LAS AVENTURAS DE JOTA.

En esta página podéis leer las aventuras de Jota desde el principio, tal y como salió en el blog originalmente, sin correcciones, al menos asta que sea publicada la versión definitiva.

Jotacé.




RELACIONES FATALES


Capítulo 1: LA HISTORIOIA DE MÓNICA



La luz del sol apenas penetraba por entre las rendijas de la persiana del dormitorio. Los dos cuerpos desnudos, medio tapados apenas por una sabana, respirando cada uno a su propio ritmo, el de ella suavemente, con calma. Él, en cambio, emitía una especie de ronquido no excesivamente fuerte, pero tampoco flojo. Ella suspiró, se estaba empezando a despertar.
De pronto la canción “Simpatía por el demonio”, de los Roling Stones, empezó a sonar, al principio apenas se oía, como si estuviera en un lugar lejano, pero pronto el volumen empezó a subir. La mujer, con ojos soñolientos, se giró hacia su compañero.
- Ramón, el móvil…- Dijo ella, zarandeando a su compañero, que parecía tener un sueño muy profundo.- ¡Ramooooooón, teléfono!- Grito finalmente, zarandeándolo todavía más fuerte.- ¡¡¡RAMOOOOON!!!
Ramón se despertó sobresaltado, saltó de la cama tambaleándose y apunto de perder el equilibrio. Mónica, lo observaba sonriendo maliciosa. Ramón buscó a tientas su móvil, en el bolsillo de los pantalones, que estaban tirados en la moqueta del suelo. Mónica encendió la luz de la lámpara para facilitarle la tarea, pero cuando por fin dio con el móvil, este dejó de sonar.
- ¡Mierda!- Refunfuñó Ramón mientras miraba quién era el responsable de interrumpir su sueño, pero el móvil empezó a sonar nuevamente.
Ramón era un tipo alto y delgado, de algo más de treinta años. Tenía el cuerpo lleno de tatuajes y una cicatriz en el costado que según le había contado a Mónica era consecuencia de un mal encuentro que prefería olvidar. Mónica tenía unos veinticinco años, aunque aparentaba algunos menos, metro sesentinueve de estatura y un cuerpo diez, con su pelo castaño oscuro, corto pero no demasiado, enormes ojos marrones y una sonrisa que volvería loco a cualquiera.
- ¡Hola Alf! ¿Qué pasa?...- Dijo Ramón por el móvil.- ¡¿Qué?!... Pues no sé… Bueno espera un momento.- Se dirigió a Mónica.- ¿Tienes que ir a alguna parte esta mañana?
- Quiero echar algunos curricu…
- Tráelo aquí, lo recogerá María...
- Pero si te he…- Intentó replicar María mientras Ramón le indicaba silencio con el dedo.
- No hay problema de verdad, ya me pasaré luego ha recogerlo.
Colgó el móvil.
- Te he estaba diciendo que quería llevar algunos curriculums.- Dijo María de mal humor mientras se dirigía al baño
- No te enfades, solo será hoy. Además ya te he dicho que con mi sueldo nos llega para los dos, no hace falta que trabajes, ni que eches más curriculums.- Contestó Ramón siguiéndola. Ella, le cerró la puerta en las narices.
Más tarde mientras se sentaban en la mesa de la cocina para desayunar, ella le preguntó por el paquete.
- Solo son drogas.- Respondió él serio.
Mónica se lo quedó mirando un momento, muy seria. Él no pudo evitar una sonrisa disimulada.
- ¡Que cabrón! ¡Casi me lo trago! Va en serio, ¿Qué hay?
- ¡Que ingenua eres! Siempre te pillo. No sé lo que hay, cosas del trabajo. Luego me pasaré un momento a buscar el paquete para dárselo al cliente.
- ¿Sabes si tu amigo tardará mucho en traerlo? Tendré que salir ha hacer la compra al menos.
- Me ha dicho que vendría a medio día. -María se lo quedó mirando muy seria.- Le llamaré y le diré que intente pasarse antes de las doce. ¿Te parece bien?
-Vaaaale.
Él se levantó de la mesa, se besaron en los labios y se despidieron hasta la hora de comer.
Mónica, cambió las sabanas de la cama, aquella había sido una noche muy movidita, puso una lavadora pasó la aspiradora limpió el polvo. Miró el reloj, eran las once y treinticinco, si él amigo de Ramón no venía pronto, ni siquiera le daría tiempo de hacer la compra, así que decidió ponerse ya con la comida, la nevera no estaba muy llena y tampoco tenía demasiado tiempo, si después quería hacer alguna cosa. Mientras pelaba las patatas, sonó el móvil, era su hermana Elena.
- Estoy cerca de tú casa haciendo unos recados. ¿Te apetece quedar de aquí a media hora para tomar un café?
- Ahora estoy un poco liada con la comida y estoy esperando a un amigo de Ramón.- Contestó mirando el reloj y viendo que ya eran las doce menos cuarto.
- Bueno, como quieras. Si cambias de idea me pegas el toque, ¿vale?
- De acuerdo, hasta luego.
Pasó casi media hora cuando por fin, sonó el interfono de la puerta. A Mónica le dio el tiempo justo para darle la vuelta a la tortilla mientras subía Alfonso. El amigo de su novio era más bajo, pero también más musculoso. Con la nariz chafada, de boxeador, su manera de vestir dejaba bastante que desear, con unos tejanos gastados y sucios, una camisa de flores, que dejaba ver el vello del pecho y para rematar una cadena de oro con un gran crucifijo. A Mónica, le desagradaba bastante, aún así le invitó a pasar y le preguntó si quería tomar algo.
- No gracias, llevo toda la mañana de culo y tengo un poco de prisa.
Cuando se fue, Mónica suspiró aliviada. Volvió a la cocina, terminó de hacer la comida y llamó a su hermana.
Media hora más tarde, las dos hermanas se encontraban en la terraza de un bar tomándose un café. Mónica le contó lo que había ocurrido aquella mañana.
- No se chica, qué quieres que té diga… A mi Ramón nunca me ha hecho demasiada gracia.- Dijo Elena.
- Tampoco es que se dedique a contar chistes.- Las dos hermanas se rieron.
- Por otro lado, todos los tíos son bastante egoístas y piensan antes en ellos mismos en otra cosa. Acuérdate de aquél plasta con el que estuve saliendo antes de conocer a mi chico. Y es que Andrés sí que vale.
- Claro, tú novio es la excepción que confirma la regla.
- Pues sí.
Las dos chicas se quedaron un momento calladas mirándose divertidas, hasta que finalmente volvieron a estallar en una carcajada.
En ese momento sonó el móvil de Mónica, El número le era desconocido.
- ¿Diga?... Si, soy yo… Pues si, claro que me interesa. ¿Cuándo empiezo?... ¿El lunes?... No, no, es perfecto, pero no recuerdo la dirección… Espere un momento.- Mónica sacó una libretita y un bolígrafo del bolso.- Si, dígame… Aja… Muy bien, perfecto… hasta el lunes entonces.
Volvió a guardar el móvil en el bolso y miró a su hermana con una sonrisa en el rostro.
- ¡Tengo trabajo!
Las dos hermanas se abrazaron, pidieron un par de cañas para celebrarlo. Mónica le contó que el trabajo era de asistenta social en una de las ciudades de la periferia. No tuvieron tiempo de hablar mucho más ya que a ambas se les hacía tarde.
Mónica pasó un momento por el supermercado, compró comida para hacer una cena especial y una botella de cava para celebrar con Ramón lo del trabajo.
Cuando llegó al apartamento, oyó voces, Ramón no estaba solo.
- …Será mejor que nos vallamos.- Escuchó que decía Ramón medio en voz baja.
- No. He dicho que quiero ver la mercancía ahora.- Dijo una voz con acento extranjero.
- Hola.- Dijo Mónica dejando las bolsas en el suelo y el bolso encima del sofá.
- ¡Hola Cariño! ¿Ya estas aquí?- Dijo Ramón dándole un beso en los labios a Mónica.
Mientras, el otro hombre habría el paquete, del cual extrajo un poco de polvo blanco con la ayuda de una navaja automática que probó con la lengua.
- ¿Qué es eso?- Preguntó María que había visto la escena por el rabillo del ojo.
- Este es Ivan, un cliente de Rusia… Pero ya nos íbamos.- Contestó Ramón haciéndose el tonto.
Ivan guardó la navaja mientras se acercaba a Mónica.
- ¿Y usted es…?
- Mónica, se llama Mónica.
Ivan acercó su rostro al de ella para darle los dos besos de cortesía, pero Mónica ni se inmutó.
- ¿Podemos Hablar un momento a solas?- Dijo Mónica dirigiéndose al dormitorio.
- Si nos disculpas un momento.- Le dijo Ramón a Ivan.
Una vez en el cuarto, Mónica cerró la puerta.
- ¿Se puede saber quien es ese tipo y que hay en el paquete?
- Ivan es un cliente, ya te lo había dicho, y es evidente que si te digo que el paquete contiene polvos de talco o harina no me vas a creer.- Dijo Ramón sacando un cigarrillo de la pitillera y poniéndoselo en los labios.
- Sabes que no me gusta que fumes en casa, pero es igual… cuando vuelvas esta noche, yo me habré ido.
Ramón sonrió de una manera perversa.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
- Te quiero demasiado para dejarte marchar.
- Vete a tomar por culo.- Dijo Mónica dirigiéndose a la puerta.
Ramón la cogió por los brazos y la tiró sobre la cama, ella se levantó nuevamente, pero él la abofeteó con tanta fuerza que volvió a caer sobre la cama.
- Hazme un favor y ahórrame una escena. Ahora, te portarás bien y esperaras aquí hasta que yo llegue esta noche. Ah, y no me esperes a comer.
Mónica con lágrimas en los ojos, lo miró con odio. Ramón cerró la puerta del dormitorio dejándola a ella dentro.
- Disculpa a Mónica. No se encuentra demasiado bien.- Le dijo a Ivan nuevamente en el salón.
Miró en el interior del bolso de Mónica y ante la fría mirada del ruso, cogió de su interior unas llaves y un móvil.
- ¿Me dejas un momento tu navaja?
El ruso le pasó la navaja y Ramón fue al teléfono fijo y cortó el cable.
- Venga, ya podemos irnos.- Le dijo a Ivan con el aparato en la mano.
- Si te da problemas, conozco gente que te pagaría mucho dinero por una hembra como esa.- Dijo Ivan sonriendo pérfidamente.
- No está en venta.- Respondió Ramón mirando malhumorado al ruso mientras se dirigían a la puerta.
Mónica esperó unos minutos después de escuchar como se cerraba la puerta, se levantó, fue al cuarto de baño y se lavo la cara. En el salón, vio que Ramón la había dejado encerrada y sin ninguna manera de comunicarse con el exterior y las posibilidades de escapar por una ventana o por la terraza, eran nulas, ya que vivían en un ático.
- Cerdo asqueroso.
Por un momento se sintió como una princesa encerrada en una torre inaccesible, pero no podía contar con que el príncipe azul la rescatara. Tenía que hacer algo, ¿pero qué?
En ese momento vio en el suelo las bolsas con las compras, las llevó a la cocina, donde le esperaba la tortilla de patatas que había hecho antes de irse, cortó un pedazo, se hizo un bocadillo y empezó a comer sin sentarse siquiera. No tenía tiempo que perder. Metió la botella de cava en el congelador y empezó a preparar la cena, tenía que salir perfecta. Una vez lo tuvo todo listo, fue al dormitorio e hizo la maleta, metiendo solo lo imprescindible y la volvió a guardar en el armario. Encima de la cama dejó un vestido de noche y un camisón. Luego preparó la mesa. El mejor mantel, platos, cubiertos, copas y como no, velas. Después buscó en el botiquín pastillas para dormir o tranquilizantes, pero lo más parecido que había, eran aspirinas, desconocía si podían producir el efecto que ella deseaba, así que descartó la idea, de todas maneras sabía que si conseguía emborracharlo, Ramón dormiría como un tronco. Volvió al cuarto de baño, se desnudó, abrió el grifo de la ducha y se derrumbó, las lágrimas se mezclaron con el agua y estuvo por lo menos media hora sollozando bajo el agua, cuando salió se enjugó las lágrimas y empezó a arreglarse, se puso ropa interior sexi se maquillo para disimular sus ojos morados, se vistió y se tumbó en la cama quedándose profundamente dormida… Cuando despertó eran casi las ocho y media de la tarde. Puso el ambientador y música suave. Se sentó en el sillón mirando una revista de modas y suspiró, diciéndose a si misma que todo iba a salir bien.
Cuando por fin escucho la puerta, bajo el tono de las luces, encendió las velas y fue a la cocina a buscar la botella de cava.
Por la cara de sorpresa que puso Ramón, supo que aquello era lo último que se esperaba.
- ¿Qué significa esto?
- Me gusta saber que pertenezco a alguien que me quiere.- Dijo Mónica abriendo el cava y vertiendo el dorado líquido.
Ramón olió el contenido de la copa receloso, luego se la pasó a Mónica y le cogió a ella la suya. Mónica bebió sin reparos y él la imitó.
- ¿Desconfías de mí?
- Si. Se que estás tramando algo. Te conozco demasiado bien y todo esto es impropio de ti.
- No he envenenado la comida, pero beberé de tú baso y comeré de tú plato si así estás más tranquilo. Ahora siéntate cariño, voy a buscar la cena.
Ramón se sentó receloso, sin quitarle la vista de encima hasta que desapareció tras la puerta de la cocina, entonces aprovecho para volver a llenar la copa y encender un cigarrillo. Mónica ignoró el gesto de Ramón echando las colillas en el suelo, si todo salía bien pronto se libraría de él. Mientras cenaban, ella le metía el pie entre las piernas, sonriéndole con cierta picardía, pero Ramón seguía mirándola con desconfianza. Mónica no dejaba que las copas se vaciaran, hasta que la que se quedó vacía fue la botella.
- ¿Postre o… copa?- Preguntó Mónica.
- Quieres emborracharme.- No era una pregunta.
Mónica separó la silla de Ramón de la mesa y luego se sentó en sus piernas y lo besó.
- Claro, quiero aprovecharme de ti… Ya me entiendes.- Le dijo antes de besarlo.
Ramón se la quitó de encima de un empujón.
- No me gusta que se aprovechen de mí.
- ¡Eres un cerdo!- Dijo ella mirándolo con una mezcla de odio y decepción por que todo su plan se estaba desmoronando.
Ramón se levantó de la silla con una sonrisa malévola, se acercó a ella y la abofeteó, ella se acarició la mejilla y luego le escupió en la cara. Él se limpió la saliva con la mano y luego la lamió riéndose en su cara. Mónica intentó pegarle, pero él le agarró la mano y le retorció el brazo y luego la arrastró hasta el dormitorio sin hacer caso de los gemidos de ella. Una vez en el dormitorio, le arrancó el vestido brutalmente y la tiró sobre la cama, Mónica protestó, gritó e intentó defenderse, él le dio media vuelta y la arrastró hasta que quedó con las rodillas en el suelo, con una mano le inmovilizó los brazos mientras le arrancaba las bragas con la otra, se bajó los pantalones y la penetró una y otra vez, insultándola mientras ella gemía de dolor y le suplicaba que parase. Cuando por fin se corrió Ramón, sin darse cuenta aflojo las manos, cosa que Mónica lo aprovecho, se soltó y apoyando las manos en la cama se impulsó hacia atrás, dándole un cabezazo en la nariz a Ramón, que cayó de culo en el suelo llevándose las manos a la nariz. Ambos se levantaron a la vez, Mónica fue hacia la mesita de noche y cuando Ramón estaba apunto de agarrarla otra vez, ella se giró precipitadamente, estampándole la lámpara de la mesita de noche en la cabeza. Ramón calló inconsciente en la cama, “lastima”, pensó Mónica. Corrió hacia el cuarto de baño, se arrodilló ante la taza del váter y vomitó. Se enjuago la boca y volvió al dormitorio. Ramón empezó a moverse. Mónica corrió a la cocina, cogió una sartén y corrió nuevamente al dormitorio, donde Ramón ya estaba empezando a abrir los ojos. Pero lo único que tuvo tiempo de ver, fue la parte de atrás de la sartén chocando contra su cabeza.
Tenía que salir de allí lo antes posible, pero teniendo en cuenta que la única ropa que llevaba encima era el sujetador, tardaría un rato en arreglarse, así que opto por atar a Ramón a la cama, era la única forma en la que podría estar medianamente segura de que aquel desgraciado la dejaría tranquila. El problema es que si una persona no es aficionada al sadomasoquismo, difícilmente guarde cuerdas o esposas en casa. “¿O quizáS si?” pensó Mónica mirando las caras zapatillas de deporte de marca de las que Ramón estaba tan orgulloso. Le ató las manos en los extremos de la cama. Con el cinturón del pantalón, le ató los pies y finalmente lo amordazó con un trapo de cocina, metiéndole primero sus destrozadas bragas en la boca.
- Si tanto te gustan cómetelas, ¡cabrón!- Susurró mientras lo hacía.
Una vez estuvo segura de que Ramón la iba a dejar tranquila, se dio otra larga ducha, se puso ropa cómoda, cuando terminó de vestirse, escucho los gemidos de Ramón, que había vuelto a despertarse, no les hizo caso. Sacó la maleta del armario, buscó las llaves y los móviles, si por casualidad conseguía soltarse, quería que estuviera tan incomunicado como ella esa tarde. En el proceso descubrió un abultado sobre con una exagerada cantidad de dinero y se lo guardo, cosa que izó gemir con más fuerza a Ramón. Se subió a la cama de un salto.
- Esto me ayudará a empezar de cero. Pero no quería irme sin despedirme.- Empezó a propinarle patadas en el estomago y en los genitales.- ¡Esto es para que no se te ocurra buscarme cabrón!
Una vez en la calle se dirigió a su coche, pero desechó la idea al considerar, que probablemente la buscaría y que su coche era una pista relativamente fácil de seguir. Buscó un taxi para que la llevara hasta una farmacia de guardia, donde compro una de esas pastillas del día después, aquel hijo de puta no había tomado precauciones y ella no quería correr riesgos. Luego fue andando hasta la casa de su hermana. Cuando llegó eran cerca de las dos de la madrugada y fue su cuñado, Andrés quien abrió la puerta. Por el aspecto que tenía ella supo que había ocurrido algo muy desagradable. En cuanto se sentó y se sintió segura, volvió a desmoronarse. Elena le preparó una tila, que Mónica se tomó mientras les explicaba todo lo que había ocurrido.
- Tienes que denunciarlo.- Dijo Andrés.
- No puedo, si lo hago vendrá a por mí y si no lo hace el probablemente envíe a alguno de sus amigos.
- Y si no lo haces también lo hará.- Dijo Elena.
- Ya lo se, por eso tengo que desaparecer.- Contestó Mónica mientras sacaba el sobre con el dinero.- Y con esto me será más fácil.
Mientras su hermana y su cuñado le preparaban un sitio donde dormir, Mónica que no podía dejar de sentir cierto asco por todo lo ocurrido se dio otra ducha antes de acostarse. “Mañana será otro día.” Se dijo así misma mientras intentaba dormir.




CAPÍTULO 2: UNA NUEVA VIDA


Entre veinte minutos y media hora, era lo que tardaba el tren en hacer el recorrido de la capital hasta la ciudad de la periferia, donde a Mónica le habían ofrecido el trabajo. El sol le daba en la cara y el sueño la vencía después de una noche que prácticamente había pasado en vela y de los acontecimientos de aquella tarde, en los que se había visto obligada a huir del apartamento que compartía con su novio, hasta que se enteró de que traficaba con drogas. Mónica consiguió atarlo a la cama tras ser violada brutalmente. Ahora no se atrevía a denunciarlo y menos cuando ella se había llevado una elevada cantidad de dinero, que probablemente era el pago por coca o heroína. Con ese dinero pensaba comenzar una nueva vida. ¿Quién iba a imaginar que pensaba esconderse tan cerca su antigua casa? Lo más duro fue mentir a sus padres, les contó que había encontrado trabajo en el extranjero y se tenía que ir urgentemente para aprovechar la oportunidad que le ofrecían.
- ¿Ramón también va? – Le preguntó su madre.
- No. Ramón y yo hemos roto.
- Mejor, nunca me ha caído demasiado bien.- Dijo la mujer sonriendo vagamente.
En realidad, la buena mujer sospechaba que su hija le ocultaba algo, pero le daba reparo preguntárselo y más con su marido delante. La única que realmente sabía el destino de Mónica, era su hermana Elena pero habían sido ella y su novio Andrés los que le sugirieron la idea de inventar aquella historia del viaje al extranjero.
Uno de los pasajeros, despertó a Mónica cuando el tren llegó al final del trayecto. Al quedarse dormida, pasó de largo la estación y tuvo que cambiar de andén y esperar a que el tren diera la vuelta. Al final el viaje se le alargó más de una hora y cuando por fin llegó a su destino pasaban más de las once y media de la mañana. Lo primero que hizo al llegar fue ir a una caja de ahorros, donde abrió una nueva cuenta con parte del dinero que le había robado a Ramón. Luego fue a su nuevo lugar de trabajo, para firmar el contrato y pedir una copia, que sabía que le haría falta para poder alquilar una vivienda.
La hicieron esperar en una pequeña salita durante un buen rato, en el que vio a todo tipo de gente, sobretodo a mujeres y ancianos, también a algunos inmigrantes. Cuando por fin la hicieron pasar a ella, eran casi la una de la tarde. En el despacho, había dibujos de niños, propaganda sobre el sida, los derechos de los ancianos y los de las mujeres maltratadas, cosa que le hizo recordar por un momento los acontecimientos del día anterior.
- ¡Hola! Mónica, ¿verdad? Perdona que te hayamos echo esperar tanto rato. Creíamos que llegarías el lunes.- Dijo su futura jefa, una mujer de unos cincuenta años, muy delgada, con el pelo blanco y cierta pinta de jipi.- Por cierto, soy Rosa.- Dijo dándole dos besos.
- He tenido que dejar mi casa con un poco de prisa. He… discutido con mi novio y prefiero empezar de cero. De momento no quiero que sepa donde estoy y me gustaría buscar algún sitio de alquiler.
- ¿Te pegaba?- Preguntó Rosa muy seria.
- ¡No! ¡Claro que no!- Dijo antes derrumbarse.- Bueno, anoche…
- Tranquila, ya ha pasado... ¿Lo has denunciado?
- No pude… creo que él quedó peor parado que yo…- En ese momento pasó de la lágrima a la risa, a Rosa también se le contagió.
- ¿Eres supersticiosa?
- ¿Supersticiosa? ¿Te refieres a los horóscopos?- Dijo Mónica extrañada.
- O… en fantasmas.- Respondió Rosa con una sonrisa en la cara.
Mónica se la quedó mirando un momento antes de responder.
- Me dan más miedo los vivos.
- Hay una señora que vive en un edificio, en el que por visto murieron algunos de sus habitantes de una extraña enfermedad. Hay algún vecino que asegura que pasan algunas cosas extrañas y eso ha hecho que los dueños bajen el precio por debajo de lo normal.
- Ya bueno. Ya te digo que no creo demasiado en esas cosas y si el precio es bueno…
- Hagamos una cosa. ¿Tienes planes para comer?
- No.
- Espérame abajo a las tres, que haré un par de llamadas y luego comemos juntas y te digo algo.
Entretanto, en el apartamento que Mónica compartía con su novio. Alfonso el amigo de Ramón, consigue abrir la puerta con una ganzúa, no es la primera vez que lo hace. Al entrar escucha gemidos ahogados por la mordaza de Ramón y el sonido de los muelles de la cama. Si no fuera por el fuerte olor a sudor y orina que proviene del dormitorio, pensaría que su amigo estaba follando con su novia. Al abrir la puerta y verlo atado de pies y manos en la cama sin poder moverse, inevitablemente le entra la risa, sale del dormitorio para reírse a gusto, pero su amigo que escucha la carcajada de Alfonso, gime con más fuerza y cuando vuelve a entrar en el dormitorio con la intención de desatarlo, los ojos de Ramón están inyectados en sangre.
- Tranquilo hombre, que ya voy.- Dice Alfonso quitándole la mordaza y desatándolo.- ¿Quién te ha hecho esto, tú chica o el hijoputa del ruso ese?
- Ha sido Mónica. También se ha llevado la pasta del ruso. Pero me las pagará.- Responde Ramón mientras se frota sus adormecidas extremidades.
- Pues el jefe tiene un cabreo que ni te imaginas, cree que te piraste con la pasta, quiere verte ya, y con el dinero.
- Tendré que recurrir a mis ahorros para pagar al jefe antes de ir a por ella. Deja que me asee primero. ¡Apesto!
- No hace falta que lo jures.- Dijo Alfonso sin poder reprimir una sonrisa.
Ramón le dio un puñetazo que lo hizo caer de culo en el suelo.
El apartamento donde Rosa llevó esa tarde a Mónica, estaba en un segundo piso y era bastante espacioso, con un pequeño balcón donde tender la ropa e incluso tomar el sol en las calurosas tardes de verano. El bloque había sido fabricado a finales de los años sesenta. Los muebles del piso estaban un poco pasados de moda. Era evidente que necesitaba una buena limpieza. La buena mujer, que atendía al nombre de Maruja, le dijo que si tenía el dinero y lo deseaba, podía alojarse allí esa misma tarde y que ya arreglarían lo del contrato al día siguiente. A Mónica, que el tiempo se le echaba encima para buscar una pensión donde pasar la noche, a causa de la labia de doña Maruja, le pareció bien.
Salieron a la calle con la intención de buscar las cosas de Mónica, que estaban en el coche de Rosa. En ese momento, llegó al portal un chico, más o menos de la misma edad que Mónica, apenas un par de centímetros más alto, con la ropa del trabajo y aspecto un poco dejado (Aunque no tanto como el de Alfonso).
- ¿Puedes esperar un momento Javier? Te quiero presentar a alguien. Esta es Mónica, que se va a instalar en el segundo piso. Y Esta Rosa, mi asistenta social y amiga de Mónica.
Javier las miró antes de contestar, a Rosa muy de reojo, a Mónica en cambio le dio un buen repaso de arriba abajo, deteniéndose primero en los pechos y luego en el rostro.
- Hola, que tal.- Dijo sin saber si darles la mano o los dos besos de rigor.- Mis amigos me llaman Jota. Así que si me necesitas para lo que sea, estoy justo en el piso de arriba.
- Lo mismo digo Jota. Y mucho gusto en conocerte.- Contesto Mónica.
- Si claro, igualmente.- Dijo Jota antes de entrar en el edificio.
- ¿Sabéis? Hace tiempo que no se le ve con ninguna chica. Yo pá mí que es de la otra acera.- Dijo doña Maruja.
- Ya se nota.- Dijo Mónica.
- ¿Qué es marica?- Preguntó Rosa extrañada.
- No, que hace tiempo que no está con una mujer.
Mónica y Rosa se rieron mientras Maruja las miraba extrañada.
Después de instalarse en el piso, Mónica fue a comprar alguna cosa para la cena y esa noche recibió una llamada de su hermana.
- Ramón te ha estado buscando, aquí y en casa de papa. Está furioso, dice que le debes dinero. Le hemos dicho que te has ido al extranjero.
- ¿Y vosotros estáis bien? ¿Os ha hecho algo?
- Con mama se ha comportado. Conmigo se ha puesto un poco más agresivo, menos mal que en ese momento ha llegado Andrés y le ha parado los pies.
- Si, Ramón es muy valiente con las mujeres.- Dijo Mónica con ironía.
- Le hemos dicho que si volvía a acercarse a la casa, llamaríamos a la policía. Nos ha dicho que no nos preocupemos, que a la que busca es a ti. Ten cuidado ¿de acuerdo?
- Descuida, lo tendré. Aunque de momento no creo que me busque por aquí.
En los días siguientes, asta que empezó a trabajar, Mónica limpió la casa y la arregló a su gusto, gastando parte del dinero que le había quitado a Ramón. Luego cuando empezó a trabajar, ella empezó a llevar una nueva rutina. Se había cambiado el peinado, cortándose el pelo como si fuera un chico y tiñéndoselo de rubio. También se compró ropa nueva ya que aunque era poco probable que Ramón fuera a buscarla en aquella ciudad, cualquier precaución era poca. Pero quien la encontró por casualidad, fue Iván el ruso.
Ramón había conseguido reunir el dinero que le debía a su jefe, por el asunto de las drogas, librándose por los pelos de su ira. Pero para su humillación y su rabia frustrada, se había corrido la voz de lo que le había pasado, por todo el hampa. Llegó incluso a oídos de Ivan el Ruso que siempre que podía se mofaba de todo aquello.
La especialidad de Ivan, era la trata de blancas, era el encargado de vender a las mujeres que habían sido traídas con engaños o en contra de su voluntad de la Europa del este y tenía relación con la mayor parte de proxenetas, tanto de la capital como de las ciudades de alrededor. Eso fue lo que le llevó a la ciudad donde Mónica se mantenía oculta. En el momento en el que la vio, se estaba despidiendo de un “cliente” en un bar. Ella estaba al otro lado de la calle, en la parada del autobús. Había cambiado radicalmente de imagen, pero Ivan, gracias a su “profesión”, se había convertido en un buen fisonomista y la reconoció enseguida. Cuando llegó el autobús, Ivan, se disculpó con mucha prisa de su cliente, cruzó la calle y subió al interior del transporte antes de que el conductor cerrara la puerta. Pagó el billete y miró de reojo en el interior hasta localizar a Mónica, pasó de espaldas a ella, para que no le viera la cara y se sentó un par de filas por detrás de la puerta, para poderla vigilar sin que ella se diera cuenta. Cuando ella se bajó, él la siguió. Esperó que ella avanzara unos metros para seguirla a cierta distancia. A pesar de las precauciones del ruso, Mónica tuvo la impresión de que algo no andaba bien. Entró en un supermercado para hacer algunas compras, Ivan la esperó escondido detrás de una esquina. Cuando ella salió, tubo la impresión de ver la acechante sombra del hombre y aceleró el paso. Ivan supo que su presa sospechaba alguna cosa y esperó a que se alejara un poco más. Al girar en una esquina, Mónica aprovecho para mirar hacia atrás, sin conseguir ver nada sospechoso. Después Ivan corrió hacia dicha esquina y la observó desde allí, Mónica cruzó la calle dirigiéndose hacia uno de los portales. En ese momento escuchó a alguien llamándola y vio como un chico se reunía con ella, le abría la puerta del portal y la ayudaba a entrar con las compras.
Mientras Mónica y Jota subían en el ascensor, él intentaba iniciar una conversación con su vecina, pero Mónica estaba distante y pensativa, segura de que alguien la había estado siguiendo, cuando llegaron al piso de ella, bajaron los dos del ascensor, Mónica abrió la puerta, dejó sus bolsas en el recibidor, cogió las que llevaba Jota y también las metió en el interior del piso que estaba a oscuras. Le dio las gracias a Jota y le cerró la puerta en las narices. Llevó las compras a la cocina y luego se tumbó a oscuras en su habitación sin atreverse a abrir ninguna ventana ni encender ninguna luz hasta que pasara un buen rato.
Un tanto decepcionado, Jota subió hasta su piso. Si bien algunos vecinos habían comentado, la discreción con la que se comportaba Mónica. Doña Maruja, incluso llegó a comentar, que la chica era lesbiana. Claro que para aquella cotilla todo el mundo era de la otra acera. A pesar de todo, tuvo la impresión de que aquello había rallado la paranoia. Mientras pensaba en todo aquello, él si que abrió la persiana del balcón y salió a tomar el aire, mirando a los transeúntes y pensando en la historia que tenía que escribir para su fancín.
En la calle, detrás de su esquina, Ivan vio como Jota, salía al balcón, y miraba hacia todos lados. A pesar de no verle bien la cara, lo reconoció por la ropa que llevaba puesta. Apuntó la dirección, la calle, el bloque y el piso, el tercero. Sabía que cuando viera a Ramón, este se alegraría con la información y conseguiría sacar algún provecho de todo aquello.
Mónica, que aquel viernes había quedado con algunas compañeras del trabajo para cenar y tomar algunas copas, llamó a Rosa y canceló la cita. Esa noche se acostó temprano, a pesar del cansancio le costó mucho dormirse pensando en lo que había pasado esa tarde. Cuando por fin se durmió, tuvo una extraña pesadilla, en la que Ramón, con el rostro muy pálido, se acercaba a ella y la poseía, después al alejarse su cara estaba completamente roja, tal vez de la ira. El sueño fue tan real, que ella se despertó sobresaltada y con el corazón latiéndole a toda velocidad. Estaba sudando y tenía la boca seca, miró el despertador, pasaban algunos minutos de las tres de la madrugada, se levantó y fue a la cocina, estaba un poco mareada y después de beber un baso de agua, perdió por unos segundos el conocimiento y calló al suelo, donde permaneció unos minutos tumbada hasta que se sintió con fuerzas para ir nuevamente al dormitorio. “Probablemente ha sido una bajada de tensión a causa de la pesadilla” pensó estirándose nuevamente en la cama.




