lunes, 22 de abril de 2013

(M.N. 03) SALIDA NOCTURNA


La tormenta parecía haber cesado, al menos la que acababa de caer en la calle, por que doña Carmen perecía cada vez más enfadada - ¡Dile a Daniel que se ponga inmediatamente al teléfono!
 - Si, claro que lo vamos a cuidar de él- dijo el desconocido interlocutor sin hacerle caso
 - ¡Quiero hablar con mi nieto! ¡Y que vuelva a casa inmediatamente! - Si, tranquila que yo se lo digo.
 - ¡NO! ¡Qué se ponga inmediatamente!- gritó muy enojada, pero ya era tarde, el desconocido había colgado el teléfono.
 Fue en ese mismo momento cuando se sintió extrañamente observada, miró hacia la calle y vio lo que parecía un niño mirándola desde la calle. Inconscientemente miró el teléfono y le dio a remarcar, mientras esperaba el pitido al otro lado de la línea miró nuevamente hacia la calle, pero el niño ya había desaparecido. En el teléfono, la voz femenina de la locutora le informo que aquel número estaba desconectado o fuera de cobertura. Doña Carmen colgó de golpe, sin embargo su enfado era más fingido que otra cosa, su nieto le daba igual. Durante mucho tiempo, él había dependido de ella, o al menos eso le había hecho creer, pero sentía que últimamente la situación había cambiado. Daniel la temía, y ese miedo lo alejaba peligrosamente de ella. Aunque aún se sentía fuerte tanto mental como físicamente, sabía que si su nieto se alejaba, ella caería radicalmente y dejarse morir como el resto de los ancianos estaba fuera de sus planes.


