El
pequeño robot de servicio entra en la sala de interrogatorios con
los dos cafés, uno para el agente Gillon y el otro para el tipo que
está siendo interrogado, un hombre de unos 24 años, aún con cara
aniñada, que parece no haber roto un plato en su vida. Probablemente
es el testigo de algún crimen ya que tiene muy poco aspecto de haber
hecho algo malo, aunque nunca se sabe. Es el pensamiento que se cruza
por los circuitos del 2R. Junto a ellos esta Q3, el robot de
interrogatorios capaz de saber si una persona está mintiendo o si
oculta algo. El gigantesco robot siempre impone y nadie sería capaz
de mentir en su presencia aunque estuviera desactivado.
El
pequeño robot acercó el café a los dos humanos.
–...Gra…
gracias– dice el desconocido interrumpiendo lo que estaba diciendo
para coger su taza.
–
Gracias 2R puedes retirarte...– dice Gillon cogiendo su taza, luego
dirigiéndose al otro hombre le dice–. Así señor Guzmán, por lo
que me ha dicho la señorita Minerva y usted no se habían visto
hasta esta misma noche. Y dígame, ¿qué es lo que ocurrió después
de la cena y cómo se metieron en esa peligrosa persecución que por
poco no les cuesta la vida a ustedes y a los transeúntes con los que
se cruzaron?
–
Bueno, después de la cena en casa de ella, fuimos a la zona de ocio,
cómo ya le he contado antes. Ella, el robot 8A que me entregaron en
la empresa y por supuesto yo mismo...– (la zona de ocio es donde va
la gente a divertirse, allí hay sitios para practicar deportes,
salir de copas, hay lugares donde se puede practicar el sexo con
androides especializados, y la última moda, tiendas y grandes
almacenes con escaparates donde se puede ver lo que se quiere comprar
y hacerlo directamente, sin usar Internet, como se hacía hace
siglos... En fin, en la zona de ocio de la ciudad de Hades se puede
encontrar de todo).– La verdad es que no sé cómo me había dejado
convencer, en fin, ella es la futura mujer de mi jefe y como ya le
dije antes lo mejor es mantener una cierta distancia, me juego mi
puesto de trabajo si cometiera un error.
–
Ella nos llevó a un sitio llamado “El Coco Loco” que al parecer
es el bar de copas que está ahora de moda en la ciudad. Allí
estaban todos sus amigos, ahora mismo no recuerdo sus nombres, ellos
también mantuvieron una cierta y fría distancia con ella, como si
se hubieran conocido aquella misma noche, sólo sus amigas trataban
de animarla. Después de que sus amigos, me refiero a los chicos
claro, pasaran olímpicamente de ella, Minerva terminó sacándome a
bailar, a pesar de mis múltiples negativas. En cierto momento trató
de besarme y yo la tuve que apartar bruscamente de mi lado.
“
–Tranquilo hombre, que no te voy a hacer nada malo”, me dijo
mientras yo pensaba en una salida rápida al problema. “– Es...
es que... soy gay”, dije medio tartamudeando.”
–
¿Y lo es...? Gay quiero decir...– interrumpió Gillon.
–
¡Claro que no!, ¡sólo era una excusa!
–
Vaya, es una lástima– le dice Gillon mirándolo de arriba abajo–.
Puede continuar su historia.
–
¡Está bien, pero deje de mirarme así...! – contesta Ulises muy
ofendido antes de continuar.
“–
Pues no es lo mismo que piensa ese bulto en tus pantalones”, me
dijo ella dándose cuenta del engaño. “– Parece que todos los
tíos que conozco os habéis vuelto maricones de repente”, dijo
bastante enfadada mientras se iba a otro lugar de la sala. Yo por mi
parte me volví, con algo de beber en la mano, al rincón donde
estaba 8A, que no había perdido detalle de todo lo que había
pasado...
–
¿Qué es lo que bebió?
–
Un güisqui doble con hielo, es lo que en ese momento necesitaba,
debo reconocer que si ella hubiera insistido un poco más,
probablemente ahora estaría en el paro. Entonces apareció Rita.
“– ¿Ulises? ¿Qué haces aquí? Es el último sitio donde
hubiera esperado encontrarte”, me dijo muy sorprendida...
–
Un momento, ¿quién es esa Rita? – volvió a interrumpir Gillon.
