Marina la cual seguía
esperando a Hugo Cortés a pesar de los años luz de distancia que los separaban,
la cosa parecía recíproca por parte del piloto del cual le llegaban mensajes provenientes
de mundos lejanos; cuando el piloto espacial llevaba tiempo sin ponerse en
contacto con ella, Martín que la cortejaba inútilmente a la chica, se
ilusionaba con la idea de que se olvidaran el uno del otro y estar él allí para
consolarla, hasta que ella aparecía nuevamente con la mirada iluminada y
volviendo a mantener la distancia señal de que había vuelto a llegar un nuevo
mensaje del piloto espacial. Pasaron los meses, sin que ella recibiera un nuevo
mensaje y empezó a desesperarse. Por fin la paciencia de Martín daba sus frutos,
probablemente el piloto conoció a otra mujer durante uno de esos viajes o por
cercanía terminó con alguna de sus compañeras de viaje; eso pensaron ambos
luego Martín supo gracias a sus contactos contrabandistas de la trampa urdida por
el espía del Colón, gracias a la cual Hugo se vio obligado a unirse a aquellos
a los que durante tanto tiempo persiguió. Ya nadie se interponía entre él y
Marina y su relación entre empezó a afianzarse; a pesar de todo ella seguía sin
mirarle del mismo modo que al piloto. Luego vinieron aquellos cambios de humor
por parte de la chica, otra vez parecía mantener escusas para mantenerse
distante.
- Es por Hugo Cortes… todavía
albergas esperanzas de que vuelva- le dijo él un día.
-
No, no es eso- contestó ella agachando la cabeza- es solo que… bueno, todo va
muy deprisa y prefiero no precipitarme.
Ella
tenía otros amigos pero solo eran eso, Martín suspiró sabiendo que le mentía,
de algún modo el piloto seguía estando en los pensamientos de la chica, fue
paciente con ella, pero a veces era desesperante y a punto estuvo de
estropearlo todo. Por sus contactos supo que Tigre y Dios querían deshacerse de
Hugo, el cual probablemente se mantenía fiel a las fuerzas terrestres enviando
información al Cristóbal Colón; por su cabeza pasó la idea de que Marina le
ayudara de alguna manera, eso explicaría el porqué de su distanciamiento, pero
descartó inmediatamente aquella idea, ella confiaba en él y se lo diría si así
fuera.
Y
llegó el día en que Marina desapareció misteriosamente, como si la tierra o
mejor dicho las mareas del planeta se la hubieran tragado.
- ¿Marina? ¿No
está contigo? Nos dijo que se iba unos días con unos amigos- le dijo la madre
de la chica cuando Martín le preguntó preocupado.
A los dos días de la desaparición de Marina llegaron
Tigre y Norma buscando a Hugo Cortes y todo tuvo sentido para Martín, aunque
desconocía el paradero de la pareja lo sospechaba y si estaba en lo cierto
aquella sería una buena oportunidad para deshacerse de su competidor para
siempre, ahora solo tenía que alejarlos el tiempo suficiente para que los dos
contrabandistas lograran su objetivo sin perjudicar a su amada, con tal
propósito preparó su embarcación y se dirigió a la isla Utópica donde sus
habitantes, seres de todas las razas espaciales convivían en paz y armonía
entre ellos y con su entorno. Hacía tiempo que Martín mantenía contactos con
los habitantes de la isla, proporcionándoles cosas de la civilización a cambio
de productos naturales sacados de la isla que vendería por una buena cantidad
de créditos.
-
Busco a Marina, sé que se esconde aquí con Hugo Cortés.
- ¿Qué se esconde? No entiendo…-
dijo el encargado del puerto.
-
¿Con qué no lo entiendes, eh? Déjame hablar con alguno de los ancianos, a lo mejor
ellos sí que lo entienden.
