lunes, 30 de diciembre de 2013

(M.N. 21) ILOCALIZABLES


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Entre la gente con la que Diana compartía piso, estaba el individuo del que se suponía que ella había estado huyendo la noche anterior en la discoteca. Diana le explicó que todo había sido una estratagema, para conocerlo sin levantar demasiadas sospechas, en un momento en que Jota estaba apunto de caer bajo la influencia de uno de los vampiros. El hecho de que ella estuviera con él por aquel oscuro asunto, le hacía pensar que probablemente en circunstancias normales ella lo habría ignorado, como la mayoría de las chicas a las que le entraba, el estar en una cama extraña, aunque fuera tan bien acompañado o precisamente por eso y todo lo vivido aquella tarde, le impedían conciliar el sueño. Diana acostada a su lado, notaba como él se movía inquieto. 
 - No puedes dormir, ¿eh? ¿Todavía piensas en todo lo ocurrido esta tarde?- susurró ella girándose hacia él. 
 - Si, aunque si no fuera por este asunto, seguramente tú, nunca te habrías fijado en mí- le confesó él. 
 - Eso es una estupidez y lo sabes, tú vales mucho. 
 -Si, por eso estoy tan acojonado. 
 - Es normal, uno no se encuentra todos los días con seres de ultratumba- dijo ella acariciándole la cara sonriéndole. Jota le devolvió la sonrisa. Ella lo besó y luego se quitó la camisa, dejando sus senos a la vista. 
- ¿Qué… que haces?- pregunto él un tanto confuso. 
 - ¿Tú que crees? Esto nos relajará a los dos- contestó Diana mientras le quitaba a él la camiseta y empezaba a besarlo.- Si no me gustaras, te daría un valium, claro que si lo prefieres… 
 - No, no, esto es mejor. Rieron en silencio y siguieron con las caricias y carantoñas. 


Esther había atravesado la ciudad como si de una sonámbula se tratara, los acólitos de doña Carmen la esperaban en la puerta, que cerraron tras ella nada más atravesarla. En el recibidor a oscuras, la anciana mujer también la estaba esperando. Doña Carmen, había conseguido tener a la mayor parte de los vecinos bajo su influencia y los que ignoraban lo que ocurría bajo aquel techo de cuatro plantas, alimentaban sin saberlo al vampiro que tenían por vecino, teniendo apenas vagos recuerdos de la pesadilla que les visitaba por las noches, para despertar cada mañana mas cansados y sin energía, como le ocurrió en su momento a Sofía, que esperaba junto el que había sido su marido, al cual evitaba tocar, para mantenerlo fuerte, ya que se había convertido en el perfecto guardián. Ahora Esther formaba parte en vida, de la anciana y como los demás se encargaría de protegerla, pero su misión era también la de atraer a los que doña Carmen consideraba una amenaza y por tanto sus enemigos. 


 El móvil de Jota empezó a sonar, eran las ocho de la mañana, después de todo, había conseguido dormir como un lirón después de practicar el sexo con Diana, tanteó buscando el móvil en la mesita de noche, pero esta había desaparecido de su sitio. Por un momento había olvidado donde se encontraba, se incorporó un tanto desorientado para buscar aquél “maldito chisme” en el bolsillo de sus pantalones. 
 - ¿Diga?... No me encuentro muy bien, cof, cof, cof. Creo que he pillado un buen gripazo… ¿Epidemia? ¿A que te refieres?... ¡¿Qué Dani tampoco ha ido?!... No, no está en casa de su novia… Vale, cof, cof, cof… cuando sepa algo os llamo. 
 - Que bien disimulas- dijo Diana, que estaba en la puerta, tan solo con una larga camiseta y sonriéndole pícara. 
- Daniel tampoco ha ido al trabajo- dijo Jota serio. 
 - Pero, ayer me dijiste que se fue del piso. 
- Si, antes incluso de que se hiciera de noche. A lo mejor volvió más tarde… 
- O puede que tan solo se le hayan pegado las sábanas igual que a ti, en cualquier caso será mejor que lo llames y salgas de dudas. 
Jota afirmó con la cabeza mientras buscaba el número de su amigo en la agenda de su móvil y le daba a llamar pegándoselo a la oreja, unos segundos más tarde, escucho el tono, “tut… tut… tut…” hasta que finalmente saltó el buzón de voz, lo intentó por segunda vez con igual resultado. Diana se sentó en la cama con la bandeja en la que había dos cafés con leche y un plato con minicruasants. 
 - Anda, desayuna primero y luego lo vuelves a intentar- dijo ella. 
- Espera, intentaré llamar a Esther, teóricamente han pasado la noche juntos, así que ella debe saber algo. Jota repitió nuevamente el proceso de llamada, pero el resultado fue peor, ya que le salió la voz de una locutora. 
- El número al que llama está apagado o fuera de cobertura, inténtelo más tarde. 
- ¡Joder, lo tiene apagado!- dijo con cierto tono de preocupación. 
- Está bien cariño, tranquilízate y desayuna. 
Jota obedeció a regañadientes, siempre pendiente del móvil, por si llamaba su amigo. Una vez terminaron el desayuno volvió a intentar la llamada, pero con idéntico resultado. 
 - No hay manera. ¿Cuál es el plan ahora? 
- Iremos a tu piso, por el camino puedes seguir intentando llamar a tu amigo. ¿Sabes? Hoy no pareces tan asustado. 
- Supongo que por el día se ven las cosas diferentes, pero si que estoy bastante acojonado, ahora sobretodo por Dani. 
Diana le acarició la cara con una expresión de comprensión. 
 En el coche, intentó volver a llamar a Daniel y a Esther, con el frustrante resultado de las veces anteriores, así que decidió llamar a su amigo Alex, nuevamente, como ocurría con cuando llamaba a Daniel, los tonos empezaron a sucederse y ya empezaba a creer que Alex tampoco le respondería, cuando escuchó su voz al otro lado de la línea. 
- ¡Hola Jota! ¡¿Ocurre alguna cosa?! 
 - Hola Alex siento molestarte, pero tengo que pedirte un favor. Verás, Dani se fue ayer por la tarde a casa de Esther y esta mañana no ha ido a trabajar y ninguno de los dos contesta al móvil, así que como Esther comparte piso con tu chica me preguntaba si le podías preguntar a ella si sabe algo. 
 - La llamaré y ya te enviaré un mensaje para decirte algo… Y no te preocupes hombre, seguro que hay una explicación lógica para esto. 
 - Eso espero. 
- Bueno, de aquí un rato te digo algo, hasta luego. 
 - Asta luego y gracias. Un cuarto de hora más tarde, Diana aparcaba en una calle cercana a la casa de Jota, salieron del coche y se encaminaron hacia allí, cuando le sonó el móvil a Jota, que lo cogió con la esperanza de que fuera Daniel, pero solo era el mensaje de Alex:  

