Casandra, Julia y Damián participaron en la expedición en la que fue encontrado Arturo, fue su aparición en la boca del metro, justo cuando estaban apunto de salir a la superficie, por la que se interrumpió, haciéndoles dar media vuelta para poner a aquel hombre a salvo. Según los últimos informes a los que tuvieron acceso, sacados gracias a las cámaras de vídeo exteriores, aquellos túneles ahora estaban invadidos por tribus mutantes, que viendo desaparecer por allí al superviviente, ahora recorrían los túneles sin importarles toda la peligrosa fauna de animales mutantes predominantes, desde felinos, de afiladas garras y peores dientes, enormes perros de finísimo olfato y terribles mandíbulas a otras criaturas, tanto insectos, como animales exóticos cuyos abuelos fueron abandonados en las alcantarillas y ahora se habían integrado a la fauna del lugar, pero sin duda alguna las dos especies más peligrosas para los supervivientes que se atrevieran a adentrarse por allí eran los humanoides y las manadas de enormes ratas, gigantescas y hambrientas, moviéndose en manadas como pirañas dispuestas a devorar todo lo que se encontraran a su paso y aunque los expedicionarios llevaran armas con las que enfrentarse a esos peligros, decidieron salir por un lugar más alejado de su objetivo y tal vez menos peligroso. Aún así, aquella ruta les resultaba completamente desconocida y a pie podría llevarles mucho más de veinticuatro horas. Para el consejo aquella expedición además de ser de rescate, era una oportunidad para catalogar y explorar una parte de la superficie casi desconocida, donde tal vez pudieran encontrar objetos que les sirvieran para algo en la ciudad subterránea. Una vez tuvieron el visto bueno del consejo, los expedicionarios se despidieron de sus familiares y cogiendo los medios de transporte públicos de las plantas inferiores, se trasladaron al otro lado de la ciudad que era mucho más grande de lo imaginado por Arturo.
Se instalaron en dos apartamentos vacíos,
cerca de las puertas al exterior y durante los días siguientes se
dispusieron a reunir todo el material para la expedición, alimentos,
armas, trajes especiales, bombonas de oxígeno extra e incluso
refugios portátiles por si el viaje se alargaba más de la cuenta.
- Comprendo la necesidad de salir por otro sitio, ¿pero como
llevaremos todo este material a pie?- preguntó Arturo.
- Ya lo
veras. Ahora será mejor que vallamos a dormir, mañana saldremos muy
temprano- respondió Casandra dándole una palmada en la espalda.
Los trajes especiales eran muy distintos al que llevaba
Arturo cuando llegó allí, se ajustaban al cuerpo como una segunda
piel, tenían un aparato que se ajustaba al pene de los hombre y a la
vagina de las mujeres para recoger los fluidos líquidos y volverlos
nuevamente bebibles, muy al contrario de lo que pensaba Arturo, los
cascos, llevaban un filtro especial para hacer respirable el aire del
exterior, sin necesidad de las aparatosas bombonas de oxígeno.
Entraron con todo el material en la sala especial donde cerraron
la puerta, cruzaron un pasillo hasta un ascensor que ascendió a un
bunker en la superficie, inaccesible para los peligros que acechaban
en el exterior, donde varios vehículos todo terreno esperaban a ser
utilizados por los expedicionarios. Cerrados herméticamente, Cesar y
Casandra habituales en ese tipo de expediciones, los llamaban
refugios móviles. Fuera del bunker les esperaba toda una nueva fauna
y flora, invasora, adaptada a la nueva situación que sufría el
planeta desde hacía ya casi veinte
años.
Jotacé.
Parece que no quedó mi comentario.
ResponderEliminarHay que ser muy valiente para dejar una sociedad eutópica para hacer una expedición, afrontando semejantes riesgos.
Hay gente que habiéndose criado en esta sociedad del bienestar en la que se supone que vivimos, decide arriesgar su vida yendo a zonas de conflicto para ayudar a los demás. Además esta sociedad, aunque sea mejor no es perfecta y sus habitantes lo saben. Por eso a veces arriesgan su vida para mejorarla.
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