Aunque
ya no pertenece a la agencia estatal que le entrenó, yendo por libre
como detective privado, por un abultado cheque Palop sigue aceptando
los trabajos que le encomiendan antiguos jefes, casi siempre los que
nadie más acepta, los más sucios y rastreros. En esta ocasión le
encargan encontrar el paradero de un empresario italiano y liquidarlo
antes de que cuente en algún juzgado oscuros secretos de estado, que
pondría en el punto de mira de los medios de comunicación a peces
gordos de la política. La cosa se complica, cuando descubre entre
los guardaespaldas encargados de la seguridad de su objetivo, a
agentes de la misma agencia que le ha enviado a él. Su presa
consigue escabullirse y Palop sabe que debe desaparecer por un
tiempo, mientras averigua, quien se la está jugando.
Pascual
Ulpiano (Alberto Valle), es el responsable de contar las andanzas de
este despiadado antihéroe, y lo hace con una soltura y a la vez
crudeza en los detalles más escabrosos, que no deja indiferente a
nadie y es que ni Alberto está para sutilezas, ni Palop se anda con
chiquitas.
Jotacé.
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