lunes, 6 de mayo de 2013

(M.N. 04) EL FUNERAL


Mientras regresaba a su casa, o mejor dicho a la de sus padres, el móvil de Jota empezó a sonar en su bolsillo. Seguramente alguien que se equivocaba de número, nadie solía llamarlo y menos a esas horas de la madrugada, lo dejó sonar sin darle mayor importancia, hasta que saltó el buzón de voz, pasados unos segundos, el desconocido volvió a intentarlo por segunda vez e insistió una tercera, haciéndole parar por fin el coche en doble fila buscó el teléfono en su bolsillo, pero cuando por fin logro cogerlo las llamadas cesaron. En la pantalla estaba impreso el nombre de Dani. Esperó unos minutos haber si su amigo volvía a llamar, pero el móvil permaneció en silencio, dudó entre dejarlo pasar y reanudar su camino o llamar él mismo a su amigo. Finalmente la curiosidad pudo más y decidió llamar, pero el teléfono de Daniel comunicaba, colgó dejando el móvil en el asiento de al lado, arrancó el coche que apenas tuvo tiempo de andar unos metros, cuando volvió a sonar el teléfono, dio un frenazo y lo cogió nuevamente.
 - ¡Qué! - Jota, soy yo, Dani…
 - Ya lo se. ¡¿Qué pasa?!
 - Es mi abuela… ha muerto.
 Los dos amigos permanecieron en silencio unos segundos.
 - ¿Estás… estas seguro?- preguntó Jota desconcertado.
 - Bastante. Ella… se ha ahorcado en la lámpara. - Está bien voy para allá. ¿Has llamado a la poli?
 - Pues… es que no se el número.
 - Está bien ahora voy- dijo colgándole a su amigo.
 Antes de seguir camino, volvió a llamar, esta vez a emergencias.
 Aquel día apenas durmió, llegó a casa de su amigo poco antes que la policía y la ambulancia. Daniel estaba sentado en la mesa, con los ojos rojos y sin apenas poder hablar. Cuando por fin amaneció, Jota tuvo que llamar a su casa para decirles lo que había ocurrido. Su padre fue a acompañarlos a la comisaría donde tuvieron que contar lo ocurrido. Durante todo el día siguiente, todo fueron declaraciones a la policía, tanto de vecinos, como de los amigos con los que habían pasado la noche. Aunque estaba bastante claro que había sido un suicidio, tenían que asegurarse. Daniel también llamó a los padres de su amigo Santi, con los que la doña Carmen había mantenido buena relación en vida. Ya había intentado hablar con ellos la madrugada anterior, cuando veía que Jota ignoraba sus llamadas, ellos tampoco le habían contestado y al ver la llamada perdida de su amigo y llamarlo esta vez con éxito, se olvidó por completo de ellos. Daniel, pasó la noche siguiente en la casa de Jota y sus padres, mientras la familia de Santi, que era muy religiosa, se ocupaba de los preparativos para el funeral de la señora Carmen.

