jueves, 29 de noviembre de 2012

EL JUICIO DE LOS ESPEJOS: LAS LÁGRIMAS DE DIOS (Alexander Copperwhite)

Sinopsis; “El juicio de los espejos” por Alexander Copperwhite



De la misma forma que un brote nace de las cenizas de un bosque, una nueva especie se alimenta de la extinción de otra, y lo que antes aniquiló la vida, ahora desafía las leyes del mundo conocido y del entendimiento.

Ryo, un joven japonés, hereda en el lecho de muerte de su padre un objeto tanto peculiar como extraordinario, y junto con él, la responsabilidad de reunir el resto de objetos similares esparcidos por todo el globo, y así evitar una posible catástrofe.

El grupo que le acompañará ya ha sido escogido con anterioridad, el material necesario se encuentra a su alcance, el saber de la existencia del Iridio y de los Amuletos lentamente se desvela, y el mundo, tal y como lo conocemos, empieza a cobrar sentido dentro de su inesperada fragilidad.

El cosmos, el mundo, la historia, el conocimiento, el futuro… el todo.

Se enfrentará a un despiadado y desalmado enemigo, viajará a las cunas de la civilización, y a donde nadie se lo espera, luchará contra las leyes de la física, y sobre todo, se enfrentará a sí mismo…

