domingo, 6 de noviembre de 2016

CIUDAD DORMITORIO (José Liñán Navarro)


(Foto de la Biki, del recital de Jose Liñan acompañado a la guitarra por Manel Cano: Aventureros con el corazón de escarcha) 


El Poeta Catalán Jose Liñan Navarro, autor del poemario El día que murió Sergio Algora, prepara ahora su segundo libro, Ciudad dormitorio, para lo cual necesita la ayuda de todo amante a las letras que este dispuesto a descubrir su poesía y para aquellos que ya la conocen y estén ya con el mono de deleitarse con más.
Con permiso de Jose y como la mejor forma de convenceros es mostraros parte de su arte, a continuación podréis leer un par de poemas, empezando por el que da título a su nuevo libro. 

Ciudad dormitorio

Ahora que somos una ciudad
en la que casi nunca pasa nada.
Ahora que quedó atrás la tempestad
pero no hay atisbo de calma.
Podríamos volver a quedar,
y reinventar la noche.
Traspasar de nuevo las fronteras,
sucumbir a la música electrónica.
Deambular entre la muchedumbre
y saltar sobre los charcos de pesimismo
que nos ha traído
ésta selva de asfalto y hastío
que algunos llaman
la edad adulta.
Sería muy fácil,
tu pondrías las drogas
y yo,
las ganas de besarte.
Ahora que cerca no es adverbio,
lejos siempre estamos
y puede que tal vez
no entendamos
el lenguaje que escuchamos,
podríamos quedar
en la belleza eterna de tu mirada
y ser siempre uno.

Ahora, si, ahora,
que ya sabemos que querían decir
Pavement,
cuando cantaban
“You´ve been choosen as an extra
in the movie adaptation
of the sequel to your life.”


Everton

Si hubieras visto
como palidecían las horas
y discurrían tristes
mientras Norman Whiteside
subía la banda
en blanco y negro.
Si hubieras visto
a Losada
violar el cielo de Leverkusen
con un penalty bastardo.
Si tuvieras en una mano
el centro
y en otra la nada,
sabrías
que nada
sucede
por
casualidad.
Si todo
fuera una parte
y la parte
fuera el fin,
sabrías
que nada
sucede
por
casualidad.
Si hubieras visto
como Gascoigne
gobernaba impune
todo el centro del campo,
antes de suicidarse
en alcohol.
Si hubieras visto
uno,
solo uno,
de los cinco mejores goles
que marcó en su carrera
Le Tissier,
sabrías
que nada
sucede
por
casualidad.

Como se que os ha gustado, aquí os dejo los enlaces tanto a su blog, donde podréis seguir disfrutando de su arte, como el enlace a su página en Verkami, donde podréis colaborar económicamente, para hacer realidad este proyecto; dicho enlace también lo podréis ver en el lateral de este mismo blog hasta que se cierre la convocatoria.


http://www.verkami.com/locale/es/projects/16066-ciudad-dormitorio



lunes, 31 de octubre de 2016

Guadalupe Plata - En este cementerio vs Plan 9, FELIZ HALLOWEEN DE TODOS LOS SANTOS y espectacular dibujo de Santiperez.



