domingo, 1 de mayo de 2016

TODA HISTORIA TIENE UN PRINCIPIO.


Este relato fue escrito para el blog, pero al ver un concurso de TVE que pedían relatos con el mismo número de palabras decidí enviarlo, aún sabiendo que por la temática y escenas de sexo, era muy poco probable que ganara algo.

…Y la de Jota, empezó a las doce y un minuto de la madrugada de un lunes uno de enero. La entrada de un nuevo año quedo en segundo plano para sus parientes más próximos; especialmente para sus padres, que recibían con inusitado regocijo y alegría el fin de lo que hasta entonces había sido una tranquila y placentera existencia. Al día siguiente, algunos medios de comunicación se harían eco de aquel primer nacimiento del año, el primero de los mucho que estaban por llegar; pero el origen del nacimiento de Jota, podía estar relacionado con una pregunta, incrustada en el subconsciente de sus padres a base de ser repetida una y otra vez por amigos y familiares desde el mismo día de su boda. “¿Y qué… el niño para cuándo?”                                                      
Aun así, sus padres, decidieron tomarse el tema de la descendencia con mucha calma; su padre delego en su mujer la responsabilidad de tomar precauciones para retrasar el feliz acontecimiento, ella dejaría de tomar la píldora cuando encontraran el momento oportuno, después de todo aún eran jóvenes y tenían toda la vida por delante. Pero ese momento les encontró a ellos; esto sucedió después de una semana especialmente agotadora en sus respectivos trabajos, aquel viernes decidieron tomárselo con calma quedándose en casa y viendo una película de video.                                                              
Cuando su padre llegó aquella tarde, después de tomarse un par de cervezas con sus compañeros de trabajo, encontró a su mujer haciendo algo de limpieza, así que soltó los bártulos y de forma un tanto perezosa empezó a ayudarla, luego la chica se dio una ducha mientras el hombre, encendía la televisión y pedía una pizza para cenar, tardó menos  en llegar el repartidor que la mujer en salir del baño, él fue más rápido. A pesar de estar a principios de abril, por las noches aún refrescaba, razón por la que ambos se pusieron sus esquijamas y se taparon con una manta en el sofá del salón. El olor de la comida se mezcló con el del gel de baño, las cremas suavizantes de ella y el after shave de él.                     
─ ¿No había otra película más animada? Me voy quedar dormido ─ protestó él, al ver que era una comedia romántica de Tom Hanks y Meg Ryan, la pareja de moda por aquel entonces.                                                                                 
─ Me la han recomendado en el trabajo, dicen que es muy divertida. Además, siempre vemos lo que tú quieres y estoy segura de que esta te gustará.                                          
─ Bueno, está bien ─ aceptó él de mala gana.                                                                       Se comieron la pizza remojada con cerveza y luego se arroparon con la manta. Aunque la película le parecía divertida, él entrecerró los ojos y fingió quedarse dormido solo por contradecir a su mujer; pero ella conocía demasiado bien su respiración y sus ronquidos, sonrió, recostándose contra su pecho; él entreabrió los ojos, para volverlos a cerrar corriendo cuando ella se dio cuenta, sonrió pícara y metió una mano en el interior del pantalón del pijama y del calzoncillo, él se incorporó abriendo los ojos de golpe, ella también saco la mano, sobresaltada por la reacción de él.                                                                                
─ ¡¿Pero qué…?!                                                                                                             
─ ¿No estabas dormido? ─ preguntó ella soltando una carcajada.                             
─ ¿Dormido? ¿Yo? Pero que mala eres… ─ él también se echó a reír.                 
Se besaron suavemente en los labios y ella volvió a acurrucarse contra su pecho, arropándose.                                                                                                          
─ Pues vamos a terminar de ver la película ─ susurró ella, soltando un bostezo.                                                                                                                                Ahora fue ella quien se durmió pero de verdad, a él le fue imposible, la broma de hacía un momento había tenido sus consecuencias bajo sus pantalones.                                  
─ ¡Arriba dormilona! Es hora de acostarse.                                                                  
─ No estaba dormida ─ contestó ella abriendo los ojos soñolienta, incorporándose y limpiándose la babilla, a punto de escapársele por la comisura de los labios.                                                                                                               
─ ¿Ah no? ¿Y cómo acaba?                                                                                          
─ Pues… que acaban juntos los dos, claro.                                                                
─ Pues no lista, él muere.                                                                                                   
─ ¡¿Enserio…?! ¡Cabrón! ¡Te estás quedando conmigo!                                         
A ambos les entro la risa. Después de una visita al cuarto de baño, se metieron por fin en la cama; él, cansado y de bajón, le dio la espalda cerrando los ojos, ella se acurrucó contra su espalda.                                                                     
