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lunes, 12 de enero de 2015
(D. F. 30) EL SACRIFICIO
Los mutantes, por fin pudieron derribar la puerta del sótano donde habían encerrado a los prisioneros. Fugados gracias un agujero oculto bajo aquel montón de basura, algunas ratas de casi metro de largo, pasaron de husmear a los cuatro caimanes albinos muertos por los fugitivos a los tiernos humanos mutantes con hambrienta curiosidad, razón por la que estos decidieron volver a cerrar aquella puerta. Roca miró a Lilith.
─ ¿Qué hacemos? Tenemos el equipo de los que llegamos a capturar, tal vez podamos seguirlos por las cloacas.
─ ¿Acaso sabes usar sus armas? ─ preguntó la mujer. ─ Siempre vigilamos las salidas de las cloacas para dar caza a las alimañas que allí se ocultan. Si siguen vivos tratarán de salir lo antes posible, mantened esas salidas vigiladas.
Roca dio las órdenes pertinentes a sus subordinados.
─ ¡No me importa ni la lluvia ni la luz del sol! ¡Si logran salir los quiero!
─ A ser posible vivos ─ le susurró Lilith
─ ¡A ser posible vivos! ─ concluyó Roca.
Bajo la superficie de la ciudad, ahora era Casandra quien abría la marcha seguida de la mujer mutante con su hija, tras ellas Cesar que cargaba a su espalda al maltrecho Pablo, cerraba la marcha Julia, con la linterna en la mano alumbraba el camino a la vez que espantaba a las criaturas que se movían y acechaban entre las fétidas aguas de la alcantarilla. La lluvia del exterior se filtraba continuamente por las paredes. Los fugitivos pararon ante unas oxidadas escaleras que subían a la superficie, donde en aquel momento seguía lloviendo incesantemente, sabían que tras la tormenta, seguiría otra vez la noche. Dadas las circunstancias debían salir de allí y buscar un refugio seco y escondido donde pasar las horas de oscuridad.
─ Sujeta a Pablo, subiré arriba a echar un ojo ─ dijo Cesar mientras soltaba al herido en brazos los brazos de Julia.
─ ¡No! ─ replicó la mujer mutante ─ Roca os atrapó a plena luz del día y poco le importara la lluvia a la hora de vigilar las salidas, debemos seguir bajo tierra.
─ Pero estamos exhaustos, necesitamos un lugar seco y seguro donde descansar ─ suplicó Julia mirando a su hijo.
─ Roma tiene razón. Buscaremos un lugar seco, pero aquí. Lo suficientemente alejado de las entradas y montaremos la tienda que llevo en la bolsa ─ Razonó Cesar.
─ Dejadme aquí. Os estoy retrasando ─ murmuró Pablo.
Cesar dudo, sabía que el chico tenía razón, con el a cuestas las posibilidades de salir de allí eran casi nulas.
─ ¡Ni se os ocurra! ─ gritó casi desesperada Julia, negando con la cabeza.
─ Mama, por favor… Hazlo por mis hermanos.
─ No.
─ ¿Si fuera yo, me abandonarías? ─ preguntó Casandra mirando a los ojos a Cesar.
El hombre le sostuvo la mirada a su hijastra.
─ Por mi parte no, pero respetaría tu decisión ─ fue la dura contestación del hombre.
En ese momento Pablo, hizo acopio de todas sus fuerzas y liberándose de los brazos de su madre, se lanzó sin pensarlo dos veces al río subterráneo.
─ ¡Dile a Paz que la quiero! ─ gritó Pablo mientras se dejaba arrastrar por la corriente.
─¡¡¡Noooooo!!! ─ Julia hizo ademán de lanzarse tras él, pero Cesar y Casandra, se lo impidieron.
Algunos caimanes mutantes que asta entonces habían permanecido escondidos, salieron de sus madrigueras para dar cuenta del desdichado.
Jotacé.
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Siempre me han parecido irritantes esos personajes con insistencia para sacrificarse. Me dan la sensación de que provocan más problemas que los que intentan evitar.
ResponderEliminarEn este caso, los caimanes salieron de donde estaban ocultos. No conozco como seguirá pero podrían ser un problema para los sobrevivientes.
Debo decir que estaba atascado en el capítulo 31, pero gracias a tu comentario ya le estoy dando vueltas al 32, a veces ni yo mismo se como va a continuar. Sinceramente gracias por tus comentarios Demiurgo.
EliminarNo me gusta cuando el personaje que más me cautiba se suicida o muere. Siempre acabo perdiendo el interés por seguir leyendo. Pero es tu historia y eres tu el que dicta lo que pasa.
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