CAPÍTULO 3: LA NOCHE NO ES PARA LOS TÍMIDOS


“…Una compuerta se abrió y el cuerpo paralizado de John entró en el interior del objeto, que dejó de proyectar su intensa luz para finalmente ascender hacia el cielo y perderse en la inmensidad del espacio.
¿Fin…?” Jota terminó de teclear con una sonrisa de satisfacción, siempre se le había dado bien inventar historias y aquella le había quedado cojonuda para el fancine que publicaba con unos amigos. Cogió el vaso y se lo llevó a los labios, pero estaba tan vacío, como la botella de whiskey. ¿Qué más daba? Saldría a celebrarlo. El problema era, que no tenía con quién. La vecina nueva apenas le había mirado aquella tarde, Donia, la chica de origen rumano con la que salió dos años atrás hacía tiempo que no daba señales de vida, esperaba que estuviera bien, la mayor parte de sus amigos estaban con sus novias o mujeres, los únicos amigos que estaban solteros eran Paco, que trabajaba en el turno de noche y Santi, que gracias a una educación estrictamente religiosa, sabía que le sería imposible sacarlo de casa aquella noche. La próxima noche, sábado, era el cumpleaños de Santi y teniendo en cuenta que sus padres estaban de vacaciones, Jota y Paco tenían planeado hacerle una fiesta que no olvidaría fácilmente. Pero aquella noche de viernes… Jota tenía algo que celebrar y lo haría aunque tuviera que salir solo. Tal vez vería algo interesante para su próxima historia.
Sonó el teléfono sacándolo de sus divagaciones.
- ¿Diga?
- Hola. Mi nombre es Arturo Pérez. ¿Dígame tiene Internet en casa?- Dijo una voz con acento argentino.
Jota colgó el teléfono un tanto desconcertado, eran las ocho y media de la noche y los vendedores argentinos de Internet, todavía trabajaban.
Apagó el ordenador y empezó a prepararse la cena, dos huebos fritos con cebolla. Luego abrió una lata de cerveza y empezó a comer mientras hacía zapping, esperando encontrar algo interesante en la televisión. Luego llamó a Santi para intentar convencerlo de salir a tomar algo, misión que resultó completamente imposible, pero no importaba, había tomado la determinación de salir y seguiría adelante. Era extraño, esa misma determinación le hizo ponerse nervioso. “¿Y si lo dejo para otro día?” Pensó para si. “No, tiene que ser ahora”.
Se dio una ducha, se afeitó y se puso la ropa más nueva que tenía. Pero cuando salió a la calle la duda volvió a atenazarlo. No tenía ni idea de adonde ir, así que terminó en el bar donde siempre quedaba con sus amigos.
La gente que había estaba cenando o tomando el café de después, ya que todavía era muy temprano. Jota que aquella noche no esperaba encontrarse con nadie en particular, le pidió una copa a la camarera. La chica era morena de ojos verdes muy guapa y con un vestido muy ajustado, era casi imposible dejar de mirarla, sobre todo su impresionante escote. Mientras le servía, Jota aprovechó para preguntarle por algún sitio a donde ir que no estuviera excesivamente lejos, ya que quería beber sin tener que coger el coche. Ella le dio propaganda de un pub cercano.
- ¿Cómo está el sitio, has ido alguna vez?
- Un par de veces, no está mal.- Contestó ella antes de alejarse para atender a otro cliente.
Jota la miró, mientras ella se dirigía hacia dos recién llegados a los que abrazó efusivamente, no pudo evitar una pequeña punzada de celos. Desvió la mirada hacia el televisor que estaba junto al techo y en la que hacían una de esas películas sobre veinteañeros salidos, con un montón de chicas en bikini. No sabía muy bien por que pero estaba ligeramente nervioso, desviando la mirada de la tele a la puerta cada vez que entraba alguien, y de la puerta a la camarera. Su pierna se movía incontroladamente a causa de sus incomprensibles nervios. Apuró su bebida, pagó y se fue, con un cierto remordimiento por verse incapaz de decirle algo más a la camarera, la cual por otro lado, estaba más pendiente de los otros clientes.
Una vez en la calle, respiró hondo antes de encaminarse al pub que le habían recomendado. El local estaba todavía vacío. Y es que para ciertas cosas era todavía temprano, o al menos eso es lo que le había dicho el barman, asegurándole que hasta las doce de la noche no empezaría a llegar la gente. Por un momento, dudó entre pedirse una copa o marcharse a su casa, finalmente se decidió por un Balantines con cola. Mientras esperaba a que empezara a llegar la gente, empezó a beber lentamente, mientras le entraba cierto sopor.

Poco a poco, empezaron a llegar los clientes, al principio muy tímidamente, luego en grupos más numerosos. Jota se vio forzado a abandonar su cómoda posición en la barra para que los nuevos clientes pudieran pedir. Sus nervios por la solitaria salida nocturna y su natural timidez, le hicieron retirarse hacia un rincón, del local, desde el que no perdía detalle de lo que ocurría a su alrededor.
Un pequeño grupo de chicas, se colocaron cerca de donde el estaba, sin percatarse de su presencia. “¿Existe eso que llaman amor a primera vista?” Se preguntó Jota sin saber muy bien cual de aquellas cinco chicas le gustaba más. Una de las chicas, por fin pareció fijarse en él. No era la más guapa, pero tampoco era fea. En seguida el corazón de Jota empezó a palpitar a toda velocidad. Toda una serie de absurdos pensamientos empezaron a cruzarse por su cabeza. “¿Qué hago? ¿Le pregunto el nombre y después qué? Aquello de estudias o trabajas esta muy pasado de moda. ¿Le pregunto si viene mucho por aquí? ¡Ah no! ¡Ya sé! Le contaré un chiste… ¿Pero que chiste le cuento? Ahora mismo no se me ocurre ninguno.”
Ella le sonrió dos veces, tal vez esperando a que el pobre Jota reaccionara, pero a él, aparte de devolverle la sonrisa, seguía sin ocurrírsele que decir. Finalmente, después de tres cuartos de hora allí plantado, otro grupo de chicos comenzaron a entablar conversación con las chicas y Jota lo dio todo por perdido. Se dirigió a la barra, dejó el baso vacío y fue un momento al lavabo. Mientras orinaba, seguía pensando que todavía era temprano y que tal vez pudiera tener otra oportunidad.
Cuando salió del lavabo, se pidió un chupito de tequila, sabiendo que al día siguiente lo iba a lamentar. Pero lo realmente importante era, que en aquel preciso momento necesitaba algo que le diera valor.
Ligeramente mareado, se dirigió a la esquina en la que creía que estaban las chicas aquellas, pero si no se había equivocado de sitio, significaba que ellas ya se habían ido, tal vez con los otros chicos.
Eran cerca de las dos y media y las pocas chicas que quedaban en el local, todas parecían acompañadas, el resto de la gente ya estaba empezando a ir a discotecas que cerraban a las cinco o a las seis de la mañana.
Jota, ya estaba cansado de dar vueltas y para ir a cualquier discoteca, necesitaba coger el coche. “¿Y para que, para estar plantado en una esquina bebiendo mientras veo como otros se dan el lote?” Pensó mientras encaminaba sus pasos hacia su casa. Para él la noche ya se había terminado.
Entró en el bloque y se encaminó hacia el ascensor. Se sentía un perdedor y justo cuando estaba cerrando la puerta del ascensor, vio pasar una sombra que le recordó algo de su pasado reciente. Abrió la puerta del ascensor, pero la portería estaba bacía, salio nuevamente a la calle, y allí estaba nuevamente aquella sombra esquiva, apunto de desaparecer detrás de una esquina y detrás de aquella esquina… nada, solo una neblina ascendiendo hacia el cielo.
Todo aquello, le trajo recuerdos de dos años atrás y pensó en ella, en Grecia, en las noches que pasó con ella, pensó en las chicas que había visto en el pub y finalmente en su guapa y probablemente paranoica vecina.
Cuando por fin llegó a su casa, se quitó la ropa, apagó la luz, se tumbó en la cama y se masturbó pensando en todas aquellas chicas, luego se quedó profundamente dormido.









CAPÍTULO 4: EL CUMPLEAÑOS DE SANTI


Aquel sábado, Mónica se lo pasó en la cama. Estaba demasiado cansada para hacer nada, y después de las pesadillas de la noche anterior, en las que su exnovio aparecía de la nada para volverla a violar y las fatigas, apenas encontró fuerzas para hacerse algo de comer e irse recuperando poco a poco. Jota el vecino de arriba, también se levantó tarde, pero como decían en casa de sus padres, lo suyo era algo crónico. Sobre todo si aquel día tenía comida familiar, como era habitual los fines de semana. Por suerte, tenía una excusa perfecta para irse justo después del café y así ahorrarse los comentarios de su madre, sobre cuando iba a echarse una novia, por que no estudiaba una carrera seria, o cuando iba a encontrar un buen trabajo. La excusa que tenía, era que había quedado temprano con su amigo Paco, para ir a comprar un regalo para Santi, el cual había cumplido años aquella misma semana. En realidad Jota había quedado más tarde, pero cualquier excusa era buena para ahorrarse el calvario de comer con su familia.
Paco se presentó media hora tarde a su cita, cosa que Jota ya se esperaba, por que su mejor amigo, era un impresentable, que siempre decía que si a todo, auque luego hacía lo que le daba la gana. También era el que tenía más labia con las chicas y no le importaba estar saliendo con una chica a la hora de flirtear con otras. En ocasiones se encontró saliendo con varias chicas a la vez, la cual cosa le había llegado a ocasionar muchos problemas y quebraderos de cabeza.
Tardaron bastante en decidir lo que le iban a regalar a su amigo, con lo cual fueron tarde a buscar las pizzas y llegaron con tres cuartos de hora retraso a la casa de Santi. Santi era el más apocado de los amigos de Jota. En cierto modo lo heredó como amigo de Daniel, del cual también había heredado el pisó en el que vivía. Pero eso es una historia que contaremos en otra ocasión, centrándonos ahora en Santi, sus padres eran extremadamente religiosos, la cual cosa provocó primero que su hermana mayor se fuera de casa con su novio y sus padres renegaron de ella. Por otro lado, su hermano mayor se hizo cura y ahora daba misa en una iglesia de algún pueblo cercano. Santí, el menor de los tres hermanos, un fracasado escolar, cohibido e incapaz de iniciativa propia, con una ligera tartamudez, la única cosa que le impidió caer en el suicidio, fue su amistad con el difunto Daniel, y por supuesto con Jota.
Aquel fin de semana, sus padres se habían ido en un viaje organizado por la parroquia a Lourdes, dejando a su hijo solo.
— No creo que el regalo que le hemos comprado le valla a hacer mucha gracia. — Dijo Jota mientras llamaban a la puerta.
— Que si hombre, ¿Cómo no le va a gustar?— Dijo Paco mientras se habría la puerta de la calle.
— Ya e… era hora, pen… pensaba que ya no veníais.
— Claro que sí hombre. Y traemos la cena además. — Dijo Jota alzando las pizzas mientras entraba por la puerta.
— Y también un regalito, felicidades. — Dijo Paco dándole el paquete a Santi.
— Gra… gracias tíos.
Los tres amigos entraron al interior de la casa, donde, Santi abrió su regalo y se sonrojó al ver lo que había en el interior del paquete, tres películas pornográficas.
— ¿Pe… pero, q-que es es… esto po… porn…?
— Por no aburrirte. — Concluyó Pepe.
— S… si lo descu descubren mis padres.
— Ya te las guardaré yo en mi casa, si quieres. — Dijo Jota.
Santi le pasó las películas como si tuvieran la peste.
— De desagradecidos está el mundo lleno. — Dijo Paco mirando hacia arriba con resignación. — Al menos aprovecha que no están tus padres y ponlas.
— Es que… es que… es que…
— Ya las pongo yo, ir abriendo las pizzas y las birras. — Dijo Jota metiendo las películas en el aparato de DVD.
Ante las imágenes que emitía el aparato de televisión, Santi no podía evitar mover las piernas convulsivamente de un lado a otro.
— Tranquilo Santi, solo es una peli. — Dijo Paco palmeándole en la espalda.
— Anda, bebe un trago.
Santí se llevó la botella de cerveza a la boca y en ese momento sonó el teléfono. Del susto que se pegó, se derramó parte del contenido en la camiseta. Se levantó de un salto nervioso y sin saber muy bien que hacer, finalmente apagó la televisión con el mando y cogió el teléfono nervioso.
— ¿Di… diga? Ah… hola mama… No, nada. Si, claro… Si… Si… Si… No, cla-claro q…que no… vale, muy bi-bien. As… asta pronto mama.
— ¿Por qué has apagado la tele?— Pregunto Paco con cara de enfado.
— Vamos, no te pases con el chaval, que ya tiene bastante con los padres que tiene. — Dijo Jota encendiendo nuevamente la televisión.
— Tienes razón, además es su tele y su casa, que haga lo que quiera. Pero espera, se me ocurre una idea. Ya que tú te vas a quedar las pelis en tu casa, podríamos regalarle otra cosa.
— No te-tenéis que re… que re…
— ¿Qué se te ocurre Paquito?
— Vamos a llevárnoslo de putas.
— ¡¡¡Nooo!!! — Dijo Santi visiblemente asustado
— Tranquilo Santi, si no duele. — Dijo Paco riéndose.
— Además, lo dice por decir. — Dijo Jota. — Anda mira la peli y relájate un poco. Nosotros prepararemos algo de beber, ya veras como te sienta bien.
Paco y Jota fueron al bar de la casa a preparar unas cuantas bebidas, muy cargadas.
— ¡¿Por qué le has dicho que no iba en serio?! — Preguntó Paco ligeramente mosqueado.
— Por que esta muy asustao. Además, nos conocemos desde hace años tú y yo, y los dos sabemos que no va a ocurrir.
— Eso ya lo veremos. — Dijo Paco cargando la copa de Santi un poco más de la cuenta con una sonrisa malévola. — ¿Qué apostamos?
— Contigo es imposible apostar nada, siempre te las ingenias para salirte con la tuya.
Los tres amigos se sentaron en el sofá a beber y a comer, viendo en la pantalla de televisión como un tipo le lamía la vagina a una chica mientras otra le hacía una felación. De pronto Paco se levantó de un salto.
— Estoy arto de ver tías en la pantalla de la tele. Salgamos a dar una vuelta y ver mujeres de verdad.
— Si, será lo mejor. Así nos dará un poco el aire.
— Ir vo… vosotros. Cr… creo que yo me voy a acostar.
— De eso nada, es tú cumpleaños y no te vamos a dejar tirado. — Dijo Jota.
— Además, si te quedas aquí, llamaremos a unas putas a domicilio y nos lo montaremos en la habitación de tus padres. — Dijo Paco sacando el móvil del bolsillo.
— Ca… cabrones, no sss… seréis capa-capaces.
— Yo no, pero Paco si. Además, a ti también conviene salir un rato. Dos horas más tarde, después de haber hecho una parada en uno de los bares de costumbre para tomar unas copas y haberse tomado unas cuantas rondas de chupitos. Paco conducía hacia la capital.
— Yo creo que la camarera te tiene echado el ojo Santi. — Dijo Paco mientras conducía con un cigarrillo en los dedos.
— T… tú crees.
— Hombre, yo no diría tanto. — Dijo Jota que iba de copiloto.
— Tú lo que pasa es que le tienes envidia.
Paco miró un momento a Jota con cara de mosqueo. En ese momento una liebre atravesó la carretera obligando a Paco a dar un brusco volantazo.
— ¡¿Habéis visto eso?! — Dijo con el corazón latiéndole a cien por hora. — ¡Era un conejo!
— ¡Joder si! Menudo susto. A otra vez intenta ir más atento a la carretera. Hemos tenido suerte de que a esta hora no pasa mucha gente.
— Yo no… yo no… yo no he vis… visto nada.
El resto del viaje lo ocuparon hablando de animales que se les había cruzado a otros parientes.
Luego ya una vez en la capital, tuvieron que dar unas cuantas vueltas hasta encontrar un sitio donde aparcar. Había que andar un rato para llegar a la zona de bares y discotecas de la ciudad.
— Mirad, allí veo un bar. — Dijo Jota señalando un letrero luminoso hacia el final de la calle.
Al acercarse al lugar, vieron como en el letrero que rezaba “Club Sueños”, se podía ver dibujado la silueta de una chica desnuda bailando en una barra.
— Eso no es un bar, es un puticlub. ¿Entramos? — Dijo Paco dirigiéndose directamente a la entrada.
— ¡¡¡Noooo!!! — Dijo Santi parándose en seco.
Jota y Paco se lo quedaron mirando un momento.
— Anda vamos ¿No ves que solo está bromeando? — Dijo Jota mientras Paco se reía de él.
Paco y Jota pasaron junto a la puerta del local, Paco de hizo ademán de entrar antes de seguir su camino, pero solo cuando los dos amigos pasaron de largo, Santi corrió hacia ellos para alcanzarlos.
Una vez en el interior de un bar y ya cada uno con su bebida en la mano, Paco pidió una ronda de tequilas.
— Yo pa… paso. — Dijo Santi.
— Ya nos has rechazado las pelis que te hemos regalado. También nos vas hacer este feo. — Dijo Paco fingiendo indignación
— Venga tío, es tú cumpleaños y tus padres están fuera. Aprovecha para desmadrarte un poco.
— Bu… bueno, pe-pe-pero sssssolo u…uno.
Después de aquella ronda, calló otra a cuenta de Jota, a la que Santi tampoco supo negarse, y después otras dos rondas más. Santi fue el único que no pago por ser su cumpleaños. Bebieron tanto que se invirtieron los papeles, ahora eran Jota y Paco los que tartamudeaban en lugar de Santi. Paco empezó a bromear con Santi sobre su cobardía por pasar enfrente del puticlub. Y empezó a exponerle de una forma que en cierto modo parecía tener cierta lógica de que ir a uno de esos sitios no tenía nada de malo. Para entonces, Jota le seguía la corriente en todo.
— Yo no tengo miedo, es que…— Empezó a explicar Santi sin su habitual tartamudeo.
— Entonces ¿A que estamos esperando? Es tú cumpleaños y ya es hora de que te desvirguen… co-cojones. — Dijo Paco ligeramente gangoso.
— ¿Tú qué dices? — Dijo Santi mirando a Jota.
— Con el peo que llevo encima, me da todo igual, ahora, tendré que pasar un momento por el cajero. — Respondió con una sonrisa risueña en el rostro.
— Cerca de aquí he visto uno. ¡Vamos! — Dijo Paco levantándose de golpe de la mesa.
El local era la típica barra americana de tonos rojos. Con un pequeño escenario con una barra donde una chica bailaba de una forma muy erótica mientras se desprendía de las pocas prendas que le cubrían el cuerpo. Por un momento Jota sintió una punzada de culpabilidad, como si le estuviera siendo infiel a su vecina, por la que se sentía atraído, pero ya con una copa en la mano y viendo el espectáculo, se le olvidó aquel molesto sentimiento y más a aun cuando tres atractivas chicas con acento de la Europa del este, se les acercaron y empezaron a insinuarse, a los tres amigos se les quitó la borrachera de golpe. Paco fue el primero en desaparecer por un pasilla que había detrás de la barra. Antes de irse, le dio una palmadita a Santi para animarlo. Mientras más evasivas le daba Santi a su chica esta más se le restregaba, palpándole el paquete, finalmente quiso decirle a Jota que quería irse, pero Jota ya estaba desapareciendo por el mismo pasillo por el que se había marchado Paco, así que terminó cediendo.
Mientras avanzaban por el pasillo, se cruzaron con un tipo alto y rubio, al que la chica parecía conocer bastante bien. Por un momento las miradas de Jota y aquel tipo, se cruzaron, como si se hubieran visto antes. La chica cruzó un par de palabras en ruso antes de seguir por el pasillo.
Iván también siguió su camino asta el bar sin darle la mayor importancia a todo aquello. “Probablemente no es la primera vez que viene ese capullo”. Pensó dirigiéndose a uno de los reservados del bar. Allí muy bien acompañados por otro par de chicas, estaban Ramón y Alfonso.
— ¿Dónde está vuestro jefe?
— Se ha ido con una de las chicas. — Dijo Ramón.
— Mejor, tengo que decirte algo que tal vez te interese. ¿Anika, Irina, os importaría acompañar a nuestro amigo Alfonso a una habitación? —Dijo Iván.
Las dos chicas se levantaron y agarrando cada una de un brazo a Alfonso, lo sacaron del reservado.
— La razón por la que os he invitado a venir aquí esta noche, es por que quería hablar contigo Ramón.
— ¿Oye, no serás maricón verdad?
— No digas tonterías. Ayer vi a tú novia Mónica
— ¡No puede ser, está Londres!
— ¿Cómo lo sabes? ¿Acaso la has visto allí? Por que yo si que la he visto en un pueblo de las afueras.
Ramón suspiró hondo mientras miraba fijamente a su interlocutor.
— Llévame hasta ella.
— ¡Oh! Vamos amigo, es sábado por la noche, crees que estará allí, esperándote. Piensa un poco, es mejor que esperemos a mañana por la mañana.
— ¿Y si la espero allí?
— ¿Y que harás, colarte en su casa como un vulgar ladrón? Esos días hace tiempo que pasaron. Además si vas con tu amigo Alf, ella no podrá ofrecer resistencia.
— Supongo que tienes razón.



Jota fue el primero en salir de la habitación. La chica con la que había entrado y que tanto le había querido durante los veinte minutos que permanecieron en la habitación, le dejó en la barra esperando a sus amigos mientras ella iba en busca de otro cliente del que enamorarse según ella durante otro rato. El segundo en salir, fue Paco que había pagado un poco más.
— ¿Qué, como ha ido Jota?
— De coña, lo necesitaba. Necesitaba echar un polvo más de lo que pensaba.
— Me alegro. ¿Y Santi?
— Pues no lo se… ¡Mira, ahí sale!
Santi salía cabizbajo mientras la chica con la que había entrado le daba palmaditas en la espalda.
— ¡Eh! ¿Qué ha pasado ahí dentro? — Preguntó Paco con su socarronería habitual.
— ¡De… dejadme en paz ¿v-vale?! — Dijo mientras se dirigía directo a la salida.
Una vez en la calle, camino del coche, fue Jota el que se acercó para preguntarle que es lo que había pasado.
— Na… nada, no ha p-pasado absolutamente na…nada. La… la chica lo ha in… intentado, p-pero yo n-no podía dejar de p-pensar que eso es… es… estaba mal.
Al principio los dos amigos intentaron reconfortarlo, diciéndole que no había echo nada malo, pero Santi se mostró agresivo.
Un silencio incomodo se impuso en el coche, hasta que dejaron a Santi en su casa.
— Lo siento por Santi colega, yo pensaba que le estábamos haciendo un favor. — Dijo Paco.
— Pues ya ves. Parece que la hemos cagado. En fin, supongo que mañana se le habrá pasado el enfado.
Los dos amigos se despidieron hasta el día siguiente.
Antes de acostarse, Jota decidió darse una ducha. La chica le había dejado con ganas de más y mientras el agua caliente le caía por el cuerpo, volvió a masturbarse recordando las recientes caricias de la prostituta.





CAPÍTULO 5: DOMINGO DE RESACA


Esa mañana Mónica estaba mucho mejor, después de todo un día y una noche de descanso, se levantó temprano se puso ropa de deporte y se fue a correr. Sabía que no debía tener miedo. Cuando llegó a casa, se dio una ducha y desayunó con hambre. Afuera en la calle, hacía un perfecto día de verano, así que se puso el traje de baño, música chill en el equipo, un buen libro una toalla y salio al balcón a tomar el sol, con la intención de dejar todos los problemas atrás, o al menos eso es lo que ella pensaba.
Justo en la puerta un coche estacionado en doble fila paró el motor. En su interior estaban todos los temores que Mónica creía haber dejado atrás.
— ¿Estas seguro de que es aquí?— Pregunto Ramón receloso
— Claro que sí, yo nunca olvido una cara. Está en el segundo piso.— Respondió el ruso.
— ¿Cómo estas tan seguro?— Pregunto Alfonso que estaba en el asiento de atrás.
— Se asustó. Un tipo, que debe ser su amante entro con ella y luego se asomó al balcón esperando verme. Pero tranquilo, no me vieron y dudo mucho que sospechen algo.
— Está bien. Espéranos aquí, no tardaremos en volver.— Dijo Ramón saliendo del coche seguido de Alfonso. Apenas hacía un par de horas que Jota se había levantado de la cama, con el estomago revuelto y un leve dolor de cabeza debido a la resaca. Su almuerzo, consistió en una lata de sardinas en escabeche, pan semiduro del día anterior y una bolsa de patatas fritas, todo esto remojado por una cerveza, que según decían iba bien para la resaca y que era de las pocas cosas que nunca faltaban en su nevera, casi siempre vacía y todo esto lo hacía con una mano, con la otra cambiaba continuamente de canal, hasta que en uno de los múltiples canales del TDT encontró “En busca del arca perdida”, posiblemente una de las mejores películas de aventuras de todos los tiempos. Pero disfrutó poco de la película, ya que en ese momento, un timbrazo, seguido de unos contundentes golpes en la puerta, logró sacar a Jota de su estupor.
¡Ya voy…! ¡Ya voy, joder! — Dijo levantándose perezosamente del sofá.
En el momento en que abrió la puerta, Ramón y Alfonso, irrumpieron en el interior de su piso. Alfonso, le agarró con fuerza del cuello de la camisa.
— ¡¿Dónde está Mónica?! ¡Dile que salga ahora mismo o te parto el cuello!
— ¿Mónica? ¿Qué Mónica?
— Vamos, no te hagas el tonto. Sabemos que vive aquí.— Dijo Ramón.
— Mirad tíos, no sé quienes sois y me importa una mierda, pero aquí no vive ninguna Mónica. ¿Creéis que estaría así el piso, si viviera alguna Mónica?
Ramón, miró escéptico el caos reinante a su alrededor. Suspiró comprendiendo que Jota decía la verdad. Acto seguido, metió la mano en bolsillo interior de la americana y sacó una foto y una pitillera, que volvió a guardar en el se mismo bolsillo, después de encender un cigarrillo. Le enseñó la foto a Jota.
— Fíjate bien. ¡¿Has visto a esta mujer?!
Jota achinó los ojos a causa del humo del tabaco. En la foto, estaba Mónica, su vecina, abrazada a aquel tipo.
— Pero si es…— Dudó en contestar, pero ya era demasiado tarde, Alfonso lo zarandeó con fuerza.- ¡La chica del dos C.!
Ramón, fue a la mesa de sobremesa y de entre el desorden, cogió el móvil de Jota y se lo guardó en el bolsillo, luego unas llaves.
— ¿Son estas las llaves de tú casa?
Jota asintió con la cabeza. Finalmente el hombre cogió un cuchillo de cocina, se dirigió al teléfono fijo y cortó el cable, clavó el cuchillo en el mueble donde estaba el teléfono y se dirigió a la puerta, haciéndole un gesto a su compañero para que soltara a Jota y lo siguiera.
Como ya hicieran con Mónica, dejaron a Jota encerrado e incomunicado en su propio piso. Mientras cerraban la puerta, escuchó como Alfonso le decía a Ramón
— Don Luis siempre nos dice que no nos obsesionemos con ninguna mujer y menos pudiendo tener a la fulana que queramos. Nos estamos jugando el cuello.
— Yo no quiero una fulana, quiero a Mónica…
“¿Y qué hago yo ahora?” Pensó Jota dando vueltas de un lado a otro. Tenía un recambio de llaves, el problema es que no recordaba donde y lo más urgente era avisar a su vecina de lo que se le echaba encima, aunque le hubiera dado calabazas en más de una ocasión.
En la televisión, Indiana Jones que acababa de averiguar el lugar donde permanecía enterrada el arca de la alianza, llamaba a Sallah, su camarada de aventuras para que le echara la cuerda. Ante la estupefacción de Indi, su compañero de aventuras le lanzó una serie de telas entre las que estaba una bandera nazi. Eso le dio una idea a Jota, que fue corriendo a su habitación. La cama seguía deshecha, así que cogió las sabanas y las anudo como pudo, después las ató a la barandilla del pequeño balcón, su vecina vivía justo en el piso de abajo, así que esa era la manera más rápida de llegar.
Justo debajo, Mónica tomaba el sol boca abajo leyendo ávidamente, mientras en el interior de la casa, sonaba la música, justo encima de ella calló el trozo de sabana de Jota. Pero ni se inmutó, tampoco le dio demasiada importancia al extraño gemido que venía de encima de suyo.
— ¡Mónica! — Gritó Jota mientras realizaba el peligroso descenso.
Ella a duras penas escuchó la llamada y justo cuando estaba apunto de mirar hacia arriba, sonó el timbre. Se levantó y fue hacia la puerta mientras se ponía la parte de arriba del bikini y un albornoz que tenía en el interior del piso.
Jota no había sentido el timbre desde donde estaba, pero si que consiguió bajar unos centímetros más, para ver a Mónica dirigirse a la puerta, intentó avisarla, pero ya era demasiado tarde. Todo pasó muy rápido. Alfonso abrió la puerta de golpe y María calló al suelo de culo. Miró con sorpresa y terror a sus agresores.
— ¡Tú! — Le dijo sorprendida a Ramón.
— Hola Mónica. Te echaba mucho de menos.
— ¡Mira quién está en el balcón! - Dijo Alfonso, señalando a Jota, cuyos pies rozaban ya la barandilla.
— Hay que joderse.— Dijo Ramón dirigiéndose a Jota mientras metía la mano debajo de la americana.
Jota, al ver el gesto, pensó que el tipo estaba sacando un arma y se soltó de su improvisada cuerda. Ramón, viendo caer a Jota corrió hacia él, con la pitillera que acababa de sacar del bolsillo en la mano, se asomó a la calle encendiéndose un cigarrillo, para ver como un grupo de gente se reunía alrededor de Jota.
— Será mejor que nos vayamos, ya Mandaré a alguien para que venga a recoger tus cosas.— Le dijo amenazante a María.
— ¡Recuerdo que te mandé a la mierda, cuando descubrí a lo que te dedicabas!— Le Dijo ella mientras Alfonso la ayudaba a levantarse.
— Esto no es una discusión, si no quieres venir conmigo Alfonso te hará una cara nueva. — Dijo acercándose a Mónica mientras su compañero, sacaba una navaja de un bolsillo trasero de los tejanos.
Jota podía notar el roce del hueso roto de su pierna derecha, a la vez que un intenso dolor le recorría todo el cuerpo. Los transeúntes, formaron un corro a su alrededor, preguntando qué había pasado y si se encontraba bien. “¡Que alguien llame a una ambulancia!”, “¡Haced sitio que respire!”. Decían algunos.
Entonces vio entre la muchedumbre, como los dos matones salían del edificio agarrando a María de los brazos.
— ¡Esos son los que me han tirado del balcón! ¡Quieren secuestrar a mi novia!
Todo el mundo se abalanzó hacia el trío, liberando a Mónica de sus dos captores, la cual corrió al interior del edificio.
Iván que había puesto en marcha el motor del coche, en cuanto vio caer Jota, salió disparado antes de que alguien lo relacionase con los presuntos raptores.
Alfonso y Ramón se zafaron de la turba de gente con la ayuda de la navaja del primero. Pero un coche patrulla que pasaba por allí en ese momento, consiguió evitar la huida.
Mónica vio los acontecimientos desde el balcón de su casa, sin atreverse a salir. También vio llegar a la ambulancia. Después de poner la denuncia en la comisaría, la misma policía le recomendó, que si quería guardar el anonimato, desapareciera por un tiempo, así que después de salir de allí, cogió el tren hacia la capital y fue directamente a casa de su hermana sin ni siquiera hacer el equipaje
Esa noche, los medios de comunicación de todos los programas de sucesos erigieron a Jota como nuevo héroe en contra de la violencia de género.




