Las autoridades tanto
bíraras como terrestres, fueron informadas de la captura del espía
Hugo Cortes por parte de los bíraros. Los terrícolas reclamaban al
prisionero, era un traidor para los suyos y eran ellos los que debían
juzgarlo y más si los bíraros deseaban evitar un incidente
diplomático. La noticia también llegó al Cristóbal Colón.
-
Muy pronto lo han capturado- dijo la capitana Otomo malhumorada.
-
Si consiguió escapar del Colón, quizá pueda hacerlo de una prisión
bírara- dijo Robmed.
- Quizá, pero aquí tubo un poco más
de ayuda… y probablemente los bíraros habrán tomado sus
precauciones.
- Por otro lado a los piratas no les interesará
que llegue vivo a la Tierra y se sepa la verdad, su auténtico espía
volvería a estar bajo sospecha.
- Hemos enviado a uno de nuestros
mejores hombres a una muerte casi segura y encima estamos casi como
al principio, incluso puede que peor.
- Es un riesgo que había que
correr y todavía no está todo perdido.
Una
nave lanzadera biraro, llego al satélite colonial donde Hugo estaba
preso, con la orden de devolver al prisionero humano con los suyos.
Para los bíraros, el cuerpo de un humano les traía sin cuidado
y puesto que Hugo solo era un prisionero, ni tan siquiera se
molestaron en devolverle su ropa, limitándose a encerrarlo en lo que
ellos consideraban una celda, una jaula de barrotes demasiado
separados entre si para un humano, pero que sin embargo estaba
suspendida a una altura considerablemente alta, con lo que la caída
podía ser mortal y desnudo como estaba se sentía todavía más
indefenso si cabía. Unos pequeños robots voladores, incapaces de
soportar demasiado peso, se ocupaban de acercarle la comida y el
agua. Sus compañeros de prisión se comunicaban entre ellos por
medio de silbidos y pitidos, como los de los pájaros, pero más
altos, ese era su idioma, el de los bíraros. Uno de ellos se dirigió
a él en el idioma terrícola, aunque sonaba como la voz de un loro
tratando de imitar el lenguaje humano.
-¿Qué hace un humano en
una prisión bírara?
- Ojala lo supiera. Estoy acusado de
espionaje, primero por los míos y luego por los tuyos.
-
Ya veo. ¿Lo eres?
- No, pero poco importa cuando nadie te
cree. ¿Y tú que has hecho?
- A mi me soltarán pronto, solo soy un
polizón que busca una oportunidad en las colonias. De pronto
la pequeña jaula de Hugo empezó a moverse hacia una de las
salidas. - Parece que vas a salir de aquí humano. ¡Espero
que tengas suerte!
- ¡Gracias!
Sin estar esposado, pero
con una cadena atada al cuello como si fuera un animal, fue
trasladado por los pasillos del satélite, bajo la mirada de los
diferentes bíraros con los que se cruzaba, que lo miraban con
curiosidad, a él le ocurrió lo mismo con los primeros seres
extraterrestres que llego a ver durante su estancia en el Cristóbal
Colón. Al llegar al hangar, descartó el salir corriendo y subirse
en otro caza, probablemente le costara llegar a los mandos de una
nave bíraro, eso sin contar con tener el equipo apropiado ni la
fuerza suficiente para librarse de sus guardianes, tampoco sabría
donde ir. Los soldados Bíraros que le custodiaban, le pasaron la
correa que lo mantenía atado a los guardias que habían venido a
buscarlo, cruzaron palabras en aquel extraño idioma que era como el
piar de las aves y luego sus nuevos guardianes, lo empujaron hacia la
lanzadera, encerrándolo en la pequeña celda que había en su
interior. Poco después la nave despegó del hangar para perderse
entre las estrellas, hacia un destino incierto.
En la pequeña
nave hacía todavía más frío que en el satélite y más cuando se
abrió la puerta de la celda.
- Valla, valla… no está mal
lo que veo- dijo Norma, la mujer que lo había perseguido en el
planeta Oceana
- ¡¿Qué haces tú aquí?!- dijo Hugo
sorprendido.
- Por lo que se ve, liberarte de tus… “amigos”
los bíraros- contesto ella irónica, pasándole una bolsa de viaje
que llevaba en la mano.
- Hemos oído hablar de tus habilidades como
piloto y como creo que te has quedado sin trabajo. Hugo
abrió la bolsa, en la que encontró todas las pertenencias que le
habían quitado los bíraros.
- ¿Y a quien le debo la carta
de recomendación?- preguntó mientras sacaba la ropa de la bolsa y
empezaba a vestirse.
- Un amigo común. Todavía no estas en la
organización, querido. Así que yo de ti me abstendría de hacer
demasiadas preguntas.
- ¿Y si no acepto la oferta?
-
Digamos que no tienes mucha elección tal como están las cosas, la
única manera de seguir vivo es aceptando la proposición, así que
tú mismo.
- Está bien, pues tú dirás.
- De momento, te
prefería mejor sin ropa- dijo Norma desabrochándose su ajustado
mono de vuelo.
- ¿Es esto una prueba?
- Tal vez-
dijo ahora en un susurro.
Norma le agarro por la nuca, se lo
acercó y lo beso, mientras le desabrochaba también a él el mono de
piloto introduciendo su mano hasta sus partes pudientes.
La auténtica lanzadera de los
bíraros que había sido enviada a recoger al prisionero llegó a la
estación espacial con sus órdenes, para encontrarse con que el
prisionero ya había sido trasladado. El humano se había burlado de
ellos al igual que antes lo había echo de los suyos.
Por la gravedad que notó al bajar de
la nave, era evidente que el hangar donde había aterrizado la nave,
estaba emplazado en un planeta, probablemente con atmósfera propia,
sin embargo le era imposible saberlo con seguridad, ya que en ningún
momento del viaje se le había permitido ir a la cabina de pilotaje y
durante su breve estancia allí tampoco se le permitió subir a la
superficie. La oficina donde se encontró con su anfitrión, tenía
los ventanales cerrados y estaba iluminada con luz artificial. Era
evidente que sus anfitriones querían que Hugo ignorara en que
planeta se encontraba, probablemente era un asentamiento ilegal, que
carecía de control colonial.
- Ahora conocerás a Dios, es el que
maneja el cotarro.
- ¿Dios?- dijo Hugo sonriendo
socarrón.
El tamaño de todo era enorme, como del sitio donde
había estado preso, tamaño bíraro y un bíraro era el que le
esperaba en la oficina.
- Así que tú eres el piloto nuevo- dijo
el jefe de los contrabandistas con su chillona voz de
bíraro.
- Y tú… ¿Dios?
- Cuando llegue el
momento sabrás por que me llaman así. De momento serás enviado a
una de nuestras bases en los asteroides. Servirás de enlace entre
las colonias… ¡Ah! Y que te den otra ropa… ese uniforme canta
mucho.
- Tú mandas jefe.
Jotacé
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