lunes, 26 de enero de 2009

CHUCHO DE MIERDA







Esta historia ha sido dibujada por Manolo Ramos, un buen amigo que ahora se hecho músico.
P.D. Se la dedico a todos mis amigos incluyendo a Jorge, el sabe por que.



domingo, 18 de enero de 2009

EL AGUA TEÑIDA DE ROJO

EL AGUA TEÑIDA DE ROJO SE ESCURRIÓ POR EL DESAGÜE… Alfonso, se miró las manos limpias de sangre, se las secó con el destartalado aparato del aire y salió del pestilente lavabo.
El bar, era un pequeño local grasiento y cochambroso. Estaba casi vacío, a excepción del dueño y de tres amigos tomándose unas cervezas al otro lado de la barra mientras reían estrepitosamente. El pidió un whiskey doble con hielo.
La puerta se abrió dejando entrar el sofocante aire caliente de la calle, una mujer joven y atractiva se quedó un momento allí plantada, dudando si entrar o no y atrayendo por un momento las miradas de los parroquianos, finalmente se decidió, fue hasta la barra a medio metro de donde estaba Alfonso. Mientras el camarero le servía un refresco, ella busco algo en el interior de su bolso.
- Mierda. ¿Tienes un cigarro?- Le preguntó a Alfonso.
- Allí hay una maquina de tabaco.- Respondió señalando un rincón.
- No tengo cambio.
- Pues yo no…
Alfonso se quedó pensativo un momento. Luego saco una pitillera de los tejanos y se la dio a la chica.
- Gracias.- Dijo ella cogiendo un cigarrillo y haciendo ademán de devolvérsela.
- Quédatela. Yo no fumo.
Ella se quedó un momento perpleja. Miró la pitillera y se la guardó.
- ¿De quién era, de una novia despechada?
- De un amigo… Está muerto.
Ella se lo quedó mirando en silencio, sin saber como reaccionar.
- Siempre decía que lo tenía que dejar y al final fue el tabaco quién lo dejo a él.- Dijo Alfonso sonriendo
La chica lo miró seria, hasta que él estallo en una carcajada y ella le siguió.
- ¿Cómo te llamas?
- Eva ¿Y tú?
- Alfonso. Dime Eva ¿Quieres tomar una copa?
- Tú no fumas y yo no bebo alcohol. Además, ya estoy servida.- respondió Eva señalando el vaso.
- Lástima. No podré emborracharte y llevarte a la cama.
- A lo mejor te emborracho yo a ti.- Dijo Eva haciéndole señas al camarero para que le pusiera otro baso a Alfonso.
- ¿Lo de tú amigo, lo decías en serio?
- Si.- En cuanto el camarero le llenó el baso a Alfonso, este se bebió el contenido de un solo trago.- ¿Te importaría mucho dejar la botella?
El camarero se dispuso a replicar, pero Eva le puso un billete de cincuenta en la barra, haciéndole un gesto de silencio con el dedo mientras asentía con la cabeza. El camarero dejó la botella sobre la barra y cogió el billete yéndose a otro lado.
- Anda, coge la botella. Será mejor que nos sentemos en una mesa.- Le dijo Eva a Alfonso agarrándolo del brazo.
Una vez sentados. Él se sirvió otra copa y ella se encendió otro cigarrillo.
- ¿Dices en serio lo de tú amigo o te estas quedando conmigo?
Antes de contestar, Alfonso suspiró, se bebió otro trago y volvió a suspirar.
- A mi amigo lo he matado yo, esta misma noche, justo antes de venir aquí. Le he metido un navajazo en el estomago.- Dijo muy serio
- ¿Por qué fumaba?- preguntó Eva divertida.
- Por una mujer, su exnovia. Se enteró de lo que no debía y lo dejó. Pero el pobre imbécil no se dio por vencido y nos pidió a mí y a otro que le acompañáramos para ir en busca de la chica. La cosa salió mal y él yo terminamos en el cuartelillo, cosa que no le hizo ni pizca de gracia a nuestro jefe. Me mandó a mi que lo matara me dijo: “O lo matas, o os matamos a los dos”. Antes de morir, mi amigo me dio la pitillera, para que se la llevara a su ex con el mensaje de que no volvería a molestarla, pero yo he preferido dártela a ti.- Alfonso, volvió a llenar el baso y bebérselo de un trago.- Lo maté no muy lejos de aquí, detrás de unos contenedores de basura en un oscuro callejón y lo hice con esta navaja.
Alfonso, sacó su navaja automática y la abrió como si de un truco de magia se tratara. Eva se sobresaltó asustada e inmediatamente después le entró un ataque de risa, del que el se contagió.
- Anda, será mejor que nos vayamos.- Dijo Eva.
- Espera un momento.- Dijo bebiéndose la botella de un solo trago. Eva condujo a Alfonso por las oscuras callejuelas del barrio antiguo. El olor a orines y a podredumbre lo inundaban todo. En un destartalado y viejo bloque de pisos se encontraba el pequeño apartamento de Alfonso, un infecto y cochambroso cuartucho de escaso mobiliario. Eva tumbó a Alfonso en la cama y empezó a desabrocharle los botones de la camisa. El contacto de los dedos de Eva sobre su piel, le pareció extraño, le agarró las manos y se las miró. Llevaba puestos unos guantes de látex, color carne, como los de un cirujano y el corazón empezó a latirle con fuerza.
- ¿Cómo piensas matarme? Vamos, contesta. Estoy muy borracho, pero no soy tan tonto.
Ella lo miró muy seria, con los ojos inyectados en sangre.
- Pensaba que estabas más borracho. Te iba a meter en la bañera con agua tibia y cortarte las venas con tu propia navaja. ¿Cuándo lo sospechaste?
- Todo el rato, las mujeres como tú no se acercan a los tipos como yo. Eso solo pasa en las películas.- La apartó a un lado, se quitó la camisa y los zapatos, cogió de un armario otra botella de whiskey y le dio un trago.- No te preocupes, normalmente solo sirvo para intimidar a la gente y dar alguna que otra paliza de vez en cuando.- Cogió la navaja y se acercó a la chica.- Solo he matado una vez y he descubierto dos cosas, la primera que es demasiado fácil, la segunda, que yo no soy un asesino.
- Entonces, no te me acerques.- Le dijo ella amenazándolo con una pequeña pistola.
- Dale la pitillera a María, la ex de mi amigo y dame un beso, quiero saber como besa la muerte.- Ella le dio un beso en los labios.- ¿Sabes? Tengo un plato de ducha.- Dijo riéndose.- Ahora lárgate. Quiero morirme tranquilo.
Eva vio como Alfonso fue al cuarto de baño. Se metió debajo de la ducha y después de darle un buen tiento a la botella, se cortó las venas y se sentó a ver como el agua teñida de rojo se escurría por el desagüe.


