien atados antes de que la chica llegue a La Tierra. Por esa razón me ha pedido que contrate a alguien ajeno a la empresa, para investigar a los posibles enemigos de Tomás Lázaro, sin que éste sepa nada, claro. – Pues yo no lo veo tan claro. Si tu jefe no quiere que el señor Lázaro sepa nada es que debe sospechar algo turbio. – Eso no lo sé, pero desde luego quiere asegurarse. Además se te pagaría bien el trabajo, y si llegaras a encontrar alguna cosa desagradable, serías recompensado generosamente. Por supuesto tendrías vía libre para actuar como te pareciera oportuno, sin importar los gastos. Si aceptas te será ingresada en tu cuenta una buena cantidad de dinero para que empieces a trabajar lo antes posible. – Acepto, es imposible rechazar una oferta como esa, y menos si viene de un amigo. Los dos hombres se levantan para estrecharse las manos, luego Mike saca su ordenador de bolsillo para hacer las gestiones oportunas. Para terminar de sellar el trato, piden otra ronda.
* * *


Ulises Guzmán siempre había sido un chico introvertido y con pocas amistades. Apenas tenía trato con los compañeros del trabajo, y tampoco había sabido mantener el contacto con sus antiguos compañeros de estudios. Su tiempo libre lo había dedicado a ver holofilms, leer libros de todo tipo y a las artes marciales. Cada día acudía puntual a su gimnasio, donde le habían asignado a un androide profesor que le enseñaba todas las llaves y los trucos de las antiguas artes de lucha de La Tierra, según él, eso le ayudaba bastante a eliminar el estrés de su monótona y aburrida vida cotidiana. Eso y las visitas que empezó a hacer a las androides de satisfacción sexual que hay en los centros de ocio de la ciudad. A las abuelas de Ulises no les parecía demasiado bien que los seres humanos (y en especial su nieto) encontraran alivio sexual en las máquinas, por muy humanas que éstas pudieran parecer, por eso estaban empeñadas en buscarle a su nieto una pareja estable con la que pudiera formar una familia como es debido. Desde que se supo la noticia de que a Ulises lo habían ascendido y se iba a mudar a La Tierra, sus abuelas parecían haberse dado por vencidas, o al menos eso es lo que él creía… Ulises sale de la ducha del gimnasio y abre la taquilla del vestuario para encontrar en su holomóvil un mensaje de sus abuelas invitándole a tomar el té esa misma tarde, en seguida sospecha que han vuelto a las andadas, pero desecha la idea pensando que en realidad sus abuelos y sus padres quieren disfrutar de su compañía antes de que se vaya a La Tierra… Algunas horas más tarde, Ulises acude a la cita para encontrarse que en el apartamento de sus abuelos paternos sólo están sus abuelas, lo cual le hace pensar que sus sospechas no eran tan infundadas como creyó por la mañana, y que sus abuelas aún no habían tirado del todo la toalla. – Sabéis que de aquí a tres días me voy a la Tierra, ¿verdad?– les pregunta indignado al ver que se encuentra ante otra encerrona de las suyas. – ¡No te enfades hijo! Si lo hacemos por tu bien. Además la chica que viene hoy también se va a La Tierra dentro de poco, la pobre no conoce allí a nadie y busca a alguien que esté en una situación parecida a la suya– dice María, su abuela materna. – Dimos con ella por casualidad, casi se diría que fue esa chica la que nos encontró a nosotras– dice ahora Carmen, la madre de su padre. – ¡¿En serio?! ¡¿Y esperáis que me lo crea?!– dice Ulises sin sospechar que las sorpresas sólo acaban de empezar. En ese momento suena el timbre de la puerta, y Carmen, su abuela paterna, se dispone a abrir personalmente. – Pasa hija, pasa, no te quedes en la puerta. Ya verás lo simpático que es mi nieto. – Gracias doña Carmen, es usted muy amable. Ulises tiene la impresión de que la voz de la chica que está a punto de entrar la ha escuchado ya en alguna parte, y no tarda mucho en averiguar donde. – A María y a mí ya nos conoces por los contactos en la holorred, y ese de ahí es nuestro nieto Ulises. Ulises, esta es Minerva, la chica de la que te hemos hablado antes. – Mi... Mi... ¿Minerva?– tartamudea Ulises sorprendido al verla entrar por la puerta. – Ese es mi nombre– contesta ella fingiendo no reconocerlo–. Es un placer conocerte Ulises, tus abuelas me han hablado muy bien de ti y veo que no han exagerado. La velada transcurre agradable y distendida para todos menos para Ulises, que inevitablemente se siente incómodo representando esa farsa. Sin poder evitarlo mantiene la mirada fija en Minerva, la cual le parece cada vez más hermosa, y mientras se imagina con ella haciendo todas esas cosas que su jefe le ha prohibido, al mismo tiempo, está deseando que se lo trague la tierra. – ...Carmen, me parece que este es un buen momento para ir a ver lo que hacen nuestros maridos– dice María percatándose de las miradas que se echan los dos jóvenes. – ¡Huy sí, que se nos hace tarde y hemos quedado con ellos para ir de compras! Además, así dejamos a los chicos solos para que se vayan conociendo mejor– responde Carmen. Unos minutos más tarde las dos ancianas salen por la puerta. – ¡¿Qué coño estás haciendo aquí?! – pregunta Ulises sin poder contener por más tiempo su asombro– ¿Por... por qué has venido? – Tenía ganas de verte. Gracias a ti los canallas del otro día fracasaron en su intento de secuestro, y no tuve tiempo de agradecértelo como te merecías. Además, he de decirte que nuestro viaje sufrirá un pequeño retraso. Al parecer la nave que viene a recogernos ha recibido una llamada de auxilio y debe desviarse de su ruta original. – Gracias por la información, pero no hacía falta que vinieras personalmente a dármela. Además ¿Cómo demonios me has encontrado? – Soy sobrina de Isaac Strux, el mayor fabricante de inteligencia artificial del Sistema, y como tal tengo algunos trucos guardados en la manga gracias a los cuales pude tener acceso al interrogatorio que te hizo la policía– dice ella acercándose cada vez más a él–. Sé que trataste de inculparte por lo de la conducción temeraria, y eso también te lo tengo que agradecer… – Si oíste toda la historia que le conté a la policía sabrás también que ahora me estoy jugando el puesto de trabajo...