- El asalto al asteroide fue un desastre, todavía quedaba gente que podía haber desvelado cualquier cosa. Tuve que improvisar y eliminarlos como pude para que no los atraparan.
- ¿Qué hiciste qué? Probablemente eran simples proveedores y dudo mucho que supieran gran cosa. Aunque supongo que es mejor no correr riesgos. ¿Verdad? - Eso no es todo, por culpa de este maldito asunto sospecharon que podía haber un espía y casi me descubren, tuve que deshacerme del aparato de comunicación.
- ¿Y como lo lograste? En una nave como esa, debe ser un poco difícil esconder ciertos secretos si el resto de la tripulación sospecha algo de ti.
- Fácil, me aproveche del piloto que tratasteis de captar en Oceana para tener otro informador a mis espaldas en el Colón, lo inculpé a él.
- Estás loco, tarde o temprano se darán cuenta de su error.
- Bueno, la siguiente parte del plan habría sido intentar liquidarlo sin levantar sospechas, por suerte, se me adelantó y huyó en un caza, una oportunidad única para quitarlo de en medio, pero el cabrón es muy bueno a pesar de todo no creo que llegue muy lejos… tendréis que estar atentos cuando reaparezca y liquidarlo.
- Como sois los machos de esta organización, todo lo arregláis matando.
- Muerto el perro…
- ¿Y dices que es buen piloto?
- Casi tanto como yo.
- Después de lo del asteroide han quedado algunas vacantes, tal vez ahora esté más dispuesto a unirse a nosotros sin lavarle el cerebro.
- Lo veo un poco arriesgado.
- ¿Por qué? ¿Temes que sea una trampa? Si es así, lo liquidamos y en paz- dijo Norma empezando a desnudarse.
- ¿Qué haces?
- ¿Se te ocurre una forma mejor de pasar la noche?- preguntó ella sentándose en sus rodillas.
- La verdad es que no- contestó el besándola.
Las drogas empezaron a despertar a Hugo, mediante las agujas que había en el interior de la armadura estimularon los músculos y todo el proceso que tuvo que pasar antes del sueño se volvía a repetir pero a la inversa, al cavo de unas horas estuvo preparado para hacerse nuevamente con los mandos del caza y salir del hiperespacio. Aquel sistema solar, pertenecía a los bíraros, al menos los dos planetas que podían albergar vida tenían sendas colonias habitadas por aquellos seres, con un poco de suerte, conseguiría aterrizar cerca de alguna de ellas sin que detectaran el caza y de allí quizá conseguir pasaje en una nave civil que le llevara a Oceana. Con cautela empezó a aproximarse al planeta, pero unas interferencias y la voz de un bíraro traducida por el ordenador le pedía que se identificara, pronto salieron de uno de los satélites un escuadrón cazas bíraros.
- Está pilotando un caza de guerra humano en territorio bíraro, ríndase o será destruido.
Hugo sabía que después de su largo viaje, regresar al hiperespacio en su pequeño caza, sin haberse reabastecido, era un suicidio y que la única oportunidad que le quedaba era entregarse e inventar una buena historia.
- Vengo en son de paz de la nave estelar Neil Armstrong, hemos sufrido daños en el hiperespacio, la nave está perdida a la deriva y precisamos su ayuda.
- Está bien, siga a los cazas hasta el hangar en el satélite.
Hugo obedeció las instrucciones y siguió a los cazas. Una vez en la base bírara, le ofrecieron alimento y alojamiento mientras comprobaban su historia. A pesar de su brusquedad, los bíraros podían ser unos seres muy hospitalarios, el único problema era la estatura, el apenas tenía el tamaño de una cría, por otro lado pronto sabrían la verdad y aunque eran pocas las oportunidades que tenía de salir de allí, había que intentarlo. Su pequeña estatura le beneficiaría a la hora de escurrirse entre sus anfitriones. Entre sus cosas, llevaba un distorsionador, que como si de un vampiro se tratara, borraría su imagen de las cámaras, ya solo le quedaba llegar a algún transporte civil, que le llevara lejos de allí y casi consiguió meterse de polizón en una, pero sonó la alarma y un humano, por pequeño que fuera para los bíraros, seguía llamando la atención. Terminaron dando con él en un contenedor que estaba apunto de ser subido a una nave medio de carga medio de pasajeros.
Unas horas más tarde, Hugo estaba desnudo y colgado al revés de un techo de pequeñas rejillas cuadriculadas desde las que el bíraro que le interrogaba, podía pasearse también boca abajo, gracias a las poderosas garras que tenía por pies. En el suelo, también enrejillado como el techo un pequeño androide traductor, con forma similar a los bíraros, le transmitía las preguntas de su torturador.
- Nos ha mentido, su verdadero nombre es Hugo Cortes, es piloto en el Cristóbal Colón y sus antiguos jefes lo buscan por espionaje…- dijo el amenazante bíraro.
- Si, eso ya lo se- contestó Hugo irónico.
- La cuestión es ¿Qué estas buscando en una de nuestras colonias? ¿Tienes algún contacto con los que te enviaron a espiar a los tuyos?
- Que se me acuse de espionaje no significa que lo sea. Esta colonia me pillaba cerca.
- ¿Sabes pequeño humano? Aparecer aquí en un caza de guerra, no dice nada bueno en tu favor. Será mejor que empieces a contarnos la verdad y nos ahorres a nosotros tiempo y a ti sufrimiento.
- Entonces la verdad te va a decepcionar, por que te la acabo de contar.
Las horas de tortura se le hicieron eternas, pero sabía que los suyos lo querían vivo y que su torturador tenía ordenes de ocasionarle las mínimas lesiones, para poderlo entregar intacto. A partir de ahí le quedaban dos alternativas, contar la verdadera naturaleza de su misión, pero sabía que ellos nunca creerían y que por otro lado los suyos desmentirían, o bien resistir estoicamente la tortura y esperar una nueva oportunidad para huir. Jotacé.
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