lunes, 24 de febrero de 2014

(M.N. 25) SOMETIDOS

Doña Carmen desapareció del trastero a la vez que se apagó la luz de la vela, tanto Daniel como Esther seguían sintiéndola paralizando sus mentes de puro terror. A tientas consiguieron encontrarse y abrazarse.                                                    
- De… de alguna manera me tiene controlada. Aunque ahora su poder es menor- dijo Esther con lágrimas en los ojos.                                                                     
- ¡Lo sé! ¡Tenemos que salir de aquí y alejarnos de ella, al menos tú! después de todo es a mí a quien quiere.                                                                                  
- ¡Los dos! Tenemos que irnos los dos.                                                                        
Esther cogió con las dos manos la cabeza de Dani y la guió hasta sus labios fundiéndose en un húmedo y largo beso. A tientas buscaron la puerta de chapa del trastero en apariencia parecía poco resistente, pero eso era antes de que la reforzaran; sin contar con la oscuridad total que allí reinaba impidiéndoles buscar cualquier cosa que pudiera servirles de herramientas. Golpearon la chapa inútilmente, rebotando y cayendo de bruces al duro suelo.                        
- ¿Estás bien?- preguntó Daniel.                                                                                       
- Sí, un poco dolorida pero bien ¿Y tú?                                                                                  
- Igual.                                                                                                                                 
Se levantaron como pudieron y golpearon la puerta gritando y pidiendo ayuda pero todo fue inútil, finalmente terminaron sentados en el suelo abrazados el uno al otro sin agua ni comida, esperando a que pasaran aquellas horas de interminable angustia.                                      
Los únicos tal vez capaces de sacarlos de aquella situación, se alejaban  en aquellos momentos camino de la frontera. Jota se quedó más tranquilo después de hablar con Daniel, justo antes de quedarse sin batería e ir en busca de Esther.                                               
Pasaron las horas, en el exterior la oscuridad de la noche lo inundaba todo y doña Carmen tomaba nuevamente con más fuerza el control de sus mentes. Pasaron algunas horas más y la tenue luz de las velas volvió a encenderse como por arte de magia, horrorizados ante la presencia de aquellos seres, antes personas normales, ahora una extensión más de doña Carmen como un brazo o una pierna pero con necesidades propias, sedientos de probar la sangre de los prisioneros. Cuerpos aún con los recuerdos de las personas que fueron en vida, la de Sofía o la del matrimonio enterrado aquella misma mañana, carentes de un alma propia acudían a la llamada de su dueña que nunca poseyó un alma propia, nunca la necesitó.      
Sin necesidad de palabras, la anciana hizo levantar a los dos amantes, Esther se situó a un rincón del trastero mientras la mujer cogía por los hombros a Daniel dirigiéndolo a una de las polvorientas cajas donde había un papel en blanco junto a un bolígrafo con los que Daniel escribió sin ser consciente de que el significado de esas palabras mentalmente dictadas por la perversa mente de doña Carmen, formaban una nota de suicidio y por lo tanto su sentencia de muerte. La puerta del trastero se abrió, el pasillo al igual que el trastero y el resto del edificio estaban iluminados por la tenue luz de las velas; los recientes difuntos guiaron a los dos humanos hasta el ascensor, subiendo directamente a la planta donde estaba el piso de Daniel y Jota; la puerta abierta y conducido siempre por su difunta abuela, Daniel fue a la cocina, cogió el cuchillo más afilado y de allí al cuarto de baño, donde se desnudó por completo, el agua caliente ya salía de la ducha. La anciana se inclinó sobre el moratón que su nieto tenía en el cuello producido por su visita anterior y empezó a lamer ávidamente durante unos minutos; cuando terminó unas gotas de sangre bajaron por su cuello hasta el pecho; la mujer empujó suavemente a su nieto al interior del humeante plato de ducha, este con la mirada siempre perdida se abrió las muñecas con el cuchillo dejando escapar borbotones de sangre, primero una, luego la otra, los tres vampiros menores se abalanzaron sobre él lamiéndole y succionándole la sangre que caía de sus brazos; tal horror sacó a Esther del dominio mental bajo el cual estaba sometida y gritó como nunca antes lo había hecho para caer desmayada en el suelo. También el cuerpo de Daniel se derrumbó sobre el plato de ducha. La horrible anciana se inclinó sobre el cuerpo de la joven y abriéndose una herida con una negruzca uña en la muñeca, dejó caer unas gotas de su sangre sobre la boca de la chica.                                                                                                                                 
- ¡Vamos, despierta perezosa! ¡Todavía no he terminado contigo!                         
Inconsciente, la voluntad de Esther estaba totalmente a merced de la anciana, se levantó, cogió el móvil y llamó a urgencias.                                                    
- ¡Por favor vengan rápido! ¡Mi novio se está desangrando en la ducha!- su voz sonaba histérica, como la anciana le decía en su mente sin voluntad que debía sonar.                                                                                                                                         
Cuando llegó el equipo de emergencias a Daniel todavía le quedaba un hilo de vida. La policía entrevistó a los vecinos aunque era doña Carmen quién hablaba a través de ellos con distintas voces, contando siempre la misma versión de los hechos similar a la de Esther. Después de pasar el día juntos fueron a casa de Daniel y durmieron juntos, pero en un momento determinado de la noche ella despertó sola en el dormitorio, cuando fue a ver dónde estaba se lo encontró en la ducha con las venas abiertas, sin sentido; aquel dantesco espectáculo le hizo desmallarse unos minutos, cuando despertó llamó primero a emergencias saliendo luego del piso para pedir ayuda desesperadamente a los vecinos.                                                        
- ¿Y el compañero de piso de tu novio?- preguntó una mujer policía                        
- No lo sé, creo que está con una amiga suya que conoció hace poco.                
- Será mejor que alguien le informe de lo ocurrido, si quieres podemos hacerlo nosotros.         
- No será necesario, creo que yo podré hacerlo, gracias- contestó Esther con lágrimas en los ojos.                                                                                                
Ella era consciente de los acontecimientos que se desarrollaban a su alrededor, impotente sus ojos enrojecidos por la pena y desesperación pedían descorazonadamente ayuda a quien supiera ver más allá de los hechos aparentemente ocurridos.                                                                                                                                                                                                                                       
Jotacé.

2 comentarios:

  1. El terror está en el hecho de que quienes pueden enfrentar al peligro está demasiado lejos.
    Bien logrado. Pero el parrafo final tiene una cierta ambigüedad. No está del todo claro quien es ella.
    Creo que queda mejor si se dice que es Esther. (Si es que entendí bien). Le da más fuerza.

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  2. Puede que tengas razón, miraré de cambiarlo. Ese es el tipo de comentarios que me gustan participativos. Muchas gracias.

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