Vistas de página en total
lunes, 10 de noviembre de 2014
(D. F. 21) ETERNA ESPERA
La luz del día, aún cubierta por aquella perpetua capa de nubes era muy molesta para los mutantes y las gafas de sol no ayudaban demasiado a la visibilidad, razón por la cual, Roca y los cuatro mutantes que le seguían desconocían si habían escapado uno o dos de los supervivientes. En la cima de los escombros vieron la nube de polvo y a Cesar corriendo calle abajo. Roca sonrió, habría jurado que eran cinco, pero cuatro supervivientes eran suficientes. Bajaron por los escombros pasando de largo a Arturo, que se mantenía oculto en su agujero, viendo como los temibles mutantes se alejaban tras Cesar, al que ya daba por perdido, si conseguía llegar a su viejo refugio estaría otra vez solo y le sería imposible regresar a la ciudad subterránea.
Cesar desapareció al girar por una de aquellas ruinosas calles y Roca temía el ser despistado por su presa, pero para su sorpresa, al girar la calle, a unos metros de donde ellos estaban, Cesar parecía estar esperándolos, por un momento Roca pensó que aquel superviviente tenía prisa por volver a reunirse con sus compañeros.
─ Ya es nuestro ─ le dijo a sus compañeros.
─ ¡No os hemos hecho nada! ─ gritó Cesar ─ ¡Soltad a mis compañeros y dejadnos seguir nuestro camino libremente!
─ ¡HA, HA, HA, HA! ¡A por él! ─ Ordenó Roca.
Roca y sus compañeros se dispusieron a correr, pero Cesar en vez de correr, apuntó con su fusil y disparó haciéndolos frenar en seco.
─ ¡Ni se os ocurra moveros! ¡El que se mueva un pelo la palma, de hecho soy muy rápido y ninguno sería capaz de esconderse!
─ ¡¿Qué quieres?!
─ ¡Ya os lo he dicho! ¡Soltadlos! ─ Un tenso silencio se adueñó de la situación, pero apenas duró unos segundos ─ ¡A qué estáis esperando! Envía a uno de tus hombres y más le vale que regrese con mis compañeros.
Roca le hizo un gesto a uno de sus compañeros, el cual salio corriendo. Todos lo vieron alejarse por la calle hasta girar la esquina, luego Roca empezó a hablar, a preguntarle a Cesar quienes eran, de donde salieron y que estaban buscando entre los ruinas, Cesar desconfiado por naturaleza permaneció en silencio y alerta, temiendo una trampa. Aquellos mutantes podían ser muy silenciosos y tenía razón, el mutante mensajero, se había limitado a dar la vuelta a la desértica manzana y ahora avanzaba por detrás, escondiéndose entre las ruinas de la ciudad y armado con un enorme garrote.
─ Eres muy callado y mal educado, vosotros lo tenéis todo y no queréis compartirlo. ¿Qué esperabas que hiciéramos nosotros? ¿Eh?! ¡Vamos contesta! A lo mejor si compartierais vuestras riquezas con nosotros no nos veríamos obligaros a cazaros como animales…
El mutante salio de su último escondite y empezó a andar sigilosamente el último tramo que le queda asta cesar mientras su jefe seguía distrayéndolo. Alzó el garrote disponiéndose a darle el golpe de gracia.
─ ¡Cuidado! ─ gritó alguien escondido desde las sombras.
Cesar se dio media vuelta y disparó volándole la cabeza a su enemigo y Lugo se giró a la velocidad del rayo, pero ya era tarde, los otros mutantes ya corrían para esconderse bajo cualquier agujero y solo alcanzó a darle a uno en la pierna. Luego se dirigió al lugar de donde llegó el grito de advertencia para llevarse la sorpresa de su vida. Jotacé.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los mutantes siguen teniendo los peores rasgos humanos.
ResponderEliminarY ya veras lo que les espera a los que han atrapado.
ResponderEliminar