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lunes, 22 de julio de 2013
(H.C. 26) APRENDIZ DE CONTRABANDISTA
Hugo ya hacía un rato que había salido del despacho de Dios y ahora le tocaba a Norma, recibir las instrucciones de su jefe.
- Tú lo has traído y tú te encargaras de instruirlo y de controlarlo. Y espero que no trate de traicionarnos, por que tu también podrías ser desterrada a esta bola perdida de la civilización, o tal vez algo peor si te consideramos un peligro- dijo Dios
- No te preocupes, jefe. No dejaré que eche de menos su antigua vida, ya sabes que cuando quiero puedo ser muy convincente.
- Si, ya he oído hablar de tus técnicas de persuasión- dijo el jefe de los piratas antes de que la chica saliera de su despacho.
Hugo estaba en periodo de pruebas para sus nuevos jefes, por esa razón le asignaron un robot para que le acompañara por el interior de aquellas misteriosas instalaciones, la gravedad era mayor que la artificial, pero era imposible ver el exterior o conseguir alguna pista del lugar del que se trataba, tampoco podía entrar en los hangares, así que aparte de los servicios, un gran salón interior que servía de bar, comedor y sala de ocio en general y evidentemente algunos pasillos. Fue ahí donde se tropezó con el gigantesco Tigre, con el que ya había tenido un desagradable encuentro en Oceana.
- ¡A ti te estaba buscando, enano paliducho! ¡Te han asignado a la nave Norma! ¡Si me entero de que eres un espía o tienes intención de traicionarnos! ¡Te buscaré personalmente y te mataré!
- ¿Cómo podría hacerlo? Por vuestra culpa me es imposible volver… solo espero que valga la pena quedarme.
- ¡Eh, Cortes! ¡¿Te está molestando ese animal?!
- No te preocupes, solo estaba dándole unos consejos para sobrevivir al nuevo. ¡Y tú ten cuidado con él! No olvides de donde viene- dijo Tigre dando media vuelta para irse.
- En el fondo Tigre es un buen soldado, pero a veces puede ser un capullo insoportable- dijo Norma.
- ¿En serio? Oye dime una cosa, ¿hay por aquí algún sitio donde poder tomar una copa? Me muero de sed.
- Claro, iremos a tomar algo y luego te llevaré a un sitio donde podrás descansar. Mañana partiremos temprano.
Ya durante la cena en el gran comedor, Norma había hecho que les dejaran una mesa aparte, ellos dos y por supuesto, el robot que seguía a Hugo a todas partes.
- Dime una cosa, ¿En que lugar estamos? Esto no es un asteroide.
- Contéstame tú a otra cosa. Tienes un robot de dos metros escoltándote a todas partes, ¿te das cuenta de que para sobrevivir entre nosotros, debes dejar de hacer preguntas? ¡Relájate hombre! Cuando sepamos que podemos confiar en ti, las respuestas llegarán solas.
- Lo siento, supongo que tienes razón. Pero después de todo lo sucedido en los últimos días, dudo que pueda pegar ojo esta noche.
- Tal vez, yo tenga la solución para tus problemas de insomnio- dijo Norma inclinándose sobre la mesa sonriendo seductora- se bueno y termínate la cena que iremos a mi camarote.
Tanto tiempo intentando evitar el contacto sexual con sus compañeras del Cristóbal Colón por fidelidad hacia Marina y ahora se daba cuenta que de tener sexo con aquella pirata, podía depender el salvar el pellejo. Eso sin contar con que la mujer que amaba, estaba a años luz de distancia y dada la situación en la que se encontraba, era muy difícil que volviera a encontrarse con ella. Si quería tener alguna posibilidad de volverla a ver, debía evitar cometer fallos y eso incluía tenerla que olvidar, al menos de momento. Por otro lado, Norma era una mujer muy fogosa, casi rozaba el sadomasoquismo y él tenía que poner todos sus sentidos para satisfacerla, sería una mentira hipócrita por su parte decir que lo estaba pasando mal, Norma lo dejó realmente agotado y pudo por fin dormir profundamente.
Al día siguiente, después del desayuno, se prepararon para la partida. Por los pasillos, camino del hangar, tuvo otro encontronazo con Tigre.