CAPÍTULO 6: AMENAZAS



Por culpa de una filtración en la policía y por la cotilla de su vecina, los medios de comunicación se habían enterado tanto de su identidad, como de la de su ex-novio. Así que esa noche, antes de desconectar el teléfono móvil, tubo que hacer dos llamadas importantes, la primera, a sus padres, para tranquilizarlos y decirles que en breve pasaría por su casa, la otra a su jefa para explicarle la situación, y que faltaría un par de días al trabajo.
Esa mañana, Salió temprano de casa de su hermana, con la intención de recoger su coche. Hacía un calor sofocante, nubes negras en el horizonte, amenazaban con tormenta.
El coche ya no se encontraba en el lugar donde lo dejó cuando abandonó a Ramón, probablemente él se había encargado de hacerlo desaparecer discretamente en venganza por su fuga y todo lo demás. Así que tuvo que desplazarse en los medios de transporte urbano. Pasó por una pastelería antes de llegar a casa de sus padres.
Fueron muchas las explicaciones que tuvo darles, tantas, que se tuvo que quedar a comer. Según le explicaron sus padres un abogado había tratado de ponerse en contacto con ella, cosa imposible, ya que tenía el teléfono móvil desconectado. Cuando salió de la casa, un hombre, bien vestido, con barba y corpulento se apresuró hacia ella.
— Si tiene cinco minutos Mónica, soy abogado y tengo una oferta muy interesante que hacerle.
— Si se trata de sacar trapos sucios en televisión, no me interesa, gracias.
—. Nada de eso, si me permite que la invite a un café, le cuento mi propuesta, estoy seguro que le interesará.
Mónica suspiró, pensando que no tenía nada que perder por oír la oferta de aquel hombre. Este la condujo hasta un bar cercano, donde se sentaron en una mesa para hablar más tranquilos.
— …Vera, represento los intereses de un hombre muy poderoso. Intereses que han quedado comprometidos con la detención de su exnovio. Mónica, mi cliente le ofrece cinco mil euros en concepto de indemnización por las molestias que le halla podido causar Ramón y la garantía de que no volverá a molestarle nunca más, a condición de que retire la denuncia impuesta contra Ramón y Alfonso.
Mientras hablaban, el cielo se había oscurecido por completo y un relámpago, seguido de un lejano trueno hacían patente la cada vez más cercana tormenta.
— ¡Anda que va a caer una.— Dijo el dueño del bar mientras encendía las luces.
El abogado, que no le había revelado su nombre, había sacado de su cartera de cuero negro un abultado sobre que le pasó a Mónica. Ella entreabrió el sobre y miró su contenido, luego lo volvió a cerrar y se lo pasó nuevamente al abogado. Sin decir palabra se levantó de la mesa e hizo ademán de irse. El abogado le agarro del brazo.
— ¿Mónica, que se supone que esta haciendo? No sea idiota y coja el dinero.
— Dígale a su cliente que no me interesa su oferta. Ahora si me disculpa, le rogaría que me soltara, tengo prisa.
Cuando Mónica salió del bar, el abogado volvió a meter el sobre en su cartera de cuero negro, de la cual sacó un teléfono móvil e hizo una llamada.
— No ha aceptado, es vuestro turno.
Luego se levantó y fue a otra mesa que había justo en frente, para sentarse junto con otros dos hombres que habían asistido a la escena sin llamar la atención.
Una vez en la calle, a pesar de estar a finales de agosto y de que solo eran las cuatro y media de la tarde, los negros nubarrones hacían que fuera casi de noche. Había andado apenas unos metros desde que salió del bar cuando alguien la agarró del brazo, antes de que pudiera protestar, sintió un leve pinchazo en el costado mientras una voz con acento extranjero que tenía la impresión de haber oído antes le susurraba.
— ¡Silencio! ¡No te gires! ¡Como se te ocurra gritar te rajo aquí mismo! Una furgoneta paró un momento en doble fila y el tipo que tenía a la espalda le dijo que subiera y que no intentara nada.
El corazón de Mónica latía desbocado. Dos enmascarados la ayudaron a subir al interior, le pusieron una capucha negra que le cubrió el rostro, impidiéndole ver nada de lo que pasaba a su alrededor, mientras el vehículo se ponía nuevamente en marcha. Antes de que pudiera reaccionar, la habían tumbado boca abajo en el suelo del vehículo y mientras uno de sus captores le ataba las manos a la espalda, el otro le ponía una mordaza en la boca, luego le volvieron a dar la vuelta. A lo lejos volvió a sentirse el sonido de un trueno, amortiguado por el sonido del motor del coche.
— Ahora escucha atentamente Mónica. Un abogado te ha ofrecido mucho dinero para que quitaras la denuncia de tu novio con todas las garantías y tú te has negado. ¿Es cierto?
Mónica asintió con la cabeza, mientras el corazón se le aceleraba cada vez con más fuerza y se le saltaran las lágrimas de impotencia. La mordaza y la capucha le dificultaban la respiración.
— Muy bien, tranquila, no pasa nada…
Mientras la voz de su captor hablaba, notaba como le desabrochaba la blusa, luego la fría hoja de la navaja le acariciaba el vientre hasta llegar al sujetador, el cual se soltó por la parte de delante dejándole los pechos descubiertos.
— ¿Sabes que tienes una tetas preciosas? Y estas no parecen operadas, te podrías ganar bien la vida.
Mónica gimió asustada mientras intentaba patalear.
— Sssshhh… Tranquila, si prometes hacer lo que te digamos cuando te soltemos y cumples, no te pasará nada.— Dijo la voz acariciándole suavemente los pechos para después bajar, metiendo la mano por debajo de los pantalones.— Ahora, si desobedeces, no dudes que te encontraremos y que pasaremos un buen rato contigo antes de degollarte. ¿Esta claro?
— Yo lo siento por Ramón, pero estoy deseando que desobedezca. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! — Dijo otra voz de fondo mientras ella asentía obediente.
— Muy bien.— Dijo su captor mientras le volvían a abrochar los botones de la blusa.
La cogieron de los brazos y la sentaron en uno de los asientos de la furgoneta, mientras su captor le decía que lo único que tenía que hacer era quitarle la denuncia a su novio.
El resto del viaje hubo un tenso silencio. Cuando por fin paró la furgoneta, la levantaron del asiento, le quitaron las esposas y la mordaza, para arrojarla fuera del vehículo que inmediatamente después se puso en marcha. Mónica, calló al suelo, sin que le diera tiempo de ver como la furgoneta se alejaba a toda velocidad. Unos metros más adelante en esa misma calle, vio la entrada de la comisaría donde había puesto la denuncia, un par de transeúntes que pasaban por allí en ese momento le preguntaron si se encontraba bien. Ella todavía conmocionada, asintió con la cabeza, una enorme gota de agua le calló en la mejilla. Fue a un bar cercano, mientras empezaba a llover cada vez más fuerte. Entro en los lavabos para recomponerse un poco y se pidió una tila en la barra del bar antes de ir a la comisaría.
Cuando salió del bar, llovía a cantaros, lo cual provocó que su camisa se transparentase dejando ver sus pechos, sin el sujetador, el cual se lo habían quitado sus captores. En la comisaría, nadie se fijó en su estado de ánimo alterado pensando que estaba provocado por la lluvia.
Al salió de allí, fue a toda velocidad a su casa. Al llegar, empapada y aterrorizada, cerró puertas y ventanas y se dio una ducha de dos horas, se sentía sucia y el agua y el gel de baño no lograban quitarle aquella sensación de malestar. Al salir de la ducha, se tomó una aspirina y se metió en la cama, sin hacer ningún caso al teléfono ni al sonido de la tormenta que caía con mucha intensidad en la calle.
Cuando Ramón y Alfonso salieron de la prisión, donde habían estado retenidos, Ivan y el abogado les esperaban en un coche, para conducirlos hasta su jefe, él cual por lo que les dijeron estaba muy enfadado y quería hablar con ellos.
Ramón pensaba que si salía bien parado de aquel asunto, tendría que encontrar la manera de vengarse de Mónica y del entrometido de su vecino…





CAPÍTULO 7: EL AGUA TEÑIDA DE ROJO

-->...Se escurrió por el desagüe del cochambroso lavabo. Alfonso, no dejaba de pensar en lo último que le dijo su amigo antes de morir, mientras la sangre de este se escurría por la alcantarilla con la ayuda del agua de la lluvia. “Tú serás el siguiente…” Le había dicho el agonizante Ramón. Alfonso, se miró las manos, limpias por fin de la sangre de su amigo, se las secó con el destartalado aparato de aire y salió del pestilente lavabo.
Con la
tormenta que había caído aquella noche, tardo casi una hora en ir de aquella ciudad dormitorio del extrarradio, hasta el barrio antiguo de la capital, cerca del puerto. Con la tormenta y al ser un día de cada día, no había tardado demasiado en encontrar un sitio donde aparcar. El bar, era un pequeño local grasiento y cochambroso, casi vacío, a excepción del dueño y de tres amigos que se estaban tomando unas cervezas al otro lado de la barra, riendo estrepitosamente. Alfonso pidió un whisky doble con hielo. La puerta se abrió dejando entrar el aire húmedo que había traído la lluvia. Una mujer joven y atractiva se quedó un momento plantada en la puerta, dudando si entrar o no y atrayendo por un momento las miradas de los parroquianos. Finalmente se decidió, fue hasta la barra, a medio metro de donde estaba Alfonso. Mientras el camarero le servía un refresco, ella busco algo en el interior de su bolso.

Mierda. ¿Tienes un cigarro?— Le preguntó a Alfonso. — Allí hay una maquina de tabaco.- Respondió señalando la maquina. — No tengo cambio. — Pues yo no… Alfonso se quedó pensativo un momento. Luego saco una pitillera de los tejanos y se la dio a la chica. — Gracias.- Dijo ella cogiendo un cigarrillo y haciendo ademán de devolvérsela. — Quédatela. Yo no fumo. Ella se quedó un momento perpleja. Miró la pitillera y se la guardó.
— ¿De
quién era, de una novia despechada?
— De un amigo…
Está muerto. Ella se lo quedó mirando en silencio, sin saber como reaccionar.
Siempre




CAPÍTULO 8: HORARIO DE VISITAS.


En apenas un par de días, Jota había comprobado lo efímera que podía ser la fama.
Cuando llegó al hospital con su pierna rota, tuvo que esperar más de dos horas en urgencias para que lo atendieran, y cuando por fin lo cogieron, todos habían oído rumores de como se había roto la pierna, el médico le llamó héroe en más de una ocasión. “¿Como está nuestro héroe?” Le decía.
Después de otras dos horas entre radiografías y escayolas, le dijeron que tendría que estar un par de días o tres en el hospital para poderlo observar bien. Por supuesto habían avisado a su familia, pero solo entraron su padre y su hermana, su madre estaba fuera. Ya que al parecer algún que otro medio de comunicación se había presentado en el hospital para intentar averiguar lo que le había pasado. Cuando subió a planta, los medios contaban una versión muy distorsionada de los hechos, al parecer según decían, el mantenía una relación muy discreta con Mónica. “Fíjese si eran discretos, que yo creía que él era mariquita y no es que tenga nada en contra de los mariquitas. ¿Sabe usted?...” Eso le había contado la cotilla de su vecina a uno de los periodistas mientras el compañero de habitación de Jota estallaba en una carcajada. El caso es que según contaban el estaba en el piso de Mónica cuando llegó su ex y fue al intentar defenderla, que Ramón con la ayuda de su compañero, lo tiraron por la ventana. Mónica había desaparecido después de poner la denuncia.
“¡Pues no sabía nada que estuviera con una chica! Este hijo mío nunca me cuenta nada. Ya sabe como son los jóvenes de hoy en día.” Le había dicho su madre a otro periodista. Como portavoz de la familia, la pobre mujer era un desastre, intentando enterarse más de lo que había pasado que informando.
La primera visita que recibió en el hospital, fue la de la policía, intentando esclarecer los hechos.
Cuando les contó que los dos matones habían entrado en su piso por error y que él se había roto la pierna intentando avisar a Mónica, descolgándose por el balcón con la ayuda de una sabana, los policías, tuvieron que salir un momento al pasillo para poder reírse a gusto.
Esa noche, mientras veían en televisión todo lo ocurrido en un programa de sucesos, su compañero de habitación, un tipo de unos cuarenta años, muy cachondo, que se recuperaba de una caída en un andamio, cuando estaba supervisando una obra, le dijo que era muy paradójico que todos los hombres que intentan defender a las mujeres, sean los que terminen en el hospital.
Esa noche, después de ver “Kill Bill” en la televisión de monedas. Jota apenas pegó ojo, entre lo molesto de la escayola y que cada dos por tres aparecía una enfermera para tomarle la temperatura, la tensión, ahora una pastilla y luego un zumito... En uno de esos sueños lucidos, entre enfermera y enfermera, la impresión de que la que entraba, era Darill Hanna, con su ojo tuerto y vestida de enfermera, apunto de ponerle una inyección letal mientras dormía.
También estaba el hecho de tener que orinar tumbado, en el interior de una botella de plástico, al pobre Jota le costaba horrores, cosa que era la mofa de su compañero. Las enfermeras tuvieron que ir en varias ocasiones a llamarles la atención. Finalmente tras muchos esfuerzos y sudores, consiguió su propósito poniéndose a pata coja.
El lunes amaneció con un sol mortecino, oculto tras unas nubes que amenazaban tormenta. Fue durante esas horas vespertinas que Jota por fin consiguió conciliar el sueño. Luego aparecieron otra vez las enfermeras para la limpieza y más tarde para el desayuno y otra vez a dormir.
A mediodía llegó su madre.
— Te he comprado un pijama y he pasado por tú piso. Por cierto, que lo tenías echo un asco y lo he limpiado un poco, que no había quien aguantara allí dentro. ¿Cuánto hacía que no limpiabas un año por lo menos? Por cierto, aquí te traigo también tú portátil y el teléfono móvil que lo tenía la policía.
— Mama, te dije que no quería que hicieras limpieza.
— ¿No? Pues una de las sabanas se te había caído del tendedero y no se como se enredó muy fuerte en la barandilla del balcón…
Esa tarde le visitó Paco. Le dijo que había intentado hablar con Santi pero le había sido imposible contactar con él. También algunos compañeros de trabajo y hasta recibió un mensaje de su ex novia, la cual estaba en el norte de África.
Por la tarde, casi al anochecer, calló una de esas terribles tormentas de verano, que duró unas cuantas horas provocando alguna que otra riada e inundación en el campo. Al día siguiente, él había dejado de ser noticia y todos los periodistas de sucesos se habían ido a cubrir las noticias sobre las pequeñas catástrofes que había traído consigo el temporal. Afuera en la calle la temperatura había refrescado un poco, pero no duraría mucho. Hasta la gente más próxima a él, parecían haberle olvidado. Por lo visto, tampoco Mónica, debía tener la intención de visitarlo, a pesar de ser en cierto modo la causante de su pierna rota, o al menos eso era lo que él creía, ya que cuando sus padres se fueron y él aprovecho para ir al lavabo, con unas muletas que le habían conseguido, fue en ese preciso momento, mientras vaciaba la vejiga, que escucho la voz de una mujer entrando en la habitación.
— Perdona, ¿No es esta la habitación de Javier Guzmán?
— Está en el lavabo, ahora sale.— Contesto su compañero de habitación.
Se lavó las manos y salió, en la puerta estaba Mónica, con aspecto de no haber dormido demasiado, al verlo con la pierna escayolada y las muletas, sin decirle nada, lo abrazó.
— Me voy a dar una vuelta mientras llega la cena.— Dijo el compañero dejándolos solos en la habitación.
El se sentón en la cama y ella en uno de los sillones.
— Siento No haber venido antes… y también lo de tú pierna.— Dijo Mónica.
— Supongo que has estado ocupada y respecto a la pierna tú no tienes la culpa.
— No es verdad, a quien buscaba Ramón era a mi. Por otro lado, no he venido antes, por que ayer unos tipos me amenazaron para que le quitara la denuncia a ese hijo de puta…
—¡¿Qué?!
— Tuve que hacerlo, estaba atemorizada, luego me encerré en casa muerta de miedo y esta mañana… ¡Joder! Esta mañana han encontrado ha Ramón muerto en un contenedor, cerca del piso. La policía me ha interrogado durante toda la mañana… Al parecer fue él amigo de Ramón el que lo hizo antes de suicidarse, auque la poli cree que hay algo más…
— Bueno. Al menos para ti, ya pasó todo
— Si, supongo que si…— Dijo enjugándose las lagrimas con un pañuelo de papel. Luego se fijó en el portátil que había en la mesita de noche de Jota.— Veo que tienes con que entretenerte.
— Si, bueno estoy aprovechando para escribir un par de historias, que publicaré en mi fancine.
— Y te han dicho si tienes para mucho aquí.
— Mañana o pasado me sueltan, pero mi madre se ha empeñado en que baya a su casa, al menos hasta que me quiten la escayola.
En ese momento entró una enfermera con la cena en una bandeja de plástico.
— ¡Uy! que tarde se me ha hecho, son casi las ocho.— dijo Mónica mirando el reloj.— Bueno, no te molesto más.
— No eres ninguna molestia.
— De todas maneras, tengo que irme. Supongo que nos veremos pronto.
— Eso espero.
Mónica cogió su bolso y se marchó.




CAPÍTULO 9: ENCUENTROS DESAFORTUNADOS



Mónica había decidido vender el piso de la capital, en el que había convivido con Ramón. Sus padres le habían sugerido regresar a casa, pero ella ya había empezado una nueva vida en aquella ciudad satélite.
Aquella noche, volvió a soñar con Ramón, aunque su cara era distinta, no solo por la palidez de la muerte, simplemente no era su rostro, lo cual le hizo dudar de que la otra vez se tratara también de Ramón y sin embargo, ¿quién más podía venir por las noche a atormentarla?
Apareció de la nada con su rostro pálido, ella despertó al notar su presencia, o al menos eso creyó, ya que el sueño era muy real. El espectro se tumbó junto a ella, la cual permaneció inmóvil, sin poder tan siquiera gritar y cuando la tocó con su piel fría y la besó, sintió un hormigueo por todo el cuerpo, era como si la estuviera violando sin ni siquiera penetrarla y sin que ella pudiera hacer nada por impedirlo, durante el tiempo que duró aquello, ella le pertenecía a él. Cuando se alejo, la palidez de la muerte había abandonado el rostro del espectro, que ahora sonrosado parecía más vivo y en cierto modo real. Desapareció tal y como había aparecido unos minutos antes y ella se quedó profundamente dormida, si es que alguna vez había estado despierta.
A la mañana siguiente, le despertó el sonido de su teléfono móvil. Era Rosa, su jefa para saber si estaba enferma, ya que hacía dos horas que tendría que haber entrado a trabajar. Miró el despertador, había estado sonando y ella ni siquiera lo había escuchado. Se dio una ducha fría, se tomó un café bien cargado y salio disparada del piso. En la portería se encontró con Maruja, la portera.
— Ha estado el fantasma en tu casa. — Dijo al verle la cara pálida y ojerosa, no era una pregunta.
— ¿Fantasma? No la entiendo…— Dijo deteniéndose un momento. — Si me perdona, llego tarde al trabajo.
— Si que me has entendido, vaya si me has entendido.— Dijo para sí Maruja, viendo como Mónica se alejaba corriendo a la parada del autobús.
Durante todo el camino estuvo dándole vueltas a lo que le había dicho su vecina y si estaría relacionado con la extraña pesadilla que había tenido aquella noche. “Tal vez debería hacerle una visita a mi vecino Jota y preguntarle si sabe algo del fantasma, el problema es que está en casa de sus padres con su pierna rota y no se donde viven…” Pensó Mónica mientras el autobús la conducía a su trabajo.
Durante toda la mañana estuvo más torpe de lo habitual. Rosa, le dijo en un par de ocasiones que si no se encontraba bien se marchara a casa, pero Mónica insistió en quedarse, al menos hasta terminar el primer turno. Después de comer, se sintió mucho mejor y decidió quedarse, incluso, a pesar del cansancio, un par de horas más para recuperar el tiempo que había perdido aquella mañana. Ordenó algunos informes y atendió un par de llamadas antes de irse.
Fue la última en salir de la oficina, en la calle ya había anochecido, las temperaturas habían bajado, los largos días de verano parecían alegarse cada vez más deprisa.
El cansancio había vuelto a ella como una pesada losa y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Tenía ganas de llegar a casa, cenar un poco y meterse en la cama, pero su casa, parecía estar a años luz de allí. Entonces apareció aquel hombre de la nada. A ella le resultaba familiar, pero había olvidado el por que, sin embargo, el hombre alto y rubio, que sí la recordaba a ella, se encargó de refrescarle la memoria, mientras la agarraba del brazo con una mano amenazándola con una navaja.
— ¡¿Qué hace, suélteme?! ¡Si quiere el bolso cójalo y déjeme tranquila!
— No es el bolso lo que quiero, Mónica. Es a ti. Por tu culpa Ramón está muerto. — Dijo Iván con su característico acento ruso.
— ¡¿Qué dice?! ¡Yo no tuve nada que ver con su muerte! ¡Suélteme! — Contestó ella, forcejeando y poniéndose cada vez más pálida.
— No te preocupes, no voy a matarte. Hay otras formas en las que puedes pagar por la muerte de tú ex novio. En Rusia muchos hombres pagarían una fortuna por pasar una noche con una morena como tú…
— ¡Eh, tú! ¡¿Qué haces?! — Dijo una voz por detrás de ellos.
En ese momento Mónica perdió el conocimiento.
Cuando volvió en si, el rostro de Iván había sido sustituido por el de un hombre de poco más de cincuenta años, con el pelo canoso, de metro ochenta de estatura, aspecto pulcro pero fornido para su edad. La primera reacción de Mónica fue pegarle, con lo que el hombre, tuvo que sujetarle los brazos mientras la tranquilizaba.
— Ya está, tranquila, ya pasó todo… El hombre que la estaba amenazando salió corriendo en cuanto usted perdió el conocimiento.
Mónica respiró hondo unas cuantas veces mientras recuperaba el pulso.
— Está bien… ya me encuentro mejor, puede soltarme.
El hombre obedeció, ayudándola acto seguido a levantarse del suelo.
— ¿Ese individuo era su novio? — Preguntó el desconocido.
— No, solo le había visto una vez, en realidad es una larga historia.
— ¿Solo le había visto una vez y dice que es una larga historia? Tengo curiosidad. ¿Por qué no vamos a tomar algo y me la cuenta?
— Oiga, le agradezco su ayuda, pero estoy cansada, asustada y lo único que quiero es llegar pronto a mi casa, así que si no le importa…— Dijo Mónica algo molesta.
— Lo siento, no quería atosigarla a preguntas, pero insisto en tomar algo, después del susto necesita reponerse. Luego si quiere, la acompañaré a su casa para asegurarnos de que no le pasa nada. ¿De acuerdo?
— Está bien. No tengo ganas de discutir.— Dijo Mónica suspirando con cierta resignación.
— Por cierto, me llamo Luis.— Dijo el hombre ofreciéndole la mano.
— Mo… Mónica. — Respondió ella, un tanto dubitativa mientras estrechaba la mano de Luis.




CAPÍTULO 10: ABURRIMIENTO



A pesar de estar postrado en una silla de ruedas, el personaje de James Steward, había conseguido salir bien parado de todo aquel lío en el que se había metido por espiar a sus vecinos en “La ventana indiscreta”. Las letras de crédito empezaron a salir en la pequeña pantalla de aquella vieja televisión que los padres de Jota habían instalado en su antigua habitación de la que Jota había salido un par de años atrás, para volver nuevamente mientras se recuperaba de su pierna rota. Aparte de la televisión y del portátil, que carecía de conexión a Internet en el hogar paterno, la mayoría de las cosas que le interesaban estaban en su piso. Los libros y cómics que se habían quedado en aquella habitación, hacia tiempo que le habían dejado de interesar, el resto de libros que había en la casa mínimamente interesantes ya se los había leído y después de escribir “Pesadilla en serie Z”, las buenas ideas parecían haber huido de su cabeza y hasta el sueño le abandonó, después de tantos días sin hacer nada.
Sus majestades los reyes Regresaban a Madrid al terminó de sus vacaciones de verano en la isla de Mallorca, decían en la última edición del telediario. “Lo cual no significa que abandonen sus perpetuas vacaciones”. Pensó Jota mientras paseaba la mirada por las estanterías de su habitación. En ese momento su mirada se detuvo en unos prismáticos que había olvidado que tenía y después de haber visto la peli de Hitchcock, pensó que tal vez ver lo que hacían sus vecinos podía ser más interesante que lo que daban por la tele, pero se equivocaba, la mayoría de ellos tenía que madrugar, para ir al día siguiente a trabajar, o al menos a la cola del paro tal y como estaban las cosas. Las únicas luces que habían encendidas, eran las de alguna cocina o cuarto de baño. Aún así, Jota buscó por los edificios cercanos sin ningún resultado satisfactorio, tampoco en la calle se veía un alma. En ese momento la puerta de su habitación se abrió sobresaltando a Jota, pero quien entró no era ningún asesino aunque casi lo matara de un susto.
— ¡¿Pero… todavía estas despierto?!— Pregunto su madre. — ¿Qué estas haciendo, espiar a los vecinos? ¿No te da vergüenza?
— Mira la que fue a hablar, que entras en la habitación sin ni siquiera llamar a la puerta.
— Oye jovencito, a ti no se te ocurra replicarme… Y trae acá esos anteojos antes de que algún vecino te sorprenda espiándolo.
— Eso no va a pasar, todo el mundo está durmiendo.
— Trae los anteojos te digo y ponte a dormir.
A regañadientes, Jota le pasó los prismáticos a su madre
— Pero de dormir nada, no tengo sueño y ya soy mayorcito para que me mandes a la cama.
— Haz lo que quieras, pero dame un beso que yo si que me voy a dormir.
Su madre le dio un beso de buenas noches y luego le apagó la luz antes de cerrar la puerta. Jota la volvió a encender, luego cogió el mando a distancia y empezó a hacer zaping, buscando algo interesante en los distintos canales, Aparte de algún capítulo repetido de alguna serie de televisión, que él ya había visto o alguna película antigua que en su día ya habían repetido unas cuantas veces, en la mayoría de cadenas lo que daban eran anuncios eróticos, concursos chorras y echadores de cartas. De todo ello, lo que más le atraían eran quizá los anuncios eróticos, pero la escayola le había quitado los ánimos para masturbarse, por muy cachondo que le pusieran los contoneos de aquellas chicas y puesto que la inspiración para escribir una nueva historia parecía haberse ido con aquellos días ociosos, decidió que tal vez alguna de aquellas mujeres echadoras de cartas que parecían tener una imaginación tremenda, podrían ayudarle a inventar una historia.
Desde siempre Lourdes, había poseído un talento especial para vislumbrar, cosas, que habían ocurrido, que estaban pasando o que iban ocurrir. Sus padres, asombrados por sus asombrosos dones, la llevaron a psicólogos, médicos, científicos, parapsicólogos y seudocientíficos de toda índole y calaña. Harta de todo aquello, se independizo en cuanto tubo edad suficiente, más tarde se cansó también de que la gente, o la tomaba a broma o terminaba temiéndola y nunca conseguía pasar desapercibida. Así que decidió dedicarse a la adivinación profesionalmente y tomarle el pelo a los incautos, como hacían prácticamente, todos sus compañeros de profesión. Cuando un tal Juan Carlos (que era el nombre que Jota se había puesto después de ver una noticia sobre el rey en la tele) llamó, supo inmediatamente que le querían tomar el pelo y estuvo apuntote colgar, pero vio algo en el futuro de aquella persona, por lo que merecía ser advertido.
— Como Juan Carlos es demasiado largo, te llamaré simplemente Jota si no te importa.— Dijo Lourdes para asombro del propio Jota que trago saliva al oír aquello.— Dime Jota, ¿Qué es lo que quieres saber?
— Bueno, hay una chica con la que…
— Tú vecina… Te gusta, pero o no te hace caso o cuando por fin parece que esta apunto de hacerlo, ocurre algo como una especie de accidente, que vuelve a separaros…— Mientras Lourdes echaba las cartas y hablaba, Jota iba tomando notas al otro lado de la línea telefónica.— Veo que ella acaba de salir de una relación un tanto tumultuosa y que está apunto de iniciar una nueva relación con otro hombre, en apariencia es todo lo que una mujer puede desear… Pero no desesperes Jota por que eso es solo fachada, este nuevo pretendiente puede ser mucho peor que el anterior, lo más aconsejable sería mantenerse alejado.
— Ya, pero ¿y si decido advertirla o intervenir de alguna manera?
Lourdes siguió echando cartas.
— Aquí veo que podrías recibir ayuda de alguien de tu pasado.— Lourdes miró la última carta y la ocultó antes de enseñarla, mientras su rostro palidecida y por un momento pareció quedarse muda.
— ¿Pero que… pasa? ¿Qué es lo que has visto?
— La muerte puede ser una aliada imprevisible… Sobre todo ten mucho cuidado…
La comunicación se cortó y la imagen de Lourdes desapareció para dar paso a otra adivina.
Jota que había estado tomando notas en todo momento las repasó. Todo aquello le parecía muy extraño, por que aunque sabía que todas aquellas adivinas eran unas farsantes, unos dos años atrás a él le habían ocurrido cosas que habían sobrepasado todo lo imaginable y habían dos o tres hechos que aunque podían parecer mera coincidencia, como lo de que le llamara Jota y que hiciera referencia a su vecina en todo momento. En cuanto a todo aquello que había dicho al final sobre alguien de su pasado y de la muerte… Jota recordó que un par de días antes de romperse la pierna vio una sombra fantasmal saliendo de su edificio…
Esa noche, permaneció despierto sin poder dejar de pensar en todo aquello.