 La película de acción que querían ver los chicos ya había comenzado, para regocijo de las chicas del grupo, que preferían ver una romántica. Cuando terminó Daniel expresó su deseo de regresar a su casa.
 -¿Ya te quieres ir?- preguntó Esther decepcionada.
- ¿Es que no vas a cenar con nosotros?
 - Yo… es que… mi abuela…- dijo Dani ajustándose las gafas de pasta.
 A Jota el hecho de que su amigo quisiera irse le hubiera beneficiado, ya que entre Sara y Alex, parecía haber algo más que simple amistad; María era algo así como la versión femenina de Paco; y Esther, la chica que le hubiera correspondido a él, la más maternalista de las tres, estaba más interesada en Daniel que en él. Pero claro, Daniel había venido en el coche de Jota y este sabía que si se iban en ese momento, las probabilidades de regresar con sus amigos eran escasas. Aunque sentía algo de celos de su amigo, tampoco podía evitar alegrarse por la suerte de su suerte.
 - Tu abuela estará bien. Además, si nos vamos ahora me haces la púa, yo no tengo ganas de estar dando viajes. Venga tío enróllate.
 - Quédate un rato más, aunque solo sea a cenar. Te aseguro que lo pasarás mejor aquí que en tu casa, con tu abuela- dijo Esther agarrándolo del brazo.
 Daniel miró hacia todas partes un tanto indeciso, mientras se le subían los colores de las mejillas.
 - Bueno está bien, pero solo a cenar- refunfuñó.
 Durante y después de la cena, se desarrolló un diálogo parecido al anterior, mientras decidían a donde irían mas tarde. Daniel intentaba mantenerse en sus trece, mientras a Jota le entraban más ganas de quedarse con sus amigos.
 - ¡Tú vienes!- le dijo Esther imperativa.- Antes he tenido que ir apretujada en el asiento de atrás del coche, compartiendo el asiento con Paco y María, ahora me gustaría ir un poco más a mis anchas. Además, estoy segura de que tu abuela ya estará durmiendo.
 Daniel no estaba tan seguro de ello, pero como en las dos veces anteriores, se dejó convencer por la chica. Finalmente decidieron ir a la capital, un bar donde seguir charlando y conociéndose un poco mejor y después a la discoteca de moda, donde el portero era amigo de Paco, que parecía tener siempre las amistades oportunas para entrar en todas partes. El grupo pasó por la barra, antes de bajar a la pista de baile. 
Para Jota aquel ambiente ruidoso, tendía a asfixiarle un poco, pero aquella sensación siempre se iba tras un par de copas y con la visión de las gogós, bailando en sus grandes tarimas, sin dejar de moverse al ritmo de la música, con escasa y muy ajustada ropa, que apenas les cubría lo justo, dejando poco margen a la imaginación, con su piel brillando con el efecto de los focos de colores, el sudor y la purpurina pegada al cuerpo. Paco, Alex y las chicas, parecían estar más acostumbrados a aquel ambiente y Esther, como siempre, había conseguido arrastrar a la pista al apocado Daniel. Jota miraba a todas partes, a todas las chicas que pasaban a su lado y entonces la vio a ella, la que parecía el amor de su vida, era morena, con el pelo corto, que le dejaba ver aquel rostro limpio de grandes ojos y bonita sonrisa. Lo mejor de todo es que el grupo al que pertenecía, parecía componerse de cinco chicas y dos chicos y ninguno de los dos, parecía estar con ella. Al percatarse de la presencia de Jota, enseguida le brindó una hermosa sonrisa, que le animaba a conocerla. Aún así, sus piernas empezaron a temblarle, solo con pensar en como entrarle y en que decirle, su mente se revelaba venciendo al deseo y dándose a si mismo ridículas excusas que le hacían retrasar el encuentro. Que su amigo Paco quisiera tomar otra copa, fue la excusa perfecta para alejarse un momento, tal vez con una copa en la mano parecería más interesante y terminaría perdiendo aquel ridículo miedo que le embargaba. 
 - ¡Joder, Tío! ¡Que buena está la pava que estaba bailando a tu lado!- le dijo Paco.
 - ¡¿Qué pava?!
 - ¡No te hagas el tonto, que no le quitabas la vista de encima! ¡Y la verdad es que ella tampoco te la quitaba a ti!
 - ¡¿Tú crees?!- gritó Jota con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.
 Cuando regresaron a la pista, la chica había desaparecido, la buscó con la mirada, pero solo vio a una de las chicas, que bailaba con los dos amigos con los que estaban, el resto de chicas tardó todavía un rato en regresar y Jota volvió a animarse, por la expectativa de una nueva oportunidad, pero ella ya había dejado de prestarle atención.
 - ¡¿Qué estás esperando, capullo?! ¡Dile algo de una vez!- le azuzó Paco. 
 Pero cuando por fin Jota se decidió, aparecieron otros dos maromos, con pita de macarras y mucho más decididos que él, cosa que a la chica no pareció importarle demasiado. Siempre le pasaba lo mismo. Ahora, se retiraría a su rincón con su copa en la mano a lamentarse de su por su cobardía y sabiendo que nunca volvería a verla. Poco podía sospechar que aquella misma chica, se instalaría en el mismo edificio que él, huyendo de su exnovio mafioso y que con el tiempo serían algo más que vecinos. 
 Paco había desaparecido con María y lo mismo ocurría con Alex y Sara, en cuanto a Daniel podía verlo a lo lejos, detrás de Esther, sin saber a donde mirar, mientras ella charlaba con otro chico. Como otras tantas veces, decidió retirarse a un rincón oscuro de la discoteca, con su baso aún medio lleno y el hielo totalmente derretido. 
 Para su sorpresa, Daniel se reunió a él, poco después 
 - ¡¿Dónde estabas tío?! ¡Hace rato que te estaba buscando!
 - ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Dónde está la chica con la que estabas?!
 - ¡En el coche te lo cuento! ¡Pero por favor, vámonos ya! ¡No aguanto más este ruido!
 Esta vez Jota accedió con gusto, fueron a buscar a sus amigos, que parecían estar totalmente desperdigados por ahí. Por fin encontraron a Paco y a María dándose el lote sin ningún tipo de reparos.
 -¡¿Esther no está con vosotros?!- preguntó la chica.
 - ¡No! ¡La última vez que la he visto estaba hablando con un conocido suyo, creo!- respondió Daniel, contestando además a la pregunta que el mismo Jota se estaba haciendo.
 El viaje de regreso a casa, transcurrió casi en silencio, con apenas unas furtivas explicaciones de lo ocurrido por parte de Daniel.
 Jota dejó a su amigo en la puerta de su casa. Poco podían imaginar la desagradable sorpresa que le esperaba a Daniel en el piso… 


 Jotacé 

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