“Cuando Sara llegó ayer a casa. Ellos estaban en la habitación de Esther, pero esta mañana ni Ella ni María los han visto, a lo mejor siguen durmiendo, o han ido a algún sitio, juntos.” 

 Al fin en el edificio, Jota intentó abrir la puerta, pero la llave no entraba en la cerradura. - Mira ahí- dijo Diana señalándole un papel colgado en el portal. 

 “POR RAZONES DE SEGURIDAD NOS HEMOS VISTO EN LA OBLIGACIÓN DE CAMBIAR LA CERRADURA DEL PORTAL. ESTA TARDE A LAS OCHO REUNIÓN DE VECINOS PARA REPARTIR LAS COPIAS. OS RECORDAMOS QUE POR LA MAÑANA ESTA PREVISTO EL FUNERAL DE LOS GUTIERREZ EN LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS MARTIRIOS EL PRESIDENTE.” 

 - ¿Y ahora que hacemos?- preguntó Jota desconcertado 
 - Supongo que habrá que ir al funeral de tus vecinos. 


 Jotacé.

viernes, 27 de diciembre de 2013

MANIFIESTO NI-NI (Victor Atobas)

Los jóvenes ya no saben ser jóvenes; ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, creo, y no es que la juventud tecnológica sea revolucionaria, ni siquiera alcanza a admitirse a sí misma como sujeto de cambios y transformaciones individuales o de carácter social. Como dice Houellebecq; ya nadie sabe cómo vivir, mas la juventud se pierde desde la raíz, se pierde antes de llegar a comprender que el cuento de que eres libre está contemplado precisamente para ser una canción pronunciada desde siempre, profundizando durante la adolescencia y la juventud para construir adultos doblegados y sometidos, deprimidos y sin tiempo libre, que caminan enfadados o aburridos por las calles que los adolescentes han ensuciado mientras fumaban marihuana.
Sinopsis:
En esta novela, el periodista Horacio Vidal retrata su emocionante y violenta juventud en Desidia, movimiento radical que lideraba Joel Estuardo. Este personaje encarna a un muchacho de extrema izquierda que, habiendo sido atenazado por la autoridad y alterado por las drogas, le declara la guerra al mundo adulto, a una realidad asfixiante para una generación que se niega únicamente a sobrevivir.
La obra está impregnada de referencias y metáforas políticas; el sectarismo y las contradicciones de la izquierda, la autoridad de la familia patriarcal, la lucha estudiantil y antifascista o los montajes policiales, por mencionar algunas, abordando, desde la óptica distorsionada y el humo de la yerba, asuntos controvertidos que afectan a la juventud en crisis y que plantean debate.
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lunes, 23 de diciembre de 2013