La gente, siempre obstinada sigue celebrando las viejas tradiciones, aunque estas cambien de nombre y se disfracen tras la máscara de nuevas creencias o religiones, de nuevas supersticiones, aunque a la tierra que veneraron nuestros ancestros la hayamos cubierto de asfalto para no ensuciarnos los zapatos que cubren nuestros pies.                       
De crío me enseñaron que la noche antes a todos los santos, la gente se recogía temprano y siempre temerosa en sus casas, asaban castañas que comían junto con otros dulces tradicionales, remojados con vino dulce Moscatel, que hasta los niños de mi época llegaron a probar, “pero solo un vasito” decían nuestras madres y que bien entraba en las ya frías noches de otoño, todo ello mientras según la tradición, se recordaba a los difuntos o se contaban historias de miedo, en mi época sustituidas por las películas de terror que emitían por televisión, vampiros, hombres lobo, zombies y otras terribles criaturas clásicas del cine. Al día siguiente, las familias visitaban a sus familiares ya fallecidos en el cementerio, quién los tuviera, en mi casa mis padres habían dejado a sus difuntos lejos, en el sur y se conformaban con visitarlos en el recuerdo, donde siempre están ahora ellos presentes, sin importar el día que sea.                                                                                                
Desde hace mucho, en la calle, las sombras creadas por la superstición, son disipadas por la tenue luz de las farolas y ya dejando atrás la niñez, se imponía salir fuera, para ir al cine, a ver una peli de género o a la discoteca, donde se empezaba a hacer patente la invasión yanqui, que a través de sus películas y series de televisión estaban introduciendo sus siempre seductoras costumbres, mezclándose con las de aquí, mucha gente acudía disfrazada de aquellos monstruos del cine clásico de terror; eso sí con la copa, podías comer castañas, panellets o cualquier otro dulce tradicional. Las chicas, reunidas en corrillos y disfrazadas de seductoras brujas, vampiresas o de novias del monstruo de Frankenstein, se reían de los fantasmas vivos (que los hay en abundancia), o huían de ellos, ya que los monstruos vivos, esos que acechan en el interior de nuestra mente, son siempre más temibles que los muertos, creados por las sombras de la noche, donde las cosas siempre se ven distorsionadas, ya sea por la oscuridad, el sueño, los vapores del alcohol, o todo a la vez.                                                                                  
Ahora, ya en pleno siglo veintiuno, los niños se disfrazan para seguir la costumbre anglosajona de pedir caramelos casa por casa, con el tradicional “truco o trato” y leo estupefacto en las noticias, que la iglesia, siempre dispuesta a adaptarse a las nuevas costumbres y violentada por el hecho de que los niños se corrompan, disfrazándose de seres que consideran paganos y perversos, trata de imponer la moda de vestirlos de sus santos, olvidando que todos los días del calendario, lo dedican a uno o a varios de ellos y que después de todo, se trata de venerar a los santos anónimos que fueron nuestros propios difuntos.                                                                                                    
Así la cultura va cambiando, readaptándose, absorbiendo, cosas de otras costumbres más lúgubres o divertidas, según se imponga, de adaptarse a los nuevos tiempos para no desaparecer con el transcurso de los años y de los siglos.                         
Personalmente, con tener un día más para dormir a mí ya me va bien.                                                                                                                                                              
Feliz Todos los santos, Halloween, Shamhain o lo que más os apetezca.

Jotacé.       

lunes, 17 de octubre de 2016

CARRETERA ABANDONADA.


Ante el inquietante número de accidentes producidos en aquella carretera y la recién abierta autovía, mejor iluminada y más segura, la dirección general de tráfico, decidió cerrarla.                                                                        
En el transcurso de los meses y los años el asfalto que la cubría empezó a erosionarse, agrietarse y a llenarse de baches y socabones, que hacía cada vez complicada la circulación, por aquel acceso abandonado. Entre tanto la etérea y difusa silueta de la chica de la curva seguía esperando cada noche, pacientemente a que algún transeúnte despistado se perdiera, para poder llevarlo como antaño había hecho a la curva, tal y como hacen las sirenas en las viejas historias que contaban los marinos, llevando a los navíos a los arrecifes para hacerlos naufragar.
Jotacé