– dice Ulises tratando de alejarse de ella, que está casi encima suyo. – No tengas miedo, nadie sabe que he venido...– le susurra Minerva en la oreja antes de mordérsela suavemente– ...Y a tu robot lo están reparando los mecánicos de mi tío...- le dice mientras se acerca cada vez más a sus labios. – Entonces, supongo que nadie... tiene porque enterarse de esto– susurra él mientras se deja besar complacientemente. Después, las caricias y los besos van en aumento mientras se van desnudando el uno al otro. Media hora más tarde, los dos amantes se encuentran en el dormitorio continuando lo que habían empezado en el salón y sin poder parar…
* * *
En el espacio la nave llamada “El Marqués” se ha desviado de su ruta para acudir a una llamada de socorro a pocas horas de donde se encuentra. La nave de la que procede la llamada es un carguero a la deriva con el dibujo de una enorme araña negra en su casco, debajo del dibujo está el nombre de dicha nave, “Tarántula”. – Bien, chicos, ahí está la nave de la que procede la llamada...– dice el capitán Corvin– Lidia, intenta contactar con ellos, si no hay respuesta tendremos que prepararnos para el abordaje. – Nave de carga Tarántula, aquí el yate espacial “El Marqués” en respuesta a su llamada de auxilio. Contestad por favor... Nave de carga “Tarántula” ¿Nos reciben?...– Lidia aguarda la respuesta unos momentos antes de seguir intentándolo, hasta que finalmente se da por vencida–. Capitán, no recibo ningún tipo de respuesta. – Está bien Lidia, puedes dejarlo. John, prepara nuestros trajes por si la atmósfera no es respirable. Lidia, Marco, esperad en la nave preparados por si surge algún problema. Poco después, el capitán Corvin y John entran en la misteriosa nave enfundados en sus trajes espaciales. – Ahí veo a alguien... Parece una mujer– dice John en el pasillo que lleva a la sala de control de la nave. Los dos hombres se agachan para comprobar las constantes vitales de la mujer que está tumbada en el suelo. – Parece que sus constantes vitales son normales– dice John inclinado sobre la chica–. Habrá que llevarla a la nave para hacerle un reconocimiento más exhaustivo. – Marco, ven aquí y ayuda a John con la mujer mientras yo sigo inspeccionando el carguero– ordena Corvin. Diez minutos más tarde, John regresa a la misteriosa nave y empieza a buscar al capitán, con el que ha perdido el contacto. Mientras tanto Marco se queda con la paciente en la enfermería de El Marqués. La mujer empieza poco a poco a recobrar el conocimiento. – ¿Don... dónde estoy? ¿Qué ha pasado? – pregunta Dolores medio aturdida. – Tranquila, no sé lo que te ha pasado pero ya estás a salvo– le contesta John mientras le toca la frente con la mano. – Agua, por favor– suplica ella. – En seguida. En cuanto Marco da media vuelta para ir a buscar el agua, Dolores se incorpora rápida y silenciosamente de la camilla, saca un cuchillo de entre sus ropas y le rebana el cuello a su incauta víctima sin que ésta apenas se dé cuenta. En el Tarántula, John sigue buscando al capitán sin recibir respuesta a sus llamadas. De pronto ve en uno de los paneles de control una pantalla encendida en la que dice así: “El aire de la nave no está contaminado y el comunicador de mi casco se ha estropeado, así que he optado por quitármelo. Te espero en la bodega de carga.” Corvin.”
John también se quita su casco, y luego dirige sus pasos hacia la bodega de carga, para encontrar una muerte rápida en manos de la tripulación del Tarántula.
– ¡Marco, ven aquí! He perdido el contacto tanto con el capitán como con John– dice Lidia asustada en la sala de mandos de El Marqués– ¿Marco? Responde por favor.
– Me temo que tus compañeros han pasado a mejor vida querida– contesta Dolores con el cuchillo en la mano.
Lidia, imaginando lo que ha pasado, se abalanza sobre Dolores mientras ésta le lanza el cuchillo, fallando por los pelos. Las dos mujeres se enzarzan en una desesperada pelea cuerpo a cuerpo, pero Dolores es más ágil y más fuerte que Lidia y le golpea varias veces la cabeza contra el suelo hasta que su rival pierde el conocimiento. En ese momento aparece Roger por la puerta.
– ¿Todo en orden capitán?– pregunta disciplinadamente.
– Ahora sí– responde Dolores mientras se levanta y se arregla el pelo– Por cierto Roger, felicidades, acabas de ascender a capitán. Tú y tres más iréis a Venus en esta nave como teníamos planeado. Prepáralo todo para continuar el viaje como si nada hubiera pasado. ¡Ah! Y a esta perra la lleváis al “Tarántula”, quiero disfrutar con ella mientras la mato muy lentamente. Apenas dos horas más tarde, El Marqués continua su viaje hacia Venus con su nueva tripulación...
Bocetos de Pedro Cano.
Y hasta aquí los primeros capítulos de esta apasionante historia de aventuras. Si queréis saber como acaba ya sabéis en...

jueves, 12 de abril de 2018

LA CHICA DE VENUS. DOS.



El pequeño robot de servicio entra en la sala de interrogatorios con los dos cafés, uno para el agente Gillon y el otro para el tipo que está siendo interrogado, un hombre de unos 24 años, aún con cara aniñada, que parece no haber roto un plato en su vida. Probablemente es el testigo de algún crimen ya que tiene muy poco aspecto de haber hecho algo malo, aunque nunca se sabe. Es el pensamiento que se cruza por los circuitos del 2R. Junto a ellos esta Q3, el robot de interrogatorios capaz de saber si una persona está mintiendo o si oculta algo. El gigantesco robot siempre impone y nadie sería capaz de mentir en su presencia aunque estuviera desactivado.
El pequeño robot acercó el café a los dos humanos.
–...Gra… gracias– dice el desconocido interrumpiendo lo que estaba diciendo para coger su taza.