–
Una amiga que conocí a través de mis abuelas. Verá, lo cierto es
que soy un tipo bastante solitario e introvertido y mis queridas
abuelas están empeñadas en cambiar eso concertándome citas a
ciegas por Internet, sin ningún resultado, hasta el momento. Por
desgracia a todas las chicas les resulto bastante aburrido... A favor
de Rita debo decir que fue capaz de soportarme durante dos meses
seguidos.
“–
¡Rita! ¿Cómo estás? No sabía que venías por aquí” le dije
yo.
“–
Yo sí, ¿pero y tú...? ¿Con quién has venido? ¿Y ese robot, es
de ella?”, dijo.
“ – No vayas tan rápido chica. Para empezar, el robot se llama
8A y es una especie de préstamo de la empresa” le conté.
“– ¿Ochoa?” preguntó ella.
“– 8A, y por cierto, ¿cómo sabes que he venido con una chica?”
le pregunto.
“– Hombre Ulises, que no me chupo el dedo y te conozco lo
suficiente para saber que tú nunca vendrías aquí solo. Pero
todavía no me has dicho quien es ella”, insistió.
“–
Es aquélla de allí”.- le dije señalando a Minerva con el dedo.
Ella, Minerva quiero decir, bailaba en medio de la pista rodeada de
un grupo de chicos. “ –Al parecer suele venir mucho por aquí”.-
le dije a Rita.
“–
Es raro, nunca la había visto, y yo si que soy asidua a este
sitio.” “ –¿Qué quieres decir?”– le pregunté a mi
amiga sorprendido.
“–
Yo nada, sólo que es la primera vez que la veo por aquí, y es
evidente que una chica como ella no pasa tan fácilmente
desapercibida, ni siquiera para las otras chicas. ¿Con quién suele
venir?”
“
– Con ese grupo de allí.”- le dije señalándole a los amigos de
Minerva.
“–
A esos sí que los tengo vistos, menuda pandilla de imbéciles. Al
parecer todos trabajan para la misma empresa, pero lo llevan en
secreto, como si les fuera la vida en ello.”
–
Rita empezó a contarme toda clase de rumores absurdos sobre los
amigos de Minerva.
–
¿Qué tipo de rumores?– pregunta Gillon.
–
No lo recuerdo bien, pero creo que mencionó algo de que podían ser
agentes del gobierno, o hasta espías extraterrestres. El caso es que
mientras me contaba todos esos rumores absurdos, los amigos de
Minerva se pusieron a discutir acaloradamente con los chicos que
estaban hablando con ella. 8A y yo decidimos intervenir, Minerva en
medio de todo aquello intentaba que no llegara la sangre al río, ya
que al parecer ella era la causa de la acalorada discusión. Antes de
que la cosa se pusiera realmente seria aparecieron los robots de
seguridad.
“–
La culpa es nuestra...– dijo Minerva señalando a todo el grupo que
íbamos con ella–. Pero ya nos vamos– añadió mientras los
robots de seguridad nos acompañaban a la salida.
–
Yo no supe lo que ocurría hasta que no estuvimos en la calle y
Minerva se puso a gritarnos muy cabreada, sobre todo a sus amigos de
siempre. “– ¡¿Se puede saber por qué os habéis puesto a
pelear con esos chicos?!“
“–
¡Porque son unos gilipollas!”- dijo el más gallito del grupo, sin
que su respuesta fuera demasiado convincente.
“–
¡Sí, eso es cierto, pero ellos no son los únicos gilipollas que
había ahí dentro!– dijo Minerva muy irritada.
“Los
amigos de Minerva trataron de disculparse por lo ocurrido e
intentaron convencerla para ir a tomar algo a otro lado, pero ella
dijo no estar de humor y me pidió que la acompañara de vuelta a
casa. Subimos al ascensor y camino del aereoaparcamiento ella me
preguntó algo que me dejó totalmente aturdido.
“–¿Tú
también estás metido dentro de la conspiración que parece haberse
creado a mi alrededor para que no pueda seguir con la vida que
llevaba antes del accidente?”
“–
No sé a que te refieres.”- le contesté pensando que no debía
estar muy bien de la cabeza. Ella se quedó callada y muy seria, cómo
si me hubiera leído el pensamiento.
–
El ascensor llegó a su destino y nos dirigimos al deslizador.
Minerva marcaba el paso visiblemente enfadada. En ese momento dos
cables muy finos salieron de la nada para posarse en 8A, que empezó
a echar chispas por todo el cuerpo hasta caer finalmente al suelo.