(H.C. 37) UNA NOCHE AGITADA


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El grupo de nativos rebeldes disfrazados de milicianos, llegó a la parte de la ciudad ocupada por el ejército. Toda una manzana, con los edificios más importantes, incluyendo la casa del gobernante y el templo principal de la ciudad, que rendía culto a los dioses de las estrellas. También las calles que daban acceso a estos edificios fueron tomadas, de tal manera que los vecinos que vivían en esa zona, necesitaban de un permiso especial para poder entrar en sus casas. Los falsos prisioneros fueron enviados a unos insalubres calabozos que había bajo tierra, Kina tuvo que vestirse como un nativo macho para poder mantenerse con el grupo, allí para su pesar, cogerían el aspecto de auténticos esclavos. 
Remcho, junto con el resto de falsos soldados fueron alojados en uno de los edificios que servía de lugar de descanso para las tropas. Los animales en las cuadras y los carros, tanto el que llevaba a los esclavos como el que servía de escondite a Hugo y a Robert, se quedaron en un patio interior, junto con otros carros pertenecientes a la milicia, entre ellos alguno de esos nuevos aparatos a motor, que podían andar sin ningún animal, aportados por “la sabiduría” de los dioses de las estrellas. 
 Ya era noche cerrada, cuando Remcho se metió en el oscuro carromato, donde lo esperaban sus dioses. Hugo intentaba dormir bajo el incomodo interior del doble fondo, pero Robert permanecía despierto. Sin ninguna luz, parecía capaz de verlo todo y ayudó a subir a Remcho en el interior y acomodarse. Hugo al escuchar la llegada de Remcho, salió del escondite y se acomodó con sus compañeros. 
 - Hay dioses en la ciudad… y por lo que me han dicho son como vosotros, aunque a veces usan extrañas ropas o armaduras que les hacen parecer tan altos como nosotros. Están refugiados en el edificio más alto y dicen que pronto llegarán más tropas de las minas, donde son entrenados los soldados. 
- Es evidente que se están preparando para una ofensiva contra los rebeldes de las montañas, esta noche intentaré averiguar algo más, ven a verme antes del alba, por la mañana tendrás que enviar a alguien, para que avise de lo que pasa a los rebeldes de las montañas- dijo Robert. 
 - Ya tengo a un par de nuestros hombres seleccionados para dicha misión, saldrán al amanecer en misión especial. Ahora he de volver o sospecharán. 
Remcho se aseguró de que los guardias miraban para otro lado antes de salir del carromato en dirección al cuerpo de guardia. 
- ¡Joder, que ganas de salir de este ataúd y estirar las piernas un rato!- dijo Hugo intentando incorporarse en el poco espacio que ofrecía el carromato. 
 - Con suerte, mañana atravesaremos la ciudad y estaremos a salvo. Ya queda poco para llegar a nuestro destino. 
- Si, si, lo se. 
- Será mejor que vuelvas al escondite y trates de dormir un poco. Yo iré a ver si localizo a esos… “dioses” quiero saber que aspecto tienen. 
- Robert, si te descubren estaremos perdidos, la misión estará perdida. 
El robot sonrió, mientras el color de su piel se oscureció a un marrón tan oscuro que parecía negro y se desnudó quedándose dejando tan solo con la ropa interior negra, con aquel aspecto, sus movimientos ágiles y silenciosos de felino y ayudado por su visión robótica, que le permitía ver como a plena luz del día, era totalmente invisible en la oscuridad de la noche. Tapó a Hugo en el interior de su escondite y luego salió, encaramándose de un salto en la fachada del edificio, que escaló sin ninguna dificultad. Saltó de tejado en tejado, de ventana en ventana hasta llegar al lugar que le interesaba, una habitación cuyos muebles y decoración eran de proporciones humanas. Sus dedos, fuertes como garfios, podían mantenerlo allí suspendido en el vacío durante horas si era preciso. Por suerte, pronto se abrió la gran puerta de la habitación y entraron en ella dos humanos, uno negro, alto, con aspecto feroz y una mujer, blanca, morena, atractiva, eran Tigre y Norma. Llevaban puestas armaduras robóticas, que les hacían más altos incluso que a los nativos del planeta, lo cual hacía que sus cabezas parecieran desproporcionadas. Tras cerrar la puerta de la habitación, las armaduras se encogieron hasta la altura humana y sus ocupantes pudieron salir para estirar sus auténticas articulaciones. Se sentaron en una mesa con llena de comida local, tanto carne como fruta fresca, a su disposición. 
