lunes, 13 de enero de 2014

(M.N. 22) PENUMBRAS

Los negros nubarrones cubrían el cielo anunciando una tormenta que se hacía esperar y que sumía al día en una oscuridad más propia del anochecer. Tras su ropa negra con un velo que le cubría el rostro, Doña Carmen observaba a todos los asistentes, que ya entraban en la iglesia para la ceremonia religiosa de lo que los medios de comunicación desplazados al lugar para la ocasión, denominaban “violencia doméstica”. Entre los últimos en llegar vio al amigo de su nieto acompañado de aquella especie de bruja, capaz de hacerla huir tan solo con su presencia y que podía hacer fallar sus planes, por suerte ya había tomado medidas para poder alejarla el tiempo suficiente, solo esperaba que surtieran efecto lo antes posible. Cuando Jota y Diana entraron en la iglesia, los rostros de algunos de los vecinos del edificio se giraron hacia ellos, miradas de recelo que para Diana eran la confirmación de que alguien más estaba allí cerca y que la hizo salir precipitadamente de la iglesia, sabiendo que su enemiga estaba cerca, Jota fue tras ella intrigado por aquella repentina reacción.
 - ¡¿Qué pasa?!
 - Es ella… el vampiro, está aquí cerca, observándonos- dijo Diana buscando desde la puerta del templo a cualquier sombra esquiva, escondida detrás alguna esquina. 
Ya era tarde y aquel ser, conectado con las mentes de muchos de los asistentes y alertada por estos, se había escondido a tiempo en el interior de un coche perteneciente a uno de ellos. En ese momento el móvil de Diana sonó estrepitosamente, casi sobresaltándolos. 
 - ¡Qué!- contesto un tanto alterada.
 - Ha aparecido otro, al otro lado de la frontera- contestó una voz.
 - ¡¿No puedes ocuparte tú?! ¡Ahora estoy ocupada!
 - ¡No lo creo! Este, esta atacando a los habitantes de un pueblo con especial virulencia, podría ser de los grandes, necesitaré ayuda antes de que sea tarde… Además no nos llevará mucho tiempo.
 - ¡Está bien dame la dirección y estaré allí en cuanto pueda! Su interlocutor le pasó una dirección, que ella no tardó demasiado en memorizar. 
 - ¿Qué ocurre?- dijo Jota intrigado. 
 - He de irme, pero no tardaré en volver. Mantente alejado de tus vecinos y de tú piso. Presiento que está relacionado y que me quieren alejar de aquí, pero no tengo más remedio que acudir. 
 - ¿Y que hay de Daniel? 
 - ¡Cuando vuelva nos ocuparemos de eso! Aléjate de aquí…- contesto Diana- ¿Sabes que? No me fío de ti, además, puedes serme útil. ¡Vamos! ¡Te contaré lo que ocurre por el camino! 
Desde su escondite, doña Carmen había oído la conversación y si hubiera poseído de sentimientos habría sonreído. 


 La insistente musiquilla del móvil de Daniel, terminó por fin de sacarlo de su pesado sueño o mejor dicho pesadilla. Estaba casi a oscuras, solo, desorientado y le costaba horrores mantener los ojos abiertos. Se incorporó pesadamente y buscó el aparato encima de la mesita de noche, en la pantalla apareció el nombre de la persona que lo llamaba. 
 - ¡Esther! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué hora es?!- dijo frotándose las legañas. 
 - Dani cariño, estoy en tu casa, por favor ven a buscarme. 
 - ¡¿En mi casa?! ¡No se que haces ahí pero por favor, vete! 
 - ¡No puedo, me tienen retenida! Por favor ven a buscarme… sácame de aquí…- dijo Esther con voz temblorosa antes de que la llamada se cortara. 
 A Daniel se le formó un nudo en la garganta, miró con bastante frustración el aparato, para su sorpresa el reloj marcaba las doce del medio día pasadas y lo que era peor, tenía un montón de llamadas perdidas de Jota, la cual cosa había dejado al aparato casi sin batería. Llamó a su amigo, para que lo acompañara, después de aquella llamada estaba realmente muerto de miedo. 
 - ¡Daniel, por fin! ¡¿Estáis bien?!- contestó su amigo. 
 - ¡Si tranquilo, pero escucha, necesito tú ayuda! ¡Hemos de ir al piso lo antes posible y no me atrevo a ir solo!- el móvil permaneció en silencio- ¡¿Jota?! ¡¿Me escuchas?! 
 Silencio, miró la pantalla del pequeño aparato que se había vuelto oscura, le dio a un tecla cualquiera, pero era inútil, se había quedado sin batería. Llevado por un ataque de ira e impotencia lo arrojó con rabia contra la pared, sintiendo como las lágrimas se le escapaban por los ojos. 


