Con la
lluvia que precedía al amanecer, los lejanos ruidos procedentes del
exterior y que apenas les dejaron dormir, cesaron casi de golpe.
Durante algunos minutos pudieron oír ruidos e incluso voces
susurrantes de la parte superior de la casa, pero incluso aquellos
sonidos fueron primero tapados por el repiquetear de la nociva lluvia
hasta cesar por completo. Tras un frugal y silencioso desayuno en
el interior de las tiendas protectoras, los supervivientes se
pusieron sus trajes protectores y salieron de sus tiendas
refugio.
─ ¿Qué tal habéis pasado la noche? ─ pregunto Julia a los hombres que ya desmontaban su tienda.
─
Mal, siempre tengo pesadillas ─ contestó Arturo.
─ Yo
estupendamente, da gusto salir de vez en cuando al exterior ─
replicó Cesar
─ Ahora será mejor que desmontemos el chiringuito y
nos pongamos en marcha.
─ Será mejor ir con cuidado,
podría haber alguien ahí arriba ─ dijo ahora
Casandra.
─ Si, yo también escuché ruido hace un rato ─
afirmo Pablo.
Terminaron de recoger y se dispusieron a salir de
allí, Cesar y Casandra, más acostumbrados a aquel tipo de tareas
subían las escaleras que les llevaban a la parte superior muy
despacio y con sus armas apunto, desatrancaron la puerta,
aparentemente la casa permanecía desierta, sin embargo siguieron
avanzando cuidadosamente hacia la salida de la casa, cuando ya se
acercaban a la puerta, Arturo vio recortada en el portal de una de
las oscuras habitaciones la silueta de una niña, de aspecto un tanto
deforme, que al verse sorprendida por el intruso profirió un grito y
entró corriendo en la habitación en la que se encontraba.
─
¡Salgamos de aquí, rápido! ─ dijo Cesar. Pero al llegar a
la puerta esta se encontraba atrancada.
─ ¡Intentad abrirla lo
más rápido que podáis! ¡Arturo, sígueme!
─ ¿Qué? ¿Yo?
¿Porqué yo?
─ Necesito a alguien que me cubra la
retaguardia y estamos aquí por ti. Casandra, si no volvemos ya sabes
lo que hay que hacer. Entraron en la habitación donde
desapareció la niña, armados con sus rifles los cuales tenían
incorporadas linternas para alumbra los espacios oscuros y cerrados
como aquel. En un rincón vieron a la niña agazapada junto a una
mujer, ambas cubriéndose el rostro de la intensa luz, en cuanto las
vio, Arturo asustado apuntó y justo cuando disparó Cesar apartó el
cañón del arma haciendo que fallara el disparo.
─ ¿Qué
haces? Solo son una mujer y su hija ─ dijo Cesar.
La mujer
venciendo el miedo les miró con odio reflejado en su rostro que una
vez fue normal pero ahora era un tanto deforme igual que el de su
hija.
─ ¡¿No lo ves?! ¡Son mutantes asesinos!
─ Una vez
fuimos como vosotros, pero con menos recursos, confiamos en vosotros,
nos dijisteis que no pasaba nada y que todo volvería a ser como
siempre, pero cuando el desastre fue inevitable, desaparecisteis y
nos abandonasteis a nuestra suerte y ahora salís de vuestro
escondrijo para darnos caza como animales y nos llamáis asesinos.
El resto de la expedición desobedeciendo las órdenes se
habían reunido con ellos en el umbral de la puerta y observaban la
escena con una mezcla de sorpresa y horror.
Jotacé
nteresante acusación, que parece verosimil. ¿Es la cacería de mutantes el precio de la utopía de la ciudad subterranea? O es que no tienen tantos recursos para los sobrevivientes del mundo exterior.
ResponderEliminarLa respuesta, la semana que viene.
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