– Gracias 2R puedes retirarte...– dice Gillon cogiendo su taza, luego dirigiéndose al otro hombre le dice–. Así señor Guzmán, por lo que me ha dicho la señorita Minerva y usted no se habían visto hasta esta misma noche. Y dígame, ¿qué es lo que ocurrió después de la cena y cómo se metieron en esa peligrosa persecución que por poco no les cuesta la vida a ustedes y a los transeúntes con los que se cruzaron?
– Bueno, después de la cena en casa de ella, fuimos a la zona de ocio, cómo ya le he contado antes. Ella, el robot 8A que me entregaron en la empresa y por supuesto yo mismo...– (la zona de ocio es donde va la gente a divertirse, allí hay sitios para practicar deportes, salir de copas, hay lugares donde se puede practicar el sexo con androides especializados, y la última moda, tiendas y grandes almacenes con escaparates donde se puede ver lo que se quiere comprar y hacerlo directamente, sin usar Internet, como se hacía hace siglos... En fin, en la zona de ocio de la ciudad de Hades se puede encontrar de todo).– La verdad es que no sé cómo me había dejado convencer, en fin, ella es la futura mujer de mi jefe y como ya le dije antes lo mejor es mantener una cierta distancia, me juego mi puesto de trabajo si cometiera un error.
– Ella nos llevó a un sitio llamado “El Coco Loco” que al parecer es el bar de copas que está ahora de moda en la ciudad. Allí estaban todos sus amigos, ahora mismo no recuerdo sus nombres, ellos también mantuvieron una cierta y fría distancia con ella, como si se hubieran conocido aquella misma noche, sólo sus amigas trataban de animarla. Después de que sus amigos, me refiero a los chicos claro, pasaran olímpicamente de ella, Minerva terminó sacándome a bailar, a pesar de mis múltiples negativas. En cierto momento trató de besarme y yo la tuve que apartar bruscamente de mi lado.
“ –Tranquilo hombre, que no te voy a hacer nada malo”, me dijo mientras yo pensaba en una salida rápida al problema. “– Es... es que... soy gay”, dije medio tartamudeando.”
– ¿Y lo es...? Gay quiero decir...– interrumpió Gillon.
– ¡Claro que no!, ¡sólo era una excusa!
– Vaya, es una lástima– le dice Gillon mirándolo de arriba abajo–. Puede continuar su historia.
– ¡Está bien, pero deje de mirarme así...! – contesta Ulises muy ofendido antes de continuar.
“– Pues no es lo mismo que piensa ese bulto en tus pantalones”, me dijo ella dándose cuenta del engaño. “– Parece que todos los tíos que conozco os habéis vuelto maricones de repente”, dijo bastante enfadada mientras se iba a otro lugar de la sala. Yo por mi parte me volví, con algo de beber en la mano, al rincón donde estaba 8A, que no había perdido detalle de todo lo que había pasado...
– ¿Qué es lo que bebió?
– Un güisqui doble con hielo, es lo que en ese momento necesitaba, debo reconocer que si ella hubiera insistido un poco más, probablemente ahora estaría en el paro. Entonces apareció Rita.
“– ¿Ulises? ¿Qué haces aquí? Es el último sitio donde hubiera esperado encontrarte”, me dijo muy sorprendida...
– Un momento, ¿quién es esa Rita? – volvió a interrumpir Gillon.
– Una amiga que conocí a través de mis abuelas. Verá, lo cierto es que soy un tipo bastante solitario e introvertido y mis queridas abuelas están empeñadas en cambiar eso concertándome citas a ciegas por Internet, sin ningún resultado, hasta el momento. Por desgracia a todas las chicas les resulto bastante aburrido... A favor de Rita debo decir que fue capaz de soportarme durante dos meses seguidos.
“– ¡Rita! ¿Cómo estás? No sabía que venías por aquí” le dije yo.
“– Yo sí, ¿pero y tú...? ¿Con quién has venido? ¿Y ese robot, es de ella?”, dijo.
“ – No vayas tan rápido chica. Para empezar, el robot se llama 8A y es una especie de préstamo de la empresa” le conté.
“– ¿Ochoa?” preguntó ella.
“– 8A, y por cierto, ¿cómo sabes que he venido con una chica?” le pregunto.
“– Hombre Ulises, que no me chupo el dedo y te conozco lo suficiente para saber que tú nunca vendrías aquí solo. Pero todavía no me has dicho quien es ella”, insistió.
“– Es aquélla de allí”.- le dije señalando a Minerva con el dedo. Ella, Minerva quiero decir, bailaba en medio de la pista rodeada de un grupo de chicos. “ –Al parecer suele venir mucho por aquí”.- le dije a Rita.
“– Es raro, nunca la había visto, y yo si que soy asidua a este sitio.” “ –¿Qué quieres decir?”– le pregunté a mi amiga sorprendido.
“– Yo nada, sólo que es la primera vez que la veo por aquí, y es evidente que una chica como ella no pasa tan fácilmente desapercibida, ni siquiera para las otras chicas. ¿Con quién suele venir?”
“ – Con ese grupo de allí.”- le dije señalándole a los amigos de Minerva.
“– A esos sí que los tengo vistos, menuda pandilla de imbéciles. Al parecer todos trabajan para la misma empresa, pero lo llevan en secreto, como si les fuera la vida en ello.”
– Rita empezó a contarme toda clase de rumores absurdos sobre los amigos de Minerva.
– ¿Qué tipo de rumores?– pregunta Gillon.
– No lo recuerdo bien, pero creo que mencionó algo de que podían ser agentes del gobierno, o hasta espías extraterrestres. El caso es que mientras me contaba todos esos rumores absurdos, los amigos de Minerva se pusieron a discutir acaloradamente con los chicos que estaban hablando con ella. 8A y yo decidimos intervenir, Minerva en medio de todo aquello intentaba que no llegara la sangre al río, ya que al parecer ella era la causa de la acalorada discusión. Antes de que la cosa se pusiera realmente seria aparecieron los robots de seguridad.
“– La culpa es nuestra...– dijo Minerva señalando a todo el grupo que íbamos con ella–. Pero ya nos vamos– añadió mientras los robots de seguridad nos acompañaban a la salida.