 - ¡Odio todo esto! ¡Mi lugar está a bordo del Tortuga!- dijo Norma. 
- ¡Si no hubieras traído en su día al espía! 
- Lo hecho, hecho está. Además, conseguimos deshacernos del Colón y ahora es poco probable que vuelvan nuevamente aquí. 
 - Yo no estaría tan seguro. Además está el tema de esos rebeldes, es evidente que comandados por los náufragos. Ahora nuestros espías se empeñan en decir que solo hay un humano y que los otros dos dioses son nativos, eso increíblemente impulsa a más nativos a revelarse contra nosotros, supongo que es más sencillo aceptar como dios a alguien de tu propia especie. 
 -Además, siempre están cambiando de escondite, hay rumores que dicen que se están acercando. 
- A Dios no parece disgustarle esta situación, más bien diría que le divierte. ¡Ese bíraro loco e hijo de puta! Si al menos me dejara arrasar todo el territorio, terminaría con la amenaza de esos dioses libertadores. Norma se levantó de la mesa y empezó a masajear la espalda de Tigre. 
 - Yo no estaría tan segura de que se acabara el problema, los nativos tienen que ver a estos dioses muertos y humillados, solo así conseguiremos quitarles la esperanza de libertad a estos salvajes. 
 - ¿En serió? En la Tierra todavía quedan algunos cristianos venerando a un tipo que se dejó torturar y humillar por sus enemigos hace casi tres mil años- se burló Tigre. 
Mientras estaba allí encaramado, una de las ideas que se le pasó a Robert por la cabeza fue la de liquidar a los humanos y suplantarlos, pero apenas tardo una milésima de segundo en descartarla. En el carromato Hugo consiguió por fin mantener los ojos cerrados, ahora que estaba más a sus anchas. Durante aquel largo viaje, se veía forzado a salir tan solo por las noches para estirar sus doloridos miembros o hacer sus necesidades más grandes, durante el día procuraba dormir y lo único que se permitía aparte de comer y beber, era orinar en una vasija de barro. Pero en aquella ciudad, dominada por los soldados enemigos, ni si quiera podía arriesgarse a salir por la noche. 
De pronto unas voces nativas lo sacaron de aquel estado de vigilia. Si los habían descubierto, ya fuera por la insensatez de Robert o por que alguien los hubiera delatado a él, le era imposible huir. Las dos voces hablaban en susurros, a través de las tablas de su escondite vio la luz de una linterna de gas, iluminando el interior del carro y como entraba lo que parecía un soldado. 
 - Este parece el sitio perfecto- dijo ayudando a subir a su compañero, que parecía una hembra. 
- Está bien, pero será mejor que apagues eso o nos descubrirán- dijo la nativa, siempre en susurros. 
 Apagaron la linterna, quedando el interior nuevamente a oscuras, pero Hugo enseguida adivinó las auténticas intenciones de sus nuevos vecinos, tanto por la conversación, como por el velado ruido que hicieron al desnudarse y las igualmente agitas respiraciones, seguidas de tímidos gemidos, alguna que otra risita de uno u otro, acompañados del suave balanceo que produjeron en el carromato, que parecía mecerse con las convulsiones de sus dos imprevistos visitantes. Poco después, volvieron a encender la linterna, para poder encontrar su ropa y Hugo vio como aquellos dos seres, se vestían entre silenciosas risas, a toda velocidad. Una vez terminaron volvieron a apagar la linterna. 
- Parece que no hay nadie a la vista. ¡Vamos salgamos de aquí!- dijo el soldado. 
Hugo notó como bajaban del carro, para después alejarse tan silenciosamente como habían venido, pero enseguida el carromato empezó nuevamente a moverse y la trampilla del escondite se abrió, la mano de Robert le tapó la boca, para evitar que hiciera ruido. 
 - Tranquilo soy yo- dijo el robot- he tenido que esperar a que esos dos terminaran lo suyo para poder entrar. Ya, una vez en el escondite, Robert le contó lo que había visto en la habitación de los dos “dioses” humanos. 
 - Por lo que me cuentas, a esos dos los conozco, son Norma y Tigre- dijo Hugo. 

