La luz del día se
filtraba como podía a través de las rendijas de la persiana. A Jota
pasó la mañana dando vueltas de un lado a otro de la cama, pensando
continuamente en Diana y la noche que había pasado con ella. Tampoco
ayudaba a la hora de conciliar el sueño, el hecho de estar en una
cama nueva, ni el ruido que hacían algunos domingueros, sacando a
pasear al perro, o yendo a comprar el pan para el desayuno o el
periódico. A pesar de todo consiguió dormir unas pocas horas, asta
que sonó su móvil estrepitosamente, sacándolo definitivamente de
aquel duermevela. “Seguro que es la pesada de mi madre para que
vallamos a comer, como si lo viera”, pensó para sí alargando la
mano para coger el infernal aparato y llevárselo a la oreja sin
mirar el número.
- Hola Mama… hoy no me encuentro muy bien
y dudo que vaya a ir a comer…- dijo con cierta desgana.
-
Todavía no me había planteado adoptarte y en cuanto a tu malestar,
conozco algún que otro remedio para la resaca- dijo una voz sensual
con leve acento extranjero al otro lado del teléfono.
-
¡Diana! ¡Lo… lo siento creía que eras otra persona!- dijo Jota
despertándose de golpe.
- Pues no soy tu madre. Pero oye,
es una pena que te encuentres mal, por que si pensaba invitarte a
comer o a desayunar, como prefieras, aunque son las dos y media de la
tarde.
-¡¿Mal?! ¡Pero si me encuentro perfectamente!
- Jajaja… ¿No me digas? ¿Entonces te apuntas?
- ¡Claro!
¿Dónde quedamos? Media hora más tarde Jota se encontró con
diana en un bar del centro de la ciudad, se dieron un beso en los
labios, como si llevaran ya tiempo saliendo juntos y poco después
estaban en un restaurante, sentados uno frente al otro, leyendo la
carta y poco después el camarero ya les estaba tomando nota.
- No sabes las ganas que tenía de volver a verte- dijo
Jota con una sonrisa en los labios.
- Yo también, pero…
te tengo que pedir un favor y… no, mejor no, creo que sería abusar
demasiado.
- Por favor abusa de mi- dijo Jota
bromeando.
- No, de verdad, prefiero buscar otra solución a mi
problema- dijo ella poniéndose seria.
El camarero volvió
a aparecer con la comida.
- Si es una cuestión de dinero te
advierto que con todo el jaleo de la mudanza estoy más pelaó que el
rabo de un mono- dijo Jota cuando se quedaron nuevamente solos en la
mesa.
- jajajaja… ¿Qué? No, no es eso, aunque tal vez soy yo
la que podría ayudarte.
- No lo entiendo.
-
Necesito un sitio donde pasar unos días, al menos hasta que
encuentre otra cosa. Es una larga historia y si me dices que no, lo
entenderé. Aunque si es cuestión de dinero, estoy dispuesta a
pagarte por una habitación, un sofá o lo que sea.
-
¡Caray guapa! Si que eres lanzada, nos acabamos de conocer y ya
quieres que nos vallamos a vivir juntos.
- No es eso de verdad,
solo serán unos días.
- Es que… No lo se, tendría que
consultarlo con mi compañero y aunque me dijera que si… todo esto
me parece muy sospechoso. Lo siento, a lo mejor soy demasiado
desconfiado, pero de momento prefiero que no…
- ¿Sabes Jota?
Eres muy listo y lo entiendo perfectamente, pero déjame hacerte una
pregunta al menos. ¿Eres creyente?
- ¡¿Qué!? No veo a que
viene esa pregunta- dijo Jota desconcertado
- No te preocupes que no
voy a darte ningún sermón, solo contesta a la pregunta.
-
Antes si que lo era, es decir de niño, pero ahora… hace mucho
tiempo que ni me lo planteó… - Jota se quedó en silencio un
momento- No, no lo soy, aunque no veo que tiene eso que ver con lo de
venir a vivir con migo.