– Yo no supe lo que ocurría hasta que no estuvimos en la calle y Minerva se puso a gritarnos muy cabreada, sobre todo a sus amigos de siempre. “– ¡¿Se puede saber por qué os habéis puesto a pelear con esos chicos?!“
“– ¡Porque son unos gilipollas!”- dijo el más gallito del grupo, sin que su respuesta fuera demasiado convincente.
“– ¡Sí, eso es cierto, pero ellos no son los únicos gilipollas que había ahí dentro!– dijo Minerva muy irritada.
“Los amigos de Minerva trataron de disculparse por lo ocurrido e intentaron convencerla para ir a tomar algo a otro lado, pero ella dijo no estar de humor y me pidió que la acompañara de vuelta a casa. Subimos al ascensor y camino del aereoaparcamiento ella me preguntó algo que me dejó totalmente aturdido.
“–¿Tú también estás metido dentro de la conspiración que parece haberse creado a mi alrededor para que no pueda seguir con la vida que llevaba antes del accidente?”
“– No sé a que te refieres.”- le contesté pensando que no debía estar muy bien de la cabeza. Ella se quedó callada y muy seria, cómo si me hubiera leído el pensamiento.
– El ascensor llegó a su destino y nos dirigimos al deslizador. Minerva marcaba el paso visiblemente enfadada. En ese momento dos cables muy finos salieron de la nada para posarse en 8A, que empezó a echar chispas por todo el cuerpo hasta caer finalmente al suelo. Nosotros nos quedamos paralizados un momento por la sorpresa. De uno de los deslizadores salieron dos tipos vestidos totalmente de negro y con capuchas, Minerva se giró para ver que detrás nuestro habían otros dos maleantes vestidos de la misma manera.
“– Sólo queremos a la chica. No os resistáis y nadie sufrirá daño– dijo uno de los maleantes mientras se acercaban a nosotros. Al parecer nos estaban esperando, o al menos esa es la impresión que a mí me dio.
“– No te separes de mí– me susurró Minerva al oído cómo si buscara protección. Que equivocado que estaba... Cuando los maleantes estuvieron lo suficientemente cerca, Minerva le dio una patada al arma que tenía uno de ellos en la mano, esto les cogió a todos por sorpresa, incluso a mí, pero gracias a las clases de artes marciales que hago entre semana para desestresarme, mi reacción fue diferente a la que hubiera imaginado, y me lancé sobre el arma de un segundo atacante que ya estaba apuntando a Minerva. Éste desvió el disparo dándole de lleno al jefe de los maleantes, dejándolo totalmente aturdido. Luego le pegué un puñetazo a otro atacante. Minerva por su parte también había dejado ya fuera de combate al cuarto secuestrador. En ese momento sonó una alarma y los tres individuos cogieron a su jefe que seguía aturdido y subieron a su deslizador, saliendo disparados de allí antes de que las puertas del aereoaparcamiento empezaran a cerrarse.
“– ¿Estás bien?”– le pregunté a Minerva mientras cogía aire después de la pelea. Entonces fue cuando seguido de ella me precipité a nuestro deslizador y cogiendo los mandos…
– Señor Guzmán, está mintiendo– dice el robot.
– ¿Sabe Guzmán?– dice ahora Gillon, acomodándose mejor en su asiento–. A parte de que sabemos que no ha conducido en su vida y que además carece de licencia de conducir, la señorita Minerva ya ha confesado que fue ella la que condujo temerariamente el deslizador. Por otro lado miente usted fatal, así que le aconsejo que no trate de encubrir a Minerva por los delitos de circulación que ha infringido…
* * *
En la sala contigua, Minerva, que ha sido interrogada antes que Ulises, espera sola el final de los interrogatorios, mientras tanto ha conseguido manipular uno de los anticuados monitores que hay en la sala y sin que nadie lo sepa, está siguiendo el interrogatorio al que está siendo sometido Ulises. Minerva sonríe al ver lo que él ha intentado hacer por ella, mientras piensa que ese hombre es mejor de lo que aparenta. – ¡Señorita Minerva!– dice el robot 2R que ha entrado en la habitación sorprendiéndola–. Está incurriendo en un delito de… – ¡Panacea!– grita Minerva dejando al pequeño robot paralizado–. Como ves, pequeño androide, tengo más recursos de lo que parece. Ahora vas a dejar esa bandeja encima de la mesa y vas a olvidar lo que me has visto hacer, ¿de acuerdo?– dice Minerva en tono autoritario. – Como ordene, señorita– dice el robot haciendo lo que se le manda–. Si desea alguna cosa más. – Sí, por favor, quédate cerca de la puerta y avísame si viene alguien más. – Como ordene la señora– dice el robot antes de salir por la puerta. Una vez se queda sola, Minerva coge la bebida que le ha traído el robot y después de echar un trago sigue espiando el interrogatorio que tiene lugar en la sala de al lado.


