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domingo, 1 de febrero de 2015
(D.F. 33) INSECTOS
Una vez más, los fugitivos habían conseguido burlar a Roca y a sus mutantes, pero mientras salían de aquel laberinto ya sabía como atraparlos.
─ ¡Tapad esta salida! ¡Tapemos todas las salidas! Si quieren salir será por donde nosotros queramos.
Roca solo dejó una entrada abierta y allí se establecieron con la mayor parte de los mutantes, tan solo envió a un reducido grupo para vigilar el puente colgante por si acaso se les había olvidado tapar alguna de las salidas.
Las horas pasaban desesperadamente lentas en el laberinto de túneles subterráneos, los mutantes de Roca hicieron bien su trabajo, todas las salidas por las que pasaban se encontraban concienzudamente cerradas. Cada paso que daban era más agotador que el anterior y a las pequeñas criaturas habitantes del inframundo, se les empezaba a quitar el miedo a la potente luz de la linterna y de las antorchas, sobre todo a los insectos, algunos casi tan grandes como las propias ratas. Al doblar una de las esquinas, vieron como la parte seca del pasillo desaparecía bajo las aguas del río subterráneo y la parte que quedaba fuera del agua, estaba llena de aquellos pequeños pero terribles caimanes albinos, unos metros más allá se filtraba la luz del día, pero resultaba imposible llegar hasta allí, la única solución era dar marcha atrás y seguir buscando, pero los insectos ahora empezaban a ocuparlo todo, incluso las paredes. Tuvieron que abrirse camino como pudieron con la ayuda del fuego, ya que a Cesar se le terminó el bote de gases con los que los habían echado unas horas antes a los insectos del lugar donde montaron la tienda. Llegaron a un pasillo totalmente seco pero los insectos cada vez más numerosos e insistentes, terminaron rodeándolos por completo. Julia notó una fuerte presión en el tobillo, que la hizo gritar de terror, mientras golpeaba a la pequeña alimaña con su antorcha.
─ ¿Estás bien? ─ preguntó Casandra
─ Por… por suerte no ha penetrado el traje, al menos todavía ─ contestó Julia.
─ Pero lo harán si no conseguimos salir de aquí ─ aseguró Cesar funesto.
Agitando las antorchas de un lado a otro, consiguieron un pequeño hueco libre de aquellas pequeñas alimañas; en medio del grupo estaba Roma, que sostenía a su aterrorizada hija en brazos intentando protegerla. De pronto de un agujero en la pared que hasta ese momento les había pasado desapercibido, cayeron unos botes rebotando dos o tres veces en el suelo, de los que salió un espeso humo cubriendo todo el pasillo y espantando a los insectos. Cesar iluminó hacia el agujero, una extraña entrada con una puerta metálica que recordaba a las escotillas de los submarinos, de su interior surgió la figura de un hombre con una anticuada máscara de gas, saltó al suelo y les hizo señas para que lo siguieran.
─ ¡Por aquí! ─ gritó el extraño, alumbrando aquel hueco con una anticuada linterna de finales del siglo XX.
Los ayudó a subir a aquella pequeña entrada de la pared, dejando las antorchas atrás y teniendo que andar por aquel estrecho túnel a gatas. Nada más entrar, el extraño volvió a cerrarlo, acto seguido adelanto a los demás poniéndose delante para guiarlos por las diversas bifurcaciones hasta lo que parecía la puerta de una caja fuerte, tecleo unos números, giró una rueda metálica y aquel portón se abrió hacia adentro, entró en el interior de aquel extraño e improvisado refugio para seguidamente ayudar a sus invitados.
Jotacé.
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Los personajes son rescatados y la vez aparece un personaje misterioso. ¿Será un personaje conocido?
ResponderEliminarQue habilidad para dejar a los lectores con curiosidad.
De eso se trata, muchas veces ni yo mismo se como continua la historia y tengo que darle muchas vueltas has tener alguna idea con la que me ponerme a escribir.
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