La guerra se había
extendido por todo el continente, los rebeldes se refugiaban en
cuevas que les ocultaban de sus enemigos, cuando pretendían
encontrarles desde el aire, con sus cazas espaciales, que los nativos
confundían con criaturas capaces de echar fuego por la boca, como
los dragones de las antiguas leyendas de la tierra. Las guerrillas
mandadas por los dioses libertadores se habían extendido por todas
partes, poco importaba que la mayoría de los luchadores por la
libertad, nunca hubiera estado en presencia de alguno de aquellos
dioses, lo cierto es que la mayoría de los soldados del bando
contrario, tampoco habían visto a sus dioses, siempre escondidos en
su fortaleza en las montañas. Muchos de los rebeldes solo habían
visto a una diosa, a la que por lo indestructible de su indumentaria
se le adjudicaban poderes extraordinarios y una gran sabiduría a la
hora de hacer frente a sus más numerosos enemigos, sin embargo las
leyendas que ya se habían extendido por todo el continente hablaban
de tres dioses, al desconocer el auténtico paradero de los otros dos
pequeños dioses, se creía que los otros dos dioses eran Xalor, que
antes había servido para los otros dioses y Mugol, hijo del jefe del
pueblo donde había nacido la rebelión y que los dioses de las
estrellas habían destruido. Para Yumi, que los nativos del planeta
les hubieran otorgado a sus dos lugartenenientes la divinidad que en
un principio se les otorgara a Robert y Hugo, le parecía perfecto,
así los otros dos terrícolas podrían continuar con su misión de
llegar a la base pirata y robar uno de aquellos cazas, con los que
aterrorizaban a los nativos.
Entre tanto la carreta en la que ellos
viajaban, acompañados por Fizo y Kina se veía continuamente
obligada a viajar por caminos poco frecuentados que los llevaban al
interior de frondosos bosques. Pero incluso evitando los caminos
principales, a medida que se acercaban a su objetivo, los riesgos
eran cada vez mayores. Como habían hecho al principio del viaje,
cuando se aproximaban a una aldea, Kina se quedaba en la carreta,
junto con Hugo y Robert, mientras que Fizo iba en busca de
provisiones. Pero en la mayoría de aquellas aldeas eran fieles a los
dioses de las estrellas y desconfiaban de los extraños y más si a
esos extraños eran de las razas que consideraban inferiores. Para
evitar levantar sospechas, Fizo solía llevar el rostro cubierto por
una capucha, alegando si se lo preguntaban, que había participado en
alguna contienda contra los rebeldes y tenía la cara desfigurada.
Pero en una de aquellas aldeas en la que descansaba una partida de
milicianos, Fizo coincidió en uno de los comercios con uno de los
jefes de la milicia.
- Si lo que cuentas es cierto,
acompáñame a la taberna y permíteme que te invite a un trago- dijo
el soldado.
- Bueno, ahora tengo algo de prisa, me esperan en
el camino.
- ¡Pues que esperen! Un auténtico soldado nunca
rechaza una copa por parte de un compatriota.
- Yo ya no soy
soldado y si me disculpáis, tengo algo de prisa- dijo Fizo dando
media vuelta, con la intención de salir de allí lo antes
posible.
- ¡Un veterano nunca se avergüenza de las heridas
causadas en la batalla!- dijo agarrando a Fizo por la capucha y
descubriendo su rostro
-¡Lo sabía! ¡Eres un espía!
Fizo le dio una patada, haciendo caer al soldado sobre el
mostrador del comercio y salió corriendo, pero enseguida, muchos
hombres del pueblo, ya fuera por miedo a represalias o por auténtica
devoción a sus dioses, se lanzaron a la captura del extranjero.
Testigo de aquellos hechos era Remcho, que ya se había cruzado con
Fizo poco después de que este desembarcara con los terrícolas y que
convirtiéndose en una auténtico creyente de los dioses libertadores
había sido de los primeros junto con Fizo en propagar su llegada,
razón por la cual fue capturado por los ahora denominaba “los
demonios de las estrellas”, representados por Tigre y Norma. Lo
hicieron torturar, pero pudo aprovechar el desconcierto de sus
captores al sufrir una humillante derrota en el poblado del otro
lado de las montañas. El fuego producido por los dragones en
los bosques que rodeaban a la aldea, le hizo huir hacia las montañas.