* * *
Ulises tomó un sorbo de café frío para aclararse la garganta antes de seguir con el relato de los hechos. – Está bien, tiene razón, fue ella la primera que reaccionó cuando nuestros asaltantes salieron huyendo, sin apenas tomar aliento y con una agilidad que a mí me pareció sorprendente, ella saltó al deslizador. “– ¿Vienes?”– me preguntó sin asomo de cansancio, yo asentí con la cabeza y me senté a su lado en el deslizador...– Gillon miró de reojo al androide pensando que Ulises estaba exagerando su relato, pero el robot siguió en silencio grabando la conversación sin inmutarse–. Nuestro vehículo salió del aereoaparcamiento segundos antes de que las puertas se cerraran. “A pesar de que los deslizadores estaban equipados con el sistema gravitacional artificial para evitar que nuestros cuerpos fueran impulsados hacia atrás por la ley de la cinética, yo no pude evitar sentir una especie de vértigo al ver como pasábamos de largo a todos aquellos vehículos tanto públicos como de carga y también alguno privado. El deslizador de nuestros asaltantes no se quedaba tampoco corto y estuvo en varias ocasiones a punto de hacernos chocar con los edificios, pero hay que decir que los reflejos de Minerva son sorprendentes y siempre nos sacó de todos aquellos apuros sin apenas inmutarse. Sus compañeros policías no tardaron en unirse a la alocada persecución, que siguió entre los edificios y los puentes que los conectan unos con otros. Un par de aereojets se pusieron por delante de nuestro deslizador. Llegamos al final de la ciudad precipitándonos hacia la pared de la cueva, o mejor dicho, a uno de sus túneles, por el que consiguieron meterse tanto el deslizador de nuestros agresores como un par de vehículos policiales, mientras otros tres nos hicieron detener justo antes de que pudiéramos entrar también nosotros. Nos hicieron descender a la calle y nos obligaron a bajar con las manos en alto, como si fuéramos nosotros los malos de esta historia. Intentamos explicarles lo que había ocurrido sin demasiado éxito. “– ¡Ya daréis las explicaciones cuando estéis en la central, locos hijos de puta!”– eso es lo que nos dijo uno de sus “amables” compañeros mientras nos esposaban. De pronto hubo una explosión que hizo temblar la tierra, y del túnel empezó a salir una espesa nube de humo y a llover grava, que hizo que todos los allí presentes nos cubriéramos instintivamente la cabeza. Fuimos evacuados de allí y tras ser atendidos por los servicios médicos nos trajeron aquí– concluyó Ulises. – Algunos de mis compañeros murieron en ese túnel– dice Gillon apretando los dientes. – Lo siento– dice Ulises con pesar, removiéndose en su asiento. – ¿Sabe si alguno de esos secuestradores estuvo en el “Coco Loco”, tal vez alguno de esos chicos con los que Minerva estuvo hablando?– pregunta Gillon suspirando y echándose el pelo hacia atrás. – No creo, bueno, no lo sé. La verdad es que a los secuestradores no les pude ver la cara, con las capuchas que llevaban puestas. – Q3, ¿te ha quedado alguna duda sobre el relato? – No, ninguna. El señor Guzmán se ha atenido a los hechos tal y como los recuerda. – Está bien– dice Guillón dirigiéndose al robot, luego se gira hacia Ulises–. Espere aquí un momento por favor– Gillon sale de la pequeña sala y seguido del robot entra en su despacho. – Q3, cuál es el resultado de los dos interrogatorios. – Al parecer señor ambos dicen la verdad, y ninguno ha dado muestras de ocultar información, al menos aparentemente… – ¿Qué quieres decir con lo de aparentemente? – Hay cosas que ha dicho el Sr. Guzmán en su declaración, que la Srta. Minerva ha omitido como si las hubiera olvidado… – ¿Qué tipo de cosas?– pregunta Gillon sorprendido. – Sus sospechas de que hay algún tipo de conspiración a su alrededor. – Si que es extraño, ¿crees que ha podido engañar a tus circuitos, o tal vez sufra algún tipo de esquizofrenia? Por favor, revisa en tu banco de datos lo que ocurrió en ambos interrogatorios mientras reviso el informe de lo que ocurrió en el túnel. Gillon se colocó los electrodos en la cabeza y mientras las imágenes que habían captado los vehículos policiales se iban sucediendo en su cabeza, una voz electrónica le resumía meticulosamente todo lo ocurrido. – Expediente 386: 4.30 El vehículo número 6423Mp3 en persecución de un vehículo de la marca TAES 5000, con el número de la matrícula oculto, entra en el interior del Túnel 383 con destino a las minas de gas de la superficie. A menos de cien metros del final del túnel, se produce una gran explosión entre los vehículos perseguidores y los perseguidos, proyectando a los perseguidores hacia atrás. La explosión ha abierto una brecha hacia la superficie; tapada casi al instante por una nave especial venusiana que los circuitos semiaveriados del vehículo policial apenas pueden detectar. 4m 23s después la nave escapa, la temperatura y la presión atmosférica aumentan de forma vertiginosa. La imagen desaparece. Las patrullas de rescate apenas encuentran hierro fundido y restos de ADN de los agentes de servicio. A las 5:47, desde la estación Galileo, es detectada una nave espacial saliendo al otro lado de Venus, donde un carguero que parecía estar casualmente por allí la recoge. Desde Galileo son enviados unos cazas para esclarecer el enigma, pero llegan demasiado tarde. Fin del informe.” Gillon se quita los electrodos para encontrarse justo delante con el rostro de su superior, el capitán Murdoc. – ¿Has terminado de revisar el informe? – Sí capitán, y la verdad es que parece un asunto muy, pero que muy feo. Da la impresión de que detrás de todo esto debe haber alguien muy poderoso– responde Gillon incorporándose de su asiento. – No te quepa la menor duda. Pero ya puedes olvidarte de todo, la familia ha hecho presión para que archivemos el caso. Todo parece indicar que quién está detrás de todo es alguien de La Tierra, y quieren contratar a un particular de allí para que se encargue de todo. Así que nos han pedido todo lo que tengamos del caso para enviárselo al jefe de seguridad de las empresas Strux, y ya de paso que dejemos marchar a los dos chicos. – Lo considero un error, creo que quien ha intentado secuestrar a la chica volverá a actuar... Pero en fin, allá ellos– dice Gillon–. Daré la orden de que los dejen marchar.