Nosotros nos quedamos paralizados un momento por la sorpresa. De uno
de los deslizadores salieron dos tipos vestidos totalmente de negro y
con capuchas, Minerva se giró para ver que detrás nuestro habían
otros dos maleantes vestidos de la misma manera.
“–
Sólo queremos a la chica. No os resistáis y nadie sufrirá daño–
dijo uno de los maleantes mientras se acercaban a nosotros. Al
parecer nos estaban esperando, o al menos esa es la impresión que a
mí me dio.
“–
No te separes de mí– me susurró Minerva al oído cómo si buscara
protección. Que equivocado que estaba... Cuando los maleantes
estuvieron lo suficientemente cerca, Minerva le dio una patada al
arma que tenía uno de ellos en la mano, esto les cogió a todos por
sorpresa, incluso a mí, pero gracias a las clases de artes marciales
que hago entre semana para desestresarme, mi reacción fue diferente
a la que hubiera imaginado, y me lancé sobre el arma de un segundo
atacante que ya estaba apuntando a Minerva. Éste desvió el disparo
dándole de lleno al jefe de los maleantes, dejándolo totalmente
aturdido. Luego le pegué un puñetazo a otro atacante. Minerva por
su parte también había dejado ya fuera de combate al cuarto
secuestrador. En ese momento sonó una alarma y los tres individuos
cogieron a su jefe que seguía aturdido y subieron a su deslizador,
saliendo disparados de allí antes de que las puertas del
aereoaparcamiento empezaran a cerrarse.
“–
¿Estás bien?”– le pregunté a Minerva mientras cogía aire
después de la pelea. Entonces fue cuando seguido de ella me
precipité a nuestro deslizador y cogiendo los mandos…
–
Señor Guzmán, está mintiendo– dice el robot.
–
¿Sabe Guzmán?– dice ahora Gillon, acomodándose mejor en su
asiento–. A parte de que sabemos que no ha conducido en su vida y
que además carece de licencia de conducir, la señorita Minerva ya
ha confesado que fue ella la que condujo temerariamente el
deslizador. Por otro lado miente usted fatal, así que le aconsejo
que no trate de encubrir a Minerva por los delitos de circulación
que ha infringido…
* * *
En
la sala contigua, Minerva, que ha sido interrogada antes que Ulises,
espera sola el final de los interrogatorios, mientras tanto ha
conseguido manipular uno de los anticuados monitores que hay en la
sala y sin que nadie lo sepa, está siguiendo el interrogatorio al
que está siendo sometido Ulises. Minerva sonríe al ver lo que él
ha intentado hacer por ella, mientras piensa que ese hombre es mejor
de lo que aparenta. – ¡Señorita Minerva!– dice el robot 2R que
ha entrado en la habitación sorprendiéndola–. Está incurriendo
en un delito de… – ¡Panacea!– grita Minerva dejando al
pequeño robot paralizado–. Como ves, pequeño androide, tengo más
recursos de lo que parece. Ahora vas a dejar esa bandeja encima de la
mesa y vas a olvidar lo que me has visto hacer, ¿de acuerdo?– dice
Minerva en tono autoritario. – Como ordene, señorita– dice
el robot haciendo lo que se le manda–. Si desea alguna cosa más.
– Sí, por favor, quédate cerca de la puerta y avísame si
viene alguien más. – Como ordene la señora– dice el robot
antes de salir por la puerta. Una vez se queda sola, Minerva
coge la bebida que le ha traído el robot y después de echar un
trago sigue espiando el interrogatorio que tiene lugar en la sala de
al lado.
* * *
Ulises
tomó un sorbo de café frío para aclararse la garganta antes de
seguir con el relato de los hechos. – Está bien, tiene razón,
fue ella la primera que reaccionó cuando nuestros asaltantes
salieron huyendo, sin apenas tomar aliento y con una agilidad que a
mí me pareció sorprendente, ella saltó al deslizador. “–
¿Vienes?”– me preguntó sin asomo de cansancio, yo asentí con
la cabeza y me senté a su lado en el deslizador...– Gillon miró
de reojo al androide pensando que Ulises estaba exagerando su relato,
pero el robot siguió en silencio grabando la conversación sin
inmutarse–. Nuestro vehículo salió del aereoaparcamiento segundos
antes de que las puertas se cerraran. “A pesar de que los
deslizadores estaban equipados con el sistema gravitacional
artificial para evitar que nuestros cuerpos fueran impulsados hacia
atrás por la ley de la cinética, yo no pude evitar sentir una
especie de vértigo al ver como pasábamos de largo a todos aquellos
vehículos tanto públicos como de carga y también alguno privado.