Jotacé.

jueves, 19 de diciembre de 2013

UN TOBOGÁN DE NAVIDAD (Carmen Villamarín)

Mi pequeño regalo de Navidad para todos ha venido con el regalo de la opinión de mano de una compañera y amiga. Gracias Manuela
5.0 de un máximo de 5 estrellas Una buena moraleja vale más que mil palabras., 15 de diciembre de 2013
Por Manuela Herrero (Madrid) - Ver todas las opiniones
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Compra verificada por Amazon(¿Qué es esto?)
Esta opinión es de: Un tobogán de Navidad (Versión Kindle)
Otra vez esta escritora, Carmen Villamarín, me asombra con su clarividencia, la pureza de espíritu que refleja su cuento y su preciosa fantasía. Diría que una buena moraleja vale más que mil palabras y le doy un diez.

lunes, 16 de diciembre de 2013

(M.N. 20) ME PERTENECERAS EN LA MUERTE


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Sara, cada vez pasaba menos tiempo en el piso que compartía con sus amigas María y Esther, y más en el pequeño estudio de Alex, a pesar de lo pequeño y desordenado que este lo tenía, llegaba el fin de semana y ella desaparecía, a veces incluso sus ausencias se prolongaban a lo largo del resto de la semana, pero aquél domingo a ella le tocaba regresar al hogar. Alex aparcó justo enfrente del piso, en doble fila, se dieron un largo y húmedo beso de despedida, la cosa hubiera ido a más, pero el coche que había detrás les pitó con cierta impaciencia, la pareja se separó entre risas y “te quieros” y Sara salió lo más rápido que pudo, ante los cada vez más insistentes pitidos del nervioso conductor que tenían detrás. 
 - ¡Ya va, ya va! ¡Gilipollas!- dijo Alex poniéndose en marcha mientras le lanzaba un beso a su chica. 
Sara le devolvió el beso, luego dio media vuelta, en dirección al portal mientras metía la mano en el bolso para buscar las llaves del piso. Los gemidos de una niña la hicieron girarse hacia su derecha donde vio como una niña, una de sus vecinas se dirigía al portal, agarrándose una mano con la otra, estaba sangrando. Sara corrió hacia ella. 
 - ¡Cariño! ¡¿Qué te ha pasado?! 
- Es mi perro, Milu… Me ha mordido y a salido corriendo…- contestó la niña sorbiéndose los mocos. 
 - Está bien, seguro que no es nada. Te acompañaré a tu casa. ¿Están ahí tus padres? 
 La chica asintió con la cabeza, Sara abrió la puerta del edificio, el recibidor estaba a oscuras, Sara le dio al interruptor, pero la bombilla permaneció apagada. Cogieron el ascensor, cuya luz parpadeaba como si también estuviera a punto de fundirse. Una vez salieron nuevamente al pasillo, este también a oscuras, llamó al timbre de la casa de la chica, abrió su padre. 
 - ¡¿Dios mío, qué te ha pasado?!- exclamó el hombre al ver a su hija agarrándose su mano ensangrentada. 
- Es Milu, me ha mordido y se ha escapado- contestó la chica sin dejar de gimotear. 
 - La encontré en el portal cuando estaba apunto de entrar… En fin, si puedo hacer algo por vosotros…- dijo Sara. 
- No, muchas gracias- contestó el hombre. 
- ¡Oh, Dios mío!- exclamo la madre de la chica que en ese momento apreció en el recibidor. La chica entró en su casa, sin dejar de llorar y el padre cerró por fin la puerta. 
Sara, sin la luz que salía del interior del piso y con la rara avería que parecían sufrir las luces de la escalera, se vio obligada a recurrir a su teléfono móvil para poder llegar a su piso. En el interior del apartamento, las luces, parecían alumbrar menos de lo acostumbrado, se quitó el abrigo y lo dejó en la percha que había al lado de la puerta. En el salón, María se había quedado dormida delante del televisor y tubo que zarandearla un poco para que por fin abriera los ojos. 
- ¡María, despierta hija! 
 - ¿Eh, qué? ¡Ostras! Me he quedado traspuesta y ni siquiera son las diez. 
- Claro, después de la juerga de anoche- dijo Sara con una sonrisa malévola. 
- Juergas más bestias nos hemos corrido. ¿Hoy no te quedas con Alex? 
-No, hoy nos toca descansar ¿Y Esther? 
 - En su habitación… con su novio. Al parecer han tenido un accidente doméstico en su piso nuevo y… bueno que te lo explique él luego. Anda siéntate, un rato a ver la tele con migo- dijo María haciéndole sitio en el sofá a su amiga. 
Sara se sentó al lado de su amiga dando un resoplido. 
 - ¿Qué te pasa? ¿Has discutido con Alex?- preguntó María suspicaz. 
- No, que va. Es que al llegar abajo, me he encontrado con la hija de la vecina de abajo, al parecer su perro le ha dado un buen mordisco en la mano y después ha salido corriendo. 
- ¡¿Esa mierda de chucho?! ¿Pero tiene dientes? 
- Parece que si, la chica estaba sangrando. 
 - Valla, lo siento por ella. 
- Ya y yo. 
Las dos amigas permanecieron calladas un momento sin saber que decir, luego María rodeo a Sara con un brazo y le dio un achuchón. 
- Seguro que no es nada, anda vamos a ver un rato la tele- dijo María. 
 Poco después, un extraño sopor se apoderó de ellas, empezaron a bostezar, los parpados se les hicieron cada vez más pesados y la luz pareció menguar por momentos, incluso la que provenía del televisor, junto con el volumen del aparato, hasta que se les hizo imposible mantener los ojos abiertos y se quedaron finalmente dormidas. 
 También en el pequeño dormitorio de Esther, el sopor que había venciendo la voluntad de Sara y María, se apoderó de los dos amantes que se quedaron dormidos abrazados el uno al otro. Las luces del apartamento se apagaron todas a la vez y una presencia que asta ese momento había permanecido oculta en las sombras, como el fantasma que en cierto modo era, terminó materializándose. Doña Carmen se acercó a la cama, y contemplo a la pareja. Con una uña, se arañó una vena de la muñeca contraria, que colocó a pocos centímetros de la boca de Esther, apretó la herida que empezó a gotear sangre de un rojo negruzco, las gotas cayeron sobre los labios de la chica, que inconscientemente empezó a lamer con la lengua. 
- Eso es, vamos bebe- susurró la anciana de forma un tanto imperativa, como si la hubiera oído, Esther abrió mas los labios, dejando entrar en su organismo el espeso líquido.- Ahora ya me perteneces, zorra estúpida. Vístete y ve al piso de Daniel. 
 Esther abrió unos ojos vidriosos y sin voluntad, ahora estaba en la oscura pesadilla impuesta por el vampiro. Se levantó, se vistió y como si de una marioneta se tratara, salió de la habitación, pasó al lado de sus inconscientes compañeras, que seguían sentadas enfrente del televisor y salió del piso tal y como le había ordenado doña Carmen, al cerrar dio un leve portazo, que apenas agitó a sus compañeras de piso, bajó por las oscuras escaleras, cruzándose con sus vecinos que en ese momento subían al ascensor para llevar a su hija a urgencias. 
En la habitación, doña Carmen se puso a cuatro patas, sobre el que había sido su nieto, se inclinó sobre su descubierto cuello y empezó a lamer habidamente. Tan solo con el contacto hizo que la sangre emergiera pos los diminutos poros de la piel, pequeños y amoratados coágulos de sangre se formaron bajo el cuello de Daniel, asta que empezó a respirar con cierta dificultad. 
 - Tú me pertenecerás en la muerte…- susurró la anciana- ahora, sigue durmiendo, que pronto vendrás a mi. 
La anciana se convirtió en una oscura sombra, que recorrió toda la habitación hasta llegar a la ventana, por cuyos resquicios pasó sin problemas a pesar de estar cerrada, para materializarse en el alfeizar, transformada en una lechuza blanca, que emprendió el vuelo hacia la noche. 
De pronto las luces, tanto del piso como de las escaleras y descansillos del bloque, se encendieron de golpe, también la televisión volvió a encenderse, despertando de golpe a las dos amigas que dormían en el sofá, ignorantes de lo que acababa de ocurrir. 