lunes, 26 de noviembre de 2012

(L.P. 22) AMOR Y SANGRE


La oscuridad en el zulo era total, la cual cosa hacia que se agudizaran el resto de sentidos. Así Vicente podía sentir el contacto con la piel de Alicia, la cual dormía abrazada a él, ambos desnudos bajo las sabanas, sentía la breve pero agradable erección que el contacto con la suave piel de ella le provocaba, su respiración, profunda pero tranquila y en cierto modo la paz. Alicia había roto con su rutina de asesinatos sin sentido e incluso, el espectro de su padre atormentándolo, aparecía con menos frecuencia de la habitual. Aunque en aquel, momento lo podía sentir, al otro extremo de la habitación con su mirada espectral observándolo, sabía que a pesar de todo, él siempre estaba allí mirando y esperando la oportunidad para volver a atormentarlo. 
- No es buena idea que le dejes la puerta abierta a tu “novia”. Al final se ira, sabrá que no es una asesina como tú y te delatará. ¿Y entonces qué, eh?- dijo su padre en aquella conversación a duerme vela.- lo único inteligente que puedes hacer es matarla, ahora que todavía estas a tiempo. De hecho este sería un buen momento para hacerlo, solo tienes que darte la vuelta, ponerte enfrente de ella y estrangularla, seguro que ella lo comprenderá y hasta cierto punto, hasta disfrutará mientras muere.  
- No.- dijo él en un leve susurro.       
- Vamos, en el fondo lo estas deseando.     
Vicente se dio la vuelta como le dijo su padre, le cogió a Alicia del cuello y empezó a apretar, ella abrió los ojos desorbitados por la angustia y mientras moría en sus manos, podía escuchar claramente la risa alocada de su padre.            
- ¡NO!- grito Vicente incorporándose sudoroso .    
Alicia, detrás de él, despertó sobresaltada y encendió la lámpara que había al lado del colchón.         
- ¿Qué pasa cariño, has tenido una pesadilla?- dijo acariciándole la cabeza y la espalda.
En un rincón del Zulo vio a su difunto padre, con una sonrisa siniestra dibujada en su rostro. - Yo… yo… t-tenemos que salir de aquí. Tengo que explicarte una cosa. 
La puerta del zulo, daba a una escalera de mano que llevaba a una pequeña trampilla, que a su vez estaba en el interior de una destartalada caravana sin ruedas. De allí cruzaron la chatarrería asta la casa, todavía faltaban varias horas para que amaneciera. Vicente hizo sentarse a Alicia en la mesa que tenía en la cocina y preparó café para los dos, mientras comenzaba a hablar.         
- Tienes que marcharte, si no lo haces terminaré matándote.  
- ¡¿Qué?! Si me voy la policía me encontrará, me meterán en la cárcel por matar a aquella chica.- dijo visiblemente asustada.
- Somos iguales ¿recuerdas?           
- No, no lo somos. Tú no has matado a nadie… aquella chica que apuñalaste sigue viva y todos te están buscando.      
- Pero si lo hago, querrán saber donde he estado y yo no quiero que sepan nada de ti… Además, seguramente me encerrarán en un manicomio o algo así y… ¡me separarán de ti!- Alicia se abrazó a Vicente sollozando.- No quiero que me alejen de ti, quiero que todo siga como hasta ahora, pero si eso no puede ser, prefiero que me mates.       
- Tranquila pequeña, tranquila.- dijo Vicente acariciándole el pelo, se miraron un momento a los ojos y se besaron.- Anda, volvamos a la cama.                           
Al día siguiente, su padre seguía metido en su cabeza diciéndole lo que le esperaba e incitándolo a matar a Alicia, mientras él miraba continuamente el lugar donde ella permanecía oculta, como hacía todos los días sobre todo desde que le dejaba las puertas de acceso abiertas. Uno de sus encargados, aquel con él que tenía mayor confianza, se había dado cuenta de la fijación de Vicente por la destartalada caravana y sospechaba que allí podía haber algún secreto que su jefe les estaba ocultando, también le llamó la atención su comportamiento que en los últimos días se había vuelto más extraño de lo habitual.           
- Vicente, te veo preocupado. ¿Ocurre algo?- le preguntó mirando también hacia la caravana.        
- No, nada…- dijo Vicente taciturno. Pero cuando su empleado hizo ademán de irse, Vicente le volvió a llamar.- Escucha, tengo que ir a hacer un recado y no se cuando voy a regresar, si ves que me retraso, cierra tu por mi. 
- Vale, sin problema.        
Luego cogió, su coche y se dirigió a la comisaría más próxima. Iría a la policía y se lo contaría todo, lo de los asesinatos y lo del secuestro. Lo último que quería era tener que matar a Alicia, pero como su padre le decía continuamente al final se vería obligado a hacerlo. Buscó un sitio donde aparcar, lo más cercano posible del cuartel.  
- ¡Eres un cobarde gilipollas! ¡¿Ahora quieres engañarte a ti mismo y hacerte creer que tienes conciencia?! ¡Eres un débil y un blando!   
-¡Cállate! ¡Tú no lo comprendes! ¡Nunca has querido a nadie! ¡Ni siquiera a mi madre!         
- ¡¿Y tú si?! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Te estás engañando a ti mismo!   
La discusión con su padre en el coche, duró varias horas, hasta que un policía llamó a la ventanilla.        
- Perdone señor. ¿Tiene algún problema? Algunos vecinos nos han dicho que lleva aquí bastante rato, hablando solo y a gritos.    
- No, no… es el manos libres… es que, estaba hablando con un cliente muy pesado con… con el manos libres.- le contestó sonriendo.   
El policía se marcho y el se quedó en el coche viendo como se alejaba luego finalmente, tomo la determinación de salir del coche e ir a entregarse a la policía.           
- Hay otra opción, la mejor.- dijo su padre mientras él se acercaba a la puerta.- Si tan seguro estás de quererla, mátala y luego te matas tú, así estaréis siempre juntos, que es lo que más queréis.     
- ¡Si!- dijo él en voz alta justo cuando pasaba al lado de la puerta, lo cual provocó la mirada de un policía que estaba allí de guardia.    
Pasó de largo la puerta y dio la vuelta a la manzana dirigiéndose nuevamente al coche.                                  
El encargado cerró la chatarrería, tal y como le había ordenado su jefe, pero en vez de irse a casa como hubiera hecho normalmente, decidió investigar el secreto que Vicente guardaba en la misteriosa, entró en el interior, donde vio la trampilla de acceso al zulo, la abrió y vio las escaleras de mano apoyadas contra la pared de la cavidad. Una vez abajo encendió la luz del móvil y vio la puerta que había en aquel extraño sótano escondido, la abrió sin problemas, salía luz de dentro y el sonido de un televisor. Sentada delante del televisor, vestida con unos pantalones cortos de hacer ejercicio y una camisa remangada vio a Alicia, la cual se levantó sobresaltada al verlo.  
- ¿Quién eres?- preguntó el hombre ante la mirada asustada de la chica. 
- Por favor, sácame de aquí, me tiene secuestrada.- dijo ella entre sollozos.           
- Está bien, ya a pasado todo, tranquila.- dijo el hombre.- Vamos salgamos de aquí, iremos a la policía.       
- ¡Sal tú primero! Tengo miedo.- dijo Alicia temblorosa.   
- Esta bien, ya pasó todo, sígueme. En el momento en el que el hombre dio media vuelta ella cogió un cuchillo de la comida y abalanzándose sobre él, se lo clavo en la espalda, el hombre se giró hacia ella con los ojos desorbitados y le cogió las manos, Alicia le dio una patada en los testículos con todas sus fuerzas, el hombre cayó de rodillas llevándose las manos hacia sus partes, Alicia recuperó el cuchillo de la espalda del encargado y agarrándole del pelo con una mano, le cortó el cuello con la otra.          
Cuando Vicente llegó a la chatarrería y vio la puerta de la caravana abierta, se temió lo peor y corrió asustado al zulo, donde encontró a su empleado en el suelo, desangrándose con el cuello abierto y a Alicia cubierta de sangre con el cuchillo todavía en la mano, al verlo entrar soltó el cuchillo y sonriendo dijo.          
- Ahora somos iguales.                                      
Jotacé.

jueves, 22 de noviembre de 2012

EL MAL HOMBRE (Rubén Romero Sánchez)

