lunes, 4 de noviembre de 2013

(M.N. 17) ALGO MALIGNO

Jota intentó atravesar toda aquella aglomeración de gente, entre los que habían, policías, enfermeros, algunos periodistas y muchos curiosos. Un policía le pidió la documentación para poder entrar en su propio edificio y un periodista al oír que él era vecino en el inmueble, enseguida intentó sacarle información sobre lo ocurrido.
 - ¿Vive usted en el edificio? ¿Conocía a las víctimas?
 - Acabo de llegar… No se lo que ha pasado y de echo nos instalamos ayer, así que…
 - Pues al parecer, su vecino del cuarto A, mató anoche a su mujer con un cuchillo y luego se suicido. Algunos vecinos dicen que los oyeron discutir, pero sus hijos aseguran que siempre se llevaron bien. ¿Usted no escucho nada raro anoche?
 - No, la pasé fuera y ya le digo, acabo de mudarme y todavía no he tenido tiempo de conocer a nadie.
 El periodista, se marchó en busca de otro presunto testigo, viendo que era imposible sacarle ninguna información a Jota, el cual pudo seguir su camino al interior del edificio. Al entrar en el piso por un momento creyó que estaba vacío, pero entonces sintió ruido en la habitación de Dani, llamó a la puerta y entró. Su compañero estaba haciendo nuevamente el equipaje. 
 - ¿Qué haces?- preguntó atónito.
 - Me piro de aquí y tú deberías hacer lo mismo. 
 - Pero… ¿Por qué? ¿Por lo de los vecinos? Por desgracia casi todos los días aparecen noticias de ese tipo.
 - Eso es lo que parece Jota, pero hay algo más, algo maligno y se que está relacionado con mi abuela. Cuando estaba ahí afuera, hace un rato, escuche hablar a los hijos de la pareja… decían que sus padres se llevaban bien y hablaban de una bruja que los atormentaba en sueños, la culpan a ella de la muerte de sus padres… Es mi abuela Jota, de algún modo sigue aquí. 
 A pesar del escalofrío que sintió Jota en la espalda, intentó sonreír, pero solo le salió una extraña mueca exenta de gracia.
 - Vamos, no seas peliculero. Se que es duro, pero los dos vimos a tu abuela colgada de esa lampara. ¿Además a donde iras, a casa de mis padres o la de tu amigo Santi? 
 - A la de Esther, ya me esta esperando, le he dicho que los vecinos se dejaron un grifo abierto toda la noche y se ha inundado el piso. De momento prefiero no contarle lo de mi abuela, me tomaría por loco, igual que tú.
 - Es curioso pero desde que murió doña Carmen no has pasado una noche en el piso y ahora que por fin nos hemos mudado…
 - Jota por favor te lo pido, ve a casa de tus padres.- dijo posándole una mano en el hombro.
 - Me estáis acojonando entre todos. Pero no puedo volver ahora. Mira, nunca he creído en fantasmas y no voy a empezar a creer ahora. 
 - Tú mismo, pero por favor, ten cuidado.
 El sol estaba cerca de su cenit, cuando Daniel salió del piso. En la calle la policía y las ambulancias ya se habían ido, también los hijos de los fallecidos se fueron a casa de unos parientes, ni siquiera les habían dejado entrar en el edificio, para recoger ropa limpia. Tan solo quedaba algún trasnochado periodista de sucesos, intentando sacar alguna conclusión de lo ocurrido, hablando con algún esquivo vecino. Jota empezó a ponerse nervioso, tras ver desaparecer el sol tras los edificios y como la oscuridad de la noche lo invadía todo en la calle. Las luces del salón parecían alumbrar con menos intensidad de la normal y finalmente decidió a llamar a Diana, pero el teléfono móvil estaba sin cobertura, cosa que le extrañó. Encendió la tele y vio que la noticia sobre las muertes de sus vecinos, habían saltado a los medios de comunicación, eso lo puso más nervioso todavía y cambió a uno de esos canales donde solo echaban películas, al otro lado de la pantalla un niño en un triciclo paseaba por los pasillos de un hotel hasta toparse con dos pequeñas y terroríficas hermanas gemelas, que en un parpadeo aparecían descuartizadas.
 - Lo que me faltaba… el resplandor, mejor me voy a dar una vuelta.
 Jota apagó la televisión y se dispuso a salir, pero alguien llamó a la puerta, al abrir se topó de bruces con un tipo musculoso, con pinta de culturista.
 - ¿Si?
 - He oído que os acabáis de mudar y veras yo y mi mujer regentamos un gimnasio, estamos de promoción, así que tal vez a ti y a tu compañero os pueda interesar.
 - La verdad es que ya hago suficiente ejercicio en el trabajo gracias, ahora si me disculpas, he quedado con una persona y tengo un poco de prisa.
 Jota, entró en el ascensor y pulsó el botón de la planta baja, pasó de largo y siguió bajando hasta el sótano donde estaban los trasteros del edificio. Al abrirse la puerta estaba todo a oscuras, le dio nuevamente al botón para que subiera, pero parecía haberse estropeado así que salió al descansillo y se dispuso a subir por las escaleras que llevaban al recibidor del edificio.
 - Joooootaaaaaaaaa- escucho una suave voz de mujer diciendo su nombre, viniendo de uno de los oscuros pasillos- Joooootaaaaa, veeeeennn
 Se paró en seco y estuvo a punto de girarse para ver quien era el bromista, pero cuando aquella voz volvió a pronunciar su nombre, en vez de dar la vuelta, como estaba tentado a hacer, subió las escaleras de tres en tres, entonces la vio claramente a la anciana y difunta doña Carmen, que parecía querer cortarle el paso. La reacción de Jota pareció pillar por sorpresa incluso al fantasma, ya que sabiendo que aquella era su única salida, Jota pasó por su lado más rápido que el rayo. Terminó de subir las escaleras y se dirigió a la puerta de entrada, donde chocó de bruces con el culturista, que le estaba cortando el paso.
 - ¿Ocurre alguna cosa?- preguntó el hombre.
 - ¡Si, que yo me largo de aquí!
 - ¿Por qué que has visto?- preguntó el forzudo agarrándolo por un brazo.
Jota se fijó entonces en los ojos inexpresivos del hombre, de algún modo supo que estaba como poseído y que intentaría retenerlo contra su voluntad por todos los medios, así que le dio un rodillazo en los testículos con todas sus fuerzas, el hombre cambió su expresión por un momento y soltó a Jota, que por fin alcanzó la puerta.
 - ¡Agárralo! ¡Se escapa!- escucho la voz de la anciana a su espalda.
 Pero ya era tarde, Jota había alcanzado por fin la puerta y logró salir a la calle, donde siguió corriendo, con el culturista pisándole los talones y ya lo estaba agarrando del cuello de la camiseta, cuando alguien le hizo la zancadilla al gigante, que cayendo de bruces al suelo, estuvo apunto de tirara también a Jota, que paró en seco y sin aliento, para ver a su salvadora, la cual se apresuró en subir en un coche parado, con el motor en marcha y en doble fila.
 - ¡¿A que esperas?! ¡Sube!- dijo Diana.
 Jota obedeció a la chica, que apretó el acelerador, mientras su perseguidor se abalanzaba contra el vehículo intentando abrir la puerta, por suerte, enseguida lo dejaron atrás.
 - ¡Te dije que si pasaba algo me llamaras!- le regañó Diana
 - Estaba… sin cover-tura ¡Arf! ¡Arf! ¡Arf!- dijo Jota entrecortadamente, intentando recuperar el aliento.

 Jotacé

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