En
ese momento se despertó una gran agitación en la playa, buques de guerra y
naves aéreas aparecieron de la nada, varios mandos de distintas especies
desembarcaron seguidos por un millar de soldados y robots rastreadores, el que
parecía estar al mando era un gigantesco humano de color al que Martín
reconoció al instante, pero tanto él como Tigre fingieron indiferencia, como si
aquella fuera la primera vez que se veían. Martín tragó saliva; los recursos de
los contrabandistas parecían infinitos, tanto como para movilizar a todo un
ejército, probablemente haciéndose pasar por un pez gordo. Enseguida vinieron de las cabañas del interior
los ancianos y líderes de la comunidad alertados por lo que ocurría.
- ¿Se puede saber a qué viene todo
esto?- dijo un anciano humano indignado.
-
Buscamos a un fugitivo que sabemos se esconde en esta isla.
- ¡Aquí no
escondemos a nadie!
-
Si eso es cierto, no le importará que la registremos. Solo estaremos un par de
días, hasta estar seguros de su inocencia.
-
Pueden hacer lo que quieran, siempre y cuando nos respeten
- Serán tratados
como corresponda-dijo Tigre altivo, luego se dirigió a Martín- ¿Y usted quién
es? ¿Es ese su barco? ¿Qué está haciendo aquí?
-
Yo… soy comerciante y hace años que mantengo relación con estos señores. Sí me
acompañan al barco les enseñaré mi documentación.
- Tal vez cuando mis hombres terminen de
registrarlo.
Dos
horas más tarde ya sin testigos delante, Martín le contó a Tigre que él acababa
de llegar a la isla con la intención de encontrar a Hugo y a una amiga que
sospechaba había sido engañada por el piloto, le pidió que si los encontraban,
a ella la dejaran marchar pues nada la relacionaba con todo aquel asunto. En
cuanto Tigre bajó del barco Martín puso los motores en marcha y se alejó de
Utópica, dos días más tarde, también Tigre se vio obligado a desistir en su
búsqueda, aunque dejó a algunos de sus hombres patrullando la zona por si
acaso.
Tanto Marina como Hugo
tuvieron la sensación de estar viviendo un déjà vu que les hacía rememorar los
días en los que se conocieron y pasaron en la isla de Utópica. Antes del
amanecer del día siguiente a su reencuentro, un guía moutón los llevó al
interior de la espesa selva, hasta una laguna con una hermosa cascada; allí se
pusieron los trajes de neopreno que sacaron de sus bolsas impermeables, su guía
les hizo sumergirse en el interior de la laguna hasta una caverna al fondo y
bajo cascada; la cueva en apariencia fría y estrecha invisible para quien
desconociera su existencia, continuaba estrecha y sinuosa, llegaron a una cámara
de aire y el moutón siguió su recorrido ahora
en seco hasta una falsa roca que en realidad llevaba a otra caverna,
esta vez ancha, con escaleras que les llevaban más a las profundidades de la
isla y luz artificial, tras una puerta que solo se habría con contraseña
entraron en una amplia estancia que parecía albergar todas las comodidades
imaginables.
-
Después de vuestra estancia en la isla, algunos pensaron que estaría bien
construir algún tipo de refugio para este tipo de situaciones- les explicó el
Mautón.
-
¡Es realmente maravilloso!- dijo Marina sin dar crédito a lo que veían sus
ojos.
-
¡Parece la cueva de Aladino!
-
¿De quién?- preguntó el moutón
-
Es un cuento terrestre- contestó Hugo .
-
Cuando estéis a salvo vendremos a buscaros, nuestros contactos ya están
intentando encontrar el paradero actual del Cristóbal Colón.
- Gracias, estamos en deuda con
vosotros- dijo Hugo
-
Ya nos las daréis cuando todo se haya arreglado.
Cuando el moutón se
fue los dos amantes se miraron con el deseo reprimido de la larga espera.
- Por fin solos. ¿Qué
tal si recuperamos el tiempo perdido?- dijo Hugo con una amplia sonrisa en el
rostro.
-
Me has leído el pensamiento.
Los
dos amantes se besaron, desnudándose mutuamente y se amaron allí en el mismo
suelo.
Su guía regresó al poblado dos horas
antes de la llegada de los soldados. Jotacé.
No le falta astucia a Hugo. Y no le está yendo mal.
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