Una
inmensa flota de naves de guerra permanece en órbita alrededor de la
gigantesca estación espacial, e inspecciona todos los cruceros de
lujo que llegan de todo el Sistema Solar para el gran acontecimiento
histórico, la inauguración de la primera estación “U.F.”
(Última Frontera), la más grande que se ha construido hasta el
momento y también la más alejada de La Tierra. En el interior
de la base están congregadas muchas de las personas más importantes
e influyentes de todo el Sistema. La sala donde se celebra la
inauguración es más grande que un campo de fútbol y los robots
camareros se mueven lo más eficientemente posible que pueden para
satisfacer a los cientos de invitados, ofreciéndoles comida y bebida
mientras éstos charlan y esperan a que empiece la
ceremonia. Entre los asistentes al acto están Isaac y Minerva
Strux, acompañados de María, hermana de Minerva, y su marido Fred
Broadhead. Los hombres lucen sus elegantes trajes de etiqueta,
mientras que ellas resplandecen con sus deslumbrantes vestidos de
noche, hechos exclusivamente para la ocasión. Deslumbra en especial
Minerva; su enorme barriga de embarazada no le quita hermosura, más
bien al contrario, ya que su rostro tiene un brillo
especial. – Que ganas tengo de que pasen estos dos meses que
faltan para conocer por fin a mi sobrinita – dijo María mientras
acariciaba la barriga de su hermana.– Pues si tú tienes ganas
imagínate yo – respondió Minerva con una sonrisa reflejada en el
rostro. – Estoy seguro de que será tan guapa como su madre –dijo
Isaac abrazando a su mujer por detrás. – Oye Isaac, ¿aquel que
está hablando con tu amigo Tomás no es Jack Murphy? Isaac miró
hacia donde le indicaba su cuñado y vio a los dos hombres con sus
copas, charlando amigablemente entre la gente. Tomás Lázaro vestía
igual que la mayoría de los invitados masculinos, mientras que el
excéntrico millonario americano llevaba una ropa que recordaba a la
de los tahúres del salvaje oeste, con su sombrero tejano y
todo. – Eso parece – contestó Isaac. – Dicen que es un
hombre peligroso, que la mayor parte de su fortuna la ganó en el
juego y que ahora es el mayor empresario que se dedica al ocio de
todo el Sistema Solar...– dijo María. – Sí, yo también
he oído algunas historias sobre Jack Murphy – dijo Isaac. Los
dos aludidos se dan cuenta de que son objeto de las miradas del grupo
que está a unos metros y deciden ir a saludar. Tomás se encarga de
hacer las presentaciones pertinentes. – Señor Strux, no sabe las
ganas que tenía de conocerle. Aunque indirectamente ya hemos hecho
algunos negocios juntos– dijo Murphy – Así es, su empresa es
una de nuestros clientes preferentes, sobre todo en lo que se refiere
a la compra de androides dedicados al sexo, tanto masculino como
femenino. – Sí señor, y es posible que en los próximos años
aumenten nuestros pedidos, he comprado una gran cantidad de terreno
en la Luna en el que construiré la primera ciudad espacial dedicada
al ocio, sobre todo para adultos. – En ese caso, imagino que las
cosas le deben ir muy bien– dijo Minerva. – Señora Strux,
es imposible que las cosas me vayan mejor. Por cierto, permítanme
felicitarles, a usted y a su marido, por su futuro hijo. –
Será una niña– dijo Isaac. – Entonces le deseo que herede la
misma belleza de la madre. – Es usted muy amable señor
Murphy– dijo Minerva con una sonrisa. En ese momento la
suave música dejó de sonar, al mismo tiempo que en el centro de la
enorme sala apareció un gigantesco estrado y encima de éste un
hombre de quién, por la distancia, apenas se distinguía su silueta,
si no fuera por un gigantesco holograma que reveló la identidad del
susodicho maestro de ceremonias. – Señoras y señores.