Rubén Romero Sánchez nació en Madrid en 1978 y se licenció en Humanidades (2000) y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada 2002). Su primer libro fue La Luna lleva tu nombre tatuado (Huerga y Fierro, 2001), y en 2002 sacó la plaquette Lo que importa (Cuadernillos La Fumarola). Desde entonces, ha publicado poemas, relatos, críticas y artículos en revistas como Qi, Cuadernos del Matemático, El Coloquio de los Perros, El síndrome de Stendhal, Almiar o Paralelo Sur y algunas obras suyas han aparecido en antologías como Antología de relatos hiperbreves (Acumán, 2006), Antología del beso (Mitad Doble Ediciones, 2009) o Ida y vuelta (Fin de Viaje, 2011). Parte de su obra la tradujo al árabe el poeta Abdul Sadoun en 2004.
Ahora aparece su libro El mal hombre (Ediciones Legados), en una nueva colección de poesía que dirige Enrique Gracia Trinidad. El mal hombre es un poemario que se terminó de escribir en 2006, aunque el autor lo dejó en la mesilla, o mejor, en el pendrive, esperando el momento en que de verdad le apeteciera ponerse manos a la obra enviándolo a concursos o editoriales. Eso ocurrió a finales del pasado año, y por una casualidad entró en contacto con Netwriters, la red de escritores que dirigen Gracia Trinidad y Emilio Porta. Ellos leyeron algunos de los poemas que Rubén Romero Sánchez colgaba en la red y le propusieron publicar su libro como primer volumen de una nueva colección de poesía.
Pero nadie como el propio autor para hablar de su obra.

El mal hombreRubén Romero Sánchez:

El mal hombre quizá es un libro que encuentra la esperanza en la desesperanza, como ha dicho la poeta María Antonia Ortega, que mezcla el surrealismo con la Biblia y la tradición grecolatina, como considera Bolo García.  Yo eso no lo sé, sólo sé que escribo para mí y que las interpretaciones de los lectores no me importan, puesto que la poesía es algo vivo que se manifiesta en cada lector de una manera distinta; aun así, toda persona que difunde lo que hace, de algún modo es egocéntrica, y los escritores más aún, pues difunden una parte de su interior que quieren que el público conozca, aunque revestida bajo los ropajes de lo simbólico o lo metafórico.
El mal hombre es la excusa que me busqué para conversar conmigo mismo y con los autores que me han marcado a lo largo de mi vida, desde Ovidio y Quevedo hasta Springsteen y Lou Reed. El título alude a todo aquello del ser humano que no es bueno ni bello ni deseable, y que sin embargo forma parte de él. El mal hombre no es sólo el que realiza actos negativos o impuros, sino el que no realiza actos correctos o hermosos. También es aquel del que se huye, el que anda solo, el que no aspira a la gloria. Por ese motivo, el mal hombre somos todos, y por eso el libro busca la redención del mal hombre a través de lo que es bueno, como el perdón o el amor, que sólo se lo pueden dar los otros.
Desde el año 2002 he hecho diferentes lecturas públicas de algunos de los poemas de este libro, varios de los cuales se han ido publicando en diferentes medios durante estos años. Esta es la primera vez que se publican todos juntos tal como fueron concebidos, como obra unitaria bajo un único título. Espero de El mal hombre lo que espero de la poesía de los autores que me gustan: que alguien, alguna vez, leyendo alguno de mis poemas, se sienta mejor, y un poco menos solo.


“Pero el hombre no puede lograr su redención, ni pagar a Dios por su rescate”
                                               (Salmos 58,11)

Dejaré mi dinero en la mesilla,
mis tarjetas de crédito en el descansillo,
mi último nombre en el umbral de tu vestido.
Hoy vamos a bailar hasta que a dios le dé vergüenza.

Yo no te conozco y tú no me conoces.
Yo he matado a alguien y tú eres mi refugio,
ya podemos empezar a vencernos,
nunca fue tan fácil pillar a un hombre herido.

Mi conciencia se ha tomado el día libre,
dice que una derrota no es mala sustituta.
Ayer salí en la tele y mi madre se pondría a llorar,
si hubiera salvación esta noche te odiaría.

Dejaré mi dinero en la mesilla,
mi condena en mi próximo exilio,
mi último nombre en tu boca de mil nombres.
Huyo tan deprisa que ya no sé quién soy.