Por miedo a caer nuevamente en manos de los demonios, evitó
cualquier contacto con los de su especie y logró sobrevivir a base
de pequeñas alimañas y raíces. Así cruzó la cordillera
montañosa, donde fue nuevamente capturado, pero esta vez por los
rebeldes, que se estaban empezando a extender más allá de las
montañas. Cuando él les dijo quién era, por lo que había pasado y
que había estado tanto en presencia de los “dioses libertadores”
como de los “demonios” que lo mandaron torturar y como logró
escapar, lo tomaron como uno de los suyos. Remcho reconoció a Fizo
mientras era capturado por la milicia y supo que aquello era más que
una simple casualidad.
Esa noche en el campamento, tanto los
dos terrícolas como sobre todo Kina, se inquietaban ante la tardanza
de Fizo.
- Seguro que ha pasado. Tendría que haber ido yo, una
mujer, aún extranjera seguro que levantaba menos sospechas- dijo
Kina
- Yo me acercaré esta noche, como ya hice en el poblado.
Encontraré a Fizo y lo traeré de vuelta sin que nos vean- dijo
Rob.
- A lo mejor se ha visto obligado a quedarse en el pueblo
por alguna razón que desconocemos- dijo Hugo intentando tranquilizar
a Kina.
- ¡Es increíble! ¡Sois dioses y desconocéis lo que haya
podido ocurrirle!- dijo Kina. - Si, bueno. Ni los dioses
son… somos infalibles- dijo Hugo. En ese momento Rob se levantó
de golpe y miró hacia la oscuridad. - Alguien se acerca,
probablemente Fizo. Escondámonos en la carreta por si
acaso. Hugo se levantó y siguió al androide al escondite
de la carreta. Entonces, del interior del bosque apareció un pequeño
grupo de nativos dirigidos por Remcho. Kina se levanto sobresaltada,
agarrando su tosca arma de fuego. - ¡¿Quiénes sois?!
¡¿Qué buscáis?!
- Somos rebeldes, mi nombre es Remcho. Es
raro encontrar a una nativa de otra raza aquí sola. Tal vez puedas
ayudarnos… buscamos a tres dioses.
- ¡¿Qué?! No se de que
hablas ni como podría ayudaros.
- Es una lástima. Veras yo vivía
en un poblado cerca de la costa y conocí a tres dioses que habían
venido a liberarnos, ellos iban acompañados de un nativo de tu misma
raza que se hacía llamar Fizo. Hoy he visto en la ciudad, como fizo
era capturado por la milicia enviada por los demonios de las
estrellas…
- ¡¿Qué?! ¡¿Capturado?!- dijo Kina
abriendo mucho los ojos.
En ese momento Rob y Hugo salieron del
carromato y tanto Remcho, como sus compañeros rebeldes que hasta ese
momento eran bastante escépticos ante las afirmaciones de su
compañero, se arrodillaron al verlos.
- ¿Veis como os dije la
verdad?
- ¡Levantaos, amigos!- dijo Rob
- Remcho me alegra ver
que estás bien, aunque sea en estas circunstancias.
- Y a mi
me alegra volver a veros y más en ahora que se que puedo ser de
utilidad para vosotros.
- Pero… las leyendas dicen que son
tres dioses y que dos son nativos como nosotros- susurro uno de los
compañeros de Remcho.
- Y yo os dije que eran tres si, pero que
ninguno era nativo.
- No se que está pasando aquí- dijo
Hugo
- Es fácil de explicar- dijo Rob,- nosotros dos viajamos
de incógnito, mientras uno de nosotros se ha quedado en las montañas
para guiar la rebelión y probablemente para que nosotros podamos
seguir nuestro camino sin ser descubiertos, dos nativos habrán
tomado nuestra identidad para ocultar nuestro viaje.
-
¡¿Queréis dejar de discutir sobre eso?! ¡Han cogido a Fizo! ¡Hay
que hacer algo!- dijo Kina con desesperación.
Todos se
quedaron mirando a la hermosa y preocupada
nativa.
Jotacé.
Jotacé.
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