lunes, 30 de junio de 2014

(D.D.F. 02) LA FRONTERA A UN NUEVO MUNDO

Poco a poco el superviviente fue recuperando la consciencia, una intensa luz lo iluminaba todo tras el barro pegado al visor de su casco protector y parecía estar tumbado en una superficie blanda. 
 - Parece que reacciona, quitémosle el casco- dijo una voz de mujer. 
El hombre sintiéndose amenazado, empezó a dar manotazos y puntapiés al aire, unos brazos fuertes lo agarraron de las extremidades inmovilizándolo por completo. 
 - Tranquilo soldado, no vamos a hacerte nada malo- lo calmó la suave y sedosa voz de mujer. 
Cuando por fin pudieron quitarle el casco y vio a aquella mujer, joven, de pelo negro, corto pero abundante, parecía salida de un sueño. Aquello era distinto a las mugrientas y sucias madrigueras de los mutantes; de un blanco aséptico y rodeado de hombre y mujeres normales como el sin las atroces deformidades de los mutantes. 
 - ¿Qui… quiénes sois? ¿Donde estamos?- preguntó aturdido y respirando todavía agitadamente.
- Supervivientes, igual que tú. Estamos en una de las muchas ciudades refugios existentes por todo el mundo. 
El hombre intentó incorporarse. 
 - Despacio, te has dado un buen golpe. Por cierto soy Julia- la mujer sonreía amigablemente. 
- Arturo- contestó el hombre llevándose su enguantada mano a su dolorida y zumbante cabeza. 
 - Ahora estas en una habitación especial. Cuando estés mejor desnúdate, puedes dejar tu traje en ese armario para la reparación y descontaminación; tras esa puerta hay una ducha, procura frotarte bien para descontaminarte. Te esperamos al otro lado para la revisión médica. 
 La mujer hizo ademán de alejarse pero el la retuvo sujetándole el brazo. 
- Espera. ¿Dónde están el resto de mis cosas? 
 - Al igual que tú están siendo descontaminadas y revisadas. 
La mujer siempre sonriente volvió a alejarse, sus compañeros los habían dejado solos mientras hablaban sin que Arturo fuera consciente de ello. La mujer se desabrochó el mono blanco que le cubría el cuerpo y lo dejó caer al suelo, debajo del mono estaba totalmente desnuda, cogió el mono del suelo metiéndolo posteriormente en el inmenso armario, donde estaban el resto de monos y trajes protectores de sus compañeros, luego se giró un momento mirando a Arturo antes de desaparecer en la puerta de la ducha y que salía al centro médico. Arturo permaneció tendido unos minutos más, hasta encontrarse mejor, luego ya con más cuidado empezó nuevamente a incorporarse sin dejar de mirar la gran estancia en la que se encontraba. Habían más comillas como la suya y el armario donde debía guardar su ropa parecía inmenso con unas perchas ahora vacías ya que un mecanismo automático las hacía desaparecer tras una cortinas de plástico, al otro lado de la estancia había una enorme puerta de hierro como las de las cajas fuertes de los bancos… como la que él mismo tenía en su propio refugio, pero más grande aún y que sin duda daba al exterior. Como le dijo la mujer, fue al armario, se quitó con mucho cuidado su traje protector y lo colgó en la percha cuyo mecanismo se acciono inmediatamente, su casco desapareció después de que se lo quitaran. Tras el traje vino el resto de su ropa, capa tras capa, el grueso jersey, la camisa, camiseta, los pantalones, los gruesos calcetines y los calzones, quedándose completamente desnudo, la repisa donde dejaba la ropa que no podía colgar, también resultó ser una especie de rampa automática y tal como ocurrió con las perchas se acciono para hacer desaparecer su ropa tras las cortinas. Finalmente le tocó el turno a él y se dispuso a entrar en la ducha para terminar de atravesar aquella frontera a posiblemente un mundo nuevo. 


Jotacé.

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