 Jotacé.

jueves, 12 de diciembre de 2013

ALTA TENSIÓN (Alfredo Pons)

Si hay una firma que representa a la perfección la faceta más sórdida y turbulenta del paisaje urbano de los años ochenta, ésa es la de Alfredo Pons, uno de los estandartes de la revista El Víbora y todo un cronista en clave de género negro que se sentó a dibujar para entregarnos la vida a pie de calle. Alta tensión reúne en sus páginas una irresistible galería de tipologías humanas que evolucionan en bares, callejones, clubes nocturnos, habitaciones de hotel o tras las cortinas de aquella ventana, la única con la luz prendida a estas horas de la madrugada... Esta antología atesora la voz de un autor que se hizo la ciudad de arriba abajo para luego narrarnos con precisión lo que en ella ocurría, las razones y los motivos de cada uno de sus individuos, sus corazones negros, la frustración que los une y que los separa, el sexo, la ilusión y la catarata incontenible de sus pasiones.

lunes, 9 de diciembre de 2013

(H.C. 36 ) ÚLTIMOS RECURSOS


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Tanto el Tortuga como la pequeña nave contrabandista que pilotaba Hugo, habían logrado escapar de sus perseguidores y se encontraban en un punto distante del espacio exterior, más allá de cualquier sistema solar habitado, flotando en el vacío del espacio con el impulso sin freno que les habían dado sus propulsores ahora apagados, en su frenética huída. Sin embargo la velocidad de las dos naves era demasiado lenta para llegar a ningún lugar habitado donde reponer combustible y sin posibilidad de poder pedir ayuda, ya que muy probablemente la señal sería interceptada por sus perseguidores. 
 - Acoplaré la pequeña nave al Tortuga, para meter su combustible en nuestra nave. Quizá así nos llegue para llegar a algún lugar habitado donde poder reaprovisionarnos- dijo Hugo. 
Poco después se ajustaba nuevamente el casco de su traje espacial y se preparaba para salir al exterior, Zot también salió para ayudar a Hugo en las tareas. 
Tardaron media hora en pasar el combustible de una nave a la otra. Pero la capacidad del depósito de la pequeña nave incursota, preparada para viajes relativamente cortos y casi siempre dentro de un mismo sistema solar, era muy pequeña y el depósito ya tenía poco menos de la mitad del combustible. 
- Nos enfrentamos un problema grave. Según el mapa estelar, no hay suficiente combustible para llegar a ninguno de nuestros asteroides de aprovisionamiento y los planetas más próximos a nosotros ya estarán prevenidos de nuestra llegada- dijo el bíraro Garn. 
- La única salida sería deshacernos de la mercancía- dijo Hugo. 
- ¿Estás loco? Antes la muerte por inanición que abandonar la mercancía Dios no nos lo perdonaría fácilmente, antes la muerte- replicó Zot. 
- Calma chicos, hay otra posibilidad, es arriesgada pero dadas las circunstancias, no hay donde elegir- todos se quedaron mirando a Norma que era la que acababa de hablar.- Ir al planeta de las minas de ambrosío, según los mapas estelares está lo suficientemente cerca, la mercancía no se pierde y allí podremos reaprovisionarnos sin problemas y ya de paso hacer una visita de cortesía a Dios. 
- ¿Donde están esas minas?- preguntó Hugo. 
 Todos se lo quedaron mirando. 
 - ¡Estas loca! Sabes que todavía no ha pasado un tiempo prudencial para volver a llevar al novato- dijo Zot. 
 - Si a alguien se le ocurre otra idea mejor, estoy abierta a cualquier sugerencia- dijo Norma irónica. 
- ¡No! Es la única solución medianamente razonable. ¡Pero él tendrá que viajar encerrado en su camarote!- dijo Garn señalando a Hugo. 
 - Por mi vale. Más vale eso que morir en medio del espacio por no poder pedir ayuda- contestó Hugo. 
Encerrado en su camarote, el viaje se le hizo eterno a Hugo que pasaba el tiempo entre juegos virtuales que se sabía de memoria, la lectura de libros que siempre tenía pendientes y las sesiones de juegos eróticos a los que participaba con Norma, cuando estaba menos irascible por tener que racionar las provisiones. Siempre que se le brindaba la ocasión, preguntaba cuanto faltaba para llegar a su misterioso destino. La primera vez que estuvo en las minas, las medidas de seguridad para evitar que las localizara, habían sido extremas, pero ahora tendría puntos de referencia que le permitirían localizar dicho destino, si algún día lograba regresar al Cristóbal Colón. 
Cuando el Tortuga por fin aterrizó en su destino, Hugo se alegró de poder salir de su camarote y estirar por fin las piernas. También pudo comprobar, antes de que se cerraran las compuertas del hangar principal, que el cielo del exterior, correspondía al de un mundo con atmósfera, como el de la Tierra o el de la mayoría de mundos coloniales, tal y como había sospechado la vez anterior en que se encontró en aquel mundo. La organización tenía numerosas ramificaciones y demasiada gente de distintas especies, para que todos estuvieran al corriente de la situación de la mayor parte de sus integrantes, así que apenas llamó la atención para el resto del personal que se paseaba de un lado a otro de las instalaciones subterráneas. 
 - Tripulación de la nave Tortuga, por favor persónense inmediatamente en el despacho de Dios- dijo una voz en los tres idiomas predominantes. Instantes más tarde, los dos humanos y los dos bíraros, estaban en presencia del bíraro jefe de la organización. 
 - Sinceramente, no esperaba verle tan pronto por aquí, señor Cortes- dijo Dios. 
- Ha sido una situación excepcional, además ha pasado el viaje hasta aquí encerrado en su camarote. Todo está en el diario de abordo- dijo ahora Norma. 
- Tal vez, pero es demasiado pronto para que podamos fiarnos de un recién llegado- replico nuevamente el líder bíraro 
 - No veo por que, asta ahora he hecho todo lo que se me ha dicho y creo que he salido bastante airoso- contestó Hugo. 
- Si no fuera por él, habríamos caído en una emboscada- dijo Zot. 
- Una emboscada que bien podría haber provocado el mismo para afianzar su posición en la organización, haciendo llegar de algún modo la información de los destinos a los que os dirigíais o en los que ya habíais estado. 
- ¡Imposible!- replicó Garn- hasta que no salíamos de las estaciones, él desconocía los destinos, desde el Tortuga le era imposible informar y era la primera vez que íbamos al lugar donde nos tendieron la trampa con él abordo. 
- Por otro lado, no es la primera vez que somos traicionados por agentes que creíamos fieles a nuestra organización. 
 - Está bien, de momento podéis retiraros. ¡Norma! por favor, quedaté un momento. 
Tanto Hugo como sus dos compañeros bíraros salieron del despacho. 
- Tú dirás- dijo la contrabandista. 
- Con vuestro comportamiento, estáis poniendo en riesgo toda la organización. El señor Cortes puede ser un agente infiltrado, aunque no esté detrás de esta emboscada- dijo Dios. 
- ¿Y que sugieres que hagamos? ¿Matarlo? ¡Si nos equivocamos perderemos un buen piloto!- dijo la contrabandista suspirando. 
 - Hay otras formas de asegurarnos su fidelidad. Durante el próximo reconocimiento médico al que seréis sometidos, a él se le borrará la memoria y se le implantarán nuevos recuerdos. No perderá sus habilidades y tendremos alguien en quien realmente poder confiar. 
 - ¿Más o menos, como pensábamos hacer en Oceana? 
 - No, antes solo iba a ser un lavado de cerebro… esto será más radical. Deberás informar a tus compañeros del Tortuga de los nuevos cambios. Puedes retirarte. 
- Está bien- dijo Norma, que sentía un extraño nudo en la garganta por la suerte que estaba apunto de sufrir su compañero. 
Cuando Norma salió del despacho de Dios, una puerta secreta se abrió detrás de su escritorio de la que salió tigre. 
 - ¿Todo está dispuesto?- preguntó Dios. 
- Por supuesto, el señor Cortes no saldrá vivo de la operación. 