Juan Carlos Fernández.

miércoles, 14 de enero de 2009

OTRA NOCHE DE SÁBADO











Esta historieta la escribí hace más de diez años, en el curso de guión y dibujo de Alfredo Pons.
El dibujante era un chico de catorce o quince años, un tanto exaltado pero con mucho talento.
Toni tío si lees esto perdona por lo de exaltado, pero traías loco al Alfredo.
Juan Carlos Fernández

domingo, 4 de enero de 2009

LA BOLA DE BILLAR

Si la jugada salía bien, Charly sería capaz de meter tres bolas en dos agujeros. Puso el taco en posición imaginando el recorrido de la bola blanca y las diversas carambolas hasta los agujeros correspondientes, sabía que le tenía que dar con la suficiente fuerza para conseguir su objetivo.
- ¡Venga tío, tira de una vez!- Dijo Raul impaciente.
Charly echó el taco hacia tras, para tomar impulso y en el preciso momento en el que la punta del taco avanzaba hacia la bola blanca, el camarero nuevo, le dio sin querer a Charly un empujón. La bola salió disparada de la mesa, dando tres botes en el suelo, antes de pasar por debajo de la mesa, entre los pies de Jota y María que se miraban muy acaramelados si ser conscientes de lo que ocurría a su alrededor. La bola siguió rodando por el suelo hasta que Susana, la camarera, le dio un pisotón que la hizo caer al suelo, con una bandeja llena de cervezas y un plato con patatas bravas. Con renovado impulso, la bola fue rebotando hasta la puerta, por la que en ese momento, entraban Pepe, Carlos y Gabriel. Los tres amigos trataron de detener a la bola, que sin dejar de rebotar, cruzó la calle y apunto estuvo de provocar un accidente. Se detuvo en la acera de enfrente, por poco tiempo, ya que un anónimo transeúnte le dio sin querer una patada que la hizo rodar calle abajo. Un gato de manchas anaranjadas y blancas, que estaba en el alfeizar de una ventana, empezó a seguirla hasta que un pastor alemán, lo persiguió a él, arrastrando en su persecución a su dueña. Se acabó la acera y la bola rodó entre las ruedas de los coches hasta llegar al bordillo de la siguiente calle, donde por fin se detuvo, para ser recogida por Nieves, una guapa universitaria, que con los libros en la mano, esperaba a que el semáforo de peatones se pusiera en verde para poder seguir su camino. Cuando alzó la vista tras coger la bola, vio al otro lado de la calle a Charly, que sin aliento, también esperaba a que el semáforo cambiara. Ahí, en ese preciso instante, surgió el flechazo entre ellos y cuando Charly le invitó a una cerveza por recuperar la bola blanca, Nieves aceptó encantada, olvidando que había quedado con una amiga para repasar ciertos apuntes sobre historia del arte.


Juan Carlos Fernández