Estamos aquí para darle la bienvenida al futuro– dijo Allan
Mortimer, el eminente científico y viajero temporal que unos años
más tarde terminaría convirtiéndose en leyenda y al que muchos
llegarían a adorar como a un dios– Ya que eso es lo que representa
esta estación espacial. De aquí van a salir las naves más
avanzadas que se hayan visto nunca y que ya están esperando a sus
respectivas tripulaciones– a medida que el Doctor Mortimer hablaba,
imágenes holográficas de todo lo que estaba diciendo aparecían por
encima del estrado, sustituyendo a su propia imagen– ...en especial
la nave “Esperanza”, que saldrá dentro de unas horas con destino
desconocido. Su misión será la de buscar nuevos mundos para su
futura colonización, contactar con otros seres inteligentes e
investigar el espacio que nos rodea. De esta estación saldrán
también las futuras naves colonizadoras y se entrenará a sus
tripulantes para sobrevivir en ambientes hostiles. Esta base alberga
además a la mayor flota de guerra que se haya podido construir para
defendernos de las posibles amenazas exteriores en el futuro…
De repente la voz dejó de oírse, la imagen holográfica se
distorsionó por un momento para dar paso a un rostro encolerizado y
lleno de odio. – ¡La humanidad es un virus que está
destruyendo el Sistema Solar y que amenaza con extenderse por toda la
galaxia y el Universo!– atronó la diabólica voz–. Pero yo seré
el remedio que salvará a las estrellas de su destrucción… Todo
fue muy rápido, sin que hubiera apenas tiempo a reaccionar, aunque
para los que estaban allí el tiempo pareció ralentizarse y volverse
cada vez más lento. Una gran explosión hizo temblar toda la
estación espacial. La oscuridad fue total durante unos interminables
minutos. Una brecha se abrió en algún lugar de la base y arrastró
a todos los invitados hacia las compuertas, aquello no duró más que
unos segundos, ya que el lugar donde se produjo la explosión fue
aislado inmediatamente. Aún así, la estación estaba a oscuras, y
sin la gravedad artificial que mantenía a la gente en el suelo, todo
era un caos de manos y piernas que ni siquiera se podían
reconocer. Isaac llamaba desesperado a Minerva pero, con los
gritos de histeria del resto de la gente, era imposible oír ninguna
respuesta. De pronto tuvo la extraña certeza de escuchar en algún
lugar los llantos de un niño, e intentó dirigirse como pudo hacia
la zona de la que procedía ese llanto, temiéndose lo peor. Era como
bucear en un océano de brazos y piernas que no llevaban a ninguna
parte. La oscuridad empezó a desvanecerse poco a poco, haciendo
evidente el caos reinante en la sala. En medio de la confusión,
Isaac creyó ver una mancha roja flotando entre la gente. La mancha
parecía envolver a un recién nacido que aún permanecía sujeto al
cordón umbilical de su madre, Minerva, que estaba inconsciente. Un
grito histérico resonó en toda la sala más fuerte que el resto de
voces allí presentes, y la luz siguió creciendo, hasta que Isaac
abrió los ojos y despertó.
* * *
Han
pasado ya veinte años desde la muerte de su mujer, y aún así las
pesadillas siguen llegándole como si todo aquello hubiera ocurrido
apenas un día antes. Isaac se incorporó de la cama, sudoroso,
cogió el comunicador que seguía sonando estrepitosamente sobre su
mesita de noche. – ¿Diga? – Isaac, soy María, los
médicos dicen que ya está todo listo para la intervención. –
Está bien, en seguida voy para allá. Apenas media hora más
tarde, Isaac se reunió con sus cuñados, que estaban hablando con
uno de los médicos venidos desde La Tierra especialmente para la
ocasión. Éste se estaba preparando para la operación, poniéndose
el traje para manejar los mandos virtuales. Al fondo había una gran
pantalla de televisión en la cual se podía ver la parte inferior
del cuerpo desnudo de una mujer, la parte superior del cuerpo estaba
metida en el interior de una máquina, mientras algunas enfermeras lo
preparaban para la operación. – Señor Strux, cuanto me alegro
de volver a verle. – Y yo a usted doctor Sugrañes. – Como
puede comprobar ya está todo a punto. Es una pena que no quiera que
quede constancia de lo que va a ocurrir aquí hoy, porque éste
podría ser un momento histórico en los anales de la ciencia –
dijo Sugrañes un tanto decepcionado. – Como ya le dije en La
Tierra Sugrañes, cuando ella despierte debe creer que todo sigue
igual que antes, y para eso no deben haber pruebas de lo que va a
ocurrir dentro de unos minutos. ¿Queda claro? – Sí,
pero… – Ahora, espero que todo vaya según lo previsto. El
doctor Sugrañes asintió con la cabeza mientras seguía con los
preparativos. – Pronto habrá terminado todo esto– dijo Fred
dándole una palmada en el hombro a Isaac–. Todo saldrá bien. –
Eso espero– dijo Isaac suspirando. – ¿Te ocurre algo? Pareces
algo cansado– pregunto María con preocupación. – No es
nada, sólo que esta noche he vuelto a soñar con Minerva… –
¡A ella no le ocurrirá lo mismo que a mi hermana! ¡Ella es más
fuerte que cualquiera de nosotros juntos! ¡¿Comprendes?! –
Lo sé– dijo Isaac con una leve sonrisa en los labios.
Perdonad si los márgenes y los puntos ortográficos no se atienden al Original.
En el siguiente enlace podréis conseguir toda la historia, correctamente señalizada.
P.D. El dibujo es de mi amigo Pedro Cano, para un aplazado proyecto de llevar esta obra a cómic
worales... genial!!
ResponderEliminarMe ha enganchado ;)
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