Por
primera vez y sin que sirva de precedentes, recomiendo empezar este
libro por el final, más concretamente por la página 237, donde
empieza el relato Al servicio secreto de su majestad la reina, una
historia de apenas unas treinta páginas que sirve de presentación
para los protagonistas de esta novela Patrick Steed, un estirado
agente del gobierno británico y su mujer, una hermosa ninja japonesa
de nombre Asa Ishicawa. La historia sirve de introducción a una
fantástica época Victoriana, donde los viajes en zepalín y un
montón de artilugios e inventos y sus creadores están a la orden
del día, aunque esta historia es independiente al resto de la
novela, habrán continuas referencias a lo que en ella se cuenta.
En
La máquina del juicio final, durante un paseo, por el barrio
londinense de Limehouse (barrio chino de la ciudad), para comprar té,
alguien trata de secuestrar a la hermosa Asa, pero subestiman a la
pareja de espías, fracasando en su intento. Esa noche la intrépida
ninja, aprovechará el sueño de su marido para regresar sola y
averiguar que quien está detrás del intento de secuestro, es ni más
ni menos, el señor del crimen chino conocido por el nombre de el
Escorpión, el cual planea convertir a Asa en su esposa. También
Steed inicia esa mañana su propia investigación, pero la pareja de
espías, deben apartar sus pesquisas, cuando les surge un nuevo
encargo de su gobierno y son enviados al Cairo, para participar en
una expedición de rescate, organizada por Sir Henry Morton Stanley,
sin embargo durante el transcurso del viaje, averiguarán que la
yihad está consiguiendo armas muy sofisticadas para su guerra santa.
Con la ayuda del sargento Dickinson y del Doctor Barnaby, tratarán
de desmontar la organización de tráfico de armas y de paso destruir
la más peligrosa de todas, La máquina del juicio final.
Raúl
Montesdeoca, te transporta a un universo alternativo, fantástico y
trepidante, donde la acción está al servicio de una historia de
aventuras, en la que lo nuevo y lo viejo se entremezclan haciendo
disfrutar de lo lindo al lector.
Jotacé.
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