Tigre
informó a Dios, sobre las presencia de los supervivientes del
Cristóbal Colón en el planeta. De la sospecha de que se dirigían
hacia allí, propagando peligrosas leyendas y profecías entre los
habitantes del continente, sobre dioses que habían llegado del mar
para liberarlos de los demonios que los habían esclavizado.
- ¡Ah! ¡Ahora somos demonios! ¡Les traemos prosperidad y
ellos nos llaman demonios!
- He mandado buscarles y
capturarles, a ser posible vivos, si piensan que ellos pueden morir,
podrían pensar que nosotros también.
Dios hizo una extraña
mueca, como una sonrisa en su afilado pico de bíraro.
-
Bien pensado. Pero… por otro lado estaría bien que los vieran
morir a manos de otros de su misma especie. Encárgate personalmente
del asunto, que te acompañe Norma. Buscadlos y matadlos, si ellos
mueren, también morirá la esperanza de nuestros
“súbditos”.
Poco después, una nave aterrizaba cerca de la
ciudad portuaria desde donde se había dado la alarma de la llegada
de los náufragos, ante la estupefacción de los habitantes cercanos
al lugar se bajaron Tigre y Norma, que había llegado con el último
convoy espacial. Consigo, traían toda una tropa de soldados nativos,
muy fanáticos y dispuestos a seguirlos hasta la muerte. Con ellos
traían vehículos a motor para facilitarles el viaje por tierra.
Mandaron buscar guías y al nativo Grob, que era el que había visto
a esos dioses en un puerto al otro lado del océano. Tigre impuso
allí su ley de vileza y crueldad antes de partir siguiendo el rastro
de los supervivientes.
Transcurrieron
varios días desde que aquel nativo siguió a Fizo asta donde estaban
acampados y los náufragos espaciales habían decidido mantenerse
alejados de las zonas pobladas y viajar sobretodo de noche, pero a
veces las provisiones escaseaban y se hacía conveniente que el joven
nativo se acercara nuevamente a uno de esos pueblos para proveer a la
expedición. Al llegar al comino que conducía a la civilización,
tubo que esconderse entre los matorrales, al oír un extraño rugido,
como el de un animal que roncaba continuamente sin descanso, era la
primera vez que oía algo semejante y pronto comprobó que aquel
insólito ruido provenía de uno de aquellos carromatos, de los que
le habían hablado en alguna que otra ocasión, capaces de andar sin
que ninguna bestia tirara de ellos. Aquel curioso artefacto iba
seguido por soldados en sus grandes monturas y de carromatos esta vez
si que tirados por animales de cuatro patas, parecidos a los caballos
de la tierra, pero más grandes y con cuernos. Los carromatos, con
barrotes, portaban esclavos destinados a las minas que extraían el
preciado mineral que querían los dioses, dos de las jaulas portaban
nativos hombres y la tercera mujeres, todas jóvenes, cuyo destino
era satisfacer sexualmente a las tropas de fieles. Una vez pasó de
largo, Fizo siguió al convoy, pero manteniéndose a distancia y sin
salirse del bosque. La comitiva, llegó al anochecer al mismo pueblo
al que Fizo se dirigía, sabía que dadas las circunstancias, era
arriesgado entrar en el pueblo, así que después de espiar a sus
enemigos, decidió regresar con sus amigos humanos. Antes de
emprender el camino de vuelta, vio en la distancia, como dos de los
soldados, abría la jaula donde estaban las mujeres y cogían a una
de ellas, era muy joven, incluso más que el propio Fizo y muy bella
dentro de los estándares nativos. Los dos soldados, se adentraron en
el bosque, lejos de miradas indiscretas y muy cerca de donde Fizo
permanecía escondido, ya que temían las represalias de sus jefes si
les descubrían, puesto que tenían prohibido tocar la mercancía
hasta llegar a su destino. Aunque Fizo sabía muchos idiomas y
dialectos del planeta, gracias a su condición de viajero y
aventurero, le llamó especialmente la atención que la chica pidiera
piedad a los soldados en su mismo idioma. Mientras uno de los
soldados sujetaba a su victima de los brazos, el otro comenzaba a
desnudarla con la intención de violarla. Fizo cogió su afilado
cuchillo y se lanzó al ataque de sus enemigos, utilizando las
técnicas de combate humanas que le había enseñado Robert durante
su larga travesía marítima, eso y el factor sorpresa hizo que el
combate terminara enseguida.