lunes, 19 de noviembre de 2012

(H.C. 10) PERSECUCIÓN EN OCEANA

Marina acompañó en una motojet a Hugo asta el cuartel de las autoridades Terrestres en Océana, pero ella se quedó en la calle, donde se despidieron. En el vestíbulo del cuartel, Hugo pudo comprobar, que toda la inútil burocracia, había sido transplantada al cerebro electrónico de los distintos robots conserje, que se encargaban de atender las denuncias, detrás de los mostradores. 
 - ¿Posee alguna prueba, grabación sonora, visual, tridimensional o cualquier otra forma de demostrar los hechos que me está contando?- preguntó el robot. 
- Pues… la verdad es que en ese momento, lo último que se me ocurrió fue pararme a grabar nada. 
- En ese caso, señor, el departamento de policía siente mucho no poder ayudarle. 
 - Bueno, había una chica que me ayudó a salir de allí, ella puede atestiguar lo que he dicho. 
 - ¿Tiene la testigo una grabación, sonora, visual, tridimensional o alguna otra forma de demostrar que esos hechos que ocurrieron realmente? 
 - ¿Ha usted que le parece? ¡Ya le he dicho que nos estaban persiguiendo! 
 - En ese caso señor, el departamento de policía siente mucho no poder ayudarle. 
 - Pues vamos listos.- dijo Hugo, disponiéndose a irse de allí. 
- Perdona, que te moleste.- dijo un individuo vestido de paisano, con pantalones cortos y camisa hawaiana, muy al estilo de Oceana y enseñándole una placa de policía.- Soy el agente Jones y no he podido evitar oír tu conversación con el conserje. 
 - ¿Si? 
 - Tal vez si me dices donde ocurrió lo que le has contado él, podamos encontrar grabaciones en el local donde paso todo. No es muy normal que unos desconocidos se pongan a perseguir a un piloto de las fuerzas armadas de permiso y presiento que aquí puede haber gato encerrado. 
 - Ya era hora de que alguien me hiciera caso. 
 El agente Jones, condujo a Jota a un solitario callejón, donde les esperaba un vehiculo. Para su sorpresa, en el interior le esperaban Norma con todos sus compinches, el negro de casi dos metros y el bíraro. 
 -Hola cariño. No nos ha dado mucho tiempo a conocernos mejor.- dijo Norma. 
Hugo se giró lívido hacia el agente Jones, el cual ya estaba sacando un arma. En ese momento una motojet, conducida por una mujer que ocultaba su rostro debajo de un colorido casco, envistió al policía. 
 - ¡Corre, sube!- apremio la voz de Marina bajo el casco. 
 Los ocupantes del vehículo, intentaron agarrarlo sin éxito y Hugo subió en la motojet, que salió disparada al igual que el vehículo de sus perseguidores, reanudando nuevamente la persecución que había tenido lugar en el bar. 
 - A todas las unidades, un sospechoso escapa en una motojet, conducida por una mujer…- empezó a informar el agente Jones, todavía tirado en el suelo. 
 - ¡Vaya, parece que ese hijoputa, era realmente un poli y está llamando a sus compañeros para que nos persigan!- dijo Marina. 
 - ¡¿Y qué piensas hacer?! 
 Marina, concentrada en escapar de sus perseguidores, ignoró a Hugo. Por suerte, conocía la isla como la palma de su mano y tanto como a su isla a muchos de sus habitantes, así que se metió por un laberinto de estrechos callejones peatonales, cercano al puerto, por los que era imposible que entrara un vehículo más grande que una motojet, sin embargo en un momento dado en el que las calles volvían a ser más anchas, el pequeño vehículo de Marina, se metió dentro de un gran contenedor, que se cerró tras ellos. 
 - ¡Estamos listos!- dijo ella por el comunicador del casco Enseguida el contenedor empezó a moverse. 
 - ¡Ey! ¡¿Adonde vamos?!- preguntó Hugo preocupado. 
 - Tranquilo, ya estamos a salvo.- dijo Marina quitándose el casco. Pero después de todo lo ocurrido, la desconfianza de Hugo era total y sin vacilar un solo instante, inmovilizó a Marina agarrándola por el cuello y empujándola contra la pared del contenedor. 
 - ¿A salvo de quien? ¿Quiénes eran esos tipos y quien coño eres tú? ¿Cómo se que no estás con ellos y que no me llevas directo a una trampa? 
- Yo… yo… ¡Suéltame, me haces daño! 
En ese momento, vio aparecer una amenazadora sombra, de alguien que se acercaba a su espalda, apenas tubo tiempo de reaccionar antes de recibir un golpe en la cabeza que le dejó inconsciente. 


 Cuando despertó, estaba atado a un potro de tortura completamente desnudo. Marina, Norma y un robot que en sus cuatro brazos tenía numerosos artilugios de cirujano y de tortura, lo miraban con bastante curiosidad. 
 -¡¿Qué queréis de mi?!– preguntó, visiblemente asustado 
 - Tranquilo, no pasa nada, solo te trocearemos para vender tus órganos en el mercado negro.- dijo Marina. 
- Pero por que yo, por que a mi, ni siquiera os conozco de nada. Norma se acercó amenazadora a Hugo, a medida que se acercaba su voz se volvía más grave. 
- Claro que nos conocemos Hugo y tengo ganas de verte sufrir desde la primera vez que nos vimos en la Ciudad Casino de la Luna.- dijo mientras se transformaba delante de él en su rival en el Cristóbal Colón, Cesar Conrad. 
- ¡Tú no puedes estar aquí! ¡El Cristóbal Colón todavía tardará en llegar a Oceana! 
 - Es que ya no estamos en Oceana, tarugo.- dijo Marina, la cual se había convertido en un gigantesco y amenazador bíraro, de afilado, puntiagudo y dentado pico.- A los bíraros nos encanta la carroña humana.- añadió relamiéndose. 
 Todos los aparatos quirúrgicos del robot se pusieron en marcha y este se acercó a Hugo blandiéndolos de forma amenazadora. 

