A Jota le parecía
increíble su buena suerte. El recuerdo de la espectral Sofía se
mantenía en su mente como el borroso residuo de un sueño. Ahora su
preocupación era otra, el tipo del que Diana decía huir y que
parecía estar vigilándolos de reojo. Jota suspiró nerviosa, nunca
había sido un héroe y tampoco sabía si Diana era realmente sincera
o en realidad conocía a aquel tipo y se estaban quedando con él, la
forma en la que ella le había entrado dándole un morreo, le parecía
muy sospechosa y ya buscaba una excusa para disculparse con la chica
y regresar con sus amigos, o tal vez volver a su nueva casa cansado y
derrotado como otras tantas noches.
- ¡Vamos! ¡Quiero
invitarte a una copa por lo que estás haciendo por mí!- dijo Diana
que parecía intuir los recelos que sentía Jota.
Lo cogió de la
mano y lo guió asta la barra. En un momento dado se giró sin que
Jota se diera cuenta, para hacerle una señal al tipo de la camisa
verde, que se esfumo sin que Jota sospechara nada. Luego fueron a un
rincón más tranquilo para charlar de sus cosas. Ella le contó que
había nacido en Rumania, aunque su padre era alemán y su madre rusa
y que al igual que los gitanos, nunca tenían una residencia fija,
siempre viajando de aquí para allá, a veces por trabajo y otras
simplemente por el placer de conocer lugares nuevos. Ella era igual
que sus padres, aunque ya llevaba algunos meses viviendo en el país.
Mientras hablaba, Jota vio lo guapa que era, con su cuerpo de formas
perfectas y una sonrisa que quitaba el hipo. - ¿Bueno y tú qué
haces normalmente?- le preguntó Diana.
- ¿Eh? ¿Qué? ¿Perdona?-
dijo Jota que estaba absorto, tanto escuchándola, como mirándola
fijamente, ahora a los ojos, ahora al seductor escote de la
chica.
- ¡¿Qué a que te dedicas?! ¡Ya veo el caso que me
haces!- dijo Diana con fingido enfado.
- ¡No, no es eso!
¡Te estaba escuchando! ¡De verdad!- díjole un tanto azorado.
Ella cambió el semblante y de pronto estallo en una
carcajada. Jota pensó que le estaba tomando el pelo.
- ¡No me
lo creo! ¡Ni yo misma puedo oírme con tanto ruido! ¡Vamos a un
sitio más tranquilo! - ¡Me encantaría, pero… voy con más
gente y me ha tocado conducir!
- ¡Con salir de aquí un rato me
conformo! ¡Salgamos a la calle! ¡Hace una noche
estupenda! Jota les contó a sus amigos lo que ocurría y
que continuaran tranquilos con la fiesta, que él los esperaría en
el coche, luego se reunió con Diana en la salida.
-
Todavía no me has respondido. ¿Qué haces tú en la vida?- preguntó
Diana ya en la calle
- Bueno… por lo poco que he entendido
de lo que me has dicho ahí dentro, en comparación contigo, mi vida
es de lo más insulsa y aburrida…
Jota le explicó que tenía un
trabajo fijo, raro en los tiempos que corrían, amigos de toda la
vida y un piso al que se acababa de mudar prácticamente aquella
misma tarde con su amigo Daniel, le contó las circunstancias que le
habían llevado a mudarse con su amigo y que eso era tal vez lo más
emocionante que le había pasado nunca.
- Por lo que me cuentas,
a mí no me pareces tan aburrido Jota, a veces la emoción esta en
las pequeñas cosas que hacemos todos los días y siempre ocurre algo
interesante, incluso más cerca de lo que pensamos- dijo Diana
-
Claro, el conocerte a ti esta noche es la prueba… Es probable que
seas la segunda cosa más interesante que me ha pasado.
- No
seas exagerado, seguro que se lo dices a todas.
- Claro,
empezando por ti- dijo sonriendo malévolamente
- No seas malo-
dijo Diana dándole un puñetazo en el brazo.
- ¡Auh! ¡Que bruta
eres!- dijo acariciándose el brazo.
- Exagerado. Se
miraron un momento el uno al otro y ambos estallaron en una
carcajada.
- Me apetece escuchar algo de música, pero
algo más suave que lo que ponen ahí dentro. ¿Tienes música en tu
coche?
- Claro. Poco después rebuscaban entre los
CD´s que había en la guantera, el elegido fue uno de Jack Johnson,
Jota lo colocó en el equipo de música.
- Tienes una buena
selección- dijo Diana en voz baja.
- Gracias y tú buen
gusto.
Diana que parecía llevar la iniciativa, le sonrió, le
acarició la cara y finalmente lo besó. Jota se dejaba llevar. Diana
se quitó su escotada camiseta, quedándose en sujetador y le bajó a
él la cremallera de los pantalones subiéndosele encima como
pudo
- ¡Espera…! no tengo condones…
- Yo si- dijo
ella sacando un preservativo del bolsillo trasero de sus tejanos, con
una sonrisa malévola en sus carnosos labios. Le desabrochó la
camisa y empezó a besarlo suavemente bajando desde el pecho hasta la
erecta entrepierna de Jota, aun que para eso tubo que regresar
nuevamente a su sitio. Le colocó el preservativo y con una extraña
contorsión se bajó sus ajustados tejanos y ya de paso el pequeño
tanga, se subió otra vez encima de jota moviéndose rítmicamente
sin dejar de besarlo.
- No te cortes y desabróchame el sujetador- le
susurro al oído.
Aquello era lo último que Jota esperaba que
ocurriera aquella noche y apenas tardó unos minutos en correrse.
- Lo siento yo…- dijo Jota
- No te preocupes- contestó
Diana, se apartó un momento para rebuscar en los bolsillos del
tejano y sacó otro preservativo- seguro que ahora duras más- dijo
sonriente.
Dos horas más tarde seguían allí, ya vestidos,
pero todavía tumbados el uno al lado del otro, con los asientos del
coche reclinados hacia atrás y cogidos de la mano, mirándose,
mientras hablaban en voz baja, con la música sonando muy suave en el
equipo de música, asta que alguien golpeó en la ventanilla del
vehículo, interrumpiendo aquel momento mágico. Subieron los
asientos y salieron del coche donde les esperaban Dani y Esther.
-
Paco y compañía dicen de ir a comer chocolate con churros- dijo
Daniel.
- Bale. ¿Te apuntas?- dijo Jota mirando a
Diana.
- Si no os importa. - A mi me importaría más
que no vinieras. Por cierto estos son Daniel y Esther, Chicos, ella
es Diana- dijo Jota.
Poco después estaban entrando en una
churrería del centro, que acababa de abrir, pensando precisamente en
los que todavía seguían despiertos. Allí Jota, presentó a Diana
al resto del grupo.
- ¡Que buena está! ¿Qué, ya te la has
follaó?- dijo Paco en voz baja dándole un codazo en el brazo a su
amigo.
- ¡Si!- dijo Jota sin poder evitar una sonrisa.
-
¡Que cabrón!- se le escapó a Pepe en voz alta.
Todos lo
miraron, sin entender que pasaba, pero imaginándoselo.
Cuando
salieron de allí, la luz del día lo inundaba todo Jota llevó a las
chicas a sus casas, acompañando a Diana asta la misma puerta, donde
se intercambiaron los números de teléfono antes de despedirse con
un beso.
El sol ya estaba alto cuando Jota y Daniel llegaron por fin
a su nueva casa.
Jotacé.
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