Mientras regresaba a su
casa, o mejor dicho a la de sus padres, el móvil de Jota empezó a
sonar en su bolsillo. Seguramente alguien que se equivocaba de
número, nadie solía llamarlo y menos a esas horas de la madrugada,
lo dejó sonar sin darle mayor importancia, hasta que saltó el buzón
de voz, pasados unos segundos, el desconocido volvió a intentarlo
por segunda vez e insistió una tercera, haciéndole parar por fin
el coche en doble fila buscó el teléfono en su bolsillo, pero
cuando por fin logro cogerlo las llamadas cesaron. En la pantalla
estaba impreso el nombre de Dani. Esperó unos minutos haber si su
amigo volvía a llamar, pero el móvil permaneció en silencio, dudó
entre dejarlo pasar y reanudar su camino o llamar él mismo a su
amigo. Finalmente la curiosidad pudo más y decidió llamar, pero el
teléfono de Daniel comunicaba, colgó dejando el móvil en el
asiento de al lado, arrancó el coche que apenas tuvo tiempo de andar
unos metros, cuando volvió a sonar el teléfono, dio un frenazo y lo
cogió nuevamente.
- ¡Qué! - Jota, soy yo,
Dani…
- Ya lo se. ¡¿Qué pasa?!
- Es mi abuela…
ha muerto.
Los dos amigos permanecieron en silencio unos
segundos.
- ¿Estás… estas seguro?- preguntó Jota
desconcertado.
- Bastante. Ella… se ha ahorcado en la lámpara.
- Está bien voy para allá. ¿Has llamado a la poli?
-
Pues… es que no se el número.
- Está bien ahora voy- dijo
colgándole a su amigo.
Antes de seguir camino, volvió a llamar,
esta vez a emergencias.
Aquel día apenas durmió, llegó a casa de
su amigo poco antes que la policía y la ambulancia. Daniel estaba
sentado en la mesa, con los ojos rojos y sin apenas poder hablar.
Cuando por fin amaneció, Jota tuvo que llamar a su casa para
decirles lo que había ocurrido. Su padre fue a acompañarlos a la
comisaría donde tuvieron que contar lo ocurrido. Durante todo
el día siguiente, todo fueron declaraciones a la policía, tanto de
vecinos, como de los amigos con los que habían pasado la noche.
Aunque estaba bastante claro que había sido un suicidio, tenían que
asegurarse. Daniel también llamó a los padres de su
amigo Santi, con los que la doña Carmen había mantenido buena
relación en vida. Ya había intentado hablar con ellos la madrugada
anterior, cuando veía que Jota ignoraba sus llamadas, ellos tampoco
le habían contestado y al ver la llamada perdida de su amigo y
llamarlo esta vez con éxito, se olvidó por completo de ellos.
Daniel, pasó la noche siguiente en la casa de Jota y sus padres,
mientras la familia de Santi, que era muy religiosa, se ocupaba de
los preparativos para el funeral de la señora Carmen.
Aquel
lunes, aunque el sol permanecía oculto bajo una espesa capa de
nubes, el calor era sofocante. Ni Daniel, ni Jota que era lo más
parecido a una familia que tenía, fueron a trabajar aquel día.
Ya que Daniel apenas carecía de amigos propios, más allá de
aquel simplón y mojigato de Santiago, Jota le agradeció a Paco, que
avisara a los colegas que les habían acompañado la noche del
sábado. La madre de Santi vio con malos ojos que en el tanatorio,
que Esther cogiera a Daniel de la mano y se lo llevara a un rincón a
hablar sin nadie delante y auque por aquella vez, decidió morderse
la lengua, pensó que alguien debía decirle algo a aquella
desvergonzada, así que cogió a Jota y se lo hizo saber.
- He
visto como esa amiga tuya pelirroja se llevaba a Daniel a un rincón-
Jota miró a la mujer extrañado.
- Alguien debería decirle a esa…
esa amiga vuestra, que esto no es una de esas discotecas ni lugar de
ligoteo al que os gusta ir a los jóvenes.