* * *
Frédéric, el padre de Minerva, fue a buscarles a la central de la policía, y ya de camino a casa, en el deslizador familiar, aprovecha para contarles la situación en la que están metidos. – La policía solar no quiere que salgáis del planeta hasta que se resuelva todo este embrollo, por suerte tenemos medios para convencerles de lo contrario, y también para que todo este asunto no salga a la luz en los medios de comunicación. En cuanto a tu robot, Ulises, nosotros nos haremos cargo de las reparaciones y estará listó a tiempo para el viaje. – Que bien– dice Ulises con un tono algo desilusionado en el rostro. El resto del viaje los ocupantes del vehículo permanecen callados, aunque Ulises y Minerva se miran de vez en cuando de reojo. Cuando el deslizador para en el edificio de Ulises y éste se dispone a bajar, Minerva le agarra del brazo. – Ulises, te has portado bien– dice ella antes de darle un beso en los labios que pilla a todos por sorpresa, incluyendo al propio Ulises. El deslizador se aleja por la puerta del aereoaparcamiento y Ulises se queda un rato con la mirada perdida y con la mano todavía en los labios. – Me parece que hoy no voy a poder pegar ojo en todo el día– murmura antes de dar media vuelta y dirigirse hacia su casa. * * * En el Araña, cuatro hombres vestidos de negro y encerrados en una habitación estanca, se quedan poco a poco sin aire. Su lenta agonía es observada por la tripulación de la nave, y los cada vez más débiles alaridos de dolor se escuchan a través del megáfono. Dolores Zorrilla parece disfrutar viendo la lenta muerte de los que fracasaron en su misión de capturar a Minerva. Cuando por fin los hombres de la cámara mueren, Dolores se vuelve hacia su tripulación con una leve sonrisa de satisfacción en los labios y comienza a dar órdenes. – Luisa, abre la esclusa exterior para que esa chusma salga al espacio. La compuerta exterior empieza a abrirse y los cuerpos salen disparados hacia el espacio, de tal forma que antes de terminar de abrirse la compuerta en la cámara no queda ni rastro de los cuerpos. – Ya puedes cerrar la compuerta, y fija el rumbo de intercepción con las naves que vengan de La Tierra, ya sabes cual es la nave que nos interesa. – Sí capitana– contesta Luisa a través del megáfono, mientras la compuerta exterior empieza nuevamente a cerrarse. – Menos mal que tenemos un plan de reserva, si no todo podría irse al garete. Por cierto Roger, fuiste tú el que te encargaste de contratar a esos ineptos, ¿no es así? – Así es capitana, es un error que no volverá a ocurrir– responde Roger tragando saliva. – Eso espero. Pero aun así necesitas una lección. Preséntate en mi camarote dentro de veinte minutos. – Sí capitana.
Dibujo de Pedro Cano.

martes, 3 de abril de 2018

LA CHICA DE VENUS. UNO.


Una gigantesca y amenazante araña acecha el espacio, decorando el casco de la nave en la que ha sido dibujada, “El Tarántula” un carguero fuertemente armado que permanece a la deriva, como si hubiera sido abandonado o tuviera alguna avería que obligara a su tripulación a mantener los motores de la nave apagados. Sin embargo, en el interior, sólo un par de técnicos de comunicación hacen guardia mientras el resto pasa el tiempo como puede.
El camarote de la capitana Dolores Zorrilla está decorado de forma bastante tétrica, y la tenue luz rojiza que baña las paredes no ayuda en nada a suavizar la extraña sensación de miedo que puede provocar a cualquier visitante inesperado. Enfundada en su ceñido traje de cuero sadomasoquista, Dolores fustiga una y otra vez con el látigo al desdichado Roger, su segundo de abordo, que está desnudo y encadenado a la litera donde se retuerce y gime ante las torturas de su sádica capitana.
– ¿Quién es la que manda aquí esclavo? ¿Lo dirás o te tendré que hacer más daño? – susurra Dolores mientras lame las heridas de su segundo.
– ¡Tú, ama! ¡Siempre has sido tú!
– ¡Demuéstramelo lamiéndome el coño como tu sabes cerdo inmundo!– dicho esto Dolores agarra a su subordinado por los pelos y pone sus piernas encima de la cabeza de Roger.
– ¡Vamos perro lame con más ganas! ¡¿O vas a decirme que no te gusta?!
– ¡¡¡GLGLGLGLGLGLGLG!!!– gime Roger mientras Dolores sigue ejerciendo presión sobre su cara, asfixiándole cada vez más. Los gemidos de su segundo, lejos de hacerla levantar de su posición, la excitaban más todavía, con lo cual aumentaba la presión gimiendo de un modo alocado, cualquiera que escuchara los gritos de placer de la pérfida Dolores pensaría que era él el asesino en vez de ella.
–¡¡¡Así esclavo, dame más placer!!! ¡Aaaaaahhh...!
– En ese momento y para alivio del pobre Roger suena el comunicador del camarote.
– ¡¿Quién coño es ahora, joder?!- grita Dolores muy cabreada y sin apartarse de su cada vez más asfixiada presa, a quien agarra de los pelos casi hasta arrancárselos– ¡Dije que no se me molestara!
– Capitán, hemos conseguido interceptar la conversación de la Tierra a Venus que esperábamos, y como dijo que la avisáramos...
– Está bien teniente, ahora voy. Y rece porque no sea una llamada equivocada– dice Dolores mientras se levanta por fin de encima de la cabeza de su segundo, dejándole respirar. Luego se pone una larga bata que le cubre todo el cuerpo y se dirige a la puerta dejando a Roger maniatado a la litera.
– Ni se te ocurra moverte de ahí rata, luego seguiremos donde lo hemos dejado.

* * *


A finales del siglo diecinueve y principios del veinte se creyó falsamente que en Venus podía haber vida, por la similitud que tiene con nuestro planeta. Pero las sondas y los satélites que fueron enviados a mediados del siglo XX demostraron lo equivocados que habían estado los escritores de ciencia ficción de la época. La densa capa de nubes que cubre el planeta provoca un efecto invernadero que hace que éste se caliente hasta límites insospechados, esto sumado a la alta presión atmosférica hace imposible cualquier tipo de vida en el planeta. Pero la cabezonería humana no tiene límites, y tras colonizar Marte y la luna Europa en Júpiter, los científicos y las grandes empresas de La Tierra, que siempre habían tenido la mirada puesta en otras estrellas más allá de nuestro Sol, pensaron que Venus, siendo el planeta más caluroso del Sistema, podía albergar la materia prima para las naves del futuro. Así, se construyó un satélite artificial que se llamó Galileo en el que se albergaría el centro de mando para la futura colonización del planeta, que se iría ampliando a lo largo de los años. La ciudad que albergaría a los colonos estaría construida en el interior de una gran burbuja de aire rodeada de granito que estaría bajo tierra, y a la que se conoce con el nombre de Hades. Desde Hades, o la Burbuja, como la llaman muchos, salen varios túneles, algunos hacia las distintas factorías mineras que se encuentran esparcidas por todo el planeta a distintos niveles. Otros túneles van directamente a la superficie del planeta y de ellos salen las naves espaciales de corto alcance, pequeñas lanzaderas preparadas para resistirlo casi todo y que van directamente al satélite, con su carga tanto de material como de pasajeros, ya que ninguna nave normal se atrevería a entrar voluntariamente en Venus, a menos claro está que su piloto fuera un suicida. En el interior de Hades, las máquinas trabajan sin descanso para proveer a la ciudad de aire, y la luz artificial de la ciudad está regulada para aparentar la falsa ilusión de día o noche según el meridiano de Greenwich en La Tierra. La mayor parte de la gente se desplaza normalmente a través de los transportes públicos y sólo los habitantes más ricos de Venus se permiten tener vehículos privados. Estos excéntricos habitantes viven en el centro de Hades, cerca de los tres rascacielos que están unidos al techo de la gigantesca burbuja y que son conocidos como los pilares del paraíso, ya que entre los edificios hay un gigantesco jardín con plantas exportadas desde La Tierra, junto con algunos animales.