─ Tengo sueño… ─ susurró él, que al sentirla tan cerca volvían a despertársele los instintos.                                                                                              
─ Y yo frío ─ contestó ella metiendo su mano en el interior de su pijama. Él se dio media vuelta y la abrazó, ella le sonrió, se besaron, él metió sus manos por dentro del pijama de ella, con una mano le acariciaba la espalda y con la otra el trasero, metiéndola por debajo de las bragas y entre las piernas.                
─ Espera… esta semana no he tomado la píldora y…                                   
─ Tranquila, seguro que por una vez no pasa nada.                                         
Él sonrió, le sacó el jersey del esquijama y ella hizo lo propio con el de él, se besaron, él bajó hasta el cuello, metiéndose luego bajo el edredón, besándola y acariciando sus suaves y deliciosos pechos, con sabor a crema hidratante, siguió el ombligo, para terminar quitándole el pantalón y las bragas, se las pasó y ella las lanzó contra el suelo, mordiéndose el labio inferior de puro placer;  poco después, la cabeza de él emergió junto a la de ella, con un brazo lanzó sus pantalones al suelo y empezó a penetrarla con movimientos suaves y acompasados, que poco a poco se fueron acelerando.                                            
─ ¿Qué… se te ha pasado el frío…? ─ preguntó él entre gemido y gemido.                                                                                                                      
─ Calla y sigue… ─ contestó ella, agarrándolo del pelo y rodeándolo con brazos y piernas.                                                                                                                   
Llegaron al éxtasis, se besaron sonrientes, el volvió a su lado de la cama y ella dio media vuelta y cerró los ojos con una sonrisa de satisfacción. Tal vez aquel, tampoco fuera el origen de Jota, ya que su padre estaba totalmente desvelado y el miembro más rebelde de su anatomía, seguía firmes y con ganas de seguir dando guerra; ahora fue él, quien se acurrucó contra ella, la beso en el cuello, acariciando el sedoso cuerpo de su mujer, sus pechos y la entrepierna de ella.                                                                                          
─ ¿No decías que estabas cansado y tenías sueño? ─ preguntó ella sonriente.                 
─ Ya no.                                                                                                                  
Bajo el edredón ella abrió sus piernas, enredándolas con las de él que nuevamente la penetra con movimientos acompasados, después ambos se quedaron dormidos, abrazados y aparentemente satisfechos.                         
Pero a lo mejor aquel, tampoco fue el origen de Jota; a la mañana siguiente, tras sentir medio adormilado los movimientos de su mujer en la cama, el hombre terminó despertándose con el sonido de la ducha y decidió entrar para enjabonarle la espalda a su señora y algo más.                                                         
─ ¡Caray…! ¡Pues sí… que estás cachondo esta semana! ─ afirmó ella mientras se apretujaban sus cuerpos bajo el chorro de agua caliente.                      
─ ¡Ha sido una semana muy estresante!                                                                     
Ella apoyaba un pie encima del grifo, teniendo el otro de putillas, agarrándose fuerte contra el cuello y la espada de él, que la alzó, cogiéndola fuertemente del trasero con las dos manos, apoyando la espalda contra el frío mármol de la pared, ella rodeó el cuerpo de él con piernas y brazos para evitar caerse, el sonido del agua disimulaba los suaves gemidos de la pareja.                                   
Minutos después, desayunaban hambrientos y sonrientes en la cocina.             
Unas semanas después, ella empezó a sentir náuseas y mareos matutinos, tras confirmar sus sospechas se lo hizo saber a él, que había achacado el malestar de su mujer a una simple gripe pasajera. Aquello fue inesperado, pero bienvenido y pronto la noticia la supieron familiares y amigos.           
Una decisión que tomaron sus padres antes incluso de saber el sexo de la criatura, fue su nombre, Juan si era niño y María niña, pero el día de su nacimiento, una enfermera les dijo que habían nacido varios Juanes y como el nombre de Mariano les gustaba más bien poco, decidieron ponerle Javier.                 
Años más tarde, en el instituto, coincidió en una misma clase con varios Javieres, con uno de ellos incluso compartía el apellido y así decidió auto apodarse Jota, como el cantante de los planetas.                                                                  
Pasaron todavía más años y Jota ya llevaba un tiempo viviendo con Mónica; cuando después de una dura semana laboral y quedarse dormidos en el sofá, viendo una película romanticona, ya algo más despejados en la cama él decidió entrar en acción.                                                                                                  
─ Hace varios días que no tomo la píldora, pero no creo que pase nada ─ le confesó ella mientras él se ponía en situación.                                                             
─ No te preocupes, yo siempre estoy preparado ─ la tranquilizó él abriendo el cajón de la mesita de noche y sacando un preservativo.                                    
Y es que Jota no se sentía preparado para unas cosas, pero siempre lo estaba preparado para otras.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                               Jotacé       

No hay comentarios:

Publicar un comentario