CAPÍTULO 11: UNA NUEVA RELACIÓN



Al día siguiente del encuentro con Iván, cuando Mónica salio del trabajo, esta vez en el horario de siempre y con el resto de sus compañeros. Apunto de irse a la parada del autobús como cada día, cuando una voz a su espalda la hizo pararse en seco.
— ¿Necesitas que te acerque a tu casa?— Preguntó Luis, que estaba apoyado en su flamante coche deportivo, aparcado en doble fila, que parecía estar esperándola.
— ¿Qué hace aquí?— Dijo Mónica sorprendida.
— Esperarte para asegurarme de que llegas bien a tu casa. Mónica fue hacia él.
— Oiga Don Luis. Le agradezco que ayer me ayudara con aquel individuo. Pero, de momento no creo que necesite escolta.
— Bueno, aparte de eso, ayer disfruté mucho de tu compañía y…
— Oiga, no se lo que pretende, pero como ya le dije ayer que acabo de salir de una relación bastante tormentosa y prefiero estar sola de momento.
— De acuerdo, pero antes de irte escúchame un momento. Primero deja de llamarme de usted, no soy tan viejo; segundo solo quiero ser tu amigo y tercero, si tanto te molesta, me voy y en paz.
— De acuerdo, pues entonces adiós.— Dijo Mónica dando media vuelta y yendo a la parada del autobús.
— ¿Ya esta? ¿Eso es todo?— Dijo Luis viendo como Mónica se alejaba.
Ella siguió su camino si hacerle el más mínimo caso. Luis subió en su coche y lo aparcó también en doble fila, cerca de la parada del autobús donde esperaba Mónica. Cuando llegó el autobús, Luis lo estuvo siguiendo hasta que paró cerca de la casa de Mónica, luego la siguió hasta que entró en el portal.
Ella que en todo momento se dio cuenta de que él la seguía, antes de subir a su casa se asomo un momento al portal, para ver como Luis daba media vuelta y se iba en dirección contraria.
La cosa se repitió durante los dos días siguientes. El viernes cuando salio del trabajo se fue directa hacia él.
— Mire Don Luis, si continua siguiéndome, le denunciaré por acoso.
— ¿A quién, a mí? Vamos Mónica, sabes que sería incapaz de hacerte daño. Además el hecho de que sigamos el mismo camino puede ser una mera coincidencia. Pero te propongo un trato. Tú me acompañas a cenar esta noche y si después de eso no quieres nada más conmigo yo dejo de seguirte, si no aceptas estaré aquí como todos los días, y no me importa que llames a la policía. Además tengo amigos que pertenecen al cuerpo.
Mónica respiró con resignación.
— Supongo que no tengo elección.
— No.
— Está bien, pues ya que esta noche vamos a cenar juntos, supongo que no te importará acercarme a mi casa, ya que te sabes el camino.
Luis le abrió la puerta del coche sonriendo.
— Ya veras como no te arrepientes.
Esa noche, la cena fue bastante agradable. Para empezar la llevó a uno de esos restaurantes con barias estrellas michelín en su currículum, durante la cena estuvieron hablando largo y tendido, él le preguntó si le gustaba el teatro, ella le dijo que si, pero que pocas veces tenía la oportunidad de ir, casualmente, Luis tenía entradas para el teatro esa misma noche. Finalmente fueron de copas a uno de los locales más pijos de la capital. Lo cierto es que hacía mucho tiempo que ella no se lo pasaba tan bien con un hombre, ni siquiera con Ramón antes de saber quien era realmente.
Cuando llegaron a su casa, ella estuvo apunto de invitarlo a subir, pero se abstuvo.
— Entonces… ¿Qué?
— Adivínalo tú.— Contestó ella dándole un beso en los labios.
Fue a la puerta con él siguiéndola a cierta distancia, abrió, entró, dio media vuelta y le dio a Luis que venía detrás, un suave empujón hacia fuera.
— Todavía no campeón, otro día.— Dijo guiñándole un ojo y cerrando seguidamente la puerta mientras él se marchaba algo decepcionado.
Apoyada en la puerta estuvo apunto de volver a abrir. Pero se decidió tarde. El sonido del motor del coche fue el resorte que la hizo reaccionar, pero cuando volvió a salir, el deportivo ya se alejaba a toda velocidad.
En todo el interminable fin de semana, estuvo pensando en la oportunidad perdida, pero a Luis parecía que se lo hubiera tragado la tierra.
Cuando el lunes volvió al trabajo todo parecía que había vuelto a la normalidad, hasta que terminó y lo vio allí plantado como había echo la semana anterior. Fue hacia él y lo besó.
— ¿Dónde te habías metido?
— Bueno, no me dejaste muy claro que era lo que querías, así que…
— Anda llévame a casa.— Dijo ella subiéndose en el deportivo de Luis.
Esa misma tarde hicieron el amor y durante las semanas siguientes, todo fueron viajes de fin de semana y regalos que iban desde cajas de bombones, ramos de flores y osos de peluche a caros colgantes, pulseras y alguna que otra sortija. Ningún hombre la mimado tanto como Luis. Lo único extraño es que nunca iban a la casa de él. Evidentemente debía de estar casado.
— Si y no.— Le dijo Luis cuando ella le preguntó.— Estamos en proceso de separación y las cosas están un poco tensas, por suerte, la casa es lo suficientemente grande para convivir sin estorbarnos mucho hasta que nuestra situación se resuelva definitivamente.
Pero hubo una tarde que él le dijo que aquel fin de semana tenía un viaje de negocios y que tendría que ir solo en aquella ocasión.
— Voy a darme una ducha.— Dijo Mónica levantándose desnuda y dirigiéndose al cuarto de baño.
El se levantó, con la intención de seguirla.
— Si no te importa, hoy preferiría ducharme sola.
Era evidente que Mónica se había enfadado y que tal vez pensaba que las cosas entre él y su mujer iban mejor de lo que él le había dicho, lo cierto es que cualquiera sabía lo que pasaba por la cabeza de una mujer.
Luis había empezado a vestirse, cuando sonó el timbre de la puerta, Mónica probablemente ni lo había escuchado con el sonido del agua. Cuando abrió la puerta, al otro lado había un chico joven, más o menos de la misma edad de Mónica, que se quedó bastante sorprendido al verlo, antes de hablar, miró el número que había encima del marco de la puerta.
— Es… está Mónica.
— Está en la ducha, saldrá de aquí un rato.
— Bueno, dígale que soy Jota… Su vecino de arriba. Que ya he vuelto y… que si necesita algo, ya sabe donde encontrarme.
— Vale, ya se lo diré.— Dijo Luis cerrándole la puerta en las narices al pobre Jota.
En ese momento salió Mónica del cuarto de baño.
— ¿Han llamado a la puerta? Me ha parecido sentirla.
— Una vecina.
— ¿Una vecina? ¿Qué quería?
— Sal, le he dicho que no teníamos.
— Seguramente era Maruja, la portera. Es una cotilla.
Mónica entró en el dormitorio, cerrando la puerta a su espalda y Luis cogió el teléfono móvil y salió al balcón ha hablar.




CAPÍTULO 12: LA BOLA DE BILLAR


Durante estos días he intentado contactar con Santi unas cuantas veces, pero me ha sido totalmente imposible. Al principio me cogían el teléfono los padres, pero en cuanto les decía quien era me colgaban… luego directamente, dejaron de descolgar y finalmente, yo dejé de llamar. Cuando llego por fin a mi casa, que tanto la he echado de menos estos días de convalecencia, me encuentro con que mi madre ya había pasado por allí… Lo ha dejado todo como los chorros del oro, pero cada vez que busco alguna cosa la tengo que llamar para preguntarle donde ha guardado esto y aquello. “Donde va a ser, en su sitio” me contesta siempre ella, a lo cual yo le pregunto desesperado “¿Y cual es su sitio mama?” Al final ha quedado todo tan desordenado como siempre. Lo peor, es que aprovechando el curro que mi vieja se pegó con mi piso, yo quise invitaros a todos a una cena, para celebrar mi regreso al hogar y todo eso, ya sabes, claro que en el fondo era una excusa para invitar a mi vecina, estaba convencido que después de rescatarla de las garras de su ex novio, aceptaría la invitación. Así que bajo corriendo al piso de ella, llamo al timbre ¿y qué me encuentro…? Joder tío, menos mal que no llamé a nadie… ¡menudo chasco cuando veo que me abre la puerta un viejo de doscientos años por lo menos! Vale, vale… tal vez he exagerado un poco, pero sus cincuenta o sesenta años no se los quita nadie al tío. Ya te puedes imaginar como se me quedó la cara en ese momento, miro para arriba haber si me he equivocado de portal y luego le pregunto por ella. Lo primero que pensé, es que tal vez se trataba de su padre o algo así. “Esta dándose una ducha”. Contesta él, y ahí, me percato de que el tío, lleva la camisa desbrochada y por fuera del pantalón. A mi lo único que se me ocurre es decirle, es que cuando salga Mónica de la ducha, le comunique que he vuelto y que si necesita algo ya sabe donde encontrarme… Me tendría que haber callado la boca e irme sin más, pero ya ves, soy un gilipollas… Anda tira ya, que te toca.
— Si es que, lo que no te pase a ti, colega.— Dijo Paco riéndose del monologo que había soltado Jota.
Paco dispuso el taco en situación de tiro apuntando bien a la bola que quería darle. Si la jugada salía bien, sería capaz de meter tres bolas en dos agujeros distintos, imaginó el recorrido de la bola blanca y las diversas carambolas hasta los agujeros correspondientes, sabía que le tenía que dar con la suficiente fuerza para conseguir su objetivo.
— ¡Venga tío, tira de una vez!- Dijo Jota impaciente.
Paco echó el taco hacia tras, para tomar impulso y en el preciso momento en el que la punta del taco avanzaba hacia la bola blanca, el camarero nuevo le dio sin querer un empujón y la bola salió disparada de la mesa, dando tres botes en el suelo, antes de pasar por debajo de otra mesa, entre los pies de una pareja que se miraba muy acaramelados, agarrándose de las manos, sin ser conscientes de lo que ocurría a su alrededor. La bola siguió rodando por el suelo, seguida muy de cerca por Jota, que cuando estaba apunto de cogerla, vio como Susana, la camarera, le daba un pisotón que la hizo caer al suelo, con una bandeja llena de cervezas y un plato de patatas bravas. Con renovado impulso, la bola fue rebotando hasta la puerta, por la que en ese momento, entraban Pepe, Carlos y Gabriel. Los tres amigos trataron de detenerla sin éxito. Pasando entre los coches, apunto estuvo de provocar un accidente. Se detuvo en la acera de enfrente, pero por poco tiempo, ya que justo cuando Jota estaba apunto de cogerla, un anónimo y despistado transeúnte, le dio una patada que la hizo rodar calle abajo, cogiendo cada vez más velocidad. Un gato de manchas anaranjadas y blancas, que estaba en el alfeizar de una ventana, empezó a seguirla hasta que un pastor alemán, empezó a perseguirlo a él, arrastrando en su persecución a su dueña. Se acabó la acera y la bola rodó nuevamente entre las ruedas de los coches hasta llegar al bordillo de la siguiente acera, donde por fin se detuvo, junto a las piernas de una preciosa chica, que se inclinó para recogerla. Cuando la chica se levantó nuevamente, Jota vio que se trataba ni más ni menos que de su vecina Mónica, que estaba acompañada por otra pareja.
— ¡Hombre Jota! ¿Ya estas bien? ¿Por qué no has pasado por casa?
A Jota, que le faltaba el aire y tenía el corazón desbocado, en parte por la carrera y en parte por la sorpresa del encuentro, Tardó un rato en responderle.
— Perdona, es que esa bola me ha hecho correr un rato.— Contestó por fin con la respiración todavía un poco agitada.— En realidad si que pasé, pero un señor que había allí, me dijo que estabas en la ducha y… no quise molestar.
— Debió ser Luis. Que raro, no me dijo nada. Por cierto, estos son, mi hermana Elena y su chico Andrés, han venido a visitarme. Chicos este es Jota, mi vecino, él que me ayudó con lo de Ramón.
Jota saludó a la hermana y al novio de esta.
— Por cierto Jota, que haces el sábado, mi novio Luis se va de viaje de negocios y me parece que te debo por lo menos una cena… Por aquello que paso, ya sabes…
— Pues… por mi vale, lo cierto es que quería hacer yo también una cena para celebrar mi regreso… pero al final todos los colegas tenían otros compromisos y… La verdad es que se me apetece.
— Entonces, si te parece bien el sábado a las nueve.
Jota dio media vuelta con intención de regresar al bar.
— ¡Jota! ¿No se te olvida algo?— Dijo Mónica alzando con la mano la bola de billar.
— ¡Ah si! Perdona.
En la puerta del bar esperaba Paco, que había estado asistiendo a toda la escena desde lejos.
— ¡¿Viene ya esa bola o no?! — Grito dándole prisas a su amigo.
Jota se giró un momento, para ver como Mónica desaparecía tras una esquina con su hermana y el novio de esta.
— ¿Oye, quien era esa chica con la que hablabas? Esta muy buena.— Pregunto Paco cuando Jota llegó a su altura
— Mónica.
— ¿Mónica tu vecina?
— Si. Me ha invitado a cenar el sábado en su casa.— Contestó Jota con una sonrisa de oreja a oreja.
Los dos amigos entraron nuevamente en el bar con la intención de continuar la partida.




CAPÍTULO 13: ¿QUIÉN ES LUÍS GARROTE BOTÍN?


Luis Garrote, había conseguido su fortuna, apostando fuerte, pero manteniéndose al margen, que fueran otros los que corrieran con los riesgos.
A pesar de todo siempre había un cierto riesgo y aunque la policía nunca encontrara pruebas de sus negocios, su nombre siempre podía salir a la luz. Ahora se podía permitir un pequeño gimnasio al lado de su despacho, el ejercicio físico acompañado de una suave música le ayudaba a pensar, en esas estaba, esperando la llegada de dos de sus sicarios, cuando sonó el interfono.
— Señor Garrote. Ramón y Alfonso acaban de llegar.
— Muy bien, dígales que pasen.
Los dos sicarios de Luis entraron. El corpulento Alfonso tenía un aspecto desaliñado, de matón de poca monta. Ramón en cambio siempre había apuntado alto. Aunque le faltaba inteligencia. Además aquel día tenía el aspecto de que pasó muy mala noche. Era evidente que algo salió mal, ya que se presentaban con mucho retraso a la cita. Tenían que traer el dinero de uno de los muchos negocios sucios, que realizaban para la empresa. Una transacción aparentemente de lo más sencillo.
— ¿Dónde os habíais metido? Hace horas que tendríais que estar aquí. ¿Supongo que no habréis perdido el dinero de los rusos?
— No, aquí está.— Contestó Ramón dejando un abultado sobre encima de la mesa.
Luis abrió el sobre en su interior había billetes de barias clases, sobre todo de veinte y de cincuenta.
— ¿Qué significa esto? Este no es el sobre que te han dado los rusos, ¿verdad? Alfonso se quedó mirando a Ramón esperando a que contestara.
— No… Pero le puedo asegurar que está todo el dinero.
Luis los miró fijamemte, primero a uno y luego al otro, un silencio sepulcral dominaba la estancia. Luis suspiró hondo antes de preguntar que ocurrió. Ramón le contó que cuando su novia se enteró del tipo de negocios a los que se dedicaba, le había robado el sobre con el dinero y se había largado, según creía al extranjero.
— Más vale que te asegures Ramón o tendré que deshacerme de ti. Alfonso te acompañará. Ahora sal un momento.— Los dos hombres hicieron ademán de marcharse.— Tu no Alfonso, tengo que hablar contigo un momento.
Cuando Ramón cerró la puerta, Luis le preguntó a Alfonso si conocía a la novia de Ramón y le pidió que le contara lo ocurrido con el dinero. Alfonso mintió al decirle que no conocía a la chica de Ramón personalmente y que solo sabía su nombre, Mónica. Donde si se ciñó a la verdad, fue al contarle que al ir aquella mañana al apartamento de Ramón, tuvo que forzar la puerta para poder entrar y que encontró a Ramón atado a la cama, completamente desnudo.
Aquella fue la primera vez que Luis oyó hablar de Mónica y pensó que merecería la pena conocer a una mujer como aquella.
La voz de lo que le pasó a Ramón, se corrió como la pólvora llegando incluso a oídos de Iván el Ruso.
Más o menos un mes más tarde, Iván lo invitó a uno de los locales que regentaba uno de sus socios en la ciudad. Algo que le extraño es que solicitara también la presencia de Ramón.
En cuanto entraron en el bar de estriptis, Luis, Ramón y ya de paso Alfonso, fueron conducidos a una mesa reservada desde donde podían ver el espectáculo con todo lujo de detalles. Nada más sentarse, tres chicas se les acercaron con una botella de champagne y se sentaron al lado de ellos. La que estaba con Luis, una ucraniana pelirroja y despampanante, le metió la mano en el paquete, susurrándole al oído.
— Sígueme y disimula, Ivan quiere hablar contigo a solas.
— Claro preciosa, lo que tú digas. Dijo dándole una palmada en el trasero a la joven prostituta.
La chica se levantó y agarrándolo de la mano, lo condujo por un pasillo muy largo, con puertas a ambos lados, luego subieron por una escalera hasta llegar un despacho lleno de pequeñas pantallas de televisión desde donde podía verse todo lo que pasaba en el local, dentro le esperaba Iván. La chica salió del despacho cerrando la puerta.
— Señor Garrote. — Dijo Iván ofreciéndole la mano.— No se preocupe por la chica, le estará esperando fuera.
— Eso espero, la muy puta sabe ponerle a uno cachondo. Pero favor llámame Luis. Dime Iván, ¿Qué es lo que se te ofrece?
— ¿Recuerda el incidente ocurrido hace algunas semanas con Ramón y su chica?
— ¿Como olvidarlo?
— Verá, en cierto modo yo fui testigo de parte de lo que ocurrió y llegué a conocer personalmente a la chica de Ramón.
— Comprendo. Y dime Iván, ¿la chica merece la pena?
— Se de muchos en mi país que pagarían una fortuna por pasar una noche con una mujer como esa, pero por lo que le he llamado es por que la chica no se fue al extranjero como todos incluido Ramón creían, ella está en una de esas ciudades dormitorio de las afueras, creo que está viviendo con otro tipo, aunque a el no pude verle bien. Si la chica es un problema puedo ocuparme de ella… como ya le he dicho, en mi país…
— No. ¿Estas seguro de que era ella?
- Claro, en mi negocio hay que ser buen fisonomista
- Entonces díselo a Alfonso. Pero que no sepa que yo lo sé. Quiero ver que hace. Y preferiría que tampoco sepa de esta conversación.
— Por eso no se preocupe, Luis, usted está pasando un buen rato con esa pelirroja de afuera, ¿recuerda?
— En ese caso, creo que aquí estoy perdiendo el tiempo. — Dijo Luis con una sonrisa malévola en los labios.
Los dos hombres salieron del despacho, la chica que seguía allí guió a Luis a una de las mejores habitaciones del Local. Entretanto Iván se dirigió hacia el bar. Por el camino se cruzó con un par de chicas que guiaban a dos clientes a las habitaciones. Eran dos chicos jóvenes, uno de ellos parecía atemorizado por la situación. El otro que parecía haber bebido más de la cuenta, le resultaba familiar. Probablemente, no era la primera vez que lo veía por allí. Cruzó unas palabras con la chica que guiaba a aquel cliente antes de seguir su camino hasta el bar, la chica que agarraba de la mano a Jota, le condujo a una de las habitaciones.
Al día siguiente, Luis se levantó algo más tarde de lo habitual, cuando bajó a la piscina a hacerse unos largos, Marisa, su mujer ya estaba allí, tumbada al sol con sus gafas oscuras y luciendo un cuerpo a sus 47 años que muchas mujeres jóvenes desearían, forjado a base de horas de gimnasio y operaciones estéticas. A pesar de todo, la relación entre Luis y Marisa, hacía mucho que había dejado de existir más que en la apariencia. Ahora solo se soportaban, aunque fuera en habitaciones separadas.
— ¿Cómo fue tu reunión de anoche cariño?— Preguntó ella con ironía sabiendo que lo más probable es que hubiera pasado la noche con otra mujer.
— Satisfactoria ¿y tu cena con tus amigas?— Preguntó él con la misma ironía y sabiendo a su vez que ella también pasó la noche con alguno de sus amantes.
— Satisfactoria. — Le contestó ella con una sonrisa en los labios.
A eso de las cuatro de la tarde, mientras se preparaban para ir a tomar el café a casa de unos amigos, sonó el teléfono, era Iván el Ruso.
— Han surgido complicaciones con Ramón y Alfonso. Al parecer sorprendió a su novia con otro tipo en el piso y lo tiró por la ventana, los han detenido.
— Está bien, te daré el número de un buen abogado, el se ocupará de todo y me mantendrá informado, no me llames más aquí.
Aunque tenía casi todos los cabos bien atados, aquel inútil de Ramón podía llegar a comprometerlo si hablaba más de la cuenta. Por suerte su abogado lo mantuvo al corriente de todo lo que sucedía, la cosa era menos grave de lo que parecía. Ramón se había equivocado de piso y por error había subido al del vecino, al cual había dejado encerrado para impedir que avisara a la chica y el vecino se había caído solo del balcón, intentando avisarla. Si la caída hubiera sido desde una altura considerable, tal vez la gravedad de la caída, hubiera distraído lo suficiente a la gente, como para que Ramón y Alfonso hubieran huido con la chica sin levantar sospechas, por desgracia, la caída solo fue desde un segundo piso, con lo que él entrometido vecino solo se rompió una pierna y pudo poner en alerta a los transeúntes antes de que Ramón y compañía pudieran salir de allí.
Según las autoridades, nadie llegó a ser agredido y solo hubo un intento de secuestro. Ahora solo tenían que conseguir que la chica retirara la denuncia. Los hombres de Luis, siguieron los pasos a Mónica para saber en todo momento donde estaba. Al día siguiente, Luis que deseaba saber el aspecto de la mujer que tantos problemas les estaba dando, fue con gran parte de sus hombres a un lugar cercano a la casa de los padres de Mónica, donde ella había acudido para explicarles lo ocurrido. En un bar cercano a la casa, estaban Luis con uno de sus guardaespaldas y el abogado que se estaba encargando de todo. Entretanto, en el interior de una furgoneta que estaba aparcada en las proximidades de la casa, estaba Iván, que era el que mejor conocía a Mónica, con algunos de los hombres de Luis, por si el plan “A” fallaba.
El móvil del abogado sonó e Iván le avisó de que Mónica por fin salía de su casa. El abogado salió del bar de forma precipitada para adelantar a Mónica en la calle. El cielo se oscurecía cada vez más con nubes de tormenta. Cuando volvió a entrar el abogado, esta vez acompañado de Mónica, Luis por fin pudo verla por primera vez, el olor de su perfume embriagador, llegó hasta él con el mismo viento de la calle que estaba trayendo la tormenta y que había entrado con ellos, Iván se había quedado corto con la descripción. Se sentaron en una mesa próxima, desde donde podían oír la conversación sin ser vistos y cuando ella, salió del bar después de rechazar él soborno, supo que aquella mujer debía ser suya.
— Gutiérrez, en cuanto la chica quite la denuncia, quiero que tú y Iván me traigáis a Ramón y a Alfonso.— Le dijo Luis al abogado, que había vuelto a sentarse en la mesa después de que Mónica saliera aparentemente cabreada del bar y de que llamara a Iván para el plan “B”.— ¡Ah! Y ponte en contacto con Eva. Tengo un encargo urgente para ella.
Manipular a sus dos sicarios, fue pan comido. Alfonso se ocupó de matar a Ramón aquella misma noche y Eva, que era uno de los nombres con los que se conocía a la implacable asesina, se encargó de eliminar a Alfonso aparentando un suicidio. Durante los días siguientes, Luis se obsesionó incomprensiblemente para alguien como él, de Mónica y mientras ideaba un plan para seducirla, la tenía constantemente vigilada. El mismo alquiló un despacho cerca del lugar de trabajo de ella, en una de esas ciudades dormitorio del extrarradio y muchas veces la veía entrar y salir del trabajo. Cuando supo que Iván había vuelto de Rusia, con unas cuantas mujeres, reclutadas de forma forzosa para los locales de prostitución cercanos a la costa. Supo que él tenía que formar parte del plan.
Así fue como una noche de septiembre que ella salía del trabajo más tarde de lo habitual, Iván la abordó con malas intenciones, apenas tubo tiempo de interpretar su papel, ya que ella que esa tarde, tenía un aspecto un tanto demacrado, perdió el conocimiento. Luis le hizo señas a Iván para que se marchara y así presentarse él como su salvador.
A partir ese momento, decidió alquilar un despacho cerca del trabajo de Mónica y la estuvo esperando todos los días a la salida del trabajo. Ella, que enseguida recuperó su estado anímico habitual, en un principio se resistió a él, pero finalmente, logró convencerla para llevarla a cenar. Después de la deslumbrante cena, todo fue pan comido.
Tras pasar la primera noche con ella, comprendió la obsesión de Ramón y las semanas siguientes fueron fantásticas. Por una vez empezó a plantearse seriamente en dejar a Marisa, e hizo instalar cámaras de video para tenerla continuamente controlada desde el despacho que tenía alquilado, de echo empezó a llevar desde allí muchos de sus negocios sucios. Entonces, apareció el vecino, a todas luces un mindundi, e inevitablemente llegaron los celos. Justo aquella semana que tendría que ir con su mujer al apartamento de la costa, para pasar el fin de semana con la familia. Cuando Mónica le preguntó quien había llamado a la puerta, él le mintió diciéndole que había sido una vecina, pero al día siguiente uno de sus hombres, encargado de seguirla, le habló del fortuito encuentro entre Mónica y Jota.




CAPÍTULO 14: LA CENA



Después de pasar la tarde con Mónica, Luís pasó por la oficina que había alquilado cerca del trabajo de Mónica y desde donde la espiaba con sofisticadas cámaras de vigilancia. Estuvo un buen rato observándola, casi hasta que ella se fue a dormir. Antes de irse de allí, llamó a dos de sus esbirros para que se presentaran en aquel despacho por la mañana y la vigilaran en su ausencia. Luego se fue a su casa en la parte alta de la capital, ya que por la mañana tendría que salir muy temprano con su mujer al chalet que tenían en la costa.


Aquel sábado, Mónica se levantó medianamente temprano para comprar comida para la cena que tenía con Jota aquella noche. Jota se levantó tarde, comió cualquier cosa y también fue a comprar algo de ropa, mientras ella limpiaba y preparaba la cena, mientras era vigilada por los dos esbirros de Luis, que estuvieron más atentos cuando ella empezó a desvestirse para darse una ducha y arreglarse para la cena, una vez vestida puso la mesa, para dos personas. Los dos esbirros estuvieron indecisos, sin tener muy claro si debían avisar a su jefe.
- Está claro que esta tía está pensando en ponerle los cuernos al jefe, yo voto por avisarlo.- Decía uno.
- ¡No digas gilipolleces! Puede estar esperando la mesa para cualquiera y si lo avisamos nos jugamos el meter la pata, vamos a esperar a ver quien aparece y si resulta que es un tío, lo avisamos.
- Yo no lo tengo tan claro como tú, pero si insistes, tú te llevas la bronca. Unos tres cuartos de hora más tarde, Mónica se dirigió a la puerta, alguien había llamado y cuando vieron entrar a Jota, todas las dudas se disiparon. - Hola Jota, pasa.- Dijo Mónica dándole dos besos en la mejilla.
- He traído un poco de vino para la cena.- Dijo Jota alzando la botella.
- Muy bien, déjalo encima de la mesa y acomódate, mientras voy a la cocina haber como está la cena. ¿Quieres tomar algo mientras tanto?
- Claro, siempre y cuando me acompañes. Es de mala educación beber solo.
- ¿Ah si? ¿Quién lo dice?
- Corto Maltes.
- Bueno, si lo dice Corto Maltes habrá que hacerle caso.
Mientras hablaba, Jota miraba el piso de Mónica con curiosidad, los cuadros, las fotos y los libros que estaban sobre la estantería. Luego abrió la botella de vino y llenó las dos copas. Aunque ya hacía bastante frío, se habían acondicionado estufas colgantes por todo el jardín, para que los comensales pudieran comer a gusto. La fiesta estaba en todo su auge. Luis Garrote miraba como su mujer tonteaba con uno de los camareros mientras el hacía el paripé con algunos de los invitados. En ese momento sonó el teléfono móvil, miró el número reconociendo el de uno de los esbirros que vigilaban a su chica.
- Si me perdonan.- Le dijo a su interlocutor mientras se dirigía ya al interior de la casa descolgando el móvil.
- ¿Qué pasa?
-Ha entrado alguien en la casa… Un hombre y… ella ha preparado la cena solo para dos.
- ¿Solo un hombre? ¿Cómo es?
La descripción que le dieron, correspondía a la de Jota. Luis, colgó el teléfono y empezó a marcar el número de Mónica. Sonaba una música suave en el equipo y Mónica ya estaba sirviendo la cena. - Esto tiene muy buena pinta.- Dijo Jota. Sonó el móvil de Mónica, ella vio el número de Luís y sin demasiadas ganas de dar explicaciones, colgó y apagó el teléfono.
- Disculpa la interrupción, era mi novio. Pero la verdad es que estoy un poco enfadada con él y además, no tengo ganas de darle explicaciones.
- ¿Va mal la cosa entre vosotros?
- No, no es eso, pero ha hecho un par de cosas que me han enfadado un poco y…
- Oye, perdona que te haya preguntado. No es asunto mío y… Bueno, tan poco va a pasar nada por lo que tengas que dar explicaciones ¿no?- Dijo Jota con una risa nerviosa.
- No, claro que no. La verdad es que tienes razón.