Pero retomando nuestra historia, en uno de los múltiples edificios de oficinas que se encuentran bordeando la ciudad, tiene lugar la conversación que ha interceptado el Tarántula desde el espacio.
– Señor Lázaro, este es Ulises Guzmán, uno de nuestros mejores trabajadores y el joven al que la empresa ha elegido para el puesto en La Tierra– dice Miller, el jefe de personal, mientras señala a Ulises con su mejor sonrisa rastrera. Un tipo bajo, gris y con una incipiente calvicie.
Ulises es un joven de unos veinticinco años, estatura media y pelo negro y desordenado. Aparentemente Ulises Guzmán da la impresión de no haber roto un plato en su vida y parece llevar camino de convertirse en un tipo tan gris y aburrido como el jefe de personal. El tercer hombre que hay en la habitación, o mejor dicho su titilante imagen holográfica, ya que él está en La Tierra, razón por la cual tarda siempre un rato en seguir la conversación, es Tomás Lázaro, gracias a los avances médicos, su aspecto es el de alguien con unos cuarenta o cuarenta y cinco años, en realidad tiene sesenta y tres recién cumplidos y es el dueño de una de las mayores empresas que fabrican componentes espaciales. – He leído su expediente Guzmán y es inmejorable, espero tenerle pronto aquí, gente trabajadora como usted es lo que nos hace falta...– Lázaro se quedó un momento callado y Ulises aprovechó para decir algo, pero en ese momento la titilante figura siguió hablando– Los terrestres no estamos acostumbrados a esa vida tan dura que lleváis en las colonias... Perdona, creo que ibas a decir algo, las conversaciones a larga distancia ya se sabe– la verdad es que ni Ulises ni la mayoría de la población de Hades podía saberlo, ya que ese tipo de conferencias sólo se las podía permitir gente con mucho dinero como Tomás Lázaro. – Sólo que será un placer para mí trabajar allí– dice Ulises frotándose las manos mentalmente. – Señor, Ulises es un orgullo para la empresa en Venus, y espero sinceramente que su aportación en La Tierra será… – Siento interrumpirle señor Miller, pero podría dejarnos a solas un momento. Las conversaciones interplanetarias ya son bastante liosas con dos personas. – Co... cómo no señor... Si me perdonan– dice Miller mientras sale por la puerta, un tanto ofendido al verse excluido de la conversación. La imagen de Tomás Lázaro aún permaneció un rato en silencio antes de volver a hablar. – Que tipo más pesado ese Miller ¿Eh Guzmán? No sé cómo has podido aguantarlo durante tanto tiempo… – Bueno yo… – Bien, vayamos al grano. La verdad es que a parte de felicitarte por tu ascenso quería pedirte un favor... – Lázaro volvió a interrumpirse un momento– Perdona, ¿ibas a decir algo? – No, nada, nada. Sólo que estoy a su disposición señor Lázaro– los dos hombres se quedaron un momento callados. – Así me gusta. Bueno, a lo que iba. Según tengo entendido tenías el pasaje para dentro de tres días, ¿no? Pues tu pasaje se ha cancelado. Te marcharás dentro de una semana en mi nave privada. No me lo agradezcas todavía, forma parte del favor que te quiero pedir. Dentro de dos meses voy a casarme con la chica más extraordinaria y hermosa que haya en todo el universo, y da la casualidad de que es de tu planeta, así que he pensado que podrías acompañarla en el viaje hasta La Tierra. Y de paso vigilarla... La verdad es que no me gustaría que tan cerca de la boda terminara encaprichándose de otro hombre. No hace mucho tuvo un accidente en el que podía haber muerto y no quisiera volver a tener la sensación de perderla por segunda vez. ¿Alguna pregunta al respecto? – La verdad es que sí– dice Ulises en un tono algo dubitativo–. Yo... agradezco la confianza que deposita en mí, y espero que no me malinterprete pero la verdad es que sólo me conoce por los informes y... En fin que no sé si soy digno de tanta confianza– la figura de Tomás Lázaro permanece callada y atenta mientras asiente comprensivamente con la cabeza. – Amigo Ulises, lo que acabas de decir, y perdona que te tutee, confirma mis suposiciones. Ahora estoy seguro de que no podía elegir un acompañante mejor para Minerva. De todas maneras, cómo nunca se puede estar seguro de nada, 8A se encargará de vigilarte para que no cometas ninguna tontería. – ¡¿Ochoa?!– dijo Ulises con una expresión de sorpresa en la cara. Expresión que se acrecentó todavía más cuando detrás de él apareció un imponente robot de dos metros de alto y de un llamativo color rojo. – A su servicio señor– dijo el gigantesco robot. – 8A ha sido programado para estar a tu servicio mientras te vigila y grava todo aquello que le parezca sospechoso. Te acompañará de ahora en adelante hasta haber cumplido tu misión. Luego te lo puedes quedar cómo recompensa por los servicios. Ya verás que buen criado es– Ulises sonríe nerviosamente mientras mira al robot que hasta ese momento le había parecido que formaba parte del decorado. – Por cierto– continua Lázaro– Mañana tienes una cita para cenar en casa de mi chica, si vais a ser compañeros de viaje conviene que os vayáis conociendo. Pero no te preocupes, para que no te sientas tan incómodo también estarán allí sus padres. ¿Alguna pregunta más? – Yo... creo que... No sé qué decir...– contesta Ulises nerviosamente mientras traga saliva. – Bien entonces creo que lo mejor será cerrar la comunicación. Estas llamadas interplanetarias cuestan un ojo de la cara. ¡Je! ¡Je! ¡Je!...– dijo la imagen holográfica antes de desaparecer. – Mierda. ¡¿Cómo se me ha ocurrido aceptar?!– maldice Ulises malhumorado. – ¿Desea alguna cosa el señor?– pregunta 8-A sobresaltando a Ulises. – ¡Joder, qué susto! Oye, ¿no habrás grabado todo lo que he dicho hasta ahora, verdad? – Sí señor. Es mi deber cómo...