 Aquel lunes, aunque el sol permanecía oculto bajo una espesa capa de nubes, el calor era sofocante. Ni Daniel, ni Jota que era lo más parecido a una familia que tenía, fueron a trabajar aquel día. Ya que Daniel apenas carecía de amigos propios, más allá de aquel simplón y mojigato de Santiago, Jota le agradeció a Paco, que avisara a los colegas que les habían acompañado la noche del sábado. La madre de Santi vio con malos ojos que en el tanatorio, que Esther cogiera a Daniel de la mano y se lo llevara a un rincón a hablar sin nadie delante y auque por aquella vez, decidió morderse la lengua, pensó que alguien debía decirle algo a aquella desvergonzada, así que cogió a Jota y se lo hizo saber. 
 - He visto como esa amiga tuya pelirroja se llevaba a Daniel a un rincón- Jota miró a la mujer extrañado.
- Alguien debería decirle a esa… esa amiga vuestra, que esto no es una de esas discotecas ni lugar de ligoteo al que os gusta ir a los jóvenes. 
 - Dudo mucho que se trate de eso señora y agradecería que dejara a mis amigos en paz y se metiera en sus asuntos.
 - ¡Pero será…!- exclamó la mujer escandalizada, en ese momento apareció la madre de Jota al rescate.
- ¿Ocurre algo? Jota hizo las presentaciones oportunas y mientras la madre de Santi le expuso sus quejas a la de Jota, esta se la llevó aparte con mucha diplomacia para distraer su atención y tranquilizarla. Entre tanto, en un rincón apartado del patio del tanatorio, Esther hablaba con Daniel sin testigos incómodos.
 - Quería pedirte perdón por lo del sábado.
 - ¿Qué quieres decir?
 - bueno, si no te hubiera obligado a venir con nosotros…
 - En realidad, me lo pasé muy bien, asta que… asta que te fuiste con aquel chico… Luego la cosa fue de mal en peor y bueno… ya sabes como terminó la noche. 
 - Enrique no es más que un amigo, hacía mucho que no lo veía, él y yo no tenemos nada, de verdad. Siento haberte dejado tirado- Daniel se la quedó mirando sin poder apartar los ojos de ella, pero sin atreverse a nada más, fue Esther la que se lanzó y le dio un beso en los labios-…Y siento lo de tu abuela.
 Esther se apartó de él y regresó con los demás, cuando la madre de Santiago la vio, se la quedó mirando con antipatía. 
Pronto le comunicaron a Daniel que iban a trasladar a su abuela primero a la capilla, donde se le daría una misa y luego al cementerio, donde sería finalmente enterrada. Doña Carmen había sido una persona, que a la mayoría de la gente tendía a causar cierta indiferencia, siempre y cuando estuvieran cerca de ella durante poco tiempo, ya que su sola presencia podía causar una sensación de angustia y de agotamiento, aún así al cementerio acudieron, los vecinos más viejos del edificio, también fue la gente de la iglesia de la que la mujer fue fiel feligresa durante toda su vida, a la mayoría de toda aquella gente, Daniel los conocía tan solo de vista a pesar de que todos parecían intentar llamar su atención con la confianza de quien tratas a diario. Los amigos de Jota se despidieron de ellos para irse a sus casas o tal vez a tomar ir a tomar algo, cosa que él mismo habría querido hacer, pero al ser el amigo más próximo de Daniel, se sintió en la obligación de acompañarlo en todo momento. Esther fue la única que le preguntó si podía acompañarlo también y dado que los padres de este, también habían decidido marcharse, él accedió agradecido. Al finalizar el entierro, los padres de Santiago se acercaron junto con su hijo a Daniel.
 - No se que pudo pasarle por la cabeza a una mujer tan religiosa como tu abuela, el suicidio es un pecado mortal. De todas maneras hemos decidido pagarle una misa la próxima semana y nos gustaría que vinieras a pasar unos días con nosotros, no es bueno que estés solo después de todo esto.
 - Se lo agradezco señora, eso y todo lo demás, ustedes se han portado muy bien con migo estos días, pero… mi amigo Jota y yo trabajamos en el mismo sitio y… bueno esta semana la pasaré en su casa, al menos asta saber lo que voy a hacer. La mujer le lanzó una mirada asesina a Jota, que parecía estarle quitando el merito. 
 - Como quieras- dijo seca dándole la espalda sin más. Cuando todo terminó, Daniel se marchó con Jota y con Esther, dejaron a la chica en su casa, que antes de bajar del coche le pasó su teléfono. - Llámame, para tomar un café o para lo que quieras. Jota apunto algo en un papel y se lo dio a ella.
 - Esther, llámalo tú, él es muy tímido y no se atreverá, aunque se muera de ganas… además le conviene tener una amiga como tú- dijo sonriendo socarrón.
 - Eres un cabrón- susurro su amigo.


 Jotacé.

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