 Jotacé.

jueves, 5 de diciembre de 2013

EL MAL PERDEDOR (Lis Haley)

Descripción del producto

Jacob Carrington, marqués de Stratford, no quiere estar en Londres. A pesar de que viaja allí todos los años, se siente más a gusto en el mar, en las tierras que posee al otro lado del océano, en el Nuevo Mundo. El marqués de Stratford detesta tener que ir a bailes y fiestas a los que se ve obligado a asistir cuando está en la ciudad.

Lady Janice Collins es la hija menos tradicional de una familia tradicional: adora andar a caballo, la vida al aire libre, la lectura. Es incapaz de refrenar la lengua cuando alguien describe cómo debe comportarse eso que se conoce con el absurdo concepto de “dama”. En contra de eso, escribe y publica secretamente libros que hablan de una nueva mujer y que las muchachas londinenses leen a escondidas. Por supuesto, detesta ir a bailes y fiestas a las que su familia la obliga a asistir.

En una de esas veladas, un encuentro fortuito los hace girar a ambos con la intensidad de un vals agitado. Ella huye de un pretendiente, el señor Corey Bradley; él, busca a su mejor amigo, que no es otro que el mismo señor Bradley. Entonces, el juego comienza: uno que implica que el marqués seduzca a lady Collins y la abandone para que, despechada, corra a los brazos de Bradley. Claro que las cosas se complican: en el juego hay disfraces, ocultamientos, un cazador cazado, una amistad que no se quiebra pese a todo y un enemigo común, un pirata que busca secuestrar a Janice. En medio del rescate, una situación desesperada: jugársela a las cartas con el secuestrador. Solo un tipo de hombre es capaz de hacer algo así: un mal perdedor.


Lis Haley retoma el tema que más le gusta: la relación entre hombre y mujeres vista como una contienda, un juego que encierra peligro y deleite por igual.

lunes, 2 de diciembre de 2013

(M.N. 19) ¡YO NO VUELVO AHÍ!


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- ¿Empiezas a creerte todo lo que te estamos contando?- preguntó Diana. 
Poco antes el enano o Rudiguer, como lo llamaba Diana, había desaparecido en una extraña y espesa niebla que ascendió hacia el cielo dirigiéndose a la ciudad. En ese momento, ella y Jota volvían a estar en el coche. 
 - No, pero tampoco puedo ignorarlo- contestó Jota. 
 - A eso algunos lo llaman conocimiento- dijo Diana sonriendo al volante del coche. 
 - Pero hay algo que no acabo de entender, ¿Cuál es tú papel en esta historia? ¿Eres una especie de Buffy cazadora de vampiros? 
 - No, soy una especie de investigadora de cosas raras y paranormales. Escritora igual que tú, publico tanto mis estudios como historias de ficción con distintos seudónimos y digamos que la gente para la que trabajo, me proporcionan los fondos y la cobertura para viajar por todo el mundo recopilando información. 
 - Pues que bien. ¿Y como piensas resolver todo esto? ¿Vas a volver al edificio y cargarte a la abuela de Dani? 
 - Algo así, pero preferiblemente de día y a ser posible con tu ayuda. 
- ¡¿Estás loca?! ¡Yo allí no vuelvo! ¡Además mañana me tengo que levantar temprano para ir a currar! ¡Ay, Joder…! 
 - ¡¿Qué?! - Tengo la ropa del curro en esa casa, de echo tengo todas mis cosas allí. 
 - ¿Lo ves como si que tienes que volver? 
- No importa, compraré cosas nuevas. 
- El problema Jota, es que si no hacemos algo, la anciana se irá apoderando además del edificio donde vives, de la calle, barrio entero y más tarde de la ciudad. Jota hay que pararla antes de que la cosa vaya a más o no tendrás un sitio donde huir. 
 - Pues que bien. ¿Y que digo en el trabajo, que no puedo ir por que tengo que matar vampiros? 
- No, digas disparates… di simplemente que te has puesto enfermo. 
- Si, ya lo había pensado, será lo mejor. 