Luis al ver que se había cortado la comunicación y que al intentar volver a llamar, una voz le comunicaba que el número al que intentaba llamar se encontraba en ese momento fuera de servicio, decidió decirle a su mujer que había surgido un imprevisto y que tenía que irse precipitadamente, Miranda, fingió enfadarse con él, aunque en el fondo no le importaba demasiado, ya que eso le facilitaría las cosas con el camarero al que le había echado el ojo servían. Tampoco Luís se quedó a escuchar sus falsas recriminaciones. Alguno de los invitados le paró en su camino al garaje y el tuvo que disculparse un par de veces antes de poder seguir su camino hasta el porche. - Dime una cosa Jota, ¿Qué es esa historia de fantasmas que corre por la escalera? Jota se quedó mirando a Mónica con cierta incredulidad, como si ella hubiera descubierto algún secreto que no debía ser desvelado.
- Has hablado con Maruja, la fisgona de nuestra portera ¿verdad? – Dijo con una media sonrisa en el rostro.
Al ver como Jota cambiaba la expresión del rostro, captó que la historia de fantasmas era más bien producto de la imaginación de una señora un tanto supersticiosa, que probablemente se aburría demasiado y se tiraba las tardes viendo todo tipo de culebrones.
- Me temo que si…- Dijo empezando a reírse y contagiándole a Jota su risa. Nada más salir del chalet, Luis se encontró con un enorme camión que le hacía ir demasiado despacio para su gusto y cada vez que intentaba adelantarlo, aparecía algún coche de frente. Finalmente en la autovía encontró su oportunidad y pudo acelerar todo lo que pudo. A aquella velocidad tardaría menos de una hora en llegar a su destino. Pero pronto empezó a encontrarse con otros coches en la carretera que le hicieron ralentizar la marcha hasta quedarse casi detenido en mitad de la autopista a causa de un accidente unos kilometras más adelante. - ¿Por qué se inventaría una cosa así? – Preguntó Mónica
- Bueno, seguramente por lo que pasó hace un par de años en el edificio… - ¿A que te refieres?
- Has visto “REC”. Bueno pues aquí hubo una especie de epidemia… sin zombis claro, pero casi nos quedamos incomunicados. Algunos vecinos murieron, entre ellos mi compañero de piso.
- ¿Estas hablando en serio?- Dijo Mónica medio sonriendo.
- Por desgracia si… - Dijo Jota un tanto incomodo.
A Mónica se le cortó la sonrisa de golpe.
- Lo… lo siento…
- No pasa nada. Ya es agua pasada, pero para la cotilla de la portera, que además de cotilla es supersticiosa, parece pensar que aquí hay algún tipo de maldición…
Durante el rato que estuvo retenido en la autopista por el accidente, Luís trató de llamar a Mónica sin ningún resultado. Una vez pasado el atasco y temiéndose lo peor decidió llamar a sus hombres para que le informaran y apunto estuvo de provocar el mismo otro accidente. En su nerviosismo por llegar a su destino, le pasó totalmente inadvertido el flash de una cámara de fotos de la policía y todavía estaba hablando con sus hombres, dándoles ordenes cuando salía de la autopista. Allí se encontró con un control de la guardia civil.
Jota y Mónica estaban en el sofá tomando café y charlando de sus respectivos trabajos y aficiones. Mónica le habló de la gente que conocía como asistenta social y Jota pasó de hablarle de su aburrido trabajo en una fábrica a su afición a la escritura y a los fancines que realizaba con otros amigos. La conversación podría haber terminado en algo más, pero el timbre de la puerta los interrumpió bruscamente. Había un gran revuelo en la escalera, por la que todos los vecinos bajaban a toda velocidad, al parecer alguien había llamado a la policía para avisar de una posible amenaza de bomba. En las inmediaciones del edificio y todos los vecinos estaban siendo desalojados por la policía y los bomberos. Estuvieron cerca de dos horas en un bar cercano, junto con otros vecinos esperando que la policía les dijera que todo había sido una falsa alarma provocada por algún bromista. Una vez pasado el peligro y ya que se encontraban en la calle, decidieron irse a alguna discoteca a seguir con la fiesta, lo cierto es que lejos de estropear la velada, aquella broma hizo que la cosa se animara todavía más y no regresaran a casa hasta la mañana siguiente.
Luís que había dado positivo por algunas décimas en la prueba de alcoholemia, tardó algunas horas en poder seguir su camino, cuando llegó a la casa de Mónica, estaba bacía, así que llamó a sus hombres para pedirles explicaciones. Estos le dijeron que siguiendo sus indicaciones, habían llamado a la policía para avisar de la falsa bomba y así evitar que ocurriera algo entre Jota y Mónica, después de eso, el apartamento de Mónica había permanecido vacío, incluso cuando los vecinos ya habían regresado a sus casas. A ninguno de sus esbirros se les había ocurrido seguir a la pareja y el decidió esperar en el coche haber si aparecían. Cuando por fin los vio llegar a eso de las ocho de la mañana, los paró en la calle para saber que había ocurrido alegando preocupación por no haber podido ponerse en contacto con ella. Mónica, a causa de las copas que se habían tomado, seguía bastante contenta y no le importó presentar a Jota y a Luis y explicarle a su novio, lo ocurrido aquella noche. Después de eso, fue Luis quien entró con Mónica en el apartamento. En la mesa del comedor, todavía estaban los restos de la cena de la noche anterior.




CAPÍTULO 15: SOBORNO


Aquella mañana en el trabajo hubo zafarrancho de limpieza, al parecer nuevos posibles clientes, visitaban la fábrica. Cuando llegaron, ya era media mañana, los jefes les dieron el recorrido habitual. Todos bien vestidos con sus trajes y corbatas, de vez en cuando, se paraban un rato delante de una máquina para ver como funcionaba. Donde más rato estuvieron fue delante de Jota, para su sorpresa, uno de los posibles clientes era Luis Garrote. Cuando pasó por su lado, mientras sus jefes le explicaban el trabajo que realizaba, Jota evito cruzar la mirada de Luis y aunque este si lo vio y lo reconoció, fingió que no lo había hecho, Aquellos minutos se le hicieron eternos.
Cuando terminó el trabajo y estaba apunto de llegar a su casa después de aparcar el coche, cerca del portal le esperaba Luis.
- Jota, ¿Puedo hablar con tigo?
- Si, claro.- Contestó Jota dubitativo, pensando que querría información sobre la empresa.
Fueron a un bar cercano y Luis pidió comida y bebida para los dos.
- ¿Te gusta Mónica?
- ¡¿Qué?!- Dijo Jota sorprendido.
- Vamos, no me negaras que no está buena, ¿Verdad?
- Si, si, claro… es muy… muy guapa.
- ¿Estás tonto o que? está realmente buena. Pero pasa, que Mónica está ahora conmigo y no me hace ninguna gracia que halla algún moscardón revoloteando a su alrededor y al decir “moscardón”, me estoy refiriendo a ti.
Jota y Luis se miraron de durante unos segundos muy tensos, segundos que Luis aprovechó para pasarle un sobre a Jota.
- ¿Qué es esto? – Preguntó Jota desconcertado.
- Felicidades, te ha tocado la lotería… y lo único que tienes que hacer, es mantenerte apartado de Mónica. Si no lo haces, puedes perder tu trabajo y créeme, tengo contactos y te será muy difícil encontrar algo, mínimamente cerca.
Jota abrió el sobre, en el interior había un cheque al portador, con un uno y muchos ceros. Antes de poder decir alguna cosa, Luis se estaba levantando ya para dirigirse a la barra. Jota permaneció en silencio, mirando el cheque mientras Luis pagaba la cuenta. Saludó a Jota con la mano y salio por la puerta.
Jota se quedó un rato más en el bar pensativo. No había tenido nada con Mónica, apenas se conocían, si le contaba lo que había ocurrido con Luis se la jugaba.
Durante los días siguientes, Jota estuvo evitando cruzarse con Mónica, pero tampoco se decidía a ingresar el cheque en el banco.
Aún así era imposible no coincidir de vez en cuando, en el portal, o al salir del edificio. Al principio de llegar ella al edificio, el estaba deseando verla, pero era muy raro que coincidieran, ahora que intentaba evitarla, se la encontraba cada dos por tres y tenía que esconderse o salir corriendo para que ella no lo viera a él.
- Hola Jota, Hace días que no te veo.- Le dijo ella una de las veces, cuando se encontraron en la escalera.
- Hola Mónica. Si me disculpas hoy tengo mucha prisa.- Le contestó él apresurando el paso.
Pero cuando peor lo pasó fue en el ascensor.
- ¡Jota! ¡Cuánto tiempo! Tenemos que repetir un día lo de la cena.
- Si, si, claro…
- Oye, ¿Por qué no tomamos una copa?
- Hoy tengo mucha prisa.
- Últimamente siempre tienes mucha prisa, ¿Te pasa algo conmigo?
- No, ¿qué te hace pensar eso?
- Pues que…
En ese momento se abrió la puerta del ascensor.
- Perdona, pero ahora tengo un poco de prisa. Nos vemos, ¿vale?
Esa misma noche mientras cenaba con Luis, Mónica le comentó lo extraño del Jota comportamiento de Jota con ella.
- Bueno, a lo mejor es que ha salido del armario y se siente incomodo contigo.
- ¿Bromeas? Si lo fuera, no me miraría como lo hace, eso sin contar con el echo de que los homosexuales se suelen sentir más cómodos con las chicas que con los heterosexuales de su propio sexo.
- ¡¿Ah, si?! ¿Tienes muchos amigos maricones?
- No, pero los pocos que conozco se suelen comportar así y Jota… Bueno, el dudo mucho que lo sea.
- ¿No habréis tenido relaciones…?
- ¡No! ¡Que cosas tienes! Si apenas nos conocemos. Cuando Luis se fue esa noche de casa de Mónica, antes de ir a la suya, pasó un momento por el despacho, como hacía muchas noches, para observarla a trabes de los monitores de televisión. Para su sorpresa el piso de Mónica estaba a oscuras. “Probablemente se habrá quedado dormida. Tendré que poner cámaras de infrarrojos”. Pensó antes de seguir su camino.
Lo que ocurrió realmente, fue que Mónica, después de darse una ducha, escucho como alguien, posiblemente Jota, entraba en uno de los pisos de arriba. Se vistió y salió, de su apartamento, razón por la cual Luís creyó que ella estaba dormida.
Mónica subió las escaleras y llamó al timbre del piso. Escucho el sonido de pasos y vio como alguien miraba por la mirilla. Temiendo que no quisiera abrirla, ella acercó también el ojo a la mirilla.
- Hola Jota, se que estás ahí, abre.
Jota suspiró y abrió la puerta.
- Hola Mónica. ¿Qué quieres? Es muy tarde y estoy cansado.
- Que me expliques que te he hecho para que me estés evitando continuamente.
- No te estoy evitando, anda vuelve a tu casa que es muy tarde.
- ¡¿Lo ves?! ¡Ya lo estas haciendo otra vez! Creía que éramos amigos!
- Si, bueno… Al principio, cuando llegaste al edificio, eras tu la que parecía esquivarme…
- ¿Es por eso? Oye, yo no te conocía y sabes que estaba huyendo de mi ex, no me fiaba de nadie, pero creo o al menos creía que eso había cambiado. Me parece que hay algo más y no pienso largarme hasta que me digas que es.
Jota permaneció callado un momento, tenía sueño, no tenía ganas de discutir y tampoco se le ocurría ninguna excusa. No tenía escapatoria.
- ¿Es por Luis verdad?- Pregunto ella
- Mira, esta noche estoy muy cansado, mejor hablamos mañana.
- Mañana, ya le habré dicho a Luis que he estado hablando contigo y que estás celoso de él.
- ¡No! ¡No hagas eso! Tú… “novio”, es el celoso y me ha sobornado para que te evite.
- ¡¿Qué!?- Preguntó Mónica incrédula.
- Entra, te enseñaré una cosa.- Mónica siguió a Jota al interior del apartamento y este sacó un sobre de un cagón, abrió el sobre y le enseño el cheque que había dentro.- Me dio este cheque con la condición de que te evitara y para asegurarse de que lo aceptaba, antes se había pasado por mi fábrica como posible cliente para demostrarme su poder o algo así.
- Dios. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Ya veo que para ti es más importante el dinero que las personas.
- Si eso fuera cierto, ya habría cobrado el cheque… Lo cierto es que temía que no me creyeras...
- No se que pensar, los tíos cada vez me inspiráis menos confianza.
Mónica hizo ademán de marcharse, pero en ese momento sonó el teléfono móvil.
- ¡Si, diga!... ¡Oh, Dios mío! Enseguida voy para allá… No se, cogeré un taxi… Hasta ahora…
- ¿Qué ocurre? ¿Es algo grave?
- Es el novio de mi hermana, ha tenido un accidente y está en uno de los hospitales de la capital.
- ¡Joder! Oye, no hace falta que llames a un taxi. Es una emergencia, ya te llevo yo.
Jota cogió una chaqueta y salieron del piso.




CAPÍTULO 16: ME PARECIÓ VER UN MUERTO


El trayecto hasta el hospital, que estaba en la capital, fue incómodamente silencioso. Dadas las circunstancias, Jota prefería estar callado a meter la pata, en cuanto a Mónica, apenas hizo algún que otro comentario para darle indicaciones del camino a Jota, que nunca había estado en aquel hospital.
Cuando llegaron, la familia del accidentado ya estaban allí y entre ellos, Elena, la hermana de Mónica a la que Jota había visto tan solo una vez, aunque ambos lo habían olvidado.
- Este es Jota, mi vecino. Él me ha traído hasta aquí.
- Hola.- Dijo Jota tímidamente.
- Hola.- Contestaron los presentes.
Luego Mónica se volcó con su hermana, olvidándose de él, que un tanto incomodo, se hizo a un lado.
- Vo… voy un momento al lavabo. Nadie pareció percatarse de lo que había dicho. Al salir del cuarto de baño, tuvo la impresión de que alguien le llamaba, se giró, al fondo de un pasillo vio un rostro conocido, la cara de alguien que hasta ese momento creía que no vería más. Fue hasta la figura fantasmagórica, que desapareció al acercarse, para reaparecer en otro lugar, luego le indicó las escaleras, subió barias plantas hasta que vio como una puerta se abría. Aquella era que la planta de cuidados intensivos. Durante todo el camino, nadie pareció darse cuenta de su presencia, era extraño él único que lo veía era un fantasma y este lo condujo hasta una habitación, dentro vio que había una persona en coma y el espectro había desaparecido, se acerco al enfermo lleno con sus cables y sus botellas de suero. Era su amigo Santi, del que hacía tiempo, no sabía nada.
- ¡¿Qué hace usted aquí?! – Preguntó a su espalda una enfermera.
- Él… es amigo mío.
- Me parece muy bien, pero la hora de visitas ya hace rato que ha pasado. Al regresar nuevamente a urgencias, vio que Mónica había desaparecido, sin embargo al otro lado de la ventana, en la calle, volvió a ver al espectro y salió afuera. - Hola Jota. Hace mucho tiempo.- Dijo el espectro con rostro serio.
- Si… y nunca pensé que volvería a verte Dani.
- Dani murió hace un par de años ¿Recuerdas? – Respondió el espectro.
- ¿Entonces, como debo llamarte?
- Solo los auténticos vampiros pueden permitirse tener nombre.
- Está bien, ¿Qué haces aquí?
- Este es uno de los pocos sitios donde podemos entrar sin invitación previa, aparte claro del lugar que nos vio nacer como no muertos. Aquí es fácil encontrar sangre. Por cierto te dije que vigilaras a Santiago. Si su espíritu muere antes que él, podría convertirse en uno de los poderosos, como le paso a la abuela de Dani.
- No sabía que estaba aquí… Creo que los hospitales no son los únicos sitios que has frecuentado. - Me viste saliendo del edificio donde vivías con Dani. - Si, no estaba seguro de que fueras tú, pero últimamente he vuelto a oír rumores sobre presencias extrañas. Te agradecería que dejaras tranquila a mi nueva vecina, no es tu tipo.
- Está viva, todos los vivos son mi tipo, incluso tú eres mi tipo…
- ¡Eh, ni se te ocurra!- Dijo Jota haciéndole la señal de la cruz con los dedos. - Si quisiera, hacer eso no te serviría, para que los símbolos tengan poder, uno tiene que creer en ellos. Pero no te preocupes, a ti no te he visitado, y esta noche ya me he alimentado.- Dijo sin ni siquiera sonreír. Entretanto Mónica regresó a su sitio, después de haber estado buscando a Jota, al cual le sabía mal haberlo dejado abandonado tanto tiempo. Al mirar hacia la calle, lo vio hablando con aquella figura espectral, cuyo rostro, rojo, estaba encendido como una bombilla y no parecía proyectar sombra alguna en el suelo. Un escalofrío le recorrió la espalda, como si estuviera reviviendo una extraña pesadilla. Cuando Jota volvió a entrar, la figura desapareció, como si nunca hubiera estado allí. Ella se levantó y fue hacia Jota.
- Te he estado buscando, para invitarte a un café.
- Estaba afuera, tomando un poco el fresco.
- Ya te he visto. ¿Con quien estabas hablando?
Jota se quedó en silencio un momento, palideciendo.
- Pues… ese era… Un antiguo compañero de piso
- Me dijiste que tu antiguo compañero de piso, murió hace un par de años.
Jota se quedó un momento pensativo sin saber muy bien que responder. Elena se acercó a ellos y le toco en el hombro a Mónica, tenía los ojos llorosos y sin que se lo dijera ya sabía lo que le iba a comunicar. Las dos hermanas se abrazaron antes de reunirse con el resto de la familia. Elena se derrumbó y lloraba desconsoladamente mientras se abrazaba a los padres de su pareja. Unos minutos antes, dos corazones se paraban al mismo tiempo, uno estaba en urgencias y los médicos hacían todo lo posible para devolverlo a la vida, el otro estaba en una habitación de cuidados intensivos y nadie se dio cuenta, pero cuando su corazón volvió a latir, lo hizo con tanta fuerza, que Santi salió del coma de golpe.




CAPÍTULO 17: SORPRENDIDOS


El viaje de regreso fue tan silencioso como el de ida, lo único que interrumpía dicho silencio eran los sorbos y suspiros de Mónica, que estaba destrozada por los últimos acontecimientos.
- ¿Estarás bien?- Le preguntó Jota a Mónica en la puerta de su casa.
Ella se le echo en los brazos llorando desconsoladamente.
- No quiero quedarme sola esta noche. Por favor… quédate.
- Está bien…- Contestó Jota un poco dubitativo
Una vez dentro, ella preparó café y se sentaron. Mónica le habló de su hermana Elena y de Andrés, de cómo se conocieron, de cómo se complementaban y todo tipo de anécdotas. Así estuvieron hasta altas horas de la noche, hasta que se quedaron dormidos, en el sofá, bajo el calor de una manta y de sus propios cuerpos.
Luis Garrote, fue como cada mañana al despacho desde donde espiaba a Mónica. Le encantaba verla tanto acostarse por las noches, como levantarse por las mañanas. Pero aquella mañana, se llevó una terrible sorpresa. Ella dormía en el salón en lugar del dormitorio, acompañada por Jota, al cual había sobornado para que se mantuviera alejado. Sintió como el calor de la rabia le subía por todo el cuerpo y esa misma rabia le hizo salir corriendo para dirigirse al piso de Mónica.
Poco antes de que llegara Luis, Jota y Mónica se habían despertado.
- Se… será mejor que vuelva a mi piso.- Dijo Jota
- Quédate desayunar. Es lo mínimo que puedo hacer después de la nochecita que te he dado. ¿No crees?
Jota miró el reloj, era muy temprano.
- Supongo, que tengo tiempo antes de ir a trabajar. Voy al lavabo.
Cuando Jota salió, entró Mónica.
- Vigila el agua y las tostadas.
A los pocos minutos estaban sentados en la mesa desayunando. Así fue como los sorprendió Luís.
- ¡¿Qué significa esto?! ¡¿Habéis pasado la noche juntos?!
- Si, pero no es lo que tú crees.
- ¡¿Ah no?! ¡A ti te dije que te mantuvieras alejado de ella! ¡Te pague para que lo hicieras! – Dijo Luis dirigiéndose a Jota.
Jota, sacó el cheque del bolsillo, donde lo había guardado la noche anterior, lo arrugó y se lo lanzó a Luis.
- Puedes metértelo donde te quepa.
- ¡Hasta anoche siguió tus ordenes! ¡Fui yo quien le buscó a él, para saber por que me esquivaba! Dudé de él, pero surgió una emergencia a la que me acompañó. No he pensado más en eso hasta que tú me lo has confirmado.
- ¡Te quiero! ¡¿Es eso tan malo?! ¡Me perteneces! ¡Nos pertenecemos el uno al otro!
- Yo nunca te he pertenecido. Lo tuyo no es amor, lo tuyo es enfermizo. No quiero saber nada más de ti.
- Te estas equivocando y estás cometiendo el mayor error de tu vida. Podría darte todo lo que desees, pero si me rechazas, atente a las consecuencias.
- ¿Ah si? ¿Y que me vas hacer… pegarme, matarme?
- ¿Recuerdas a tu ex, Ramón? Trabajaba para mí. No fue ese pringado el que lo quitó de en medio, fui yo.- Dijo señalando a Jota.
- ¿Qué? – Preguntaron Jota y Mónica al unísono
Luis se dio cuenta del error que acababa de cometer al responsabilizarse por la muerte de Ramón.
- ¡Si decís algo de esto podéis daros por muertos!
Luis salió del piso dando un portazo. En cuanto llegó a su despacho, tres cuartos de hora más tarde, hizo dos llamadas, la primera era para Iván, el ruso y la segunda para Eva la asesina. Tenía un plan para hacer desaparecer a Jota y a Mónica, a ella especialmente quería darle un destino peor que la muerte.
A pesar del miedo, Mónica y Jota acudieron a la policía, pero no sirvió de nada, les dijeron que lo investigarían, pero que el caso llevaba meses cerrado y era la palabra de ellos contra la de Garrote.
A media mañana, después del entierro de Andrés, cuando todo el mundo regresaba a los coches, dos de los hombres de Luís la secuestraron, delante de todo el mundo, pero sin que nadie se diera cuenta. La drogaron y la metieron en un coche. Nadie de los allí congregados sabía donde se había metido, alguno de ellos alegó que no se encontraba bien se había ido con un par de amigos, aunque nadie sabía exactamente con quien.
Al atardecer, cuando Jota salió del trabajo, también pasó por el cementerio, pero no por el de la capital si no por el de su pequeña ciudad dormitorio. No teniendo nada mejor a mano cogió una rosa de un ramo que alguien había dejado en una de las tumbas, se pincho en un dedo y con la sangre escribió un S.O.S. en la lapida de Daniel.




CAPÍTULO 18: CAUTIVA


Eva llevaba la misma ropa que Mónica e incluso se había puesto una peluca, para parecerse aún más, una de las pocas cosas que las diferenciaban eran los guantes, más finos y que permitían trabajar mucho mejor que los que Mónica solía llevar en el bolso. Ninguno de los vecinos del edificio con los que se cruzó ni tan siquiera la vecina pesada que estaba siempre atenta a las entradas y salidas de los demás vio la diferencia. Eva entró en el piso, se cambió los guantes que llevaba por otros de látex y empezó a familiarizarse con todas las cosas que había en el interior. Después de revisar todos los objetos punzantes, descartó los cuchillos que había en la cocina optando mejor por unas punzantes tijeras, que resultaban más convincentes y por lo tanto menos sospechosas. Como si de su propia casa se tratara, miró lo que había en la nevera, se preparó algo ligero de comer, encendió el televisor y esperó.
Mónica despertó atada y amordazada a una cama, tenía la piel de gallina por el frío, ya que le habían quitado la ropa, dejándola solo con la ropa interior. El cuarto donde se encontraba, estaba oscuro y carecía de ventanas, lo cual provocó que se deslumbrara cuando alguien encendió la luz y tuvo que parpadear en varias ocasiones hasta acostumbrarse y ver el rostro de sus captores, a dos de los cuales los conocía de sobras, uno era Iván el ruso y el otro, por supuesto era Luis.
- Traed una estufa, por favor, está temblando de frío.- Dijo Luis
Una vez colocada una pequeña estufa eléctrica que echaba aire caliente por toda la habitación, Luis pidió que los dejaran solos un momento.
- Hola Mónica. Estas aquí por haberme traicionado con tu vecino. Los dos deberíais morir por ello, pero solo lo quitaremos de en medio a él. En cuanto a ti. Bueno, yo tenía planeado divorciarme de mi mujer para pasar mi vida contigo. Ahora ya sabes a que me dedico realmente. Todavía estás a tiempo, te prometo que no te faltará de nada.
Luís le quitó la mordaza para que Mónica pudiera contestar y un escupitajo salio disparado al rostro de Luis.
- ¡Antes muerta, que compartir un minuto más contigo! ¡¿Donde está mi ropa, cerdo?!
- Tu ropa la tiene una asesina que se esta haciendo pasar por ti para matar a Jota. Para que eso pase, necesitamos tu ayuda. Llamarás a tú querido vecino y le dirás que se reúna contigo en tu piso, si no colaboras, tu vecino no será el único que muera, ya que luego se presentará en la casa de tus padres, donde se que también está tu hermana.
- Si accedo a casarme contigo… ¿Los dejarás a todos tranquilos… Incluyendo a Jota?
- Jota tiene que morir, con tú ayuda o sin ella. Ahora de ti depende el número de muertos.
- Entonces colaboraré… pero después mátame a mí también.
Luis fue a la puerta y le pidió a Iván que volviera a entrar.
- Colaborará, trae su móvil.
Iván cogió el teléfono que tenía guardado en el bolsillo y lo encendió.
- Lo tuvimos que desconectar, por que no paraba de recibir llamadas. ¿Cuál es el pin?- Dijo Iván
Mónica permaneció en silencio.
- Colabora o ya sabes lo que pasará.- Dijo Luis.
Una vez encendido, marcaron el número de Jota.
- Dile que se reúna contigo en tú piso.- Le susurro Luis mientras le acercaba el teléfono.
- ¡Hola Mónica!- contestó Jota.- Co…como estás.
- No muy bien… ya sabes…- Dijo ella sorbiéndose los mocos.- Te… te importaría venir a hacerme compañía.
- Si, claro. Enseguida bajo.
Luis cortó el teléfono con una sonrisa en el rostro, desconectándolo después.
- ¿Ahora me mataréis? – Preguntó Mónica sintiendo la boca pastosa.
- No. Tenemos otros planes para ti. Ahora la policía pensará que tú has matado a Jota y si te encuentran te enviarán a la cárcel. Pero no dejaremos que eso ocurra. Iván se encargará de que no te encuentren.
- Si, pero antes te tendremos que domar un poco para que estés más dócil.- Dijo Iván sacando una jeringuilla.
- Eso déjalo para mañana. Quiero pasar una última noche con ella antes de que la conviertas en una yonqui descerebrada.
- ¡Noooo!- Grito Mónica.
- ¿Acaso crees que tienes elección? – Dijo Luis volviendo a ponerle la mordaza.- Ahora vamos a tomar una copa mientras se hace a la idea de lo que le espera.
Tras colgar el móvil y guardárselo en el bolsillo, Jota salió del piso y bajó las escaleras hasta el piso de abajo. La puerta del piso de Mónica estaba entreabierta, pero el piso estaba a oscuras a excepción del resplandor que parecía salir del televisor.
- ¿Mónica? – Dijo acercándose al sofá donde parecía estar esperándolo Mónica.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Eva se levantó y se abalanzó sobre él blandiendo unas tijeras. Pero cuando estaba apunto de clavárselas, una figura se materializo de la nada, agarrándole la mano a Eva mientras parecía morderle el cuello y dejándola paralizada.
- Hola Jota.- Dijo Dani.




CAPÍTULO 19: UNA AYUDA SOBRENATURAL


Luis e Iván hablaban, sin apartar la mirada de un pequeño escenario, donde una chica, que se desprendía de la poca ropa que llevaba puesta, bailando provocativamente y desafiando la ley de la gravedad en una barra metálica.
Iván sacó un pequeño frasco de su bolsillo y se lo pasó a Luis.
- ¿Qué es esto? Yo no tomo drogas.- Dijo Luis
Iván abrió el frasco, echando sobre la palma de su mano algunas pastillas azules.
- No son drogas, solo es una pequeña ayuda para que aguantes tu última noche con ella.
- ¿Crees que necesito ayuda para follar?
- No digo que necesites ayuda para echar un par de polvos o tres, pero si quieres que tú última noche con esa tía dure realmente toda la noche, por muy en forma que estés, necesitaras una o dos de estas.
- Está atada a la cama y a mi me gusta ir variando de postura de vez en cuando. Por otro lado, cualquiera la desata, teniendo en cuenta lo que le hizo a Ramón.
- Eso lo podemos arreglar. Mira donde estamos. Aquí tienes un montón de putas y ni siquiera tienes por que pagar. Imagínate las combinaciones.
- Eso suena bien. Puede que si necesite esto después de todo.


En la casa de Mónica, el rostro de Eva se había vuelto ligeramente más pálido, mientras que el de Daniel había cogido algo de color. Ella permanecía totalmente paralizada, como en una especie de trance y las marcas del cuello se habían vuelto tan pequeñas que eran casi imperceptibles a simple vista.
- Ahora está bajo mi control, si quieres puedes tirártela.
- ¿Y por qué no lo haces tú?
- Estoy muerto, no tengo ese tipo de necesidades.
Jota se quedó mirando a la mujer que había estado apunto de matarlo.
- ¿Dónde está Mónica, la mujer que llevaba esta ropa, no la habrás matado verdad?
Eva permaneció callada.
- Responde.- Dijo Daniel.
- Está en el sótano de un prostíbulo de la capital. Esperando para ser trasladada a otro país donde trabajará de puta.
- ¡Hemos de rescatarla!- Dijo Jota dirigiéndose a Daniel
- Su vida no me incumbe
- Dani, por favor. Se que te has alimentado alguna noche de ella, el día del hospital te reconoció. Además, hazlo por mí.
- Daniel está muerto Jota, yo soy otra cosa, te lo he dicho muchas veces. Ni siquiera tenía por que venir.
- Si me ayudas puedes sacar más beneficio que desventajas lo sabes muy bien.
- Lo se. Condúcenos hasta el prostíbulo.
- Ordenó Daniel a Eva.
- Seguidme.- Dijo Eva
En la calle les esperaba un extraño y pálido enano.
- ¿Qué estas haciendo? Se supone que no debemos inmiscuirnos en los asuntos de los vivos.- Dijo el enano dirigiéndose a Daniel.
- Si, pero sin proponérnoslo lo hacemos cada vez que nos alimentamos de su sangre, alterando su sueño y su ritmo de vida.
- Tal vez, pero lo que tu pretendes es diferente.
- No es la primera vez que Jota me ayuda. Siempre es bueno tener aliados en el mundo de los vivos.
- Puede que tengas razón.- Dijo el enano mientras parecía desaparecer.
Unos minutos más tarde, Eva y Daniel subían en el coche de ella mientras Jota los seguía en su propio coche, camino de la capital.
Mientras bebían, Luis Garrote elegía a una de las muchas prostitutas que había en el local, una ucraniana de pelo rubio y grandes pechos. Después de invitarla a una copa de cava y de reírse de su precario español, decidió bajar con ella a la habitación en la que permanecía atada Mónica, antes de bajar, Iban le dio una navaja.
- Atada como está, esto te hará falta para quitarle la poca ropa que lleva puesta. Asústala si quieres, pero procura no dañarla.
- Descuida.- Contestó Luis mientras agarraba a la otra chica por la cintura.
Dejaron los coches en una calle paralela a la del prostíbulo, nada más bajar el vampiro enano les esperaba.
- Dile a los porteros que vamos contigo, que nos inviten a entrar.- Le ordenó Daniel a Eva. Cuando llegaron a la puerta ella cumplió las órdenes de Daniel y los dos porteros los dejaron pasar. Eva y Jota pasaron delante y cuando Daniel y su pequeño compañero atravesaron la puerta, se giraron y se abalanzaron a los cuellos de los porteros, el enano más que saltar, levitó hasta el cuello, luego les ordenaron que entraran con ellos y señalaran a todos los que pertenecían a la organización. Cuando los porteros entraron, lo hicieron rodeados de una espesa niebla, que parecía adormecer a clientes y prostitutas, y que solo se materializaban para ingerir la sangre de todos los que podían ser peligrosos.
Ivan, reconoció a Eva y aunque solo había visto a Jota una vez sabía que lo conocía de algo, así que sin percatarse de lo que estaba pasando a su alrededor se dirigió hacia ellos.
- ¿Has acabado con el vecino de la chica? ¿Quién es el que te acompaña?
Eva lo ignoró y Jota le dio un puñetazo que le cogió por sorpresa rompiéndole la nariz. Iván, más alto y más fuerte que Jota, alzó el brazo con la intención de pegarle, pero el vampiro enano se materializó en el cuello de Iván paralizándolo y sometiéndolo bajo su control. El rostro del enano ahora parecía un niño sonrosado.
- Dile que nos lleve con Mónica.- Dijo Jota.
El pequeño vampiro así lo hizo. Luis, tras entrar en la habitación con la chica ucraniana, le dijo que se desvistiera mientras se sentaba en la cama, al lado de Mónica.
- Es guapa, ¿verdad?- Dijo mientras sacaba la navaja y el frasco que le había dado Iván y los dejaba sobre la mesita de noche.- Tranquila, no queremos que tú te quedes fuera, al contrario. Ella está aquí para enseñarte tu nuevo oficio. Esto puede durar toda la noche.
Se desnudó, se tomó una de las pequeñas pastillas azules y vio como su pene se ponía en erección. Luego cogió la navaja y rompió tanto el sujetador, acarició los pechos de Mónica con el filo de la navaja y lo condujo por el vientre asta las bragas, que también rompió, dejándola totalmente desnuda. Ella se estremeció mientras el le lamía la cara y la acariciaba suavemente.
- Ya veras, lo vamos a pasar en grande los tres juntos.- Di jo mientras se le subía encima con la intención de penetrarla.
En ese momento la figura de un niño se materializó en el cuello de Luis, Mónica profirió un grito ahogado detrás de la mordaza, también lo hizo la prostituta ucraniana, que dio media vuelta abriendo muy asustada la puerta, con intención de salir huyendo, pero detrás de la puerta estaban Jota, Iván, Eva y Daniel, que la mordió haciendo que cayera al suelo completamente dormida.
El niño vampiro hizo que Luis se levantara de encima de Mónica y Jota fue a socorrerla, quitándole la mordaza.
- Es un… es un…- Dijo Mónica, que parecía estar en estado de shock.
- Si, lo se. Tranquila, vienen con migo.
Daniel le ordenó a Eva que se desnudara y le diera la ropa a Mónica. Mientras Mónica se vestía, Jota reparó tanto en la trempera de Luis, como en el vote de viagras que había encima de la mesita de noche y mirando al vampiro niño y le preguntó.
- Oye, ¿eso no os afecta?
- Estamos muertos Jota. Ya te dije antes que no nos afecta nada. El sexo para nosotros, no es más que un cebo para alimentarnos de los vivos.
- ¡Haced que se las tome, que se las tome todas! – Dijo Mónica.
- Haz lo que dice la dama.- Le ordenó el niño vampiro a Luis.
- Largaos.- Le dijo Dani.
- Antes una cosa. No la volváis a visitar.
- No te preocupes, no solemos visitar a los que saben de nuestra existencia. Aunque a veces hagamos excepciones.
Jota y Mónica salieron del local, afuera hacía frío. El la abrazó mientras iban hacia el coche.




