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La
ciudad subterránea carecía de noche o día y su reloj había
desaparecido desde que estaba allí. Así que a pesar del insomnio
permaneció acostado pensando en los últimos acontecimientos
acaecidos en aquellas últimas horas asta que Julia irrumpió en el
apartamento el cual solo tenía una gruesa cortina para impedir ver
el interior en vez de una buena puerta con su cerradura para impedir
el acceso a cualquiera que pasara por allí.
- ¿Todavía estás
en la cama?- preguntó Julia con su eterna sonrisa.
- Apenas he
dormido y solo he tenido pesadillas, además no me devolvisteis mi
reloj
- Hablaré con los trabajadores de la entrada, aunque
lo más seguro es que lo tengas con el resto de tus cosas en el
armario.
Arturo abrió el armario y rebuscó entre sus cosas,
allí tal y como dijo Julia estaba el reloj, lo cogió y se lo colocó
en su muñeca sonriendo.
- ¿Estás listo o todavía no has
desayunado?
- No, no he desayunado, tampoco quería despertar
a…
- Arturo miró a Pablo y a Paz, que seguían durmiendo en la cama
de al lado, con sus desnudos cuerpos apenas tapados con una
sábana.
- Ah, ya veo por que no has podido
dormir. Mientras desayunaba Arturo le contó en voz baja su
pesadilla a Julia mientras sus compañeros de habitación se removían
en la cama.
- Hace ya mucho tiempo desde la última vez que tuve
contacto con otro ser humano y mucho más con una… mujer.
-
¿Te gustaría…?- empezó a decir Julia acariciándole el rostro a
Arturo.
- Aquí no- contestó Arturo apartándole la mano y mirando
receloso a sus compañeros de habitación.
- Está bien, si
quieres podemos ir a mi apartamento, ahora seguro que no hay nadie.
El apartamento de Julia estaba cerca del suyo y en
apariencia era muy similar al suyo, aunque un poco más grande por el
número de camas una grande y dos más pequeñas dedujo que ella
también lo compartía con más gente, pero apenas prestó atención
a los detalles, en cuanto entró por la puerta empezó a besarla y a
acariciarla como si la vida le fuera en ello, ella le correspondía
de igual forma, se desnudaron y terminaron en la cama, pero apenas
tuvo tiempo de penetrarla, hacía demasiado tiempo de la última
vez.
- Yo… yo…- dijo un tanto avergonzado.
- No te
preocupes y déjame hacer a mí.
Ella empezó a besarlo
nuevamente muy despacio, muy tierna, él enseguida se puso nuevamente
a tono y ella lo monto moviéndose compulsivamente y gimiendo de
placer, esta vez consiguieron llegar al orgasmo al unísono y
volvieron a repetir la experiencia una tercera vez.
- Lo que daría
por un cigarro- dijo Arturo cuando dieron por terminada la sesión de
sexo.
- Por suerte es una de esas estúpidas costumbres que
dudo mucho regresen algún día, el tabaco nunca se consideró
necesario en la colonia.
- Lastima. Arturo cerró los ojos
y se quedó profundamente dormido, en un sueño reparador y esta vez
sin pesadillas, hacía años de la última durmió de aquella manera.
Jotacé.
¿Quien necesita cigarrillos después de una experiencia tan agradable con una bella, que además se porta muy amable con él?
ResponderEliminarYo opino lo mismo Demiurgo, pero hay gente para todo.
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