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lunes, 9 de septiembre de 2013
(M.N. 13) FIESTA DE INAGURACIÓN
Esther, que en pocos días se había convertido en la compañera inseparable de Daniel, ayudó aquella tarde a los dos amigos con los preparativos para la cena de aquella noche, les acompañó a hacer la compra, y se encargó de preparar parte de la cena, consistente en croquetas, empanadillas, tortilla de patatas, pizzas y otras cosas de picoteo, antes de que llegara más gente. Jota y Daniel, retiraron algunos muebles para hacer sitio, en una mesa pusieron las bebidas, consistentes en refrescos con gas de cola, naranja, limón y algún otro zumo para combinarlo con las bebidas alcohólicas, vodca, whiskey y ron. Las cervezas se quedaron en el congelador, junto con el hielo y de la música, se encargaba la selección que Jota guardaba en su portátil, conectado a dos pequeños altavoces puestos estratégicamente para que la música llegara a toda la habitación.
El primero de los invitados en llegar, fue Santiago, el amigo de Daniel, que llegó antes de que estuviera todo listo. Siempre dispuesto a echar una mano, pero que sin saber muy bien como, se vio relegado como siempre a un rincón el sofá, más tarde llegó Alex, con Sara y María, las dos compañeras de piso de Esther. Otro par de amigas de Esther, también se apuntaron al sarao, y algunos compañeros del trabajo. Paco llegó de los últimos, acompañado de uno de sus ligues, lo cual provocó la mirada de fingida indiferencia por parte de María, con la que semanas atrás, tubo un afer.
La mayoría de los invitados traían consigo alguna botella de vino, cava o algún otro licor.
Sin que nadie se diera cuenta, alguien más se había colado en la fiesta sin ser invitada, se trataba de Selina, la gata de la señora Eulalia, que asistía silenciosa a todo lo que allí pasaba, dejándose acariciar dócilmente por todo el que reparaba en su presencia y sin que nadie sospechara de que tras esos ojos de felino, se encontraba la mirada inteligente de un ser, cuya carencia de cualquier tipo de sentimientos, le hacía capaz de las mayores crueldades para salirse siempre con la suya y lo único que buscaba era aquello de lo que siempre había carecido incluso, antes de morir, cuando era doña Carmen, ya le faltaba aquello que a la mayoría nos hace ser humanos.
Algunas horas más tarde, sonó el interfono de la puerta, fue uno de los invitados más próximo al aparto el que contestó.
- ¡Santi! ¡Preguntan por un tal Santi!- gritó.
Santiago, que seguía sentado en su rincón del sofá, con un baso de naranjada en la mano, mientras una pareja se daba el lote a su lado, se levantó como un resorte y fue hacia la puerta, era su padre, que le esperaba en la puerta de la calle para llevárselo de vuelta a casa.
- ¡Ssssssi! A…ahora b… ba… bajo. Boy a des… despepe… dirme- tartamudeo. No sabiendo donde estaba su amigo Daniel, se dirigió hacia Jota, que charlaba con las compañeras de piso de Esther.
- Yyyyya me… me… mmme te te tengo que ir. ¿Hab… habeis vvvvis…visto a Da Dani?
- Creo que está ahí, cariño, en el sofá con Esther- dijo María
Efectivamente, su amigo al que creía haber perdido de vista durante casi toda la fiesta, había estado todo el rato a su lado, ocupado en otros menesteres más placenteros junto con su novia. Mientras se despedía de su amigo, el pitido de un coche, sonó varias veces en la calle y el pobre chico se vio obligado a apresurarse en las despedidas.
- ¿Quién era ese?- preguntó María.
- Un amigo de Dani. Estuvo echando una mano hace un par de semanas, cuando estuvimos pintando el piso- contestó Sara.
Poco más tarde, Paco sugirió el ir a alguna discoteca a continuar con la fiesta, idea que todos apoyaron unánimemente. La gata salió al balcón transformada en niebla, para adoptar la apariencia de la anciana que era y ver como invitados y anfitriones, se dirigían a sus coches. Los siguió entonces desde las alturas, convertida ahora en lechuza que persigue a su presa. Su objetivo, era el coche de Jota, donde viajaban además Daniel y Esther. Mientras el vehículo realizaba las maniobras de aparcamiento, la lechuza, observaba subida en lo alto de una farola. Siguió los pasos de los chicos hasta la puerta de una discoteca donde se encontraron con sus amigos con los que hicieron cola hasta llegar a la entrada, guardada por dos fornidos guardias de seguridad. El vampiro, desde lo alto de una azotea donde había adoptado su forma original, sabía que como vampiro necesitaba la invitación expresa de los vigilantes y que sería extraño presentarse en la puerta, con la apariencia de doña Carmen, pero siempre había otras formas de entrar. Una espesa niebla, pasó entre sus piernas y bajó hasta la entrada, sin que nadie se diera cuenta adoptó la apariencia de Sofía, que ahora formaba parte de doña Carmen. Eran un mismo ente con distinta apariencia y compartiendo la mente. En cuanto los porteros vieron a la difunta pero sexi y seductora profesora de fitness, se apresuraron a quitar el cordón de la entrada y dejarla pasar, mientras doña Carmen, adoptaba la forma de ave nocturna para regresar a su guarida.
Jota intentó relacionarse con las chicas que habían estado en su fiesta sin pareja y aunque en un principio le siguieron el juego, lo único que querían era divertirse. Así después de pasar por la barra e intentar sin demasiado éxito flirtear con ellas, terminaron todos en la pista de baile, siguiendo el ritmo de aquella machacona música, donde finalmente ellas terminaron por ignorarle completamente, eso si atrayendo la atención de otros moscardones, por los que parecían sentirse más atraídas que por el pobre Jota. Entonces, a varios metros de distancia de donde estaba, la vio a ella, Sofía. Era como la luz de un faro en un mar de de gente y a los ojos de Jota todos los que estaban en la discoteca se convirtieron en simples sobras danzantes, ella se movía de un modo sensual y seductor, sin dejar de mirarlo ni por un segundo. Ya ni siquiera escuchaba la música, solo la silenciosa llamada del vampiro, como la de las sirenas atrayendo a los marineros hacia desastre, un pasillo pareció formarse entre ambos, Jota avanzó hacia ella, y entonces ocurrió que una de aquellas borrosas sombras se puso en medio del pasillo entre los dos, intentando llamar su atención. En un par de ocasiones tubo la impresión de que aquella sombra tenía el borroso rostro de una mujer, pero Jota la ignoró para seguir su fatal destino. De pronto sus labios chocaron en un beso con los labios de otra persona, haciéndolo salir de aquel extraño trance al que parecía estar sometido y el borroso rostro de la chica se hizo más claro, ella era casi tan alta que él, con el pelo castaño claro y un cuerpo escultural y bien formado que en nada tenía que envidiar al de la sobrenatural Sofía.
- ¿Pe… pero, qué ha pasado? ¿Quién eres tú?- preguntó Jota atónito.
- Siento haber actuado así, pero hay un pesado que no puedo quitarme de encima y… lo siento no quería importunarte- dijo la chica con un extraño acento, que delataba a pesar de su perfecto castellano que era extranjera.
- ¡Joder no, para nada!- dijo Jota todavía medio aturdido
- Mira detrás de mí y dime si ves a un tío un tanto rechoncho, con gafas y un baso en la mano, por aquí cerca.
Jota hizo lo que la chica le había dicho, viendo a un tipo que se ajustaba bastante a la descripción, mirando hacia ellos. Ya de paso comprobó además que la espectral Sofía había desaparecido por completo, como si de un extraño y lúcido sueño se hubiera tratado.
- ¿Lleva una camisa verde?- preguntó Jota.
- ¡Si, joder!- dijo ella con cara de asco.- Ya se que es pedir demasiado pero ¿podrías seguirme el royo un rato, al menos hasta que el pesado ese se canse y me deje en paz? Por favor.
- Si, claro, pero al menos dime como te llamas, yo soy Javier, aunque todos me llaman Jota.
- Encantada Jota, yo soy Diana- dijo ella besándolo nuevamente en los labios.
Diana lo cogió de la mano y lo condujo al centro de la pista donde se puso a bailar con él en plan sexi.
En un oscuro rincón de la discoteca, Sofía ya había encontrado a otra víctima de la que alimentarse antes de irse definitivamente de allí.
Jotacé.
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