– Genial, ya he vuelto a meter la pata. Anda, será mejor que nos marchemos.


* * *
En la sala de mandos del Tarántula, Dolores manda desconectar la transmisión a Jill y a Charlie para evitar que alguna otra nave pueda detectar su presencia. – Jill, ponte en contacto con el equipo de Venus, que sigan a Ulises Guzmán, él les llevará mañana hasta la mercancía... El tal Guzmán no parece muy problemático, pero adviérteles sobre el robot, y que tengan cuidado también con la chica, diles que es más de lo que aparenta. Tú, Charlie, llama a alguno de los pilotos y que ponga los motores en marcha para ir al punto de encuentro. Entre tanto yo buscaré a Roger para informarle personalmente. – A la orden señora– dicen a la vez Jill y Charlie mientras Dolores sale de la sala de control para dirigirse a su camarote, donde Roger sigue maniatado a la litera. * * * En el centro de Hades, cerca del triángulo de Edén, se encuentran los edificios más lujosos de toda la ciudad, entre ellos está el Strux, llamado así porque pertenece a la compañía de Isaac Strux, uno de los hombres más ricos del Sistema. Allí es donde vive María, hermana de la difunta mujer de Strux, con su marido Fred y la hija de ambos, Minerva, que se llama igual que su difunta tía y que es la prometida de Tomás Lázaro. Allí es a donde se dirige el aereodeslizador que lleva a Ulises Guzmán y al androide 8A. Al ser una zona de alto poder adquisitivo, se pueden ver varios vehículos privados circulando por allí y nadie nota la presencia de otro aereodeslizador que le sigue a una cierta distancia. El vehículo volador en el que va Ulises entra dentro de uno de los aereoaparcamientos que hay en medio del edificio. El aereodeslizador que les ha estado siguiendo se mete en uno de los edificios de ocio que hay justo enfrente, pero antes de eso, dos pequeñas cámaras del tamaño de un mosquito salen del vehículo perseguidor para seguir a Ulises en el aereoaparcamiento. Los pasillos están decorados con todo tipo de imágenes en 3D de cuadros, estatuas, plantas, e incluso fuentes que muestran el poder y el dinero de los habitantes del edificio. Cuando por fin llegan al apartamento, quién les recibe en la puerta es una mujer de unos cuarenta años de edad, muy delgada, y que viste una ropa muy sencilla, teniendo en cuenta el lugar donde vive, pero Ulises no le da la más mínima importancia, “cada cual que vista cómo le dé la gana, que para eso está en su casa”, piensa Ulises mientras la mujer le invita a pasar. – ¿Es usted Minerva? No esperaba que saliera a recibirme a la puerta. – Se equivoca señor Guzmán, soy Lara, la criada. Ahora si e siguen usted y su robot les llevaré a la biblioteca, donde los señores no tardarán en recibirle. – Caray que chasco. No creía que nadie tuviera criados, desde que se inventaron los robots. – Los que tienen mucho dinero sí, es una forma de demostrar su poder– dice Lara mientras conduce a Ulises y a 8A a la biblioteca. El robot se queda quieto en un rincón de la habitación y Ulises empieza a curiosear aprovechando la ausencia de la criada. Algo que choca a Ulises es que los libros son de papel impreso, muy viejos, y están encerrados en una vitrina. En realidad, toda la biblioteca está decorada como si fuera del siglo XIX. Los cuadros que decoran la única pared sin estanterías son de distintas épocas y estilos, hay de Leonardo, Van Gogh, Goya, Picasso, etc. Ulises se queda de piedra ante tanta ostentación. – ¿Te gusta la pintura?– dice una voz joven y suave a su espalda. Ulises se gira sorprendido para ver a la mujer más hermosa que ha visto en su vida. La chica aparenta unos diecisiete o dieciocho años, su pelo es muy negro y le llega hasta los hombros, y lleva un ceñidísimo vestido de tirantes que realza su esbelto cuerpo. El pobre Ulises se queda sin habla por un momento. – El cuadro que estás mirando es un Noguera. Yo soy Minerva, y tú supongo que eres Ulises Guzmán. ¿Correcto? – ¿T-tú eres Minerva? Creía que eras más... más… –¿Más qué? – Mayor. – No sé lo que te habrán contado, pero tengo veinte años. Siento decepcionarte– dice Minerva con una hermosa sonrisa–. Dentro de dos meses cumpliré veintiuno, justo el día de mi boda. ¿Y tú, tienes novia o algo parecido? – No, sólo amigas. – Bueno, pues ya tienes otra amiga. Después de la cena iremos a tomar unas copas. Si vamos a viajar juntos hasta La Tierra necesitaremos conocernos mejor. ¿No crees? Ulises traga saliva mientras mira de reojo a 8A. La perspectiva de salir aquella noche con una chica como ella, era lo mejor que le hubiera podido ocurrido nunca, si las circunstancias claro está fueran distintas. – Creo que no podré, tengo trabajo pendiente antes del viaje y… – Tonterías. Tienes casi una semana para terminar esos trabajos. Por una noche que salgas no va a pasar nada. – Eso espero– contesta Ulises con una sonrisa nerviosa. En ese momento entran por la puerta los padres de Minerva, un matrimonio más o menos de la misma edad que el jefe de Ulises, vestidos de un modo muy elegante. – ¡Ah Minerva, estás aquí! Veo que ya has conocido al señor Guzmán. – Así es papá. Ulises, estos son mis padres, Frédéric y María. – Es un placer conocerles– dice Ulises dándoles la mano a los padres de Minerva. – Igualmente Ulises. Bueno ¿qué tal si pasamos al salón? Creo que la comida ya está lista– dice María mientras salen todos de la biblioteca.
Dibujo de Pedro Cano.
El resto de la historia en...