A
pesar del la cantidad de objetos y basura, dejados en la puerta, esta
empezó a moverse. Los mutantes al otro lado introdujeron el extremo
de una barra metálica para hacer palanca; los prisioneros debían
apresurarse sacando toda la basura que obstaculizaba la entrada a las
alcantarillas. Algo empezó a moverse entre toda aquella porquería y
antes de que pudieran reaccionar, de allí salió un pequeño caimán
de poco más de metro y medio y de color grisáceo, cuyas temibles
mandíbulas se clavaron en la pierna del desdichado Pablo. Cesar con
su fusil apunto para disparar contra cualquiera de las dos amenazas
que los acechaban, abrió fuego contra el temible reptil, Casandra
con la pistola que le había pasado su mentor, también disparó
contra más caimanes que empezaron a surgir de la alcantarilla, en
total fueron cinco los lagartos que salieron de las profundidades.
Julia apartó a su hijo herido del lugar de la acción y lo mismo
pasó con Roma y su hija Pétalo, pero si habían más de aquellos
animales allí debajo, debieron asustarse por el estruendo de los
disparos, lo mismo les ocurrió a los mutantes que intentaban entrar
por la puerta, que retrocedieron atemorizados pensando que aquellos
disparos iban dirigidos a ellos.
─ ¡Julia hazle un
torniquete a tu hijo, que te ayude Roma! Casandra, aprovecha para
afianzar la puerta mientras yo vigilo el agujero ─ ordenó
Cesar.
─ ¡No, ella no! ─ gritó Pablo al ver acercarse a la
mujer mutante.
─ Está bien, no pasa nada, yo te curaré ─ le
tranquilizó Julia.
─ Ayudaré a la otra mujer ─ dijo
Roma. Al ver que los disparos habían cesado los mutantes del
otro lado de la puerta se acercaron con la misma barra a la puerta,
al ver a uno de ellos a través de la rendija, Casandra abrió fuego
y Roma volvió a cerrar la puerta que entre las dos mujeres volvieron
a atrancar lo mejor que pudieron, dejando a aquella amenaza fuera
durante un rato. Cesar le pasó su mochila a Julia la cual sacó de
su interior el botiquín de emergencia y empezó a practicarle un
torniquete a su hijo. Cesar por su parte, sin soltar su arma, empezó
a agrandar aquel agujero todo lo que pudo. A pesar del peligro que
les acechaba allí dentro, en aquel momento se había convertido en
su única alternativa de salvación. También la pequeña Pétalo
ayudó a Cesar en su labor; al verla su madre sabiendo que ya había
hecho todo la posible por atrancar la puerta corrió hacia el agujero
y apartando a la niña de un empujón, para resguardarla del peligro,
ocupó su lugar sin dudarlo un instante asta que agrandaron lo
suficiente aquella abertura.
La montaña de basura del
sótano, que asta ese momento había tapado la entrada a las
alcantarillas, llegaba al mismísimo pestilente río subterráneo,
razón por la que la familia de caimanes mutantes que acababan de
exterminar, hicieron allí su madriguera, impidiendo así que las
ratas escarbaran entre aquel montón de basura para llegar al sótano.
Cesar le dijo a Julia que sacara de su mochila la potente
linterna que llevaba consigo. Los visores infrarrojos de sus máscaras
les permitían ver en aquella oscuridad casi total, pero ni Roma ni
Pétalo, a pesar de ser mutantes y estar habituadas a la oscuridad
podían ver en aquel oscuro abismo, eso sumado al temor a la luz que
tenían el resto de las criaturas de aquel submundo, convertía a la
linterna casi en un arma más. Cesar con la linterna y su rifle, fue
el primero en entrar, seguido de Julia que ayudaba a Pablo, provisto
además de una oxidada muleta encontrada entre la basura, Roma detrás
con Pétalo en brazos. Casandra fue la última en entrar, con su
pistola y una improvisada antorcha.
Jotacé.
El título es de lo más adecuado. Es interesante descubrir a Roma y Pétalo, unas mutantes con rasgos positivos.
ResponderEliminarQue historia tan cinematográfica.
Gracias Demiurgo, espero seguir sorprendiendo en las próximas entregas.
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