El deslizador de nuestros asaltantes no se quedaba tampoco corto y
estuvo en varias ocasiones a punto de hacernos chocar con los
edificios, pero hay que decir que los reflejos de Minerva son
sorprendentes y siempre nos sacó de todos aquellos apuros sin apenas
inmutarse. Sus compañeros policías no tardaron en unirse a la
alocada persecución, que siguió entre los edificios y los puentes
que los conectan unos con otros. Un par de aereojets se pusieron por
delante de nuestro deslizador. Llegamos al final de la ciudad
precipitándonos hacia la pared de la cueva, o mejor dicho, a uno de
sus túneles, por el que consiguieron meterse tanto el deslizador de
nuestros agresores como un par de vehículos policiales, mientras
otros tres nos hicieron detener justo antes de que pudiéramos entrar
también nosotros. Nos hicieron descender a la calle y nos obligaron
a bajar con las manos en alto, como si fuéramos nosotros los malos
de esta historia. Intentamos explicarles lo que había ocurrido sin
demasiado éxito. “– ¡Ya daréis las explicaciones cuando
estéis en la central, locos hijos de puta!”– eso es lo que nos
dijo uno de sus “amables” compañeros mientras nos esposaban. De
pronto hubo una explosión que hizo temblar la tierra, y del túnel
empezó a salir una espesa nube de humo y a llover grava, que hizo
que todos los allí presentes nos cubriéramos instintivamente la
cabeza. Fuimos evacuados de allí y tras ser atendidos por los
servicios médicos nos trajeron aquí– concluyó Ulises. –
Algunos de mis compañeros murieron en ese túnel– dice Gillon
apretando los dientes. – Lo siento– dice Ulises con pesar,
removiéndose en su asiento. – ¿Sabe si alguno de esos
secuestradores estuvo en el “Coco Loco”, tal vez alguno de esos
chicos con los que Minerva estuvo hablando?– pregunta Gillon
suspirando y echándose el pelo hacia atrás. – No creo,
bueno, no lo sé. La verdad es que a los secuestradores no les pude
ver la cara, con las capuchas que llevaban puestas. – Q3, ¿te
ha quedado alguna duda sobre el relato? – No, ninguna. El señor
Guzmán se ha atenido a los hechos tal y como los recuerda. –
Está bien– dice Guillón dirigiéndose al robot, luego se gira
hacia Ulises–. Espere aquí un momento por favor– Gillon sale de
la pequeña sala y seguido del robot entra en su despacho. –
Q3, cuál es el resultado de los dos interrogatorios. – Al parecer
señor ambos dicen la verdad, y ninguno ha dado muestras de ocultar
información, al menos aparentemente… – ¿Qué quieres
decir con lo de aparentemente? – Hay cosas que ha dicho el Sr.
Guzmán en su declaración, que la Srta. Minerva ha omitido como si
las hubiera olvidado… – ¿Qué tipo de cosas?– pregunta
Gillon sorprendido. – Sus sospechas de que hay algún tipo de
conspiración a su alrededor. – Si que es extraño, ¿crees
que ha podido engañar a tus circuitos, o tal vez sufra algún tipo
de esquizofrenia? Por favor, revisa en tu banco de datos lo que
ocurrió en ambos interrogatorios mientras reviso el informe de lo
que ocurrió en el túnel. Gillon se colocó los electrodos en
la cabeza y mientras las imágenes que habían captado los vehículos
policiales se iban sucediendo en su cabeza, una voz electrónica le
resumía meticulosamente todo lo ocurrido. – Expediente 386:
4.30 El vehículo número 6423Mp3 en persecución de un vehículo de
la marca TAES 5000, con el número de la matrícula oculto, entra en
el interior del Túnel 383 con destino a las minas de gas de la
superficie. A menos de cien metros del final del túnel, se produce
una gran explosión entre los vehículos perseguidores y los
perseguidos, proyectando a los perseguidores hacia atrás. La
explosión ha abierto una brecha hacia la superficie; tapada casi al
instante por una nave especial venusiana que los circuitos
semiaveriados del vehículo policial apenas pueden detectar. 4m 23s
después la nave escapa, la temperatura y la presión atmosférica
aumentan de forma vertiginosa. La imagen desaparece. Las patrullas de
rescate apenas encuentran hierro fundido y restos de ADN de los
agentes de servicio. A las 5:47, desde la estación Galileo, es
detectada una nave espacial saliendo al otro lado de Venus, donde un
carguero que parecía estar casualmente por allí la recoge. Desde
Galileo son enviados unos cazas para esclarecer el enigma, pero
llegan demasiado tarde. Fin del informe.” Gillon se quita los
electrodos para encontrarse justo delante con el rostro de su
superior, el capitán Murdoc. – ¿Has terminado de revisar el
informe? – Sí capitán, y la verdad es que parece un asunto muy,
pero que muy feo. Da la impresión de que detrás de todo esto debe
haber alguien muy poderoso– responde Gillon incorporándose de su
asiento. – No te quepa la menor duda. Pero ya puedes olvidarte
de todo, la familia ha hecho presión para que archivemos el caso.