- Dudo mucho que
se trate de eso señora y agradecería que dejara a mis amigos en paz
y se metiera en sus asuntos.
- ¡Pero será…!- exclamó la
mujer escandalizada, en ese momento apareció la madre de Jota al
rescate.
- ¿Ocurre algo? Jota hizo las presentaciones
oportunas y mientras la madre de Santi le expuso sus quejas a la de
Jota, esta se la llevó aparte con mucha diplomacia para distraer su
atención y tranquilizarla. Entre tanto, en un rincón
apartado del patio del tanatorio, Esther hablaba con Daniel sin
testigos incómodos.
- Quería pedirte perdón por lo del
sábado.
- ¿Qué quieres decir?
- bueno, si no te
hubiera obligado a venir con nosotros…
- En realidad, me lo pasé
muy bien, asta que… asta que te fuiste con aquel chico… Luego la
cosa fue de mal en peor y bueno… ya sabes como terminó la noche.
- Enrique no es más que un amigo, hacía mucho que no lo
veía, él y yo no tenemos nada, de verdad. Siento haberte dejado
tirado- Daniel se la quedó mirando sin poder apartar los ojos de
ella, pero sin atreverse a nada más, fue Esther la que se lanzó y
le dio un beso en los labios-…Y siento lo de tu abuela.
Esther se
apartó de él y regresó con los demás, cuando la madre de Santiago
la vio, se la quedó mirando con antipatía.
Pronto le comunicaron a
Daniel que iban a trasladar a su abuela primero a la capilla, donde
se le daría una misa y luego al cementerio, donde sería finalmente
enterrada. Doña Carmen había sido una persona, que a la mayoría
de la gente tendía a causar cierta indiferencia, siempre y cuando
estuvieran cerca de ella durante poco tiempo, ya que su sola
presencia podía causar una sensación de angustia y de agotamiento,
aún así al cementerio acudieron, los vecinos más viejos del
edificio, también fue la gente de la iglesia de la que la mujer fue
fiel feligresa durante toda su vida, a la mayoría de toda aquella
gente, Daniel los conocía tan solo de vista a pesar de que todos
parecían intentar llamar su atención con la confianza de quien
tratas a diario. Los amigos de Jota se despidieron de ellos para irse
a sus casas o tal vez a tomar ir a tomar algo, cosa que él mismo
habría querido hacer, pero al ser el amigo más próximo de Daniel,
se sintió en la obligación de acompañarlo en todo momento. Esther
fue la única que le preguntó si podía acompañarlo también y dado
que los padres de este, también habían decidido marcharse, él
accedió agradecido. Al finalizar el entierro, los padres de
Santiago se acercaron junto con su hijo a Daniel.
- No se
que pudo pasarle por la cabeza a una mujer tan religiosa como tu
abuela, el suicidio es un pecado mortal. De todas maneras hemos
decidido pagarle una misa la próxima semana y nos gustaría que
vinieras a pasar unos días con nosotros, no es bueno que estés solo
después de todo esto.
- Se lo agradezco señora, eso y todo lo
demás, ustedes se han portado muy bien con migo estos días, pero…
mi amigo Jota y yo trabajamos en el mismo sitio y… bueno esta
semana la pasaré en su casa, al menos asta saber lo que voy a
hacer. La mujer le lanzó una mirada asesina a Jota, que
parecía estarle quitando el merito.
- Como quieras- dijo
seca dándole la espalda sin más. Cuando todo terminó, Daniel se
marchó con Jota y con Esther, dejaron a la chica en su casa, que
antes de bajar del coche le pasó su teléfono. - Llámame, para
tomar un café o para lo que quieras. Jota apunto algo en un
papel y se lo dio a ella.
- Esther, llámalo tú, él es muy
tímido y no se atreverá, aunque se muera de ganas… además le
conviene tener una amiga como tú- dijo sonriendo
socarrón.
- Eres un cabrón- susurro su
amigo.
Jotacé.
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