El pasado 19 de octubre,
tuvo lugar en la librería Skailbur de Rubí la entrega de premios del certamen
de relatos cortos y fantásticos, durante los próximos tres jueves publicaré en “elcuentahistorias”
los tres relatos ganadores.
Qué los disfrutéis.
No sé si he nacido en el mundo y la época adecuados. Ayer por la noche,
aunque era algo que ya me esperaba, se anunció mi muerte. En este
mundo, en esta época, hay una ley que puede avisarte de que vas a morir,
y que tendrás que aprovechar sabiamente tus últimos momentos. Ahora
sé que este es el final, y tengo unas últimas horas de vida que tengo que
saber cómo aprovechar. El que lea esto desde otra época y otro mundo
no podrá entender la crueldad del mundo donde vivimos, por eso quiero
dejar constancia, porque de haber vivido en mi época y en mi mundo, tal
vez tú también estarías donde estoy yo, también tú estarías preparando
tus últimas horas de vida. Ahora tengo que aprovecharlas, tengo claro lo
que tengo que hacer antes de irme, pero no sé si será todo. ¿En serio era
inevitable que me tocase a mí?
Lo primero que tengo que hacer antes de irme de este mundo es
reconciliarme con el que siempre fue mi mejor amigo. Le voy a llamar
sencillamente Sombrero, no quiero dar nombres en este escrito, no
quiero comprometer a nadie más, solo quiero contar mi historia.
Sombrero era mi amigo de la infancia, con el cual he vivido todo el
proceso de madurez necesario. Hemos compartido aficiones, nos hemos
peleado por chicas, hemos experimentado, nos hemos ayudado y nos
hemos enfadado. Por desgracia, el último enfado fue el peor de todos.
Sombrero era un chico muy sensible, solía llevar sombreros porque le
gustaban y porque solía marearse al sol. Si no vigilabas lo que decías,
podías llegar a herirle. Su color favorito era el verde, su pasatiempo
favorito era fabricar cosas con chatarra, y la frase de él que más recuerdo
era “La mente humana tiene un potencial que no sabemos aprovechar”.
Ahora le veo más sentido que nunca a esa frase, cuando yo creía que solo
se hacía el listo. Si mi mente hubiese funcionado como es debido, ¿hoy
estaría lidiando con mis últimas horas de vida? Si la mente de quienes
aplican la ley funcionara, ¿realmente estaría pasándonos esto a todos?
A Sombrero lo que le hice fue fallarle. Ser egoísta. Sencillamente formé
una familia y no me interesaron tanto sus problemas. Hablábamos, sí.
Quedábamos alguna vez, puro formalismo. Pero cuando realmente su
vida se fue al traste, cuando necesitaba mayor apoyo moral, cuando más
necesitaba afrontar un gran cúmulo de desgracias, el pobre inocente
confió en mí. Me seguía viendo como a su mejor amigo, sin saber que yo
ya hace mucho que no pensaba en él, sin saber que yo ya solo tenía ojos
para mi familia, y no para él. Sencillamente le ignoré.
No sé dónde puedo encontrar a Sombrero ahora mismo, y no me da
tiempo, mi muerte es dentro de horas. Pero le adjuntaré una carta
pidiéndole perdón por todo y explicándole como me sentí. Por supuesto
con esto no basta, pero sé lo que tengo que hacer para irme con la
conciencia tranquila. Espero que con eso será suficiente.
Antes de irme, también me gustaría cumplir uno de mis sueños
pendientes. Bueno, realmente si quisiera cumplir todos mis sueños, no
tendría bastante con las pocas horas de vida que me quedan. Es lo malo
de los sueños, que los acumulas pensando que poco a poco los irás
cumpliendo. Te haces una lista de cosas que te encantaría hacer y te
sientas a esperar. ¿Ocurrirá esto en todos los mundos y épocas?
Entre algunos sueños que tengo pendientes, está pintar un cuadro, recitar
un poema delante de muchas personas, escribir un libro que tenga cierto
reconocimiento, gritar en un bosque completamente vacío, bañarme en
un lago completamente alejado de la gente, dar una buena vida a mi
mujer y mis hijos, estrechar la mano a algún escritor de renombre, probar
comida muy cara, viajar al lugar que tenga las mejores montañas del
mundo, ayudar a Sombrero a hacer la construcción de chatarra mejor
valorada que exista... De todos ellos, me voy a quedar con uno, pero lo
voy a hacer algo diferente. Voy a pintar un cuadro, pero no será en un
lienzo. Pronto las personas de mi época y de mi mundo entenderán a qué
me refiero con todo esto.