CAPÍTULO 20: ALGUNAS EXPLICACIONES


Cuando llegaron a casa, Jota le tuvo que contar muchas cosas a Mónica, cosas sobre Daniel y sobre como este se convirtió en vampiro un par de años atrás. Jota le aseguró que ahora podía estar totalmente tranquila, ella no supo como tomárselo, pero esa noche tampoco quiso quedarse sola.
Al día siguiente, mientras Jota y Mónica dormían, todos los medios de comunicación hablaban en sus secciones de sucesos, de los extraños acontecimientos ocurridos en un prostíbulo de la capital. Según decían, los que manejaban el negocio se habían matado unos a otros, después de drogar tanto a las confusas prostitutas como a sus clientes, muchos de los cuales habían sufrido extrañas alucinaciones, en las que hablaban de figuras fantasmagóricas que se movían entre una extraña y espesa niebla. También hablaban de la muerte por sobredosis de viagra de uno de los clientes. Las cámaras que había en el local se habían borrado misteriosamente sin dejar ninguna muestra visual de lo ocurrido.
Por la tarde Mónica fue al entierro de Andrés. Tuvo que inventarse un par de excusas para explicar su “misteriosa” desaparición.
Al salir del apartamento esa noche, Jota se encontró con Marisa, la viuda de Luis Garrote, estaba buscando a Mónica.
- No está, ha tenido que ir a casa de sus padres en la capital.
- ¿No sabes a que hora volverá?
-No, pero si quieres puedo darle el recado de que has estado buscándola.
- Espera un momento, yo a ti te conozco. Eres el amigo de Mónica, el que cenó con ella la noche que Luis se fue de la fiesta.
- ¿A que te refieres?
- Soy la viuda de Luis Garrote. ¿Podemos ir a tomar algo?
Fueron a un bar cercano a sentarse.
- Hace tiempo que sospechaba que Luis quería deshacerse de mí para estar con tú vecina. Había contratado un detective para conseguir pruebas contra él y asegurarme de que no me dejaría en la estacada así como así.
Luis estaba obsesionado con Mónica, incluso instaló cámaras en su piso para saber lo que hacía ella en todo momento. La espiaba desde un piso cercano al trabajo de ella, he visto las grabaciones, tú también sales en las grabaciones. Dile a tu amiga que haga una buena limpieza en su apartamento. Por mi parte todo ha terminado.
- Lo que no se, es por que me lo cuentas a mí.
- Ya te he dicho que estaba vigilando a Luis desde hace meses. Se que tanto tu amiga como tu estuvisteis anoche en el prostíbulo y no se como, pero probablemente estuvisteis relacionados con lo que ocurrió allí y con la muerte de Luis. La información que tengo es muy confusa.
Jota tragó saliva.
- Tranquilo. Se que Mónica estaba allí por haberlo rechazado. Si ella lo hubiera aceptado, probablemente ese era el destino que me reservaba a mí. Se puede decir que estoy en deuda con vosotros… - Miranda, cogió un cheque arrugado del bolso y se lo entrego a Jota.- Toma, esto te pertenece, haz con el lo que quieras, compártelo si quieres con Mónica.
Mónica pasó varios días en casa de sus padres y cuando regresó, lo hizo acompañada por su hermana Elena, que según decía necesitaba alejarse una temporada de todo lo que le recordaba a su novio Andrés. Jota le dio a Mónica el cheque y esta le devolvió la mitad del dinero una vez lo hubo cobrado. También ayudó con la limpieza del piso, para retirar todos los sofisticados aparatos de espionaje que Luis había echo instalar.
Elena no fue la única vecina nueva en el edificio, también Santi, el amigo de Jota se instaló con él en su piso.
Una noche, Jota se despertó sobresaltado. Junto a su cama estaba Daniel.
- Creía que no visitabais a los que saben de vuestra existencia.
- También te dije, que a veces hacemos excepciones.
-¿Mónica?
- Tranquilo, a ella no la hemos visitado y por extensión tampoco a su hermana.
- Me alegra saberlo.- Dijo Jota suspirando.- ¿Entonces?
- Es Santiago... Ha cambiado.
- ¿Qué quieres decir? ¿No se habrá…?
- No. Si eso hubiera pasado, su aura se habría apagado. Ahora brilla con más fuerza, los míos perciben esas cosas. Lo que le pasa es otra cosa. Ha cambiado, pero de otra manera diferente. Ya no necesita ayuda… pero si amigos. Tenlo en cuenta…
Jota se durmió profundamente y al despertar, su conversación con Daniel, parecía haberla soñado.

Fin de la primera parte...




LOCOS PELIGROSOS.




CAPÍTULO 1: EL ASESINO




Los días eran cada vez más cortos, la gente se retiraba antes a sus casas y aunque aquel era un barrio alejado del centro del casco urbano, múltiples adornos colgaban ya por encima de las calles, con sus luces todavía apagadas, pero evidenciando así la cercanía de las fiestas navideñas. Solo los escasos comercios del barrio iluminaban ya sus escaparates, tras las persianas ya cerradas a aquella hora de la noche, para recordar a los pocos transeúntes que pasaban por la calle, que debía ir pensando en realizar sus compras de navidad.
Vicente deambulaba en aquel destartalado coche sin un rumbo fijo y a una velocidad inferior a lo normal, razón por la cual, había sido ya adelantado por más de un vehiculo, la radio del coche tampoco funcionaba demasiado bien y desde luego no lograba acallar la voz de su padre.
- Que lo hicieras una vez, no significa que tengas suficientes huevos para volverlo a hacer. Además sabes que las otras veces, tuviste demasiada suerte, esta vez te pillan seguro.
- ¡¿Te quieres callar de una puñetera vez?!
- ¿O qué? No puedes hacerme nada, ya intentaste callarme una vez y no te sirvió de nada. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!... Eres patético.
Vicente frenó el coche de golpe y miró a su padre con los ojos inyectados en sangre. En el fondo sabía que tenía razón. La primera vez había tenido mucha suerte. Todo ocurrió de forma accidental y nadie sospechó nada. Desde entonces su padre siempre le decía que era demasiado cobarde para hacerlo una vez más, incitándolo a salir para realizar aquellas macabras cacerías.
En ese momento alguien golpeó en la ventanilla, haciéndolo pegar un brinco en el asiento. Bajó el cristal con la manecilla, el coche era tan viejo que ni siquiera tenía levaduras eléctricas. Al otro lado del cristal, un hombre de unos veinticinco años de edad ataviado con un chándal.
- ¿Se encuentra bien?
- ¡¿Y a ti que te importa?!- Le gruño antes de volver a subir el cristal.
- ¡Disculpe, solo quería ayudar!- Dijo el hombre antes de seguir su camino.
El chico se alejó a buen ritmo, siguiendo su camino. Unos metros más adelante, vio como se disponía a cruzar la calle.
- ¡¿A que esperas, esta es la tuya?!- Dijo el padre de Vicente. Vicente apretó el acelerador, el hombre, intentó cruzar lo más rápido que pudo sin dar crédito a lo que estaba pasando, pero Vicente fue directo hacia el, sin darle ninguna oportunidad. El cuerpo pasó por encima del coche, abollándolo y Vicente que había apagado las luces de los faros, dio media vuelta, utilizando el freno de mano y volvió a pasar por encima del cuerpo, tendido en la calzada antes de darse definitivamente a la fuga, acelerando todo lo que podía. Cuando los vecinos se asomaron a sus ventanas para ver que había ocurrido, ya era tarde y él ya estaba lejos. Sin testigos, una vez más, la suerte parecía estar de su lado.
Y su padre por fin parecía haberlo dejado tranquilo, pero aquello no duró mucho rato. Fue al meterse en el carril de incorporación a la autopista, que vio a lo lejos las luces de un control de la policía. Sabía que si seguía adelante, lo atraparían y allí no podía dar media vuelta, si lo hacía, sabía que también lo terminarían atrapando.
- ¡¿Qué piensas hacer ahora eh, hijo de la gran puta?!- Dijo su padre antes de estallar nuevamente en carcajadas.
Mientras pensaba que hacer, paró el coche en el arcén, apagando las luces y el motor, cogió un pañuelo y empezó a limpiar todo que había tocado con las manos lo más rápido que pudo. En esas vio como dos de los agentes empezaron a acercarse con sus linternas. Salió del coche, limpió la manecilla, ocultando su rostro tras la puerta la cual la dejó abierta. Los policías viendo lo que estaba apunto de hacer empezaron a correr. El padre de Vicente hacía rato que se había ido y el saltó por encima del quitamiedos de un brinco y salió también corriendo, campo a través, mientras los dos policías le iban a la zaga. Esta vez estaba perdido o eso creyó, hasta que en un momento dado, calló en el interior de una zanja oculta bajo unos matorrales, se clavo unas cuantas espinas por todo el cuerpo, pero el miedo lo paralizó por completo a pesar de su agitada respiración, los policías prácticamente pasaron por su lado, sin llegar a verlo, finalmente se dieron por vencidos y volvieron a su puesto. El padre de Vicente, pareció salir de la nada para ayudarlo a salir de su improvisado escondite.
-¿Y ahora que piensas hacer? Seguro que logran localizarte a través del coche.
- Hay tiempo, seguro que puedo arreglarlo antes de volver a casa.
Cuando llegó por fin a su casa eran casi las doce del medio día, había sido una noche muy larga y ni siquiera tenía fuerzas para curar sus heridas.




CAPÍTULO 2: NUEVOS INQUILINOS


Jota se enteró del regreso de Mónica, gracias a Maruja, la cotilla de su vecina común.
- Estarás contento, de que ha vuelto tu novia, ¿no? -¿Qué… quién? – Preguntó Jota un tanto desconcertado.
Lo cierto es que la relación entre Jota y Mónica seguía siendo de amistad. Los mismos hechos que les habían llevado a conocerse, les habían impedido que la relación fuera a algo más que eso, y tener un “amigo” de ultratumba, no ayudaba demasiado.
- ¡Mónica! Ya ha vuelto y creo que viene acompañada.
- ¡Ah, Mónica! ¿Si me disculpa?
Jota subió las escaleras de dos en dos, con una pregunta que le corroía en la cabeza. ¿Qué habría querido decir con eso de que viene acompañada, habría conocido a otro gángster dispuesto ha hacerles la vida imposible?
Cuando llegó a la puerta se quedó un momento pensando en lo que estaba haciendo. Ella no había sido capaz de llamarlo ni una vez mientras había estado afuera y ahora él corría como un estúpido a llamar a su puerta. Ya había metido la pata demasiadas veces, así que decidió dar media vuelta y seguir subiendo las escaleras hasta su propio piso. Pero justo en ese momento, la puerta del ascensor se abrió y de allí salieron Mónica y su hermana Elena, a la que él había visto en un par de ocasiones.
- Jota, hola. ¿Querías algo? – Dijo Mónica mostrándose un tanto fría.
- Yo… Bueno, solo saber como te encuentras. No sabía que hubieras vuelto y...
- Pues ya ves… Por cierto ¿Te acuerdas de mi hermana Elena?
- Si, claro. ¿Cómo estas? –Dijo mientras se daban un par de besos.
- ¿Bien y tú?
- Bien también. Oye, siento lo de tú marido.
- En realidad no estábamos casados, pero, gracias…
La tristeza se le reflejaba todavía en el rostro y Jota tuvo la impresión de haberla cagado otra vez.
- Bueno…Si me perdonáis, tengo cosas que hacer y eso.- Dijo mientras se disponía a seguir su camino.
- Jota espera.- Dijo Mónica mientras su hermana entraba en el piso.
- Si, claro.
- Tú amigo… “el vampiro”…
- No volverá, al menos a alimentarse, ni de ti ni de nadie que viva contigo. El saber de su existencia es tu mejor protección.
- Bien… Oye, siento haberme portado como lo he hecho, pero es que…
- No pasa nada… ¿Por qué no venís un día a cenar?
Mónica sonrió.
- Creo que soy yo, la que te debe otra cena a ti, después de todo, viniste a salvarme… dos veces…
Los dos sonrieron, en ese momento sonó el teléfono de Jota. Se pusieron tensos, la última vez que estaban en una situación parecida y sonó un móvil fue para recibir malas noticias. El número le era desconocido.
- Si, diga… si, soy yo.- Apartó un momento el teléfono y miró a Mónica un momento sonriendo.- Está bien, no pasa nada.
Mónica entró en su piso y Jota siguió subiendo las escaleras mientras hablaba por el móvil.
Un par de horas más tarde, entraba en un bar del centro, donde había quedado con Abel, el hermano cura de Santi. Miró hacia todas partes buscándolo, pero al parecer, llegaba más tarde que él propio Jota, o eso pensó Jota, hasta que vio en una mesa apartada, en el fondo del bar, alguien le hacía señales, tenía que ser Abel, sin embargo, era totalmente diferente de cómo Jota se lo había imaginado. Para empezar, aquel chico de unos treinta y tantos años de edad vestía de forma informal, sin sotana, alzacuellos o cualquier otro elemento que delatara su condición de sacerdote. Se veía un tío apuesto con el que, cualquiera se iría copas, el marido perfecto, que todas las madres querrían para sus hijas. “Me cago en la Santa Madre Iglesia, seguro que hasta folla más que yo”. Pensó Jota, mientras se acercaba a la mesa con una disimulada sonrisa en el rostro.
- Eres Jota, el amigo de Santi.- Dijo mientras le ofrecía la mano.
- ¿Y tú eres…?
- Abel, Su hermano.
- Creía que eras cura.
- Y lo soy. Pero como los polis, ahora no estoy de servicio.- Jota lo miro extrañado.- Es broma. No siempre llevamos la misma ropa. Por favor siéntate. Me gustaría hablar con tigo de Santi. ¿Qué quieres tomar?
- Pues… Una caña, supongo. Oye respecto a Santí, me enteré por casualidad de lo que le había ocurrido y yo…
- Si, es una pena que alguien tan joven trate de quitarse la vida. Pero, desde que salió del coma ha cambiado… Y mucho.
- ¿Qué quieres decir?
- Ahora tiene una seguridad en si mismo asombrosa y más teniendo en cuenta lo ocurrido… Ni siquiera tartamudea.
- En serio. Eso parece estupendo. Me alegro por él.
- Si, lo es. El problema, es que mis padres no opinan lo mismo y están empeñados en que está poseído, o loco y lo quieren encerrar en un hospital psiquiátrico, cuando le den el alta.
- ¡No me jodas! Ups… los siento… padre.
- Por favor llámame Abel. Yo les he propuesto que se venga a vivir con migo, que mejor que la presencia de un sacerdote, para echar al maligno. Pero, sinceramente no creo que esté poseído, ni mucho menos loco. Y lo cierto es que ni a él ni a mi, nos interesa vivir juntos… Así que Santi me sugirió, al menos de momento y si a ti no te importa... Pues eso… que se instale con tigo…
- Yo… Bueno, no se… ¿Y tus padres lo saben?
- No, claro. Para ellos, Santi estaría oficialmente viviendo con migo y de momento los mantendría alejados de él.
- Bueno, no se… es que…
- Oye, no te preocupes, si es un inconveniente, ya buscaríamos otra solución.
Jota, que en cierto modo se sentía un poco culpable, por lo del intento de suicidio, suspiro hondo antes de contestar.
- Está bien, no es ningún inconveniente, es más es uno de mis mejores amigos y estaré encantado de que se instale conmigo. Pero tendrá que aportar algo de pasta para gastos y todo eso.
- Eso no hay ni que decirlo.- Contestó Abel sonriendo y ofreciéndole una vez más la mano.




CAPÍTULO 3: UNA NOCHE EN LA EXISTENCIA DE UN VAMPIRO


¿Qué se siente cuando se está muerto?
Nada, esa era la respuesta. A menos claro que seas un vampiro. Entonces, lo que sientes es la ausencia de eso que llamamos alma, que es la ausencia de la misma vida.
Un montón de recuerdos e ideas, se agolpan en una mente que es incapaz de sentir nada. Recuerdos de la persona que fue y que pueden ayudarle a fingir delante de los vivos, para alimentarse. Incluso, cuando llega la noche puede notarlo y su cuerpo sólido, se vuelve gaseoso, escapándose por los poros y las rendijas del nicho y vuela, dejándose llevar por el aire, hasta solidificarse en la ciudad. Donde busca a un nuevo ser del que tomar un poco de su sangre y solo le sirve la sangre de un ser vivo de su propia especie. Pero el es un vampiro muy joven y es muy poca la cantidad de sangre de la que precisa todavía.
El olor de la sangre, mezclado con el de sudor y el perfume, lo empujan a las cercanías de un bar nocturno, donde muchos jóvenes aguardan en la puerta para que les dejen entrar. Nadie se da cuenta cuando aparece directamente en la puerta. Una mirada al portero y este le hace un gesto, seguido de un “adelante”, la próxima vez, entrará directamente, sin invitación. Adentro la gente grita, para hacerse oír por encima de la música, para el resto de la gente, él es poco más que una sombra, casi imperceptible y que nadie recordará. Entonces la ve a ella y sabe que es perfecta, con su vestido negro de encajes y su excesivo maquillaje del mismo color, un poco regordeta y solitaria aunque esté con más gente. En el fondo, ella lo estaba pidiendo a gritos. Él se hizo visible tan solo para ella, que dejó a sus amigos, sin apenas despedirse.
- Me llamo Alicia. ¿Eres lo que creo que eres?
- Claro.- Dijo él, sonriendo y mostrando sus colmillos.- Llevo mucho tiempo buscándote.
- ¿Por qué soy la reencarnación de tu antigua amante?- Dijo ella.
- Si… más o menos.- Respondió él, pensando en el daño que había echo el cine y algunas novelas, dirigidas a un público femenino y adolescente.
La chica lo llevó a su casa. Él entró en el edificio cuando ella lo invitó a pasar. Un edificio lleno de gente que esporádicamente, podrían sufrir pesadillas en los próximos meses. Ella, lo condujo a su habitación, evidentemente vivía con más gente, probablemente con sus padres. Cerró la puerta y se quitó el vestido, quedándose en ropa interior. Inclinó la cabeza sonriendo, dejando ver su cuello. En vida, como Daniel había deseado que le ocurriera algo así un millón de veces, pero ahora, aquella chica, para él, era poco más que el envoltorio del preciado liquido rojo del que se tenía que alimentar. Se acercó a ella, la abrazó y le besó en el cuello succionándole la sangre, poca, pero suficiente para dejarla cansada. La chica calló a plomo, profundamente dormida en la cama y él se alejó, mientras las pequeñas heridas del cuello se cerraban. Su rostro ahora era sonrosado y parecía más vivo que la regordeta chica, que dormitaba pálida y en ropa interior en la cama.
- No me has dicho tu nombre.- Susurró ella entreabriendo los ojos.
- Los muertos, carecemos de nombre... Ahora, ¡duerme!
Ella se durmió profundamente, al día siguiente se levantaría tarde y cansada.
En los días siguientes, a Alicia se le ocurrió que tal vez su vampiro, del que ninguno de sus amigos se acordaba, se había transformado en una criatura de la noche, muy recientemente, así que decidió buscarlo en las necrológicas de los periódicos de los últimos meses, luego del año anterior y luego de dos años más tarde, ya estaba apunto de darse por vencida, cuando un día, tuvo suerte. Encontró una noticia, sobre una extraña epidemia ocurrida en un edificio de una de las ciudades de la periferia. Y cuando, vio a los muertos a causa de la epidemia, allí estaba él. Se llamaba Daniel y debía tener la misma edad que ella, cuando se convirtió en vampiro, sabía que pronto volverían a encontrarse, estaban destinados a estar juntos.
Los vampiros en general, tienen cierto poder, sobre aquellos de los que se han alimentado, pero lo que la mayoría de los vivos desconoce, es que ese poder hasta cierto punto es reciproco y por ello, sin saberlo pueden atraer con su miedo y su fascinación a esos seres de la noche y más aún cuando conocen la identidad que estos seres poseían en vida. Sabiendo esto, cualquier humano podría utilizarlo para destruir al vampiro pero… normalmente lo que podría salvarles suele condenarles. Y así es como Alicia, empezó a invocar cada vez con más frecuencia a “su vampiro” sin sospechar que eso la podía llevar a una muerte segura.




CAPÍTULO 4: NUEVA VIDA


El cambio que se había producido en Santi, era de lo más sorprendente, tanto física, como psíquicamente. Para empezar, el tiempo que había pasado en coma, le había hecho perder todos quilos que le sobaban y alguno de más. También aquella insistente y a veces un tanto irritante tartamudez, había desaparecido. La cercanía a la muerte parecía haberle dado una confianza en si mismo de la que siempre había carecido. Incluso Daniel, el amigo vampiro de Jota, le dijo que su aura había cambiado completamente, cuando Jota le pregunto, a que se refería, este le contesto, que era como si fuera la de otra persona distinta. Más de una vez, Daniel le había dicho que para él, los vivos, eran algo así como el envase del alimento y que él aura que desprenden los seres vivos, es como la etiqueta del envoltorio, “mientras más brilla, el contenido es de mejor calidad”. Según le dijo, el aura de Santi brillaba de manera excepcional.
Cuando salieron con su amigo Paco, él cual se sentía un poco culpable por lo del intento de suicidio, fue Santi quien rompió el hielo y empezó con las bromas, con las que continuó Paco, como siempre hacía, pero Santi en vez de enfadarse, se las devolvía casi sin inmutarse, para Jota era como asistir a un partido de tenis.
Santí también cogió la costumbre de levantarse temprano para ir a correr y hacer deporte, algo que en el pasado hubiera sido inimaginable, por lo que le dijo, había cogido la costumbre tras los meses de recuperación en el hospital.
- No se Jota, es como si todo este tiempo hubiera vivido con una venda en los ojos sin saberlo y ahora de repente alguien me la hubiera quitado.- Le confesó Santi a Jota.
Asombrosamente, el mismo Santi que antes le costaba tanto encontrar un trabajo y mantenerlo, ahora había encontrado trabajo con una facilidad sorprendente y más teníendo en cuenta los tiempos de crisis que corrían y lo mejor, es que parecía aguantar muy bien, de echo estaba buscando cursos y haciendo solicitudes para estudiar.
En cuanto a aquel sentimiento de culpa, que Jota y Paco sospechaban le había llevado al suicidio, por su miedo al pecado y a tener relaciones con mujeres, había pasado por completo, tanto es así, que una mañana de sábado, que Jota se despertó al sentir a Santi entrar por la puerta, se sorprendió mucho al verlo todo sudado y con ropa de deporte.
- ¿No me jodas que hoy también te has levantado para ir a correr?
- Ahora que he empezado, tengo que ser constante, además me hace sentir mejor, tú también deberías probar.
- No gracias, yo ya estoy bien así. No veo en que podría beneficiarme.
- bueno, por ejemplo hoy me he encontrado con las vecinas de abajo, que por cierto, están las dos muy buenas y una de ellas me ha dicho que te debía una cena y ya de paso me han invitado a mi también.
- ¡¿Has visto ha Mónica?! ¡Joder, ya creía que se había olvidado de la cena! Últimamente no coincidimos nunca en la escalera y estaba empezando a pensar que se habían mudado a otro piso.
- Pues ya ves que no. Esta noche nos vamos de cena.
Durante la cena, Mónica volvió a mantener las distancias con Jota, era como si el tiempo hubiera roto lo que había entre ellos, antes de que la cosa hubiera llegado a algo. Elena, la hermana de Mónica, todavía seguía sin superar su perdida, a pesar de los meses transcurridos y el único que parecía mantenerse un poco más animado durante la cena, fue Santi. La cual cosa, parecía a la afligida Elena.
- Tengo entendido, que intentaste suicidarte.- Le dijo a Santi.
- Elena por Dios.- Le recriminó Mónica.
- No pasa nada. Lo cierto es que por aquel entonces yo no tenía demasiadas ganas de vivir. Pero cuando salí del coma… era como si alguien me hubiera quitado una venda de los ojos. Recuerdo mi vida de antes, como un sueño borroso, no se… como si fueran los recuerdos de otra persona.
- ¿En serió? Por que a lo mejor, yo también necesito ser otra persona.
- Elena por favor, no sigas por ahí.- Volvió a recriminarle Mónica.
- Eso tiene solución.
- ¡Santi! Cuidado con lo que vas a decir.- Le previno Jota.
- Solo la quiero invitarla al cine, no hay nada mejor que una buena película para evadirse, sobre todo si es una comedia.
- Eso que has dicho…- Dijo Elena con cara de asombro.
Repentinamente se levantó de la mesa y se fue, tapándose la cara muy afectada, Mónica fue tras ella, jota y Santi, se miraron extrañados, ante la reacción de Elena.
Entró en la habitación y se tumbó en la cama llorando.
- Elena, ¿Qué te ocurre?- Preguntó su hermana sentándose a su lado.
- Lo que ha dicho Santi… sobre el cine, es lo mismo que me dijo Andrés, la primera vez que me pidió salir. Yo… Lo siento… No me encuentro muy bien.
- No es más que una coincidencia. Dudo mucho que Andrés y Santi se llegaran a conocer.
- Si, supongo que tienes razón, pero ahora, necesito estar sola.
Mónica, regresó con Jota y Santi y se disculpó por ella, alegando que no se encontraba bien.
Al día siguiente, fue Elena la que llamó a la puerta de Jota y Santi, para aceptar la invitación que le había hecho Santi.
Después del cine, Elena le contó, como Andrés había muerto, atropellado por un desconocido, que se había dado a la fuga, después de haberse ensañado con Andrés, según dijeron algunos testigos.
- Si al menos, la policía dijera alguna cosa del caso.
- Mi hermano Abel es cura.
Elena miró a Santi extrañada.
- No sé a donde quieres ir a parar. Si estás sugiriendo que necesito consuelo o algo así, te advierto que no soy creyente.
- No es eso. Lo digo por que él conoce mucha gente, incluso en la policía, tal vez nos podría echar una mano.
- ¿Tú crees? Si eso fuera posible, sería genial.
Y así fue, como Santi y Elena decidieron comenzar su investigación por su cuenta.




CAPÍTULO 5: DIANA



Mónica, notó que algo había cambiado en el carácter de Elena, desde que fue al cine con Santi y se alegraba por ello. Santi, tenía algo extrañamente familiar. Así que cuando se presentó nuevamente en busca de Elena, en un primer momento se alegro, hasta que se entero, que era lo que se proponían.
- Vais otra vez al cine.- Dijo sonriendo.
- No. Hemos quedado con el hermano cura de Santi. Tiene amigos policías que nos pueden informar de lo que se sabe de la muerte de Andrés.
- ¡¿No lo dirás en serio…?!
- Hasta luego hermanita.- Dijo Elena cerrando la puerta tras de si.
Mónica intentó detenerlos, pero acababa de salir de la ducha y perseguir a alguien con una toalla como única vestimenta, daría que hablar en la escalera, así que se vistió lo más rápido que pudo y fue a pedirle cuentas al único que en ese momento se le ocurría, Jota. Subió las escaleras de dos en dos y dio dos grandes timbrazos a la puerta.
- Hola Mónica.- Dijo Jota con una sonrisa en los labios, sonrisa que se desvaneció al ver la cara de enfado de Mónica.- ¡Haber que he hecho ahora!
- ¡¿Sabes a donde ha ido mi hermana con tú amigo?!
- Pues… no tengo ni idea.
- A ver a no se que cura, que tiene información de la muerte de Andrés.
- No lo sabía, ¿pero que quieres que haga?
- Pues que hables con él, no quiero que meta a mi hermana en líos.
- Está bien, ya se lo diré, cuando venga.- Dijo Jota.
En ese momento, se abrió la puerta del ascensor y de allí salió una chica morena, con el pelo un poco más largo que Mónica, aunque de estatura un poco más baja, pero a la vez era más fibrosa y enérgica, vestía tejanos, camiseta y cazadora, y sobre su espalda llevaba una enorme mochila.
- ¿Interrumpo algo? – Les preguntó, con un extraño acento.
- ¡Diana! – Dijo jota, sorprendido.
Se abrazaron y Diana le dio un beso en los labios. Mónica tuvo una repentina punzada de celos, que reprimió como pudo, pensando que era una estúpida al sentirse así, cuando había sido ella la que siempre había mantenido las distancias.
- Diana, una vieja amiga. Mónica mi vecina.- Dijo Jota haciendo las presentaciones.
- Valla… Pues a mi no me parece tan vieja.- Dijo Mónica con cierta ironía.
- Gracias.- Respondió Diana.
- Bueno, será mejor que me marche. ¡Ah! Y acuérdate de eso que hemos hablado antes.- Dijo Mónica antes de irse.
Jota hizo pasar a Diana dentro.
- ¿Qué te trae por aquí?
- ¿Es que no puedo venir a ver a un viejo amigo? Por cierto… ¿Seguro que no hay nada entre tu vecina y tú?
- Solo somos amigos
- Entonces… ¿Qué te parece si me instalo unos días con tigo?- Dijo, Diana sonriendo malévolamente.
- No se si te refieres, al piso o a la habitación, por que ahora mismo, la otra habitación la tengo ocupada… A si que…
- ¿En serio? ¿No molestare?
- No, no. Es Santí. No se si llegaste a conocerlo. Era amigo de Daniel.
Diana, sonrió, Entró en la habitación de Jota, con la mochila. Cuando salió al cavo de unos minutos, lo hizo vestida solo con una toalla y llevaba un neceser en la mano.
- Si no te importa, voy a darme una ducha. – Dijo, dirigiéndose al cuarto de baño.- ¿Puedes venir a frotarme la espalda?
- Si claro.- Contestó Jota, desvistiéndose, mientras seguía a Diana.
Esa noche fueron a cenar, para recuperar fuerzas y recordar viejos tiempos.
Diana, pertenecía a una especie de organización secreta, anarquista y pacifista, que se dedicaba a recorrer el mundo, cambiando siempre de identidad. Nadie poseía nada, pero todo era de todos. Todos los miembros, entre los que había familias enteras se ocupaban de cosas que ayudaran al bien común, no solo de los miembros de la organización, también del resto de la gente, eso si, todas las ganancias eran destinadas a una cuenta a la que, todos los miembros tenían acceso. En sus viajes, Diana había conocido y aprendido todo tipo de cosas. Ella era uno de los miembros que se dedicaba a estudiar, los fenómenos supuestamente sobrenaturales y en uno de esos casos, fue como conoció a Jota.
Cuando regresaron a casa, Santi ya había regresado de su investigación con Elena y Jota hizo las presentaciones pertinentes.
- Por cierto, Mónica me ha dicho que no metas a su hermana en líos.- Le dijo Jota como de pasada.
- ¿Qué tipo de “líos”? ¿No quiere que salgáis juntos o algo así? – Preguntó Diana.
- No es eso, Elena quiere averiguar quien mató a su novio, y yo le dije que mi hermano, que es cura, conoce a gente de la policía.- Explicó Santi.
Esa noche, se acostaron tarde, Diana estaba cansada y después de retozar aquella tarde en la ducha, decidieron que ya tendrían tiempo para el sexo al día siguiente. Pero al cavo de una hora, Jota sintió como Diana se incorporaba a su lado.
- Hola Dani, o lo que seas. ¿No habrás venido a alimentarte, verdad? Aunque parece que no te hace mucha falta.
- Hola Diana, si estuviera vivo, me alegraría de verte.
- ¡Daniel! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! Creía que, no ibas a volver…- Dijo Jota incorporándose, también.
Daniel, parecía más vivo que antes de morir, con su rostro, redondo y rojo como un tomate.
- Necesito vuestra ayuda.




