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A
pesar de aquellos trajes de supervivencia, resistentes y ajustados al
cuerpo de sus ocupantes como si de una segunda piel se tratara,
Julia, Pablo y Casandra pudieron ser inmovilizados con hoscas y
gruesas cuerdas, por los mutantes y despojados por sus captores tanto
de las armas como de las mochilas de supervivencia. Después fueron
conducidos a un antiguo y ruinoso rascacielos. A su paso todos los
habitantes de aquel nuevo mundo los miraban, algunos con ojos a
veces, hambrientos, otros lascivos y otros tan solo con curiosidad.
La mayoría de aquellos seres les increpaban o les decían lo que les
esperaba. Sus guardianes les llevaron al oscuro sótano del edificio,
por suerte para ellos los visores de sus trajes se adaptaron con suma
facilidad a aquella oscuridad total. Aquel sótano estaba lleno de
todo tipo de objetos pertenecientes a tiempos pasados y mejores,
ahora convertidos en inservible y polvorienta basura.
─
Espero que Arturo y Cesar consigan escapar ─ dijo Julia,
sintiéndose impotente.
─ Tal vez nosotros también
podamos, ellos no saben que podemos ver en la oscuridad. ¡Venga
ayudadme a mover esta mierda! ¡Buquemos una salida!
─ contestó la siempre resuelta Casandra, a pesar de la enorme
montaña de basura.
Aquella tarea podía llevarles horas y tal
vez más tiempo del que
precisaban.
Roca llegó maltrecho
y muy enfadado al campamento mutante, un par de horas más tarde.
Fracasado en su propósito de atrapar a los dos supervivientes, les
contó a los suyos lo ocurrido.
─ ¡Que se marchen si quieren
esos dos cobardes! ¡Esta noche comeremos carne fresca! ¡Traed al
macho! ─ ordenó el líder mutante.
Los mutantes que fueron en
busca de Pablo se encontraron con la sorpresa, de que a pesar de la
oscuridad, los prisioneros lograron mover una buena parte de un lado
a otro la basura del lugar, pero estos de momento seguían sin
encontrar una de escape. Se llevaron a Pablo a la gran sala e
informaron a Roca de lo ocurrido en el sótano prisión del
edificio.
─ Estos supervivientes no son como otros que hemos
cazado otras veces, están llenos de sorpresas. ¡Atadlas de pies y
manos! No me fío de ellas.
Mientras las mujeres eran atadas en su
agujero como había ordenado Roca, también a Pablo lo ataron de pies
y manos con la deferencia de que a él fue a demás colgado boca
abajo, luego con la ayuda de oxidados pero también afilados
cuchillos, trataron con muy poco éxito romper aquel traje, pero se
resistía más de lo esperado, finalmente encontraron la forma de
quitarle la máscara protectora, Pablo tosió varias veces al
respirar aquel aire viciado y contaminado. Luego con ayuda de unas
enormes tijeras de podar y de fuerza bruta empezaron a romper el
resto del traje, cada vez que lograban arrancar un trozo de aquella
resistente tela la tiraban a la expectante concentración de mutantes
que miraban casi hipnotizados el espectáculo. Le pusieron una
mordaza a Pablo para que dejara de gritar mientras le agarraban el
cabello para que dejara de agitarse. Tan solo los pies y parte de los
brazos siguieron cubiertos por lo que quedaba de ropa el resto quedó
al descubierto. Roca alzó un enorme cuchillo, se lo enseño a su
público que pedía sangre y la tierna carne de su presa, acercó la
afilada hoja a la garganta de Pablo, que cerró los ojos ante la
inminente llegada de la muerte, pero antes de que el afilado filo del
cuchillo llegara a su cuello, una mano se lo
impidió.
Jotacé.
Describiste una escena de terror. Bien escrito.
ResponderEliminarGracias Demiurgo. Aunque últimamente no dispongo del tiempo que me gustaría para ir repasando y temo se me pasen algunas faltas y fallos gramaticales.
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