Cuando se acercan tus últimas horas de vida, incluso aunque lo afrontes
con compostura, al final parece ser que te entran las presiones y la
ansiedad. Así lo estoy viviendo yo, por lo menos. Ahora quiero hacer
tantas cosas, ahora deseo tanto que mi vida sea mucho más larga... ¿Por
qué he perdido el tiempo de esta manera? ¿Por qué tenemos que darnos
cuenta de estas cosas solo cuando la vida se acaba?
Yo creo que es tal y como siempre dijo Sombrero. La mente humana
tiene un potencial que no sabemos aprovechar. Es increíble que aún en
momentos límites como este, considero que no sé aprovecharlo como es
debido.
Muy bien, ya he hecho las últimas gestiones, ya he pintado el cuadro
fuera de un lienzo, ya he dicho lo que le tenía que decir a Sombrero. Ya
solo me queda por hacer una cosa, pero no la puedo compartir con quien
sea que lea esta carta, porque tengo que aprovecharla al máximo. Tengo
que pasar un último día con mi familia, quiero pensar durante unas
últimas horas que estoy completamente vivo y que me divierto con ellos.
A mi mujer le encanta el olor a limpio, las flores, los pequeños detalles, y
su frase favorita es “Para reponer energías, necesitamos disfrutar de la
paz y de la belleza de este mundo”. A mi hijo mayor le encanta el
deporte, la música, los espectáculos de magia y los relatos de fantasía, y la
frase que me viene a la cabeza con él es “Hay que saber cuándo pensar, y
cuando dejarse llevar”. Por último mi hija menor, amante de los
animales, quiere ser peluquera o veterinaria, le gustan los vestidos poco
llamativos y, como a mí, le encantan las montañas, y su frase
representativa es “¿Qué te hace pensar que un humano vale más que un
animal?”. Solo espero que algún día sepan ser escuchados, como yo, que
cerca de mi final, pienso ser escuchado.
Hoy ha sido mi último día de vida, pero ha sido un día feliz, o por lo
menos estoy seguro de que lo hubiese sido de no ser porque voy a morir
en muy pocos minutos. Por eso he escrito esta carta, para animar a todo
el mundo a que no tenga que esperar a sus últimos minutos de vida para
vivir un día feliz, porque aunque he tenido la desgracia de saber que
moriré hoy, por lo menos he sido afortunado de ser avisado. ¿Quién te
dice que te avisarán a ti?
Estoy seguro que en otro mundo y en otra época no habrá estas
injusticias. ¿Qué tiene de malo este mundo y esta época? Pues muy
sencillo, que si no tienes dinero, estás muerto. Si no tienes dinero, tu vida
será arruinada, como la de Sombrero. Si no tienes dinero, te quitarán tu
hogar y tus derechos. Si no tienes dinero y ya has llegado al límite y lo
has perdido todo, no te quedará otro remedio que hacer como yo. No te
quedará otro remedio que morir y salvar a tus seres queridos. Ellos sí que
tendrán dinero, ellos no tendrán problemas con este mundo. Mi mujer
podrá seguir disfrutando de parajes bonitos, mi hijo podrá seguir
teniendo música, deporte y diversión, y mi hija podrá cumplir su sueño y
ayudar a los demás. Y por supuesto, Sombrero también tendrá la ayuda
que no pude darle en vida. Pero la ley siempre tendrá más dinero, y
siempre seremos nosotros los que tengamos que sacrificarnos para salvar
a unos pocos.
Si eres de otro mundo y otra época no sabrás cual ha sido mi cuadro
fuera de un lienzo. Es sencillo, el lienzo es el edificio donde se aloja el
poder, la ley. El cuadro, un representante de la ley destrozando un hogar
y con ello matando a quien vive dentro, y de fondo, una hilera de
hogares con un contador. Al segundo hogar le quedan dos días de vida,
al tercero tres, al cuarto cuatro... La ley nunca tendrá suficientes hogares
para destruir. Solo quiero que este último grito que he tenido la
oportunidad de dar, llegue a alguien que pueda hacer algo.
Solo espero que tú, que estás leyendo esta carta desde tal vez otra época
y otro mundo, no vivas en un mundo y una época tan horribles como es
el mío.
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