- Lástima, eso al menos ayudaría .
-
¿Ayudaría a que? ¿Tú si que lo eres?
- A mi no me hace
falta, se lo que hay tengo que saber- dijo ella con una
sonrisa.
- ¿Y qué es eso tan importante que
sabes?
- Sobre mi misma Jota sobre mi misma y bueno, sobre otras
cosas que no creerías… Escucha se exactamente la dirección de tú
nueva casa y se que tú y tu amigo corréis un serio peligro- dijo
Diana muy seria apuntando algo en una servilleta.
Jota
estalló en una estrepitosa carcajada, para una vez que conseguía
ligar y lo hacía con una loca. Cuando consiguió dejar de reírse,
ella le pasó la servilleta y él se puso muy serio al ver allí
escrita la dirección de su nueva casa.
- ¿Quién eres y
sobre todo que es lo que quieres?
- Lo que te conté anoche era
cierto, pero hay cosas de mí que es mejor que no sepas, al menos de
momento. Y lo que quiero es evitar que ciertas cosas se descontrolen.
Dime ¿Han habido más muertes de las habituales en vuestro edificio
nuevo, en las últimas semanas o habéis notado algo extraño en el
comportamiento de vuestros vecinos?
- Defíneme extraño y en
cuanto a lo de las muertes, no que yo sepa… pero claro, me acabo de
mudar.
- Sin embargo anoche al decirme las razones por las
que te mudabas ahí, me hablaste de la muerte de la abuela de tu
compañero. ¿Nadie más? ¿Seguro?
- Bueno, también
murió una chica que vivía allí con su marido o novio, pero
falleció en el hospital, así que no cuenta.
- Está bien, si
ocurre algo fuera de lo corriente, por favor llámame. No me lo
perdonaría si te ocurriera algo malo.
- Una de dos o me estás
tomando el pelo o estás como una regadera.
- Ojala fuera
eso. Diana se levantó, le dio un cariñoso beso en la
mejilla y se dirigió a la barra. - ¿A dónde vas ahora?-
preguntó Jota.
- He de irme, necesitas asimilar todo lo que te
he contado y como te prometí, te invito a comer.
-
Pero…
- Y por favor llámame.
Cuando Jota salio
del restaurante, estaba totalmente desconcertado con lo ocurrido
durante la comida. Hasta su amigo Daniel, que siempre había sido
bastante retraído se había espabilado y había conocido a una chica
normal con la que estaba manteniendo una relación, él en cambio
para una vez que ligaba, lo hacía con una loca, que probablemente lo
había estado espiando, que le hablaba de muertes misteriosas y de
que él mismo corría peligro. Pensó que en aquel mismo instante
ella podría estarlo siguiendo así que en varias ocasiones se giró
para asegurarse, pero no vio nada que le pareciera sospechoso.
Antes
de regresar a su casa, decidió pasar por la de sus padres, donde fue
inevitable que su madre notara su preocupación, pero él evitó
contarle nada, alegando que era algo relacionado con el trabajo.
Atardecía, cuando por fin llegó a su edificio. Para su sorpresa,
parecía haber un gran revuelo. Había un par de ambulancias, algunos
coches de policía y varios medios de comunicación rodeando el
acceso, se acercó a uno de los vecinos que estaba hablando con un
periodista.
- …Era un matrimonio de lo más normal, apenas
discutían…- escucho que decía.
Al acercarse más, vio
como unos enfermeros se llevaban dos camillas con dos cuerpos
totalmente cubiertos por sacos de color verde y se fijo como aquel
hecho parecía haberles afectado más a los vecinos de los bloques
colindantes que a los de su propio edificio, la cabeza empezó a
darle vueltas y un nudo empezó a formarse en su garganta. ¿Se
estaría volviendo el también paranoico? Primero aquella
especie de temor de Daniel, casi supersticioso a regresar a la que
había sido la casa de su abuela, luego la conversación con la
misteriosa Diana y ahora
aquello.
Jotacé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario