El
hombre pisó el suelo con sus gruesas botas protectoras, el pálido sol oculto
tras la espesa capa de nubes casi secó los restos de la lluvia acida caída hacía
unas horas. Las ruinas de la ciudad aparentemente vacía todavía ocultaba sus
secretos, supervivientes como el buscaban entre los escombros alimentos o
bebidas para reponer sus cada vez más escasas provisiones.
El hombre escuchó el sonido de una
gota de agua cayendo en el exterior de su traje protector; una copiosa lluvia
podía terminar destruyendo su traje por muy resistente que este fuera, corrió a
refugiarse en el interior de uno de los ruinosos edificios, la oscuridad era
casi total allí dentro y encendió la linterna.
- ¿Al astronauta no le gusta
mojarse?- dijo una voz chillona proveniente de la oscuridad.
Era un mutante, uno de los muchos
que sobrevivían entre aquel caos, de algún modo consiguieron sobrevivir al gran
cataclismo, alimentándose de ratas, cucarachas y todo tipo de alimañas y
bebiendo aquel agua que había diezmado a la mayor parte de la población y
transformado en aquellas cosas a algunos pocos; pero el manjar favorito de
aquella nueva especie de humanos eran aquellos ciernecitos supervivientes que
enfundados en sus gruesas ropas protectoras pretendían conservar lo que les
quedaba de humanidad. El superviviente iluminó con su linterna al lugar de
donde venía la voz y lo que vio le erizó todos los pelos del cuerpo, toda
aquella oscura estancia estaba repleta mutantes hombres y mujeres de todas las
edades y vestidos con harapos se ocultaban sus ojos ante la intensa luz de la
linterna relamiéndose al ver a aquel desprevenido manjar irrumpiendo en su
refugio. La molesta luz de la linterna los mantenía alejados, al menos a los
que podía ver ya que la gran mayoría estaba tomando posiciones y rodeándolo
mientras él retrocedía nuevamente hacia la puerta, se giró con la intención de
salir corriendo y vio como uno de aquellos seres apunto de agarrarlo por la
espalda se veía cegado por la luz, otro saltó hacia el y lo golpeó con todas
sus fuerzas, apenas unos metros le separaban de la puerta y sin dudarlo un
instante saltó hacia la libertad y cayendo en el suelo mojado mientras la
lluvia caía ya de forma más copiosa, lluvia dañina incluso para sus
perseguidores que optaron por ver como su presa huía corriendo buscando un
nuevo refugio donde ocultarse. Se limpió el grueso plástico de su casco
protector del agua y el barro, pero casi fue peor el remedio que la enfermedad
y terminó cayendo por las escaleras de una antigua parada de metro, rasgándose
su traje. Antes de perder totalmente el conocimiento escucho voces acercándose
a él; “probablemente mutantes, todo está perdido”, pensó. Jotacé.
Hola. Conseguiste imnotizarme. Es increible y en tan pocas líneas.
ResponderEliminarYo también tengo un blog, si puedes, pásate por favor.
http://nuriagbooks.blogspot.com.es/
Gracias Nuria, dalo por hecho.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¿Vas a continuar esta historia? Me has dejado intrigada.
ResponderEliminarEs un buen comienzo.
ResponderEliminarmhmmm...
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