CAPÍTULO 6: OTRO MÉTODO



(Este capítulo fue publicado originalmente como reato corto con el título "Carta de un sicópata)

Vicente dejó el coche a cierta distancia de la casa y fue andando, con las manos metidas en el bolsillo para que nadie se fijara en los guantes de goma que llevaba puestos. Durante las dos últimas semanas, había estado observando al hombre al que iba a visitar, incluso habló con él y empezó a confraternizar. Nadie más sabía lo que pretendía, excepto su padre, que lo seguía a todas partes y se había convertido en su cómplice. Cuando el hombre abrió la puerta, Vicente consiguió que lo invitase a la casa con bastante facilidad. Ya dentro, le pidió un baso de agua y cuando el hombre se dio media vuelta, Vicente, sacó el pañuelo con cloroformo que llevaba en el bolsillo y le tapó la boca y la nariz hasta que cayó inconsciente en el suelo. Lo arrastró hasta el dormitorio, deshizo la cama, subió el cuerpo y lo desnudó. En la bolsa que llevaba tenía todo lo necesario para llevar a cavo sus planes; unas esposas acolchadas para esposarlo en la cama, una de aquellas pequeñas píldoras azules, una botella de whiskey y un embudo. Pero antes de empezar, se apresuró a cerrar la casa a cal y canto, para que ningún vecino pudiera ver nada de lo que ocurría allí dentro. En la bolsa, llevaba también un periódico que abrió por la página de contactos y llamó a uno de los números, que tenía marcados con rotulador y que pertenecía a un prostíbulo de lujo. Puso un pañuelo en el auricular y pidió a la más cara de las chicas. Luego fue a la cocina, cogió dos vasos los llevó al dormitorio y los llenó con el whiskey. Su victima, ya empezaba a recobrar el sentido y cuando quiso preguntar lo que ocurría, Vicente le metió el embudo en la boca, al embudo, le siguió la pastilla azul y el whiskey para que la pastilla entrara mejor, primero del vaso y luego directamente de la botella, que dejó medio bacía. Sacó el embudo, le metió unas bragas en la boca y la tapó con un esparadrapo.
- ¿Sabes? En el poco tiempo que te he conocido, me has caído bien. Por eso te boy a conceder una muerte que ya quisieran muchos. Además, te iras en muy buena compañía.
El hombre lo miró aterrorizado.
-¡No te asustes hombre! Ya tengo experiencia en estas cosas y te puedo asegurar que no te haré sufrir mucho…- Dijo dándole unas palmaditas en la pierna.
Salio a la sala de estar, donde le esperaba su padre.
- No se que pretendes, pero me estoy aburriendo. ¡Enciende la tele!
- ¿Por qué no la has encendido tú?
- Yo no llevo guantes de látex y no quiero dejar huellas.
Vicente cogió el mando a distancia y sentándose al lado de su padre, encendió el televisor. El volumen, tapó los ahogados gemidos que venían del dormitorio.
Tres cuartos de hora más tarde, llamaron a la puerta. Antes de abrir, Vicente, miró por la mirilla, para asegurarse de que era la persona que estaba esperando. En la calle esperaba una chica extraordinariamente atractiva, vestida de una forma muy provocativa, Vicente abrió la puerta y echando un rápido vistazo a la calle, la hizo entrar, cerrando la puerta con llave.
- Hola, soy Lorena. ¿Y tú?
- Vicente.
Se dieron dos besos en la mejilla.
- Antes de empezar te advierto cariño, que cobro por adelantado.
- No hay problema.- dijo Vicente sacando su cartera del bolsillo.
Mientras Vicente pagaba a Lorena el dinero requerido, ella se extrañó al verle los guantes de látex.
- ¿Y eso?- preguntó la chica
- eso es para una fantasía que quiero cumplir, pero antes me gustaría que hicieras feliz a otra persona.
- ¿A otra persona? Eso te costara más caro.
Vicente sacó más dinero y se lo dio a Lorena, que lo guardó en el monedero que tenía en el pequeño bolso que llevaba consigo. La condujo al dormitorio, donde el otro hombre seguía atado y amordazado.
- ¿Qué es esto? ¡Hay cosas que no yo hago! Y menos en contra de la voluntad de otra persona.
- Pero es que el quiere, ¿no lo ves? Lo está deseando.- dijo Vicente señalando la prominente erección del cautivo.- Además te pagaré más si hace falta.
- No es cuestión de dinero.- dijo Lorena devolviéndole los billetes a Vicente.
Lorena asustada por el cariz que estaba tomando todo aquello se dirigió a la puerta con la intención de irse, pero estaba cerrada con llave. Al girarse, Vicente la apuntaba con una pistola.
- Tienes razón… no es cuestión de dinero. Ahora entrarás en esa habitación, te desnudas y te follas a mi amigo.
- Yo… Esta bien, pero prométeme que no me harás daño.
- Tú haz lo que te digo.- dijo Vicente alargándole el dinero con una mano sin dejar de apuntarle con la otro.
Lorena, suspiró, volvió a coger los billetes y se dirigió nuevamente al cuarto. Dejó el bolso encima de una silla y empezó a desnudarse.
- ¿Qué quieres que le haga?
- Mientras no lo desates ni le quites la mordaza, haz que lo pase como nunca en su vida… Ah, y tampoco le pongas preservativo, él está sano y estoy seguro de que tú habrás tomado las medidas oportunas para no quedarte embarazada. Pero antes, ahí tienes un baso con whiskey, dale un buen lingotazo, te sentará bien.
La chica asustada asintió con la cabeza, cogió la botella y bebió a morro. Luego empezó a besar, lamer y acariciar al prisionero, primero el rostro, luego fue bajando por el pecho, el estomago y finalmente la entre pierna, donde empezó a chupar con avidez, mientras el hombre gemía detrás de la mordaza.
- Ya te dije que a él le gustaría.- dijo Vicente.
- Reconozco que esto es mejor que la tele.- dijo el padre de Vicente, que contemplaba la escena a su lado.
Lorena, introdujo el pene del hombre en su depilada vagina y empezó a botar, gimiendo de placer. Sin que ella lo viera, Vicente fue a la cocina, para regresar sigilosamente, con un cuchillo en la mano, le agarro del pelo y la degolló por la espalda, mientras el hombre se convulsionaba y gemía, ahora de puro terror. La chica cayó inerte encima del hombre bañándolo en sangre. Vicente apartó a Lorena, acostándola, al lado del hombre y con el mismo cuchillo con el que la había desangrado a ella, le cortó las venas a él y esperó pacientemente a que muriera desangrado. Le quitó la mordaza, las esposas y lo metió todo en la bolsa. Recostó a los dos cuerpos inertes bien puestos, al hombre le puso el cuchillo en la mano. Recogió todo indicio de su presencia en la casa, incluyendo el dinero que le había dado a la chica.
Antes de salir, se aseguró de que ningún vecino indiscreto lo veía, cosa poco probable, por la hora que era. Se dirigió a su coche con la bolsa y su padre alabando un trabajo “bien hecho”.




CAPÍTULO 7: HISTORIAS DE VAMPIROS


Mónica se encontraba en una extraña encrucijada, por un lado su hermana Elena no quería hacerle caso y seguía con sus pesquisas para averiguar quien era el causante de la muerte de Andrés y encima, el nuevo compañero de piso de Jota la estaba ayudando. En cuanto a Jota, con el que mantenía las distancias, ahora le había aparecido esa exnovia y ella estaba más confusa que nunca. En ese momento cayó en la cuenta, de que quizá Diana, podía haber conocido al antiguo compañero de Jota antes de morir. Esa misma tarde, cuando salió del trabajo, tuvo la oportunidad de preguntárselo, cuando se encontraron en la puerta.
- ¿Conociste al antiguo compañero de Jota?
- ¡¿Daniel?!- dijo Diana sorprendida.- ¿Jota te habló de él?
- Más o menos…
- Si que le conocí, ¿Qué sabes tu de él?
- ¿Yo…? Que… murió. Si me perdonas, tengo cosas que hacer.
Podía ser que Diana supiera en lo que Daniel se había convertido tras su muerte, pero no quería meter la pata. Tampoco Diana sabía si Mónica lo sabía o no, aunque aquella pregunta le hizo sospechar que sabía más de lo que decía y el único que la podía sacar de dudas era el propio Jota y poco más tarde, cuando se encontró él se lo preguntó. Jota le contó la historia de Mónica, de sus novios mafiosos y de las visitas nocturnas del vampiro de Daniel, al que terminó acudiendo para que le ayudara a rescatarla.
Minutos más tarde, Jota y Diana llamaban a la puerta de Mónica.
- Diana, conoce el secreto de Daniel, estaba aquí cuando todavía era humano y lo conoció de vampiro.- dijo Jota.
- ¿Qué? No entiendo
- Creímos que te gustaría saberlo. Además, necesitamos tu ayuda.- dijo ahora Diana.
- En realidad es Daniel el que la necesita, la de todos.
- ¿Qué le pasa? ¿Necesita una transfusión? Ya te dije mi opinión al respecto.
- En realidad, es todo lo contrario. Tenemos que impedir que mate a alguien y tu testimonio puede ayudarnos.- dijo Diana.
- Me dijiste que él no mataba a sus victimas.
- Y no lo hace, es decir normalmente no. Si nos dejas entrar te lo explicamos.
Una vez dentro del apartamento de Mónica.
- Daniel es un vampiro joven y solo necesita alimentarse tres o cuatro veces al mes, a menos que sea su víctima la que lo convoque todas las noches y le pida beber de su sangre.- le explico Diana
- ¿Y como puede ser eso?
- Cuando él se alimenta de alguien, a partir de ese momento tiene poder sobre su víctima, pero al parecer lo que nadie sabe, es que su víctima también puede ejercer ese mismo poder sobre él, solo tiene que saber quien era cuando estaba vivo y en lo que se ha convertido.
- Pero es absurdo. ¿Por qué querría alguien hacer eso?
- Para convertirse en vampiro, hay quien se traga todas esas novelas románticas que se han puesto de moda.- dijo Jota.
- ¿Y eso puede pasar?
- Si eres mordido por un vampiro mayor si, pero Daniel no lo es.
- No sabía que había distintas clases de vampiros.
- En realidad hay tres clases de vampiros. Hay gente que sin haber sido mordida por uno de estos seres, se convierten en vampiros después de muertos, es como si estuvieran predestinados desde su nacimiento. Durante toda su vida se comportan ajenos al dolor y al sufrimiento ajeno, aparentemente es gente normal, pero esa falta de afinidad hacia el prójimo puede inducirles a cometer terribles crímenes sin que sientan ni el más mínimo sentimiento de culpa.- explicó Diana.
- Si, así era la abuela de Daniel. Ella fue quien lo convirtió a él.
- La sangre de estos vampiros, puede esclavizar a los vivos y su mordedura, condena a aquellos de los que se a alimentado a menos que ella muera antes que su victima y pueden incluso convertirse en animales.
- ¿Y las otras dos clases de vampiros?- preguntó Mónica.
- Cuando mueres, después de que te haya mordido uno de estos vampiros mayores, en ese momento te conviertes en un vampiro menor, en una especie de apéndice, como una mano o un pie del vampiro mayor, ahora formas parte de él vampiro que te convirtió, tu cuerpo y los recuerdos de la persona que fuiste le pertenecen a él. Si el vampiro mayor muere, los menores, se liberan del yugo, pero siguen siendo vampiros y en eso se convirtió Daniel después de que matáramos al vampiro de su abuela.
- ¿Y qué hay del otro… del niño?
- ¿El niño?- preguntó Diana.
- Se refiere al enano.- dijo Jota.
- ¿Lo conociste? También es un vampiro libre… y muy viejo, tal vez tenga un siglo o dos… Lleva mucho tiempo vagando de un sitio a otro… Algo que no pueden hacer los vampiros mayores, ellos están atados al lugar en el que murieron y que les vio nacer como vampiros.
- ¿Y tú quien eres, Diana o Buffy la cazadora de vampiros?- preguntó Mónica.
- Muy graciosa.
- En serio, que sacas ayudando a un chupasangres.
- Digamos que a los vampiros mayores no les gustan los libres, así que estos nos avisan cuando aparece alguno de los mayores. Estos siempre están conspirando.¿Entonces qué, nos ayudarás? Según me ha contado Jota, él te ayudó a ti.
- Si… después de hacerme un par de visitas nocturnas para alimentarse.- Por un momento los tres se quedaron callados.- Está bien, os ayudaré…




CAPÍTULO 8: SOSPECHAS


Santi, había quedado con su hermano Abel en un bar de la capital. Ninguno de los dos acudió solo a la cita; Santi, lo hacía acompañado de Elena, que estaba empeñada en descubrir quien había matado a su novio y para su sorpresa, el contacto que Abel tenía en la policía, también era una mujer, alta, morena y de aspecto atlético, que a pesar de la indumentaria, un tanto masculina, podría hacer perder la cabeza a cualquier hombre que se propusiera. Esa era la primera de las sorpresas que su hermano le iba a dar aquella tarde, Abel, al igual que el día en que visitó a Jota llevaba ropa de paisano y ni tan siquiera tenía el típico alzacuello blanco, con el que se suele identificar a los curas. Los dos hermanos se abrazaron, luego las presentaciones. La mujer policía se llamaba Paula y solía trabajar de paisano para la secreta, haciéndose pasar en más de una ocasión por prostituta. Aún así aquel era uno de los muchos casos de asesinatos que había llevado. Llevaba consigo una pequeña libreta en la que guardaba información que podía ser de interés para Elena.
-¿Así que tu marido fue atropellado en noviembre del año pasado? ¿Qué fecha exactamente?
Elena le dijo el día y el nombre del hospital donde murió Andrés.
- ¡Qué curioso!- dijo Abel al escuchar la información.- El mismo hospital donde estabas ingresado.
- Si y justo el día en el que salí del coma.
Las dos mujeres miraron sorprendidas a los hermanos, como si aquello fuera algo más que una mera coincidencia.
- Durante esas fechas, hubo toda una serie de atropellos ocurridos siempre por la noche o de madrugada. Sospechamos que todos fueron llevados por el mismo individuo. De echo, después de la muerte de Andrés, la policía vio como un coche fue abandonado en el arcén de la autopista, era un coche que no hacía mucho que había sido dado de baja y que había sido robado de una chatarrería, después de eso se acabaron los atropellos misteriosos.
- ¿Y no tenéis nada más?- preguntó Elena.
-Bueno, aquel fue el único coche que se pudo relacionar con los atropellos y el único que fue denunciado… por el propio dueño de la chatarrería.- Paula se calló un momento mientras repasaba las notas.- Que curioso.- dijo para sí.
- El qué.- Preguntaron Santi y Elena al unísono.
- No es nada relacionado con los atropellos… creo, el dueño de la chatarrería heredo el negocio de su padre, que murió accidentalmente poco antes de que empezaran los atropellos. En cualquier caso nunca se le ha podido relacionar con los atropellos
- Si es él… necesito saberlo.- dijo Elena.
Paula suspiró.
- ¿Cuando iríais a visitarlo?
- Yo por mí, ahora mismo.
En ese momento sonó el móvil de Paula.
- Disculpadme un momento.- dijo mientras se levantaba de la mesa, contestando a la llamada.
- Yo de vosotros, no me haría demasiadas ilusiones, lo más probable es que no tenga nada que ver. De todas maneras tendréis que ir con cuidado.- dijo Abel.
En ese momento entró nuevamente Paula.
- Ha ocurrido algo y he de irme. De todas maneras procurad ir con cuidado.- les dijo apuntando la dirección de la chatarrería en un papel.
- Te acompaño hasta el coche.- dijo Abel levantándose de la mesa y saliendo con Paula.
- ¿Qué es lo que ha ocurrido?- preguntó Abel mientras se dirigían hacia el coche.
- Por los visto un tipo que contrató a una prostituta de lujo, la mató y luego se suicido.
- ¡Dios Mio!
- Lo se, el mundo está lleno de pirados.
- Oye, acompañaré a mi hermano y a esa chica a la chatarrería, solo por si acaso.
- Prométeme que iréis con cuidado.- dijo Paula agarrando a Abel por los brazos.
- No te preocupes.
Abel y Elena se abrazaron y se besaron. Santi y Elena que los habían seguido con la mirada desde el bar, vieron estupefactos toda la escena.
- ¿Seguro que tu hermano es cura?
- Y de los de sotana larga.- contestó Santi.- En fin, boy a pagar esto y si te parece nos vamos.
Abel volvió al bar justo cuando Santi y Elena estaban apunto de abrir la puerta para salir.
- ¿Ya habéis pagado?
- Si, Elena quiere hacerle una visita al tipo ese cuanto antes.
- Os acompaño entonces, mientras más seamos mejor.
Fueron en el coche de Elena. Durante el trayecto, Santi sonreía para si rememorando la escena que había visto entre su hermano cura y su amante policía. Apunto estuvo de preguntarle desde cuando se conocían, pero fue Elena la primera en hablar.
- Es curioso que salieras del coma, el mismo día que murió Andrés y además, que todo ocurriera en el mismo hospital. A veces te miro y tengo la impresión de verle a él.
- ¿Tanto nos parecemos?
- No… no es cosa del físico, es más bien… en la manera de expresarte y de actuar.- dijo mientras una lagrima le recorría ya por la mejilla.
- Veo que le echas mucho de menos.- dijo Abel.- Aunque reconozco que mi hermano ha cambiado radicalmente desde que salio del coma, no creo que lo que piensas sea posible…
- ¿Y eso me lo dice un cura? – pregunto Elena con un nudo en la garganta.
- Oye, si no te encuentras bien…- dijo Santi.
- No es nada… enseguida se me pasa.
Los tres guardaron silencio hasta llegar a la chatarrería, donde fueron recibidos por Vicente.




CAPÍTULO 09: ATARDECER


Tanto los padres como sus profesores, estaban preocupados por su estado de salud, pero eso a Alicia le traía sin cuidado. Había encontrado lo que siempre había querido y en su febril estado de salud ya creía notar como sus sentidos estaban incrementándose. Pronto moriría para el resto del mundo, aunque renacería en las tinieblas o al menos, eso es lo que predicaban muchos de esos libros y películas que leía y veía una y otra vez.
Pronto anochecería y su amante de ultratumba volvería a visitarla, tal vez se compadecería de ella concediéndole la vida eterna.
Escucho el zumbido del timbre de la puerta, habían llegado visitas, poco después sonaron golpes en la puerta de su habitación y antes de que pudiera decir nada, su madre abrió y se asomo.
- Unos amigos tuyos han venido a verte.- dijo.
Un chico y dos chicas bastante más mayores que ella entraron en la habitación. Alicia no los conocía de nada.
- ¿Quienes sois?- Dijo desconcertada.
- Somos amigos de Daniel, ellas son Mónica y Diana y yo Javier.
- ¡¿De Daniel?!
Su apariencia era de gente normal, poco que ver con los trajes de negro, de época, de los nuevos románticos o góticos. Sin embargo, al único Daniel al que ella conocía y al que podían referirse era a su “amante”.
- Quiere que dejes de llamarlo.- dijo Diana
- ¡¿Qué?! ¡Creía que habíais venido a buscarme!
Los tres extraños que decían ser amigos de Daniel, se fueron turnando, para explicarle que su vida corría peligro y que Daniel carecía del poder para convertirla en vampiro y que aunque lo tuviera, eso la destruiría, convirtiéndola en esclava, le dieron todas las argumentaciones posibles, Mónica le contó como le había afectado las visitas del vampiro en un pasado reciente. Alicia sabía que le mentían, todo aquello que le estaban contando, tenía muy poco que ver con los libros y las películas que ella había visto. Fuera de si, los insultó y los echó de la habitación y de la casa.
- Da por muerto a Daniel, nunca más volverá... ¡Asúmelo!- dijo Diana antes de salir de la habitación, en tono amenazante. Esa noche, Alicia permaneció despierta, llamando a Daniel entre lágrimas, sin ningún resultado. Aquellos tres extraños, de alguna manera inexplicable para ella, habrían cumplido sus amenazas. Alicia solo pudo dormir al amanecer, un sueño profundo y reparador.
- Lo de matar a Daniel no lo dirías en serio, ¿verdad?- dijo Jota al salir del piso de Alicia.
- ¿Tanto te preocupa que pueda vivir?- preguntó Mónica.
- Te salvó la vida.- contestó Jota.
Mónica permaneció callada, era cierto que Daniel o aquello en lo que se había convertido el antiguo compañero de piso de Jota, le había salvado de una vida de esclavitud y probablemente también la vida, pero antes de hacerlo, la había estado visitando algunas noches, invadiendo su descanso y su intimidad y aunque sin ataques sexuales, como sugerían muchas películas del genero, ella sí que se había sentido violada en muchos sentidos.
Antes de regresar a casa, Diana les hizo parar en varias floristerías, de una de ellas, salio con una maceta de flores blancas.
- ¿Qué es eso?- preguntó Jota.
- Flores de ajo. Eso mantendrá a Daniel en su tumba, durante el tiempo que sea necesario y cuando pueda volver a salir, tal vez esa loca ya se habrá olvidado de el.
Ya oscurecía, cuando Jota y Diana pasaron por el nicho de Daniel, depositando la maceta en el mismo. Luego regresaron al coche, donde les esperaba Mónica.
Finalmente de regreso al piso se encontraron con Elena y Santi que ya habían regresado de sus pesquisas. El humor de Elena era pésimo, ya que seguían sin conseguir ninguna pista del asesino de Andrés, o al menos eso es lo que le contó Elena a Mónica, ya que quería evitar preocuparla más de la cuenta. Lo cierto es que estaba convencida de que aquel chatarrero, al que habían visitado aquella tarde era el asesino, ¿pero como demostrarlo? Aunque había algo que le atormentaba más todavía a Elena, Santi le recordaba mucho a Andrés y el saber que había cambiado radicalmente después de salir del coma en el mismo hospital en el que había muerto Andrés y además justo el mismo día… ¿Era realmente Santi la reencarnación de su antigua pareja? Y si lo era, ¿Por qué había olvidado quien era realmente?
Esa noche, mientras el telediario daba la noticia sobre aquel individuo que había matado a una prostituta, suicidándose más tarde, Vicente observaba en un coche el edificio donde había visto entrar a Elena y a Santi.
- Creo que ya se quien será mi próxima victima.- le dijo a su padre.
- ¿Ah, sí? ¿Y como lo harás esta vez?
Vicente suspiró profundamente antes de responderle.
- Lo único que se, es quiero tomarme mi tiempo, tanto para planearlo, como para llevarlo a cavo… y esta vez lo voy a disfrutar al máximo.- dijo con una sonrisa malévola en el rostro.




10. HABLEMOS DE REENCARNACIÓN


Aquel fin de semana, Santi y Elena habían decidido descansar de su investigación. El viernes el hermano de Santi, le pidió que se reuniera con el en casa de sus padres. Aquello era algo que le ponía extremadamente nervioso, pero para su propia sorpresa ya les había perdido el miedo.
Su hermano llegó acompañado por su hermana mayor, de la que hacía tiempo que habían perdido el contacto. Abel volvía a ir vestido de “paisano”, el reencuentro fue emotivo y estremecedor a la vez. Al parecer Abel y Ana habían estado manteniendo el contacto durante todos aquellos años.
Sus padres se llevaron una gran sorpresa al verlos entrar a los tres por la puerta, encima, cuando Abel les dijo que dejaba el sacerdocio, casi les da un ataque. Su madre lloró desconsolada mientras sus padres los echaba a los tres de la casa.
- ¡¡¡Yo ya no tengo hijos!!! – Gritaba sin querer escucharlos.
Los tres hermanos fueron a cenar, para celebrar el reencuentro.
- Me hice cura por los viejos, pero hace años que estaba viviendo una mentira.- Dijo Abel.
- ¿Y como pudiste aguantar durante tanto tiempo?- preguntó Santi.
- Por dos motivos, por un lado, me lo tomaba como si trabajara en una ONG, era una escusa perfecta para ayudar a la gente, la segunda… por ti. Aunque siempre he llevado una doble vida.- les explico.
-Lo siento, dijo Santi bajando la cabeza.
- No te preocupes, para mi era como tener una identidad secreta… como los superhéroes.- Dijo Abel sonriendo.
- ¿Y tú? ¿Qué ha sido de tu vida? Papa y mama llegaron ha hacer que te odiara.- pregunto Santi a su hermana.
Ana le explico que tenía un buen trabajo y que aunque no había llegado a casarse, tenía una relación estable desde hacía más de diez años con un buen hombre con el que tenía tres hijos, había intentado decírselo a sus padres, pero cualquier intento por retomar el contacto había sido inútil, ni si quiera la insistencia de Abel, les había hecho cambiar de opinión, solo su madre había llegado a mostrar cierto interés a espaldas del padre y todo eso sin que el propio Santi se enterara de nada.
- Ahora ya no tienes excusa para venir a verme, a mi y a tus sobrinos y puedes traer también a tu amiga.- Santi la miró extrañada.
Cuando salieron del restaurante fueron a un bar donde siguieron poniéndose al corriente de sus vidas. Gracias a Abel, Ana había estado al corriente de todo, incluso pudo ir a visitarlo en el hospital a escondidas de sus padres mientras él permanecía en coma.


Aquella tarde, Jota y Diana veían en la televisión un programa de sucesos. Hablaban del hombre que se había suicidado después de asesinar a una prostituta que había contratado. Sonó el móvil de Jota, era un mensaje de Mónica: .
- Es Mónica, quiere hablar contigo sobre su hermana y Santi.
- ¿Conmigo? Que raro, no se en que puedo ayudarla.
- Para raro eso- dijo Jota señalando la tele.
La locutora hablaba de la aparición de justicieros, que detenían a delincuentes en las calles de la capital.
- La gente está como una cabra.- dijo Jota
- A lo mejor es que es tiempo de héroes.
Esa noche Elena les hablaba de sus sospechas de que Santi era la reencarnación de Andrés.
- Por lo que me dijo Santi, salió del coma el mismo día y a la misma hora en la que murió Andrés y su manera de hablar y de comportarse, es muy parecida, sin embargo no parece acordarse de nada.
- El día que murió Andrés… me encontré con un amigo que me dijo que allí estaba Santi y subí un momento a planta a visitarlo. Parecía completamente dormido. ¿Estás segura de que fue el mismo día?- preguntó Jota.
- Yo te vi, hablando con ese amigo en la calle. Fue justo antes de que muriera Andrés.- dijo Mónica.
- Si, pero cuando tú me viste, yo ya había subido a verle. Una enfermera nos sorprendió en la habitación y tuvimos que salir a la calle.
- Entonces… Salió del coma unos minutos más tarde, estuviste apunto de…
- Aunque eso fuera así, puede que solo sea una casualidad, tú misma has dicho que el no recuerda nada de su pasado como Andrés, pero si de su pasado como Santi. Aunque debo reconocer que desde que salió del coma es una persona totalmente diferente.
-¿Diferente, en que sentido?- preguntó Mónica.
- Antes era la persona más antisocial que he conocido, le daba miedo el contacto con otra gente, incluso tartamudeaba, no le gustaba el ejercicio físico, cosa que ahora va casi todos los días a correr, siempre pegado a las faldas de sus padres y debo decir que era un poco… inútil.
- La mente no tiene nada que ver con el espíritu o alma.- intervino ahora Diana.- En la mente están los recuerdos de una persona, puede que también su espíritu, pero no se puede confundir una cosa con otra. A pesar de los genes y todas esas cosas siempre quedan respuestas por responder. Por ejemplo, dos hermanos gemelos, idénticos, criados de la misma manera, no tienen por que comportarse de forma similar, a pesar de tener los mismos genes. Ahí es donde interviene el Alma.
Elena miró a Diana esperanzada.
- Pero… ¿Qué pasa con toda esa gente que dice recordar sus vidas pasadas?- preguntó ahora Mónica.
- Siempre hay preguntas por responder, de todas maneras. ¿Has conocido personalmente a alguien así? Y aunque así fuera ¿Cómo sabrías que dice la verdad?- dijo Diana.- En cualquier caso el alma de una persona en el cuerpo de otra, con los recuerdos y las experiencias de otra… Solo son conjeturas, pero si todo eso fuera posible, Santiago, ya no es el Santi que conocía Jota, pero tampoco es Andrés.
- ¿Entonces quién es?- preguntó Elena desconcertada.
- una combinación de los dos, evidentemente. 11. ALICIA Y EL REINO DE LAS SOMBRAS .