Jota había conseguido huir, con la ayuda de aquella bruja extranjera, salida de nadie sabía donde y aunque a doña Carmen le abría sido fácil seguirlos, había algo en Diana que la hacía intocable y peligrosa, dos cosas por las que había que eliminarla en cuanto le fuera preciso, pero antes, tendría que tomar medidas para protegerse de los intrusos. El tiempo apremiaba, pero ella podía permitirse estar en varios lugares a la vez con el cuerpo de sus víctimas, tanto de las vivas, como de las muertas. Por la noche era fácil, nadie se atrevería a atacarla, ni siquiera la bruja, era el día lo que la preocupaba, pero también para eso se estaba preparando. 
 Daniel, el que había sido su nieto en vida, se había ido antes del anochecer, intuyendo lo que estaba pasando y ella sabía que a pesar del pánico que él le tenía o precisamente por eso, si lo dejaba huir, también podía terminar convirtiéndose en una amenaza. Pero ella sabía donde encontrarlo, ya lo había visto allí en otras ocasiones, en casa de la que se había convertido en su amante. Con la intención de espiarlos, como si de una lagartija se tratara, se deslizó bocabajo desde la azotea hasta la ventana de aquella “furcia”, como a ella le gustaba llamar a Esther. 
Daniel había dejado su bolsa de viaje encima de una silla, para después sentarse en la cama, con su novia con la que empezó a hacer carantoñas y tocamientos, acompañados de risas, que a ella en otro tiempo le habrían parecido de lo más indecentes. Se desplazó a otras ventanas del piso, siguiendo a una de las compañeras de la chica, del cuarto de baño al salón, que estaba conectado con la cocina. La chica se preparó un bocadillo de pan de molde, se sirvió zumo de la nevera y se sentó delante del televisor. Abajo, en la calle vio a una chica joven, casi una niña, con su perro al que llevaba atado a una correa, dirigirse al portal del edificio. La había visto salir hacía media hora y desde su alto punto de observación, la esperaba paciente. Antes de llegar al portal, el perro de la chica se puso a ladrar y gruñir nervioso, intentando alejar a su dueña de allí, media hora antes le costó que el animal saliera a la calle y solo se tranquilizó cuando se alejaron, ahora al regresar, se obstinaba en alejarse de allí. 
 - ¿Se puede saber que te pasa? Estamos en casa- dijo su dueña, intentando arrastrarlo hasta el portal. 
 El animal estuvo apunto de revolverse contra ella, pero en ese momento apareció aquella anciana y el perro se encogió aterrorizado, metiéndose entre las piernas de su joven dueña. 
 - ¿Qué pasa bonito? No voy a hacerte daño- dijo doña Carmen. 
La anciana se inclinó sobre el animal y lo acarició sin que este ofreciera resistencia, de pronto el animal se había vuelto dócil como un cachorro. La niña cogió a su mascota y se quedó mirando a la extraña mujer de mejillas sonrosadas, había algo raro en aquella anciana, pero la niña ignoraba que podía ser. 
 - Siento que mi perro se comporte así, normalmente no lo hace. 
- No te preocupes guapa, a lo mejor lo que tu perro nota es la muerte rondándome, yo soy muy mayor y los animales detectan esas cosas. 
 Un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo a la niña, que instintivamente se apartó unos pasos de la anciana. 
- ¿Sabes? Voy a visitar a mi nieto, que está pasando unos días con su novia aquí cerca. 
- Ah, muy bien- dijo la niña, empezando a andar cada vez más deprisa. 
 La anciana se puso a su lado y caminó junto a la pequeña. 
 - ¿Dónde dice que vive su nieto?- preguntó la niña viendo que la anciana seguía junto a ella. 
 - En ese portal de ahí- contestó doña Carmen señalando el mismo portal de la pequeña. 
- Yo… yo también. 
 - Estupendo guapa, así no tendré que llamar al interfono, se en que piso vive, pero no recuerdo demasiado bien el número de la puerta- dijo fingiendo una sonrisa. 
 La niña abrió la puerta y entro en el edificio, sin embargo la anciana se quedó esperando en la puerta, mientras el perro se ponía nuevamente a gruñir, nervioso. 
- ¡Milú calla! ¿No entra?- preguntó la pequeña desconcertada. 
 - Si, si me das tu permiso- dijo la mujer con extraña sonrisa. 
 - claro… pase- dijo la pequeña dudando de estar haciendo lo correcto. 
Nada más entrar en el edificio, el perro saltó de los brazos de su ama y corrió nuevamente a la calle aterrorizado. 
 - ¡Milu, ven aquí!- gritó la pequeña, que salió detrás del animal. 
 En su persecución, se giró un momento hacia el edificio, pero la anciana mujer ya había desaparecido en el interior, como si nunca hubiera estado allí. 


 Jotacé.