 En ese momento Hugo despertó en una cama. Muy al contrario que en su pesadilla, estaba vestido y acostado en la litera del camarote de un barco, en medio del mar, por lo que pudo ver a través del pequeño ojo de buey. Las dos únicas prendas que sus captores le habían quitado, eran la casaca del uniforme, que estaba colgada en una percha al lado de la puerta y los zapatos, que estaban junto a la litera. Terminó de vestirse y comprobó para su sorpresa que la puerta del camarote también estaba abierta, buscó infructuosamente, algo que le pudiera servir de arma, para enfrentarse con sus captores, así que salió al estrecho pasillo del yate, intentando pasar desapercibido, cosa que parecía fácil ya que estaba vacío. Pero al acercarse a la puerta que daba al exterior escucho voces, eran Marina y otro tipo. Escapar podía ser más complicado de lo que en un principio parecía. ¿Y adonde se dirigiría si conseguía salir de allí? De todas maneras, sería interesante escuchar la conversación antes de conseguir escapar, así que se acercó un poco más a la salida, procurando permanecer oculto en el interior del yate. Evidentemente, sus captores estaban hablando de él...



Jotacé.

jueves, 15 de noviembre de 2012

LAS SOMBRAS VAN VENCIENDO (Victor Atobas)


En Las sombras van venciendo, libro de memorias construido en el lirismo de la prosa y la fugacidad de los versos certeros, Víctor Atobas se sumerge en la enfermedad, tomándola como potencia totalitaria que roba la libertad y se adueña del cuerpo, pero que también brinda la oportunidad de aprender y levantarse fortalecido. Este libro incluye los poemas que Víctor Atobas escribió durante los días grises, tejidos con una prosa cotidiana y cortante que intenta el ejercicio de la literatura como ejercicio de la memoria.

