Nada
más salir del ascensor, las puertas del mismo se cerraron y este por
seguridad volvió a bajar a su sitio hasta el regreso de los
expedicionarios. Metieron el material en el vehículo, una especie de
tanqueta todo terreno con armas incluidas; la cabina del vehículo se
podía aislar del resto y las puertas del mismo solo se abrían en
caso de extrema necesidad, teniendo que entrar al igual que el resto
de la expedición por la parte de atrás; el aire funcionaba de la
misma manera que los trajes, gracias a un sistema que depuraba el
aire del exterior extrayéndole las toxinas y la radiación.
Terminaron de meter todo el equipo dentro, se acomodaron en su
interior cerrando la puerta del vehículo y se pusieron en contacto
con los encargados de la seguridad de la ciudad, que gracias a las
cámaras tanto del interior como del exterior del bunker pudieron
comprobar la seguridad de los alrededores y abrir por control remoto
las puertas que daban al exterior. El vehículo salió de la
seguridad del bunker y de la ciudad subterránea para dar por fin
comienzo a la expedición de rescate.
- Con este trasto llegar a tu
refugio será un paseo- dijo Casandra sentada en el asiento del
copiloto, dirigiéndose a Arturo.
Tales eran las dimensiones de
la ciudad subterránea, que las antiguas ruinas de la ciudad de la
superficie, quedaban muy alejadas del lugar por el que habían
salido. La vegetación estaba sobretodo compuesta por arbustos de
resecos de afiladas espinas, siendo escasos los árboles de la zona
con sus ramas retorcidas de hojas perennes y extraños frutos que
apenas recordaban a los frutos que una vez dieron. Algún que otro
animal se movía de tanto en tanto entre aquellos matojos resecos,
animales que como todos los supervivientes de aquel hábitat se
habían visto obligados a mutar y a refugiarse la mayor parte del
tiempo en sus madrigueras bajo tierra. El cielo como siempre estaba
con aquella espesa capa de nubes que apenas dejaban pasar la luz del
sol y que de tanto en tanto iban soltando aquella lluvia ácida tan
nociva para todo.
La tanqueta siguió por el cauce de un antiguo
río seco paralelo a la antigua autopista de agrietado asfalto y
plagada de coches oxidados algunos de ellos todavía con los
esqueléticos restos de sus antiguos propietarios.
En lo alto de uno de los más altos de
aquellos ruinosos edificios de la vieja ciudad, dos mutantes,
provistos de gafas de sol para evitar la molesta luz del día que
penetraba con más fuerza por las ventanas de aquel edificio y
armados de puntiagudas lanzas y cuchillos medio oxidados, buscaban
los nidos de gaviotas para robarles sus huevos o sus tiernas crías,
asumiendo el riesgo de tal vez convertirse ellos en las presas, sin
embargo un lejano ruido llamó la atención de uno de ellos, a pesar
del parecido con el zumbido de algún insecto, era evidente de que se
trataba de otra cosa, a pesar de sus reticencias se acercó a la
ventana para ver a lo lejos a aquel vehículo acercándose a la
ciudad. Llamo la atención de su compañero. - Creo que son
supervivientes, sanos, tiernos y deliciosos- le confirmó. -
Ssssiiiiii, yo también lo creo, será mejor que llamemos a los
jefes. Poco después a los dos jóvenes mutantes se les sumo un
grupo más numeroso de mutantes, su líder, un gigante de casi dos
metros de altura y deformados músculos, con la ayuda de un catalejo
miró, relamiéndose hambriento el avance de la tanqueta. -
Preparémonos para la caza. Sus compañeros gritaron como
respuesta y empezaron a bajar las escaleras del edificio a toda
velocidad.
Jotacé.
Que inquietantes son esos mutantes. Los describiste bien.
ResponderEliminarGracias, eso espero.
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