Jota intentó atravesar
toda aquella aglomeración de gente, entre los que habían, policías,
enfermeros, algunos periodistas y muchos curiosos. Un policía le
pidió la documentación para poder entrar en su propio edificio y un
periodista al oír que él era vecino en el inmueble, enseguida
intentó sacarle información sobre lo ocurrido.
- ¿Vive
usted en el edificio? ¿Conocía a las víctimas?
- Acabo de
llegar… No se lo que ha pasado y de echo nos instalamos ayer, así
que…
- Pues al parecer, su vecino del cuarto A, mató
anoche a su mujer con un cuchillo y luego se suicido. Algunos vecinos
dicen que los oyeron discutir, pero sus hijos aseguran que siempre se
llevaron bien. ¿Usted no escucho nada raro anoche?
- No,
la pasé fuera y ya le digo, acabo de mudarme y todavía no he tenido
tiempo de conocer a nadie.
El periodista, se marchó en busca
de otro presunto testigo, viendo que era imposible sacarle ninguna
información a Jota, el cual pudo seguir su camino al interior del
edificio. Al entrar en el piso por un momento creyó que estaba
vacío, pero entonces sintió ruido en la habitación de Dani, llamó
a la puerta y entró. Su compañero estaba haciendo nuevamente el
equipaje.
- ¿Qué haces?- preguntó atónito.
- Me piro de
aquí y tú deberías hacer lo mismo.
- Pero… ¿Por qué? ¿Por
lo de los vecinos? Por desgracia casi todos los días aparecen
noticias de ese tipo.
- Eso es lo que parece Jota, pero hay
algo más, algo maligno y se que está relacionado con mi abuela.
Cuando estaba ahí afuera, hace un rato, escuche hablar a los hijos
de la pareja… decían que sus padres se llevaban bien y hablaban de
una bruja que los atormentaba en sueños, la culpan a ella de la
muerte de sus padres… Es mi abuela Jota, de algún modo sigue aquí.
A pesar del escalofrío que sintió Jota en la espalda, intentó
sonreír, pero solo le salió una extraña mueca exenta de
gracia.
- Vamos, no seas peliculero. Se que es duro, pero los dos
vimos a tu abuela colgada de esa lampara. ¿Además a donde iras, a
casa de mis padres o la de tu amigo Santi?
- A la de Esther,
ya me esta esperando, le he dicho que los vecinos se dejaron un grifo
abierto toda la noche y se ha inundado el piso. De momento prefiero
no contarle lo de mi abuela, me tomaría por loco, igual que tú.
-
Es curioso pero desde que murió doña Carmen no has pasado una noche
en el piso y ahora que por fin nos hemos mudado…
- Jota por
favor te lo pido, ve a casa de tus padres.- dijo posándole una mano
en el hombro.
- Me estáis acojonando entre todos. Pero no
puedo volver ahora. Mira, nunca he creído en fantasmas y no voy a
empezar a creer ahora.
- Tú mismo, pero por favor, ten
cuidado.
El sol estaba cerca de su cenit, cuando Daniel salió
del piso. En la calle la policía y las ambulancias ya se habían
ido, también los hijos de los fallecidos se fueron a casa de unos
parientes, ni siquiera les habían dejado entrar en el edificio, para
recoger ropa limpia. Tan solo quedaba algún trasnochado periodista
de sucesos, intentando sacar alguna conclusión de lo ocurrido,
hablando con algún esquivo vecino. Jota empezó a ponerse
nervioso, tras ver desaparecer el sol tras los edificios y como la
oscuridad de la noche lo invadía todo en la calle. Las luces del
salón parecían alumbrar con menos intensidad de la normal y
finalmente decidió a llamar a Diana, pero el teléfono móvil estaba
sin cobertura, cosa que le extrañó. Encendió la tele y vio que la
noticia sobre las muertes de sus vecinos, habían saltado a los
medios de comunicación, eso lo puso más nervioso todavía y cambió
a uno de esos canales donde solo echaban películas, al otro lado de
la pantalla un niño en un triciclo paseaba por los pasillos de un
hotel hasta toparse con dos pequeñas y terroríficas hermanas
gemelas, que en un parpadeo aparecían descuartizadas.