Mareva Mayo escribe en el prólogo

El Poder de las Letras Escritas (18/3/2012) dice de Víctor Atobas

lunes, 12 de noviembre de 2012

(L.P. 21) EL REGRESO DE MÓNICA


Jota quería salir un poco antes del trabajo para ir a buscar a Mónica al hospital, pero Elena, insistió en que quería ser ella la que fuera a buscar a su hermana. Desde que Elena entró en la habitación, Mónica tuvo la impresión de que algo andaba mal y durante el trayecto de regreso a casa Elena apenas pronunció palabra.
- Haber Eli guapa. ¿Me quieres explicar de una vez que te pasa?- preguntó Mónica cada vez más mosqueada.
- Es Santi… lo hemos dejado.- contestó sin poder evitar alguna lagrima.
- ¡Qué lo habéis…! ¡Para el coche!
- ¡¿Qué?!
 - Para el coche en algún sitio donde podamos tomarnos un café y me lo explicas con más calma.
 - Está bien.- dijo Elena suspirando y secándose las lagrimas de la cara.
Elena enseguida encontró un bar cerca de donde estaban, lo difícil fue encontrar un sitio donde dejar el coche, por suerte, encontraron más cercano al sitio donde finalmente aparcaron, que el sitio donde pretendían ir en un principio. Una suave llovizna, se encargaba de refrescar un poco el ambiente del incipiente verano.
Ya sentadas delante de una taza de café, Elena le contó a su hermana, como durante el éxtasis del coito con Santi, se había confundido y lo había llamado Andy, que era como llamaba al difunto Andrés y como después Santi se marcho visiblemente enfadado.
 - A lo mejor, solo es un enfado pasajero.- dijo Mónica
 - Ojala, pero no me dio esa sensación.
- ¡Joder Eli! ¡Mira que te lo dije…!
Elena bajo el rostro, Mónica se disponía a seguir recriminándola cuando empezó a sonar su móvil, era Jota.
 - Hola cariño…
 Se levantó de la mesa haciéndole a su hermana un gesto con el dedo mientras le decía moviendo solo los labios “ahora vengo”. Luego salió a la calle refugiándose de la lluvia bajo el mismo toldo del bar. - ¿Dónde os habéis metido? Pensaba que a estas horas ya habríais vuelto del hospital.- dijo Jota
- Hemos parado en un bar a tomar un café. Oye, ¿Santi te ha dicho algo de la discusión que tuvo ayer con mi hermana?
 - No, apenas lo he visto en todo el día. Luego le pregunto si quieres.
 - No, no hace falta… Nos vemos en un rato. ¿De acuerdo?
 - Ya estáis tardando… Te quiero.
 - Te quiero.
 Jota, que mientras hablaba estaba asomado al balcón viendo como lloviznaba, se disponía ya a entrar en el interior, cuando vio aparecer a Santi andando a paso rápido. Poco después irrumpió en el interior del piso, un poco mojado por la lluvia y con el semblante serio.
- ¡Ey colega! ¿Cómo va todo? Acabo de hablar con Mónica y me ha contado lo que ha pasado entre Elena y tú.
- ¿Ya está aquí? Por lo que veo, se encuentra muy bien.- dijo Santi con sarcasmo
 - No, todavía no han llegado. Hemos hablado por el móvil y apenas me ha comentado lo que pasaba. - Elena cree que soy la reencarnación de su difunto novio Andrés.
- Pensaba que solo lo sospechaba.
- ¡Tú lo sabías! ¿Por qué no me lo dijiste?
- Pues… No se. Lo siento, a lo mejor te lo tendría que haber dicho, pero… se os veía tan bien.
 - Lo peor, es que a lo mejor tiene razón.
 - ¿Qué quieres decir?
 - He estado en el hospital donde estuve ingresado durante el coma, el mismo al que llevaron a Andrés. Y resulta que murió a la misma hora que yo salí del coma… por cierto, que una enfermera me dijo que tú también estuviste allí esa noche, quiero decir en mi habitación.
 - Si, antes de que salieras del coma, hacía poco que me enteré que estabas allí ingresado, así que aproveché que estaba acompañando a Mónica, para hacerte una visita… Pero, que salieras del coma a la misma hora en la que murió Andrés, no tiene por que significar nada. ¿Sabes acaso cuanta gente muere cada día?
- Solo se que antes tartamudeaba y me gustaban cosas que ahora incluso aborrezco, me creía todo lo que me decían sin cuestionarme el echo de que pudieran ser o no ciertas y era un tío introvertido que apenas salía de casa. No se si soy la reencarnación de Andrés, del que apenas sé, lo poco que me han contado… pero desde luego, tampoco soy la misma persona que era antes del coma.
- ¿Y qué piensas hacer?
- Irme… Tengo que aclarar mis ideas y saber quien soy realmente.
 - ¿Y qué pasa con Elena… ya no la quieres?
- La quiero con toda mi alma, por eso he de irme. Si no soy quien ella cree, ni quiero desengañarla, ni hacerle daño. Además no me boy para siempre y cuando regrese, si todavía quiere seguir conmigo tendrá que aceptar a la persona que sea.
- Supongo que tienes razón. Tal vez Diana pueda ayudarte, por lo que se ella, conoce gente en todas partes. Pero antes tendrías que hablar con Elena y explicarle todo esto.
- Lo se… - dijo Santi suspirando - aunque temo que si la vuelvo a ver, no sea capaz de irme.
- Aun así… - en ese momento sonó el interfono de la puerta.- Son ellas. Quieren saber si vamos a bajar a ayudarlas con las cosas de Mónica.
- Baja tú, yo iré más tarde a hablar con Elena, pero de momento, no les digas que estoy aquí, por favor.
 Jota asintió con la cabeza mientras abría la puerta de la calle. Poco después abrazaba efusivamente a Mónica, mientras Elena abría el maletero del coche. Santí observaba la escena desde una de las ventanas del piso. La lluvia había cesado, dándoles una tregua.
 - ¡Qué! ¿No pensáis en echarme una mano, pareja?
Descargaban las cosas del coche, cuando un transeúnte se acercó a ellos.
-Perdona, ¿eres la chica a la que apuñalaron por aquí cerca?- preguntó dirigiéndose a Mónica.
 A Mónica casi le dio un vuelco el corazón, temiendo que fuera el cómplice de Alicia y fue Jota quien contesto.
- Si, es ella. ¿Pasa algo?- dijo secamente
- Nada tío, lo siento, solo quería saber si estaba bien. A mi casi me atropellaron cuando huyeron y vi el revuelo que se organizó, pero en ese momento tenía prisa y… hasta el día siguiente no me enteré de lo que había pasado.
 - ¿No te fijarías en la matrícula del coche verdad?- preguntó Elena
-No, ni si quiera me acuerdo ya de la marca, solo de que era muy viejo… ¡Ah si! Y de la pegatina que llevaba detrás con el careto de Darth Vader.
 - ¡¿Qué?! ¿Se lo dijiste a la policía?- preguntó Jota
- No creí que fuera importante.
 Elena sacó una tarjeta del bolso y se la pasó al chico.
- Llama a este número, es del policía que lleva el caso. Nos dijo que cualquier detalle podía ser importante… hasta la pegatina del coche.


 Jotacé.

jueves, 8 de noviembre de 2012

SAGA QUINOX 1: EL ÁNGEL OSCURO (Versión en papel) (Carlos Moreno Martín)

La Saga Quinox, el ángel oscuro de Carlos Moreno da el salto al papel
¿Queréis leer las aventuras de Tom Randall sentados cómodamente en vuestro sillón, con un libro entre las manos, con el olor de las hojas y la tinta en vuestras fosas nasales? Ahora tenéis la oportunidad.

La Saga Quinox da el salto al papel. Podéis adquirir el Volumen 1, que consta de Exilio, Las piedras de la decadencia y Eternos por solo 14, 50 euros, gastos de envío incluidos.