Dos noches y un día fue el tiempo que Alicia permaneció sin comer nada, si era cierto que su oscuro amante había muerto, ella se dejaría llevar a lo que en su excesivo y exagerado romanticismo gótico llamaba “el reino de las sombras”. Sus padres muy preocupados estuvieron apunto de llamar a urgencias, pero tras su segunda noche llamando a Daniel entre febriles pesadillas en la que sus tres visitantes, volvían con la intención de clavarle una estaca en el corazón, una nueva idea empezó a surgir en su febril y enfermiza mente. Su amado tendría que esperar, antes de reunirse con él, se vengaría, si es que realmente estaba muerto. En cuanto las primeras luces del amanecer empezaron a filtrarse por las rendijas de la persiana llamó a su madre a gritos. - ¡¿Qué pasa, qué pasa?!- dijo la pobre mujer, irrumpiendo a toda prisa en la habitación. - ¿Qué hay de comer? Tengo hambre. - Gracias a Dios. Enseguida te traigo algo de comer. La mujer corrió a la cocina a prepararle un buen desayuno a su hija. Lo cierto es que su estomago se había cerrado y el olor a comida, proveniente de la cocina le produjo algunas nauseas. Media hora más tarde la mujer apareció con el típico desayuno ingles, compuesto por zumo de naranja, café, huevos fritos y beicon, las nauseas se le intensificaron, pero en cuanto probó el primer bocado de aquel suculento desayuno, se le pasaron de un plumazo, su estomago empezó a abrirse y termino con toda aquella comida, apartó la bandeja y volvió a quedarse dormida hasta el medio día, momento en el que su madre volvió a llamarla para la comida. Había descansado y recuperado fuerzas, su mente empezó a llenarse de ideas, sobre como podría llevar a cabo su venganza, pero antes quería hacerle una visita a su amado, para asegurarse de que realmente estaba muerto. Después de comer, Alicia se encerró, nuevamente en su cuarto con la excusa de estudiar, pero en realidad su intención era la de conectarse en Google y averiguar como llegar al lugar en el que estaba enterrado Daniel. Apuntó todo lo necesario en un folio de papel y lo dobló, miró su reloj, algo nerviosa, eran ya las cuatro y veinte. Cogió algo de dinero, que metió en el bolso y salio de la habitación dando un portazo. - ¿A dónde vas?- preguntó su madre que estaba sentada delante del televisor, viendo un programa del corazón. - Salgo un rato a que me de el aire. - Está bien, pero procura no volver muy tarde.- dijo su padre que estaba leyendo un libro. De camino a la boca del metro, paró por una panadería y se compró unos cruasanes rellenos de chocolate, tal vez no era lo más indicado para un vampiro, pero lo cierto es que la comida le había abierto el estomago. Cogió el metro hasta la estación de tren y allí el tren que la llevaría a la población donde su amado yacía, tal vez hasta la noche, si sus enemigos la habían mentido, como ella esperaba. En el tren, sacó del bolso uno de los libros de la saga crepúsculo que tantas veces había releído, antes habían sido los de Anne Rice. La parada de autobús no estaba demasiado lejos de la estación de tren. El trayecto en el autobús se le hizo tan largo como el de tren o incluso más. Era una suerte llevar consigo aquel libro. El cementerio, se encontraba a las afueras de aquella ciudad dormitorio, un tanto alejado de la vía urbana. Apenas quedaría una hora y media para que cerraran las puertas. Cuando bajó del autobús, en el parking del velatorio, vio salir de un coche a una pareja en la que reconoció a dos de sus visitantes. El chico Jota y una de las dos chicas, de las que había olvidado el nombre, aquello la hizo parar en seco. Decidió seguirlos a cierta distancia. Jota y Diana, se dirigieron a la tumba de Daniel, su nicho estaba en el cuarto piso, a una altura a la que era fácil acceder, allí había colocada una maceta con una planta de flores blancas. - ¿Estás segura de que esto funciona?- pregunto Jota, bajando la maceta del nicho. - ¿Estás seguro de que los vampiros existen?- preguntó Diana con ironía. Diana sacó un botellín de agua de su bolso y regó la planta, que Jota volvió a colocar en su sitio. - Otra solución sería abrir el nicho, clavarle una estaca, etc… Pero tu amigo al igual que la mayor parte de vampiros libres, no es peligroso y nos conviene tenerlos de aliados. Jota y Diana se marcharon y Alicia los siguió asta la salida. Ahora sabía que le habían mentido, su amado seguía con vida aunque retenido en su tumba, con algún tipo de hechizos. Sonó su móvil, era su madre, que preocupada, le preguntaba si iba a tardar mucho en volver. - No lo sé, mama. Estoy con unos amigos y lo más seguro es que me quede a cenar con ellos, así que no te preocupes si llego un poco tarde, ¿vale? Una vez colgó el teléfono un hombre se acerco a ella. - Perdone señorita, pero queda un cuarto de hora para que se cierren las puertas. - Si, si, ya voy. Alicia se dirigió a la salida, pero antes de llegar, se escondió detrás de unos nichos y esperó a que el cementerio se quedara totalmente vacío y esperó a que se hiciera totalmente de noche, para salir de su escondite y dirigirse nuevamente al nicho de Daniel. La maceta estaba un poco alta para ella, pero por suerte era pequeña y pesaba muy poco, aún así se le resbaló de las manos y calló estrepitosamente contra el suelo, rompiéndose la maceta en pedazos, esparciéndose su húmedo contenido de tierra y planta por el suelo. Apenas tuvo tiempo de ver el reflejo de una linterna acercándose para esconderse detrás de una lápida, su corazón latía a toda velocidad mientras una oleada de calor la invadía por todo el cuerpo. - ¿Hay alguien ahí?- preguntó el vigilante. Ando unos pasos y escuchó el crujido de sus pies, pisando los pedazos de la maceta. Alumbró a los nichos algo nervioso. - En fin, supongo que estaría mal puesta y se habrá caído con una ráfaga de viento - dijo en voz alta para tranquilizarse – iré a buscar una escoba. Aunque el vigilante estaba haciendo su trabajo a toda prisa, para Alicia en su escondite las idas y venidas del hombre se le hicieron interminables, pero cuando por fin terminó, fue para irse a su garita y no volver más en toda la noche. Aunque no creía en fantasmas ni nada por el estilo, aquel trabajo en el cementerio le traía de los nervios y luego estaban las historias… siempre se contaban historias. A pesar de todo, Alicia todavía espero un buen rato en su escondite, para asegurarse de que estaba totalmente sola. Se puso delante del nicho de Daniel. - Se que estás ahí… Te he liberado. ¡Sal de tú tumba! Una espesa niebla salió del nicho, la rodeó y cuando por fin desapareció la niebla, ahí estaba él, como si se hubiera materializado de la nada. Si los mirabas a ambos, mientras que ella tenía todavía un aspecto un tanto escuálido y enfermizo, él tenía las mejillas sonrosadas y un aspecto saludable. Tal y como había visto en las películas, Alicia se estiró de la camisa, rompiendo los botones, mostrando su sujetador, estiró su cuello y se lo mostró. - Adelante, muéstrame el camino al reino de las sombras. El vampiro negó con la cabeza con cierta resignación, sabía que matando a su victima, ponía en peligro su propia existencia, pero ella tenía tanto poder sobre él, como él sobre ella. Se acercó, la rodeó con sus brazos, abrió su boca y empezó a succionarle la sangre, por todos los poros de su piel. - Sigue… sigue… sigue…- repetía con voz cada vez más débil, hasta que perdió el conocimiento y sus brazos cayeron fláccidos hacia abajo. - ¡Para!- dijo otra voz a espaldas de la pareja. El vampiro soltó a su presa que cayó al suelo. Él otro vampiro, un enano de más de cien años, se detuvo delante de su compañero, ambos miraron a la chica sin ninguna expresión en sus rostros. - Tienes suerte… todavía esta viva. Jotacé.
Aquel viernes, Vicente había cerrado la chatarrería temprano y se había puesto a trabajar, tenía sitio y tenía el material suficiente, para preparar su próximo proyecto. Trabajo toda la tarde y toda la noche, aquella mañana desayunó fuerte y se atiborro de estimulantes, había hecho mucho, pero todavía le quedaba más trabajo y tenía que terminarlo antes del lunes por la mañana. Desde que había empezado con todo aquello, hasta su padre había desaparecido, estaba impaciente por tenerlo todo terminado y tener un lugar donde poder disfrutar con sus víctimas, sin que nadie lo viera. Después de la noche tan agitada que había tenido, Jota seguía sin poder pegar ojo, sin embargo Diana que estaba a su lado, dormía como un tronco. Encima alguien llamó al timbre de la puerta, Jota se tapó la cabeza con las sabanas esperando que abriera Santi en la habitación de al lado. Sonó otro timbrazo, parecía que Santi tampoco tenía muchas ganas de levantarse y quién esperaba al otro lado de la puerta, seguiría allí llamando hasta que alguien abriera. Se levantó se puso los pantalones y antes de que llegara a la puerta ya estaba sonando otra el timbre otra vez.
 - ¡Ya va…! ¡Ya va…! Antes de abrir, miró por la mirilla, en otra ocasión se había terminó con una pierna rota por abrir sin mirar. Al otro lado Elena, saludaba con la mano.
- ¿Está Santi? Jota miró el reloj, eran ya las once de la mañana. - Pues… la verdad… No lo se, voy a ver. Santi dormía profundamente, pero cuando Jota le dijo que Elena le estaba buscando, se levantó de golpe, con los ojos muy abiertos y salió de la habitación abrochándose todavía los pantalones. Luego hubo una cierta confusión a la hora del saludo que terminó en un accidentado pero casto beso en los labios.
 - ¿Queréis desayunar?- preguntó Jota quitándose las legañas de los ojos.
- No, gracias.- dijo Elena, se acerco al oído de Santi, agarrándolo cinturón y añadió.- Te invito a desayunar si me acompañas a mi antigua casa a buscar algunas cosas.
- Pues…
- No acepto un no por respuesta, termina de vestirte.
- Yo tampoco desayunare Jota, gracias. Una vez en la capital, fueron a un bar para tomar algo, antes de entrar en la casa, Elena estaba algo nerviosa y parecía que intentara retrasar el regreso a su casa.
- Estás muy nerviosa
- No he querido volver a la casa desde que murió Andrés… pero ya hace más calor y necesito coger ropa. - A mi me pasó algo parecido anoche, cuando quedé con mis padres y mis hermanos… Bueno pero no es lo mismo claro… - dijo él callándose de repente.
Una vez en el apartamento, a Elena le temblaban las manos al coger las llaves para abrir la puerta. Dentro, al verlo todo a oscuras y vacío, fue como si se le cayera el alma al suelo, se sentó en un sillón y se echó a llorar. Santi se sentó junto a ella y la abrazó, estuvieron así unos minutos.
- Ya estoy mejor… gracias. Es que se me hace muy raro estar aquí, sin Andres.
- Lo se, tranquila.
- ¿Quieres tomar alguna cosa? Creo que queda algo en la nevera.
- Acabo de desayunar – dijo Santi con una sonrisa.
- Tienes razón. ¿Me ayudas con el equipaje?- dijo Elena debolviendole la sonrisa.
En el dormitorio, Elena sacó toda la ropa de invierno que llevaba en la maleta y la dejó encima de la cama, luego empezó a mirar la ropa de entretiempo, para meterla en la maleta, consultando siempre la opinión de Santi, él vio un vestido de tirantes muy sencillo, pero sexi, era más para el verano que la primavera, pero Santi lo sacó del armario. Elena lo cogió y se lo acercó al cuerpo, mientras rememoraba como fue Andrés el que eligió en la tienda, aquel gesto de Santi le hizo un nudo en la garganta.
- ¿Te pasa algo?- preguntó Santi.
- Tengo la boca seca. ¿Puedes traerme un baso de agua? Santi fue a la cocina y cuando regresó a la habitación con el baso de agua, Elena se había quitado la ropa y se estaba terminando de poner el vestido.
- Estás… estás preciosa.- dijo Santi desde la puerta.
- gracias.- dijo ella con un carraspeo.
Fue hasta Santi, le cogió el baso y se lo bebió de un trago, sin que él le quitara la mirada. Dejó el baso encima de una silla y besó a Santi en los labios, él la cogió de la cintura. Elena sin soltarlo, lo condujo a la cama y cayeron encima de toda la ropa. Era algo que los dos estaban deseando hacer desde hacía tiempo. Se quitaron la ropa con mucha desesperación, sin dejar besarse y acariciarse.
- ¿No decías que todavía te tenías que estrenar?- preguntó Elena con una sonrisa en los labios.
- Por eso mismo tengo tantas ganas.
- En el primer cajón de la mesita de noche hay condones. En la caja solo había tres preservativos. El primero lo gastaron rápido, el segundo tardaron un poco más y con el tercero, ya estaban perfectamente coordinados. Terminaron, agotados, ambrientos pero muy satisfechos.
- ¿Qué tal si vamos a comer un poco y a la vuelta pasamos por una farmacia?- dijo ella acariciándole el pelo.
- Que mala eres. Sonrieron y se besaron antes de vestirse. Luego miraron todo el desorden que habían dejado en la habitación.
- Luego lo recogemos.- dijo Elena cogiendo a Santi de la mano. Ahora estaba totalmente convencida de que Santi era la reencarnación de Andrés, tanto por la referencia al vestido, como por la forma y la pasión con la que se habían amado, eso para ella era la mejor prueba.




13. NOCHES AGITADAS



A Jota, le sorprendía la cantidad de contactos que tenía Diana. Primero habían preparado toda aquella movida en el cementerio y ahora, apenas veinticuatro horas más tarde, ahí estaban nuevamente, colándose en la sección de psiquiatría del hospital donde estaba ingresada Alicia. Al parecer, cuando la chica volvió en si, después de que Daniel estuviera apunto de matarla, ella se empeño en morder a todo el que se le ponía por delante, tanto a las enfermeras, como a sus padres y la habían tenido que atar a la cama. El padre de Alicia tuvo que llevarse a su mujer con un ataque de nervios, así que aparte de las enfermeras del turno de noche, nadie más se pasaría por la habitación de Alicia.      
Después de tantas horas tumbada y atada, Alicia estaba despierta y con los ojos abiertos como platos, se giró hacia la puerta cuando vio por el rabillo del ojo que se habría dejando entrar a Diana y a Jota.    


- ¿Qué hacéis vosotros aquí?      
- Venimos a decirte que gracias a ti, hemos tenido que darle “Paz” a Daniel – dijo Diana.          


- ¿Paz? ¿Qué queréis decir?      
Jota se acercó a la chica con el móvil en la mano y después de teclear unas cuantas teclas, le enseñó las fotos de la pantalla. Todo un grupo de gente con el rostro oculto, practicaban lo que parecía un exorcismo en el cuerpo de Daniel, clavándole una estaca, cortándole la cabeza y finalmente quemando el ataúd. Alicia se agitó e intentó levantarse con muy malas pulgas. 
- Era la única manera de evitar que tú te convirtieras en uno de ellos. 


- ¡¡¡Mentís!!! ¡¡¡Yo ya soy uno de ellos y me vengaré!!!   


- ¿Recuerdas como mantuvimos a Daniel en su tumba?- dijo Diana sacando un diente de ajo de su bolsillo.

- Sujétala bien    


- ¡¡¡No te atrevas a acercarme eso!!!     
Jota hizo lo propio, mientras Diana le ponía el diente de ajo en la frente.


- ¿Ves? No pasa nada, estás completamente viva. Ahora olvídate de los vampiros y sigue con tú vida.        
Unas enfermeras entraron en la habitación alertadas con los gritos de Alicia.


- ¿Qué hacen ustedes aquí? ¡No son horas de visitas!   


- Si, ya nos vamos.- dijo Jota       
Jota y Diana se marcharon, dejando a Alicia gritándoles, furiosa.              









Veinticuatro horas antes, Jota y Diana se despedían de Mónica y de su hermana Elena, que salía del piso más confusa que antes, casi convencida de que su difunto novio Andrés se había reencarnado en Santi. Nada más cerrar la puerta de entrada, alguien golpeo en el cristal de la puerta del balcón, donde el difunto Daniel, esperaba, con el rostro rojo como un tomate.   


- ¿Qué ha pasado?- dijo Diana saliendo al balcón, seguida de Jota. 


- Es Alicia, vino al cementerio y quitó la planta de ajo.   


- ¡Joder! ¡¿Está muerta?!- dijo Jota.     


- No, el enano llegó a tiempo para evitarlo. Ahora, ella está en el hospital. Pero temo que vuelva a llamarme.


- Entonces, tendremos que ser más convincentes, es un poco tarde pero… dejadme hacer unas llamadas.      
Entre dos y tres horas, una furgoneta negra paró junto al portal  de Jota, dentro habían dos expertos maquilladores y un especialista en efectos visuales, todos ellos, al igual que la propia Diana, estaban al corriente de la existencia de vampiros y llevaban consigo un ordenador, una cámara digital, estacas y todo lo necesario, para la puesta en escena que querían preparar, el propio Jota llevaba en el bolsillo un pent draif, con fotos en las que salía Daniel antes de morir.          Daniel, aguardaba su llegada en el interior de su nicho. Los actores, entre los que estaban Diana y Jota, abrieron el nicho, sacaron el ataúd, mientras el experto en audio visuales lo grababa todo con su cámara digital, eso si, evitando que se les reconociera en la oscuridad. Abrieron la caja y fingieron clavarle una estaca de madera a su inquilino, llenándolo todo de sangre de cerdo, deliciosa para un cerdo convertido en vampiro, cosa que no era el caso. Desde un lugar en las sombras, el vampiro enano, observaba toda la escena. Finalmente le prendieron fuego al ataúd y tuvieron que salir corriendo antes de que apareciera el guardián y llamara a la policía.      


- Mañana por la tarde, tendrás preparado el material- dijo el experto en efectos audiovisuales.        
Jota y Diana salieron de la furgoneta, cuando llegaron nuevamente al portal de su edificio, a unos metros aguardaban los dos vampiros, escondidos en las sombras, casi invisibles.        
- Nosotros tenemos que buscar otro lugar antes de que anochezca. Esta vez he de irme por una buena temporada, mientras más lejos mejor… hasta que deje de estar conectado a Alicia y se olvide de mi. Seguramente no nos volveremos a ver.  


- Cuídate, amigo.       


- Los vampiros, no podemos sentir afecto por nadie y eso nos impide tener amigos...


- Quizá, pero vosotros sois vampiros libres y vuestra existencia siempre será más larga si tenéis aliados.      
Daniel que hacía muy poco tiempo que era vampiro, todavía sabía fingir una sonrisa, aunque solo fuera por el que había sido su amigo cuando estaba vivo y su aliado en la muerte, inmediatamente después se desvaneció al igual que su compañero enano, en una espesa niebla que empezó a ascender en el aire hasta desaparecer.

Pronto empezaría a clarear en el horizonte.      
La desventaja de vivir en un segundo piso, es que en el silencio de la noche, cualquier ruido fuera de lo corriente te podía sacar del sueño y eso mismo le había pasado a Mónica, que después de oír el ruido del motor de la furgoneta, se levantó un momento para ir al lavabo y ya volvía a la cama, cuando le pareció reconocer las voces de Diana y Jota, lo cual le hizo asomarse a la ventana para observar toda la escena. Curiosamente sintió una ligera punzada de celos, cuando los vio entrar en el edificio.







14. EMPAREJADOS

Cuando Santi se marcho con Elena, Jota terminó de prepararse el desayuno, consistente básicamente en café con leche y galletas maría de marca blanca. Poco después apareció Diana, vestida tan solo con una camiseta que le cubría casi todo el cuerpo.
- ¿Quieres?- preguntó Jota señalándole el baso de café que tenía en la mano.
- Pensaba que me traerías el desayuno a la cama.- dijo ella enjugándose las legañas de los ojos.
- Y yo que querías dormir un poco más después de lo de anoche.- dijo Jota empezando a levantarse con cierta desgana.
- No te molestes, ya me lo preparo yo. ¿Quién ha llamado antes?
- Era Elena buscando a Santi. - Tienes la nevera vacía- dijo cerrando el electrodoméstico con cierta desgana.
- Lo se, en cuanto termine de desayunar iré a comprar alguna cosa. ¿Quieres venir?
- No, tengo que buscar cierta información en Internet. Anda, pásame las galletas, tengo hambre. Jota, cogió tres o cuatro galletas más y le lanzó el paquete a Diana, que estaba terminando de prepararse el café. Hora y media más tarde, Jota salía por la puerta con uno de esos carritos de la compra con ruedas y con su permiso, Diana aprovechaba para abrir el portátil de Jota y buscar un nombre en el buscador de turno. “Marques de Camuñas”, es un nombre casi olvidado pero que todavía conserva poder y cuya atención sabe muy bien que pueda recaer sobre sus amigos. Por eso era crucial que aquella chica Alicia olvidara definitivamente al antiguo compañero de piso de Jota. Sonó el timbre de la puerta sobresaltando a Diana, que fue a comprobar quien era.
- Hola… me preguntaba si te gustaría ir de compras conmigo.- dijo Mónica.
- ¿De compras? - Bueno, no se si… Después de lo de esa chica.
- No, está bien, déjame terminar una cosa y en media hora estoy contigo. Algunas horas más tardes, las dos chicas estaban sentadas en una terraza, con algunas bolsas.
- ¿Qué hay entre tú y Jota?- dijo Mónica de sopetón.
- ¡¿Entre Jota y yo?! No creo que sea asunto tuyo – contestó Diana un tanto molesta.
- Tienes razón, disculpa. Es que anoche… os vi llegar con otra gente y tuve la impresión de que también estaba el… vampiro. Diana le contó lo que había ocurrido la noche anterior con Daniel y Alicia, a la cual tendrían que hacer creer que Daniel había muerto definitivamente.
- Anoche parecía que estuviéramos rodando una película de la Hammer, esta tarde iremos a casa de mis amigos a buscar las pruebas concluyentes y seguramente en las noticias locales hablarán de vandalismo en el cementerio. Esta vez esperamos que Alicia recupere definitivamente la cordura. En cuanto a Jota y yo… Digamos que lo pasamos bien, pero solo somos amigos. Pronto me volveré a ir. ¿Y entre vosotros dos? Por que él me aseguró que no había nada… Bueno, aparte de toda aquella movida...
- Precisamente, después de todo aquello, la muerte de mi cuñado y… y… En fin, habían pasado demasiadas cosas. Lo último que se me apetecía era empezar otra relación, y menos con tío que tiene a un vampiro como amigo, que me había estado chupando la sangre.
- Lo entiendo.
- No, no lo entiendes. Jota me ha salvado un par de veces y una de esas veces, con la ayuda de Daniel. Además es un tío encantador y siempre está cuando se le necesita.
- ¿Entonces en que quedamos?- preguntó Diana.
- El caso es que es el mejor tío que conozco y desde que llegaste tú…
- Escucha, esta noche, cuando terminemos de resolver el asunto de la loca esa en el hospital, hemos quedado sobre las doce con Paco, otro amigo de Jota, tranquila, ese no se come a nadie, al menos literalmente, seguramente vendrá también Santi, puede que con tu hermana.
- Ya… ¿y a mi quién me toca, el amigo de Jota?
- Oye, solo es una reunión de amigos, yo intenta… mantendré la distancia con Jota, lo que tenga que pasar pasará.
- No se… No creo que vaya.
- ¿Y te vas a quedar con las ganas de saber como termina la historia de Alicia?
- Ya veremos.

Esa noche, Mónica cenó con su hermana Elena y Santi, Jota y Diana, habían desaparecido del mapa hasta la hora señalada en un bar cercano a la zona de copas habitual donde les esperaba también Paco. Santi y Elena, se mostraban muy acaramelados, algo había pasado entre ellos aquel día. Diana y Jota hablaban con Paco y Diana le echó una mirada a Mónica, para que se acercara y participara en la conversación. Para desconcierto de Jota, Diana empezó a sentir más atención por Paco y un duelo dialéctico terminó evolucionando hacia un flirteo cada vez mayor, pero Jota dejó de prestarles atención, cuando Mónica acaparó su atención.
- ¿Cómo ha ido todo el asunto de Daniel y la loca esa?
- Creo que ya se ha terminado. Daniel también se ido, creo que para siempre. Eso me convierte en alguien relativamente normal – dijo jota sonriendo irónicamente
- ¿Y eso es tan malo? Y de todas maneras, defíneme la palabra normal.
- Pues no se… ¿alguien que no tiene amigos vampiros? Los dos se rieron. Luego ella le contó lo mal que le había ido en sus dos últimas relaciones y de cómo había estado huyendo desde entonces de cualquier otra relación, le dijo lo mismo que le había contado a Diana, Jota estaba más confuso que nunca, miró a Diana y la vio muy compenetrada con Paco, luego miró a Mónica, había estado tanto tiempo deseando que pasara algo entre ellos, que ahora no sabía que pensar. Fue ella la que finalmente tomó la iniciativa, besándolo. Diana, aunque quería a Jota, sonrió al verlos.
- Oye, paco, ¿tienes sitio en tu casa para pasar la noche? Un sofá donde dormir no me vendría mal.
- ¡Mi sofá es muy incomodo!, pero en la cama hay sitio de sobras-dijo Paco medio en broma.
- Bueno, ya veremos- contesto Diana, luego se dirigió a Jota y le susurro al oído.
- Esta noche no me esperes a dormir.
- ¿Qué te ha dicho Diana?- preguntó Mónica. Jota sonrió, le acarició el pelo, la atrajo hacia él y la besó.





15. DEPREDADOR AL ACECHO

Vicente trabajó todo el fin de semana sin parar, a base de estimulantes y con la única compañía de las visiones de su padre muerto, que aunque intentara ignorarlo, seguía sintiendo su presencia, hablándole y diciéndole en todo momento todos los fallos que cometía y como tenía que hacer las cosas, lo peor era que no podía matarlo, ya lo había echo una vez, aunque su intención era más la de hacerlo callar dándole un trágico empujón, el hombre habría podido sobrevivir, si él hubiera llamado en ese momento a una ambulancia, en vez de quedarse mirando como desangraba y agonizaba en el suelo hasta varios minutos después de su muerte. Todos creyeron que fue un accidente y nadie sospechó lo contrario.
Cuando se hizo a la idea de que estaba totalmente muerto, entró en el despacho de la chatarrería y comenzó a marcar el número de urgencias, ahí fue donde se le apareció por primera vez.
- Ahora llamas ¿No? ¡Cuando ya me he muerto!
Vicente se giró asustado, con el teléfono en la mano para ver al espectro de su padre, igual que siempre, al lado suyo y recriminándolo por hacer mal las cosas. Vicente corrió hasta el cadáver y lo miró, allí tendido en el suelo y el espectro a su lado, riéndose de él.
 - No creas que te vas a librar de mí, tan fácilmente – le dijo
 - ¡Ya veo que no!- dijo tentado de pegarle una patada al cadáver.
- ¡Vamos hazlo! ¡Pega a mi cuerpo muerto si te atreves! Total a mi ya no me afecta y así la policía verá que no ha sido un accidente! ¡Hijo de la gran puta!
 - ¡¡¡AAAAAAhhh!!! ¡Cállate ya!- gritó Vicente corriendo hacia el despacho de la chatarrería.
Todos creyeron que estaba afectado por la muerte de su padre, pero por lo único que le afectaba realmente, era que desde que estaba muerto lo incordiaba incluso más que antes y su único consuelo era que solo le podía atacar con palabras y no pegándole como había hecho en vida. Además desde entonces sintió una extraña atracción por la muerte ajena, era como si hubiera encontrado algo que se le daba bien y cada vez se lo montaba mejor. Pero necesitaba poder ver el dolor de la gente desde un punto de vista más cercano, por eso había fabricado aquel zulo, donde podrá continuar su trabajo tranquilamente. Aquel domingo se acostó agotado y durmió profundamente, hasta que al día siguiente le llamaron por teléfono, eran ya las diez de la mañana y se había quedado profundamente dormido. Nada más colgar el teléfono, ya estaba allí su padre.
- ¡Vamos Gandul! ¡Todavía nos arruinaras el negocio de toda la vida!
- ¿Y a ti qué te importa? Estás muerto.
Aquel lunes abrió tarde la chatarrería y cerró pronto el negocio a pesar de las reticencias del difunto al que había aprendido a ignorar. Estaba impaciente por estrenar el zulo. Durante las horas que la chatarrería había permanecido abierta, él colocó un aparato de radio a toda potencia en su interior, para comprobar que estaba totalmente insonorizado y ningún sonido escapaba de su escondite, al igual que tampoco escaparían sus víctimas. Desde que Elena, lo visito en la chatarrería, investigando la muerte de su novio, Vicente estaba obsesionado con aquella chica. Ella, sin saberlo lo estaba buscando a él, pero era él quien la encontró a ella. Si tanto echaba de menos a su novio muerto, haría que volvieran a reunirse en el otro barrio. Pero claro, eso tenía un precio, una muerte lenta y dolorosa. Ya tenía ganas de oír sus gritos. El día que Elena lo visitó con el otro tipo, el los siguió y apuntó bien la dirección del lugar donde vivían, ahora que lo tenía todo preparado, debía regresar a aquel lugar y seguir todos los pasos de aquella chica hasta encontrar el momento adecuado para secuestrarla.
 Cogió el coche más anónimo de los que tenía en la chatarrería y se fue de caza. Estuvo dando vueltas por la calle donde vivía la chica hasta que quedó un sitio libre. Tenía hambre y aunque los días eran cada vez más largos, pronto sería de noche, tampoco quería dejar su privilegiado puesto de vigilancia, pero tal vez por los mismos nervios, le estaban entrando ganas de orinar, podía esperar y aguantaría todo el tiempo que fuera necesario. Para colmo su padre empezó a taladrarle la cabeza.
- Vamos hombre, ¿no la has visto aparecer en las dos horas que llevas aquí plantado y te crees que va a aparecer en esta media hora?
 - Vaaaaaale. - ¿Qué quieres, qué te explote la vejiga?
- Que te caaaaalles.
- Ya intentaste callarme una vez, ya no puedes matarme y si te pones a discutir conmigo la gente sabrá lo loco que estás. Así que yo de ti iría a mear y ya de paso comería algo, que tus tripas hablan más que yo. Finalmente, Vicente se dio por vencido y salió del coche.
 - ¡Seguro que ahora aparece! Je, je, je… Es como si estuviera esperando a que te vayas para aparecer.
- Ignóralo, ignóralo, ignóralo…- se decía así mismo en susurros, cerrando fuertemente los puños.
Fue a un bar cercano, pidió un bocadillo para llevar, una cerveza y preguntó por los servicios. Hizo sus necesidades, en aquél pequeño lavabo, se lavó concienzudamente las manos y salió esperando que estuviera listo su bocadillo, cosa que todavía tardó entre cinco y diez eternos minutos. Durante ese tiempo, Vicente salió cuatro veces a la calle, entre dos de esas veces, le preguntó al barman aquello de “¿Falta mucho?” Finalmente, cuando el hombre le puso el bocadillo en el mostrador, Vicente busco el dinero justo en su cartera, pero le faltaban algunas monedas, así que le tuvo quedar un billete de cinco, marchándose sin esperar el cambio.
Durante todo aquel proceso, su padre al que se había esforzado todo lo que podía en ignorar, lo había estado incordiando, dándole prisa y recordándole lo inútil que era. Subió al coche y miró la hora, las nueve menos cuarto de la noche. Empezó a engullir su bocadillo vorazmente, pero antes de terminarlo, vio aparecer a Elena por el espejo retrovisor, por suerte para él iba sola. Sacó de la guantera el trapo con formol para dormirla y poderla meter en el coche sin que ofreciera resistencia, pero cuando pasó más cerca y pudo verla mejor, vio para su sorpresa que era otra persona de asombroso parecido, su difunto padre se rió de él por haber estado apunto de secuestrar a la persona equivocada. La chica cruzó la calle, pero antes de que pudiera llegar a su portal, el mismo que él estaba vigilando, otra chica, vestida de negro, apareció casi de la nada, con un cuchillo en la mano y se lo clavó a aquella chica, ante la estupefacción de Vicente y de los pocos transeúntes que pasaban por la calle, que fueron hacia la misteriosa chica para intentar detenerla.
- ¡¿Qué te parece?! ¡Te ha salido una competidora!- Dijo su padre sin poder dejar de reírse.