Todo parece indicar que quién está detrás de todo es alguien de La
Tierra, y quieren contratar a un particular de allí para que se
encargue de todo. Así que nos han pedido todo lo que tengamos del
caso para enviárselo al jefe de seguridad de las empresas Strux, y
ya de paso que dejemos marchar a los dos chicos. – Lo
considero un error, creo que quien ha intentado secuestrar a la chica
volverá a actuar... Pero en fin, allá ellos– dice Gillon–. Daré
la orden de que los dejen marchar.
* * *
Frédéric,
el padre de Minerva, fue a buscarles a la central de la policía, y
ya de camino a casa, en el deslizador familiar, aprovecha para
contarles la situación en la que están metidos. – La
policía solar no quiere que salgáis del planeta hasta que se
resuelva todo este embrollo, por suerte tenemos medios para
convencerles de lo contrario, y también para que todo este asunto no
salga a la luz en los medios de comunicación. En cuanto a tu robot,
Ulises, nosotros nos haremos cargo de las reparaciones y estará
listó a tiempo para el viaje. – Que bien– dice Ulises con un
tono algo desilusionado en el rostro. El resto del viaje los
ocupantes del vehículo permanecen callados, aunque Ulises y Minerva
se miran de vez en cuando de reojo. Cuando el deslizador para en el
edificio de Ulises y éste se dispone a bajar, Minerva le agarra del
brazo. – Ulises, te has portado bien– dice ella antes de darle
un beso en los labios que pilla a todos por sorpresa, incluyendo al
propio Ulises. El deslizador se aleja por la puerta del
aereoaparcamiento y Ulises se queda un rato con la mirada perdida y
con la mano todavía en los labios. – Me parece que hoy no voy a
poder pegar ojo en todo el día– murmura antes de dar media vuelta
y dirigirse hacia su
casa. * * * En
el Araña, cuatro hombres vestidos de negro y encerrados en una
habitación estanca, se quedan poco a poco sin aire. Su lenta agonía
es observada por la tripulación de la nave, y los cada vez más
débiles alaridos de dolor se escuchan a través del megáfono.
Dolores Zorrilla parece disfrutar viendo la lenta muerte de los que
fracasaron en su misión de capturar a Minerva. Cuando por fin los
hombres de la cámara mueren, Dolores se vuelve hacia su tripulación
con una leve sonrisa de satisfacción en los labios y comienza a dar
órdenes. – Luisa, abre la esclusa exterior para que esa chusma
salga al espacio. La compuerta exterior empieza a abrirse y los
cuerpos salen disparados hacia el espacio, de tal forma que antes de
terminar de abrirse la compuerta en la cámara no queda ni rastro de
los cuerpos. – Ya puedes cerrar la compuerta, y fija el rumbo
de intercepción con las naves que vengan de La Tierra, ya sabes cual
es la nave que nos interesa. – Sí capitana– contesta Luisa a
través del megáfono, mientras la compuerta exterior empieza
nuevamente a cerrarse. – Menos mal que tenemos un plan de reserva,
si no todo podría irse al garete. Por cierto Roger, fuiste tú el
que te encargaste de contratar a esos ineptos, ¿no es así? – Así
es capitana, es un error que no volverá a ocurrir– responde Roger
tragando saliva. – Eso espero. Pero aun así necesitas una
lección. Preséntate en mi camarote dentro de veinte minutos. –
Sí capitana.
Dibujo de Pedro Cano.
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