Titulo: Saga Quinox, el ángel oscuro. Volumen 1
Autor: Carlos Moreno Martín
Género: Ciencia ficción/Fantasía
Páginas. 260
Fecha de lanzamiento: 29 de octubre de 2012
Contacto: carlos_moreno_martin@hotmail.com
Diseño de portada: César García Muñoz
Precio: 14,50 €


Sinopsis:
Por fin puedes disfrutar del Volumen 1 de la Saga Quinox, el ángel oscuro, en un solo ejemplar y en papel. Esta edición incluye: Exilio, Las piedras de la decadencia y Eternos. Hace cinco años que Tom Randall huyó de su ciudad natal, Raven City, con destino a Las Vegas. En ese tiempo y, ayudado por sus inexplicables poderes de telequinesis, su vida se ha reducido a dar "avisos" a cualquier persona que fuera lo suficientemente idiota como para agraviar a alguien con más poder. Pero el día que el amor llama a su puerta todo cambia. Tom intentará reconducir su vida sin saber que la vida le depara algo completamente distinto.
El despiadado Pete "El rompehuesos" Reinolds clamará venganza y empujará a Randall a una vorágine de acontecimientos que lo obligará a aceptar su propia naturaleza y le llevará, irremediablemente, a agarrar su destino con fuerza: convertirse en el héroe que debe ser.
El mundo tal y como lo conocemos llega a su fin. Y sólo una persona puede salvarlo: Quinox, el ángel oscuro.
"Del exilio a la decadencia me ha ido atrapando este héroe que no esperaba encontrarme. Volveremos a las calles conocidas, duras, de mano de Carlos." (Entre montones de libros)
"Recomendable si te gustan las serie policiacas, las historias de mafias y gánsters, las ciencia ficción y los superhéroes. Vamos, casi para todos los públicos." (Caminando entre libros) "Quinox es una novela estupenda, muy entretenida y que engancha sin apenas proponértelo. La escritura es impecable y las descripciones de las escenas de acción son "visibles" en el sentido de que puedes imaginarlas en tu cabeza como si estuvieras viendo una película." (Entre libros)
"Como conclusión, desde este pequeño rincón, recomendamos Quinox como saga y, particularmente, Eternos como una clara muestra de poner un buen broche a una historia intrigante." (Los octaedriles)


Biografía del autor: Carlos Moreno Martín nació en Málaga hace treinta y un años. Desde muy pequeño, la lectura fue su mayor afición. Leía tanto que los libros se le acababan, así que decidió escribirse él mismo sus propias historias. Con el tiempo fue dándose cuenta de que crear personajes, tramas y sentimientos le gustaba y comenzó a publicar relatos en revistas digitales como Aurora Bitzine, Tierras de acero, Fantasymundo o ScifiWorld. Además, también publicó con la editorial Equipo Sirius su primer ebook, Crónica galáctica 1: Danza de lealtad.

Más adelante llegó Amazon y, con él, una recopilación de los relatos que Carlos había ido publicando con el paso del tiempo: El guardián de la fantasía. Luego llegó la Saga Quinox, el ángel oscuro, una historia de superhéroes en formato novela que cuenta hoy en día con tres entregas. Quinox 1: Exilio; Quinox 2: Las piedras de la decadencia y Quinox 3: Eternos. Además, el autor, ha publicado Habitación fantasma, el misterio de la casa número 10; Cazadores del inframundo: El templo de Salomón y Crónica galáctica: La cabeza de la serpiente.

  Carlos Moreno ha prometido que habrá más aventuras de Quinox.



Enlace de compra: http://laguaridadelaspalabras.blogspot.com Modo de pago: Paypal y cuenta bancaria