 En un coche camino de la frontera, las últimas palabras que Jota había oído de su amigo eran “¡Si tranquilo, pe…!” el móvil se había quedado en silencio antes de que Daniel terminara la frase, intentó volver a llamar pero nuevamente como había ocurrido con el teléfono de Esther, una voz le anunció que el número al llamaba no estaba disponible en ese momento. 
 - Era Daniel, parece que está bien, pero creo que iba a decirme algo cuando se ha cortado. 
 - ¿Y Esther?- preguntó Diana mientras conducía el coche. 
 Jota probó llamar nuevamente a la chica, pero el resultado era el de siempre, aparado o fuera de cobertura. 
 - Nada, sigue igual- contestó con un suspiro. 
 - Está bien cuando terminemos con lo de Francia, volveremos a tu piso, quiero resolver todo este asunto cuanto antes.


Daniel se dirigió al piso con el corazón latiéndole a cien por hora, se sentía cansado y confuso, encima había roto el móvil, pero aún teniéndolo entero, ¿A quién habría podido llamar, a la policía? ¿Y qué les habría contado, que su abuela muerta había secuestrado a su chica en su propio piso? Por unos instantes un relámpago lejano iluminó aquel oscuro cielo de negros nubarrones. Cuando por fin llegó al piso, se encontró con que la puerta principal estaba entreabierta, aunque el interior permanecía en penumbra y ninguna de las luces parecía funcionar, una fuerte ráfaga de viento cerró la puerta tras él, que se sobresaltó por un momento. Aún desconociendo la experiencia que su amigo Jota había tenido el día anterior, desconfiaba del ascensor, así que a pesar de la escasa luz, subió a tientas por las escaleras hasta su piso, como le ocurrió antes, la puerta también estaba abierta y las luces seguían sin funcionar, entró despacio e intentando hacer el menor ruido posible, como si temiera interrumpir el sueño de bebe que durmiera en la casa. 
 - ¡Esther! ¡¿Esther, estás aquí?!- dijo casi con un susurro La escasa luz que entraba por la ventana de la cocina, alumbraba directamente un papel enganchado con un imán en la nevera, en el que reconoció la letra grande y clara de Esther: 

“Estoy en el trastero. Esther.” 

Sin pensárselo dos veces bajo las escaleras, parecía que el corazón se le iba a salir del pecho de lo acelerado que lo tenía, al pasar nuevamente por la puerta del recibidor, estuvo tentado a salir de allí corriendo. 
 - ¡Dani! ¡¿Estás ahí?!- dijo la voz de Esther proveniente de las escaleras que llevaban al parking y los trasteros del edificio. 
 - ¡Si! ¡¿Dónde estas?!- contestó con la voz ronca. 
 - ¡Aquí abajo! ¡Por favor, ven a buscarme! Al bajar las escaleras, vio que la temblorosa luz de una vela alumbraba el pasillo que daba a los trasteros, entró en dicho pasillo y la puerta que daba acceso a el, dio un tremendo portazo. Intentó forcejear, pero la puerta estaba totalmente atrancada. 
 - ¡¿Dani?! 
 - ¿Si? 
 - Ven. 
 La voz de Esther lo llamaba desde el trastero que estaba al final pasillo, con la puerta abierta y del que salía la tenue luz. Avanzó despacio y se asomó al interior de la pequeña estancia, que para su sorpresa estaba amueblada con algunos de los muebles que habían pertenecido a su abuela, en un rincón había un enorme ataúd de madera y junto a él estaban Esther con ojos fijos y vidriosos y su difunta abuela. 
 - ¿No querías presentarme a tu amiguita?- dijo doña Carmen. 
 Antes de que pudiera retroceder aterrorizado, sintió como alguien lo empujaba al interior y la puerta de la pequeña y claustrofóbica estancia se cerró nuevamente tras él. 


 Jotacé.

2 comentarios:

  1. Que personaje tan tenebroso. Por suerte, tal vez pueda hacer algo Diana. Tan especial que es temida, tanto como para planear algo para distraerla. Jota estará más seguro en su compañía que en su vecindario.

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