- Sigue tú, ahora voy- dijo Norma, parándose para hablar con el pirata. Hugo siguió su camino, acompañado del robot, que lo guió hasta la nave, de nombre “Tortuga Espacial”. La tripulación estaba compuesta por Norma, dos bíraros, Garn y Zot, el robot que se le había pegado como una lapa y que respondía al nombre de A20 y ahora él, al que solo le dejaron entrar en la cabina cuando estuvieron a años luz del desconocido planeta.
La siguiente escala, donde ya le estaban esperando, era un pequeño asteroide hueco y gemelo a otro, casi del mismo tamaño, que giraban uno alrededor de otro. En su interior, había todo un pequeño mundo clandestino, donde todas las razas convivían sin problemas, como ocurría en Utópica, pero a diferencia de la isla del planeta Oceana, allí todos tenían el propósito de lucrarse con la piratería, el contrabando o la guerra. Costaba creer que todo aquello pudiera mantenerse sin la ayuda de los grandes “imperios galácticos”.
Norma, le proporcionó una larga gabardina que le cubría todo el cuerpo y mantenía oculto su uniforme. Lo llevó al hotel de los contrabandistas, donde unos expertos de la organización, le esperaban con una nueva identidad, ropa y dinero a cuenta de los próximos trabajos a realizar.
- Ahora, según las autoridades legales te llamaras Carlos Lago. Pero Guarda bien tu viejo uniforme, aquí no esta demasiado bien visto, pero no te deshagas de el, puede que algún día te sea de utilidad para alguna misión- le dijo uno de sus proveedores.
Ya con su nueva identidad, por fin pudo andar por aquel lugar con la libertad que hasta entonces creyó perdida y Norma se lo llevó a celebrarlo a la zona de ocio del asteroide, donde se podía encontrar de todo.
Dos días más tarde, salieron en el Tortuga a realizar su primera misión como contrabandista, a la que le siguieron otras tantas, evitando los mundos en los que ya había estado con el Cristóbal Colón o por los que según los espías, se encontraba. La mercancía era casi siempre el codiciado ambrosío, pero también llevaban otros tipos de productos, que luego se moverían por el mercado negro de las distintas colonias, comidas exóticas, instrumentos musicales, piezas de arte o arqueológicas, casi siempre robadas, fugitivos como él mismo y por supuesto armas.
Aprendió a evitar las aduanas y satélites de vigilancia planetaria, comprobando que si la cantidad de medios tecnológicos para evitar ese tipo de negocios fraudulentos, los contrabandistas, también disponían de su propia tecnología para evitar ese tipo de controles, ya que como decía el refrán, hecha la ley, hecha la trampa. Evidentemente, los delincuentes también tenían entre sus filas a funcionarios y políticos corruptos, que se enriquecían de todo aquel comercio clandestino, a pesar de que la opinión pública, los consideraba intachables y de indudable honorabilidad.
Pasaron meses, hasta que desde una terminal informática, en una colonia Moutona, por fin pudo intentar enviar un mensaje al Cristóbal Colón o mejor dicho al planeta Oceana, a la única persona en la que podía confiar para hacer llegar dicho mensaje.
“Querida Marina,
soy Hugo. Todo lo que hayas oído sobre mi es falso y los únicos que saben la verdad son la capitana Yumi Otomo y el androide Robmed en el Cristóbal Colón, pero desde mi posición me es imposible contactar con ellos. Siento meterte en esto pero no puedo fiarme de nadie más, por eso te pido que les hagas llegar este mensaje, yo te diré como hacerlo. Pero recuerda, solo puedes darles esta información a ellos. No te fíes de nadie más…”
Jotacé.
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Gran aventura y con ciertas predicciones en éste universo futurista que todavía conserva paralelos con el nuestro.
ResponderEliminarEl futuro es la esperanza de que nuestros descendientes reciban un mundo mejor y más funcional.
Para éso debemos gestar nuestros cambios evolutivos en lo interno.
Gracias Carlos, a veces la fantasía no deja de ser una visión distorsionada del mundo que nos rodea, ya lo dijo H.G.Wells "Hay otros mundos, pero están en este"
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