lunes, 5 de noviembre de 2012

(H.C. 09) UNA VISITA A PUERTO


Los negros nubarrones que aparecieron en el horizonte, obligó al capitán del navío nativo a amarrar en tierra antes de lo que tenía previsto.
Aunque por razones de seguridad los supervivientes del Cristóbal Colón, permanecieron ocultos en la bodega del barco, pudieron salir allí antes de lo que esperaban, ya que las negras nubes y la lluvia les protegían de miradas indiscretas, ya que los nativos del lugar estaban más pendientes de resguardarse del mal tiempo que de unos individuos, vestidos como acólitos de una religión de lejanas tierras, que les cubría prácticamente todo el cuerpo, para disimular su baja estatura, tres miembros de la tripulación del barco les acompañaban, entre ellos estaban, el capitán, que les servía personalmente de guía y el joven nativo Fizo, que los seguía a todas partes.  
A pesar de las extrañas construcciones en las que se cobijaban los nativos, el ambiente, era muy parecido al de muchas ciudades portuarias de la Tierra siglos atrás.        
- ¡Es una lastima que este tiempo no nos deje ver todo esto!- dijo la capitana Otomo.          
- El capitán dijo, que estaríamos aquí varios días. Hasta que vendan la mercancía que llevan abordo. Todavía tendremos la oportunidad de salir alguna otra noche más.- contestó Robert      
El capitán del barco, habló dirigiéndose a los tres extraños náufragos, Otomo y Hugo, miraron con interrogación a Robert.     
- Dice que tal vez podamos ir a una taberna que frecuenta, cada vez que viene a este puerto, allí podremos coger una mesa donde degustar la comida y la bebida local sin llamar excesivamente la atención.   
- Por mi vale, tengo algo de hambre.- dijo Hugo.    
- Está bien, que nos lleve ya a ese sitio, antes de que pillemos una pulmonía.            
El lugar, apenas iluminado por una especie de bombillas que daban una débil luz parecida a la eléctrica, aunque tal vez a causa de la tormenta estaban continuamente parpadeando. El capitán fue directo hacia otro nativo, algo más bajo pero tal vez más corpulento que él, se abrazaron efusivamente. 
- ¿Quién es? ¿Un pariente de nuestro anfitrión?- dijo Otomo.  
- No creo que sean parientes, al menos no en ese sentido. Es una hembra nativa.- contestó Robert.       
- Parece que te has vuelto un experto.      
- Mi naturaleza robótica me hacer ver a todos los seres vivos, con una objetividad que para vosotros, pobres seres de carne es imposible que lleguéis a alcanzar aunque viváis un millón de años.      
La hembra nativa, les señaló un rincón oscuro y discreto al fondo del local. Pero su presencia en aquel sitio, llamo la atención, al menos de un par o tres de los parroquianos de aquel lugar, en seguida empezaron a cuchichear entre ellos y a conspirar contra los tres extraños enanos, que permanecían ocultos cubiertos totalmente tras aquellos atuendos de lejanas tierras.  
La propietaria del establecimiento, se acercó a ellos, acompañada por varias hembras, Robert rechazó la compañía femenina alegando razones religiosas, pero animó a sus amigos nativos para que la aceptaran, si querían. 
- Extraña religión la vuestra que rechaza la compañía de las “mujeres” pero anima a otros para que la acepten.- dijo la mesonera nativa.   
- ¡Calla Mujer! No ofendas a mis invitados.- la regañó el capitán.  
- Nuestra religión es voluntaria y no prohíbe la libertad individual del prójimo.- dijo Robert, que era el único de los tres terrícolas capaz de seguir el hilo de la conversación.        
Se acercó a sus compañeros y les explicó lo que ocurría, la capitana Otomo, le contestó igualmente en susurros.
- ¿Qué les pasa a esos dos, es que no saben hablar?- preguntó la mesonera intrigada.         
- Son de tierras lejanas, hablan un dialecto distinto, tú que regentas un establecimiento portuario, deberías saberlo.- contestó el capitán. 
- Capitán, parece que la tormenta ha amainado. Por favor complazcan si les place a estas encantadoras damas. Nosotros, aprovecharemos la tranquilidad de la noche para pasear por el pueblo y luego iremos al barco a descansar.           
- No os lo aconsejo. La noche no es buena compañera ni para los extranjeros ni para la gente de bien.- dijo otra de las mujeres nativas.  
- Agradecemos el consejo, pero sabremos cuidarnos.- le contestó Robert.           
- Yo voy con ellos, para asegurarme de que llegan bien al barco capitán.- dijo el joven Fizo.       
Apenas se habían alejado del local, cuando Robert detectó extrañas y acechantes presencias a la escasa luz de las estrellas.     
-¡¡¡Cuidado!!!- exclamó apartando de allí a la capitana otomo.     
Una red gigante, calló sobre los desprevenidos Hugo y Fizo, unos diez nativos aparecieron blandiendo enormes garrotes y mientras la mayoría fue hacia Robert y Otomo, tres de ellos se acercaron a los dos cautivos. La lucha fue corta, la capitana sacó una pistola láser, que guardaba entre sus ropajes y empezó a disparar a los que pudo, Robert empezó a moverse y a neutralizarlos con su velocidad y fuerza robóticas, en un momento dado, se le calló la capucha que le cubría la cabeza, también se vio con el rostro descubierto Hugo, mientras trataba junto a Fizo de desembarazarse de la red en la que estaban atrapados. Un pánico supersticioso hizo que los nativos atacantes que seguían en pie, huyeran despavoridos. Uno de los atacantes, era comerciante de esclavos y vio en sus victimas a los terribles dioses que veneraban y temían en las lejanas tierras del suroeste y de los que solo unos pocos habían visto. Su barco, partía al amanecer, cargado de esclavos, precisamente hacia aquellas tierras.                                                 
A años luz de allí, en el planeta Oceana, había llegado la noticia del ataque y la caída de la nave Cristóbal Colón y de la llegada al planeta del único superviviente del que se desconocía la identidad. Había pasado poco más de un mes desde que Marina viera a Hugo por última vez y un nudo se le hizo en la garganta.
Sin decirle nada a nadie fue hasta el espacio puerto y cogió la primera lanzadera que la llevara a la estación embajada terrestre. Su corazón se negaba a creer que Hugo Cortes estuviera realmente muerto y tenía que averiguar la identidad del superviviente. Los soldados se negaron a permitirle la entrada en los complejos militares y solo cuando le dijo a un oficial la situación que había entre ella y el piloto Hugo Cortes, este accedió a hablar con ella.    
- Mis superiores no me dejan revelarte la identidad del superviviente, pero si que puedo decirte quien “no” es. Lo siento mucho, el piloto Hugo Cortes, murió valientemente defendiendo a sus compañeros, a bordo de su caza.            
Al confirmarse sus peores presentimientos, Marina perdió el conocimiento.                                         
Jotacé.