─ Adrián os ayudará a llegar al
refugio del que vino vuestro compañero y a regresar a vuestra ciudad
subterránea ─ les explicó María
─ Eso es estupendo ─
exclamó Casandra mirando a Adrián.
El chico se sonrojó y la
anciana sonrió al ver la reacción de su hijo.
─ ¿Pero, que hay
de ti María? Sería conveniente que vinieras con nosotros ─ dijo
Cesar sospechando la respuesta.
─ ¡Es lo mismo que opino yo!
─ Exclamó Adrián.
─ Los dos sabéis que estoy demasiado
mayor para salir de aquí.
─ Yo y mi hija nos quedaremos con ella
─ intervino ahora Roma.
─ Ese no era nuestro trato, allí hay
médicos que podrían ayudaros.
─ Yo solo quería un lugar donde
criar a Pétalo a salvo de los salvajes de la superficie, por mi
parte ya has cumplido tu parte del trato. ¿Puedes asegurarnos acaso
que podamos ser curadas y tratadas como al resto de los habitantes de
vuestra ciudad?
─ Siempre se puede intentar ─ contestó
el hombre.
─ Aunque así fuera a lo mejor somos nosotras las
que no nos adaptaríamos. No, no arriesgaré más la vida de mi hija
cuando ya he encontrado un lugar seguro, si es que la señora María
nos acepta con ella.
─ Claro que sí ─ dijo la anciana
acariciando la cabeza de la niña.
─ Solo hay un último favor
que quiero pedirte a ti y a tus compañeros ─ continuó Roma.
─ Tú dirás.
─ Tiempo, solo uno o dos días
asta que aprendamos el funcionamiento de este sitio. El joven puede
ser un buen maestro y los mutantes de ahí afuera os darán por
muertos y dejarán de buscaros.
─ ¿Pero, qué hay de Arturo?
¡Puede que siga vivo ahí afuera y necesite nuestra ayuda! ¡Yo ya
he perdido a uno de mis hijos y perder a alguien más…! ─ Se
lamentó Julia.
─ Es posible que muriera antes que Pablo o
que regresara a su refugio donde ya estará a salvo con su hermana,
si hay otras posibilidades, el buscarlo ahí afuera sería como
buscar una aguja en un pajar, sin contar con los riesgos que eso
conllevaría. Nuestra misión ahora es para su hermana. Si sigue en
el refugio, sabemos donde está y tenemos los códigos de acceso. Si
ha conseguido llegar allí mejor para él. Julia miró al
resto de los expedicionarios buscando apoyo, finalmente Casandra la
cogió del hombro comprensiva.
─ Cariño, ahora mismo esta es
la mejor opción para regresar. Tú ya has perdido demasiado en esta
misión y en casa tienes familia que te espera.
El cansancio y la
desesperación hicieron mella en Julia y terminó echándose a llorar
por todos lo acontecimientos vividos en las últimas horas.
─
Vamos cielo, acompáñame a la cocina, te prepararé algo caliente
que te reconforte ─ dijo María yendo hacia Julia.
Mientras
le preparaba una infusión, la anciana le pidió a Julia que le
hablara de su familia, que le contara como era su vida en la ciudad;
Julia le habló de Damián el hombre de su vida, de los dos hijos que
tenían en común, Lucas y Laia y sobre todo de su primogénito
perdido Pablo, fruto de una relación anterior; rememoró como había
perdido la vida en los túneles y lloró, lloró asta que
prácticamente se le secaron los ojos. Cuando termino la infusión,
la anciana la acompañó hasta su habitación, donde calló por fin
rendida en un profundo y reparador sueño del que despertaría unas
cuantas horas más tarde, con más ánimos y fuerzas
renovadas.
Jotacé.
Da la sensación de que Roma y su hija serían aceptados. Aceptaron a Arturo, que era culturalmente extraño y hasta aceptaron una misión riesgosa por él.
ResponderEliminarQue suspenso.
El problema para Roma es, tal vez el riesgo para su hija que conlleva el viaje. Si fueran directos a la ciudad, tal vez continuaría.
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