- ¿Estas bien?- le pregunto a
la chica, que al ver que lo hacía en su propio dialecto, se lanzó
en los brazos de su salvador.
- ¡Gracias! Pero… te has puesto
en peligro, cuando nos cojan estaremos los dos perdidos.
-
Entonces será mejor que nos alejemos de aquí lo antes
posible.
Uno de los mandos del convoy notó la ausencia de los dos
soldados que debían estar de guardia y que encontraron poco después
muertos en el bosque. Por el recuento de esclavos, supieron que había
una esclava implicada y sospechaban de más individuos involucrados,
probablemente gente del pueblo. Los esclavos fueron interrogados y
todo el pueblo fue puesto patas arriba mientras un grupo de cinco
soldados, montados en sus monturas seguían la pista de los fugitivos
por el bosque. Aunque Fizo había aprendido a guiarse en la oscuridad
de la noche, por las estrellas, las prisas y las carreras hacían el
camino de vuelta al campamento muy confuso y a pesar de la ventaja
con la que habían salido, sus piernas corrían demasiado despacio en
comparación con las monturas de sus enemigos, que pronto les dieron
alcance. Uno de ellos disparó su arma de fuego al ver a las dos
figuras nativas, corriendo en la oscuridad, por suerte falló el
blanco.
- ¡No disparéis! ¡Preparad las redes! ¡Los quiero
vivos!- dijo el jefe de los perseguidores.
Los dos fugitivos
se separaron para dificultar su captura, pero sus piernas terminaron
cediendo y las redes cayeron sobre ellos, que quedaron atrapados. El
jefe de los soldados bajó de su montura, desenvaino su espada y
apoyando un pie sobre el pecho de Fizo, le colocó el filo de su arma
en el cuello.
- No se quien eres, ni por que has actuado
así, pero no tardarás en pagarlo.
En ese momento, la
oscuridad de la noche, se vio interrumpida por toda una serie de
silenciosos rayos, que salieron desde distintas partes del bosque,
matando a los soldados. El primero en caer fue el líder, que
amenazaba a Fizo con su espada. La confusión y el terror hicieron
que cayeran todos los demás sin ofrecer la más mínima resistencia
a sus misteriosos atacantes.
Ulises, Yumi y Robert, salieron de sus
escondites, empuñando sus fusiles espaciales dotados de visión
nocturna.
- ¡¿Se puede saber que a pasado?!- dijo Yumi
visiblemente enfadada.
Tanto Fizo, como la mujer nativa que lo
acompañaba se libraron de las redes que los mantenían atrapados y
la chica, aterrorizada ante la visión de aquellas extrañas y a
pesar de su escaso tamaño, poderosas criaturas, corrió a refugiarse
nuevamente en los brazos de Fizo. - Tranquila, son mis amigos,
han venido a liberarnos de los demonios que habitan estas tierras- le
dijo a la chica.
- ¡Fizo! Quien es la que te acompaña y
explícanos de una vez lo que ha pasado.
- Mi nombre es
Kira y estoy muy agradecida, nobles dioses- dijo Kira arrodillándose
ante los humanos.
- Está bien, levántate- dijo
Robert.
- ¿Estáis heridos?- preguntó Hugo.
- No, solo
cansados, si vamos al campamento os lo contaré todo- dijo
Fizo.
Después de reponer fuerzas delante de una cena
fría, Fizo pasó a relatarles lo ocurrido, cuando terminó los tres
terrícolas se pusieron ha debatir sobre la actuación que debían
llevar a cavo, los jefes de los que habían perseguido a Fizo,
enviarían a otra patrulla que pronto daría con ellos, por otro
lado, era evidente de que sus enemigos ya estaban al corriente de su
presencia allí y que ya les era imposible pasar inadvertidos y era
muy probable que si ignoraban tanto a los habitantes del pueblo, como
a los esclavos que llevaban los soldados, estos terminarían
sufriendo las consecuencias por la muerte de los
soldados.
Jotacé.
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