- Lo que me
faltaba… el resplandor, mejor me voy a dar una vuelta.
Jota apagó
la televisión y se dispuso a salir, pero alguien llamó a la puerta,
al abrir se topó de bruces con un tipo musculoso, con pinta de
culturista.
- ¿Si?
- He oído que os acabáis
de mudar y veras yo y mi mujer regentamos un gimnasio, estamos de
promoción, así que tal vez a ti y a tu compañero os pueda
interesar.
- La verdad es que ya hago suficiente ejercicio
en el trabajo gracias, ahora si me disculpas, he quedado con una
persona y tengo un poco de prisa.
Jota, entró en el ascensor y
pulsó el botón de la planta baja, pasó de largo y siguió bajando
hasta el sótano donde estaban los trasteros del edificio. Al abrirse
la puerta estaba todo a oscuras, le dio nuevamente al botón para que
subiera, pero parecía haberse estropeado así que salió al
descansillo y se dispuso a subir por las escaleras que llevaban al
recibidor del edificio.
- Joooootaaaaaaaaa- escucho una suave voz de
mujer diciendo su nombre, viniendo de uno de los oscuros pasillos-
Joooootaaaaa, veeeeennn
Se paró en seco y estuvo a punto de girarse
para ver quien era el bromista, pero cuando aquella voz volvió a
pronunciar su nombre, en vez de dar la vuelta, como estaba tentado a
hacer, subió las escaleras de tres en tres, entonces la vio
claramente a la anciana y difunta doña Carmen, que parecía querer
cortarle el paso. La reacción de Jota pareció pillar por sorpresa
incluso al fantasma, ya que sabiendo que aquella era su única
salida, Jota pasó por su lado más rápido que el rayo. Terminó de
subir las escaleras y se dirigió a la puerta de entrada, donde chocó
de bruces con el culturista, que le estaba cortando el paso.
-
¿Ocurre alguna cosa?- preguntó el hombre.
- ¡Si, que yo me
largo de aquí!
- ¿Por qué que has visto?- preguntó el
forzudo agarrándolo por un brazo.
Jota se fijó entonces en los ojos
inexpresivos del hombre, de algún modo supo que estaba como poseído
y que intentaría retenerlo contra su voluntad por todos los medios,
así que le dio un rodillazo en los testículos con todas sus
fuerzas, el hombre cambió su expresión por un momento y soltó a
Jota, que por fin alcanzó la puerta.
- ¡Agárralo! ¡Se
escapa!- escucho la voz de la anciana a su espalda.
Pero ya era
tarde, Jota había alcanzado por fin la puerta y logró salir a la
calle, donde siguió corriendo, con el culturista pisándole los
talones y ya lo estaba agarrando del cuello de la camiseta, cuando
alguien le hizo la zancadilla al gigante, que cayendo de bruces al
suelo, estuvo apunto de tirara también a Jota, que paró en seco y
sin aliento, para ver a su salvadora, la cual se apresuró en subir
en un coche parado, con el motor en marcha y en doble
fila.
- ¡¿A que esperas?! ¡Sube!- dijo Diana.
Jota
obedeció a la chica, que apretó el acelerador, mientras su
perseguidor se abalanzaba contra el vehículo intentando abrir la
puerta, por suerte, enseguida lo dejaron atrás.
- ¡Te dije
que si pasaba algo me llamaras!- le regañó Diana
- Estaba… sin
cover-tura ¡Arf! ¡Arf! ¡Arf!- dijo Jota entrecortadamente,
intentando recuperar el
aliento.
Jotacé
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