lunes, 10 de octubre de 2016

PÁGINA EN BLANCO


Siempre he escuchado que ante la falta de ideas, lo mejor es asomarse a la ventana y mirar lo que ocurre a tú alrededor. Bien, veo un bonito parque, con un anciano echándole de comer a las palomas, algunos niños juegan entretenidos, con sus madres, atentas a cualquier cosa que pueda ocurrirles; una pareja de jóvenes enamorados se hace arrumacos; un poco más cerca, un chico de color, aparca una destartalada bicicleta, con un improvisado remolque y rebusca en el contenedor azul de los cartones, en el de al lado, otro señor de más de cincuenta años (este parece de aquí), también rebusca tal vez comida, con la ayuda de un palo o una varilla. Al otro lado del parque, un señor trajeado sale del cajero del banco con el teléfono móvil pegado a la oreja, parece airado, en el interior del cajero hay un bulto que por sus dimensiones podría ser una persona, pero está demasiado lejos de mi punto de visión para distinguirlo bien; en una esquina al lado del edificio de enfrente, una atractiva chica de largos cabellos rubios, que contrastan con su piel de un moreno artificial de rayos uva, vestida de un modo que deja poco a la imaginación, un top blanco, unos pantalones shorts, zapatillas de deporte y una pequeña mochila al hombro, parece esperar a alguien, mientras se da sus últimos retoques con un pequeño espejo en la mano, o tal vez sea un smartfon de última generación, ella sabrá. Una música estridente, regaeton o algo parecido, rompe la aparente calma del barrio, proviene de un coche descapotable rojo de alta gama; para cerca de donde está la chica, la cual va hacia él, de su interior sale un tipo vestido de sport, pantalones cortos a lo Charly Sheen, un polo azul, zapatillas náuticas, el pelo negro, engominado hacia atrás, gafas de sol, todo parece de marca, su piel también es del mismo moreno artificial que el de la chica, la cual corre hacia él, se abrazan, dándose un largo y húmedo beso en los morros, él le mete la mano por debajo de los shorts. Las palomas han salido huyendo por el ruido proveniente del  vehículo y él anciano mira a la pareja de pijos de barrio con cierto odio, la otra pareja parece seguir a lo suyo y digo parece, ya que la chica también dirige la mirada a los recién llegados, así como las madres que han desviado su atención con cierta envidia hacia ellos, mientras sus hijos siguen con sus juegos sin inmutarse; el chico de color, indiferente ha atado un montón de cartones en el pequeño remolque de la bicicleta a la que se sube y comienza a pedalear, alejándose de la escena, el señor que rebuscaba en el contenedor de al lado ya se ha ido, o tal vez ha caído dentro y ninguno nos hemos dado cuenta, quien sabe, lo único seguro es que al menos de momento ha desaparecido tan anónimamente cómo llegó. En el cajero de más allá una pareja de policías ha sustituido al señor de la corbata, entran en el cajero y acuclillándose hablan con el bulto, que ahora se ha incorporado, efectivamente es una persona. Tímidamente algunas palomas han regresado junto al anciano y vuelven a picotear las migas de pan, pero el sonido estridente del motor del coche dando un acelerón, las vuelve a espantar mientras se aleja a toda velocidad con la pareja de pijos dentro, para perderse por fin de mi punto de visión; el sonido del motor, mezclado con la estridente música, aún retumba en el ambiente, pero dura poco; un frenazo y el estruendo de un tremendo choque, terminan de golpe con la monótona y estridente cantinela; gritos de alarma, los niños, las madres, la pareja del banco del parque, hasta el anciano se han levantado, para perderse más allá de donde puedo ver, en la dirección del accidente, pero los primeros en desaparecer es la pareja de policías que estaban en el cajero y el hombre que allí dormía ahora se aleja con sus bártulos en dirección contraria, mientras otros curiosos que también están por la zona acuden corriendo al lugar de los hechos.                                                            
Por unos minutos todo se queda en calma, yo me siento delante del ordenador, muevo el ratón para ver como la pantalla vuelve a encenderse, mostrándome otra vez la pantalla en blanco, resoplo cansino, sigue sin ocurrírseme nada y menos aún con el sonido de las sirenas de los coches de policía y ambulancias pasando a toda velocidad frente a mi ventana. Mejor salgo a dar una vuelta, tal vez con un poco de aire fresco llegue la inspiración. 

Jotacé.   

lunes, 3 de octubre de 2016

UN POCO ANTES


Lo reconozco, soy de los que sale de casa con el tiempo justo, sobre todo a la hora de ir al trabajo. Por esa razón el otro día me propuse salir un poco antes de casa, con la intención de llegar un poco antes. ¡Nunca más! Os lo juro, parece ser que a esa hora les da por salir de casa a conocidos que hacía tiempo no veía y todos con un montón de cosas que contarme. Lo reconozco con el primer colega me alegré un montón, sinceramente, pero por lo visto Alfredo o Alfred como lo llamamos sus colegas, se alegró más y aunque yo tenía algunas cosas que contarle, Alfred tenía más, nos despedimos justo antes de empezar a explicarle nada, tuvo que marcharse con cierta prisa, quedándome yo con la palabra en la boca, por suerte quedamos para vernos otro día, de eso ya han pasado dos o tres meses, además a los dos minutos olvidé todo lo que me contó.                                      
En fin, yo aún iba bien de tiempo, aún llegaría un poco antes, pero claro entonces me encontré con Susi, una antigua amiga con derecho a roce con la que dejé de rozarme hace ya tiempo, desde que ella encontró una relación más seria con un tío más maduro y con las ideas más claras que yo. Me abrazó efusivamente; le pregunté cómo le iba todo y ella me contó lo de su ruptura con ese pavo tan maduro y de ideas tan claras, debí suponerlo por el prominente escote que lucía y al que mis ojos se resistían a dejar de mirar, quedamos para esa misma tarde, estaba estupenda y solo cuando la perdí de vista me di cuenta de lo tarde que se me había hecho.                                                              
¿Dije qué me había encontrado con un montón de gente? Bueno en realidad solo a tres personas. Paco tío, si lees esto, lo siento pero es verdad que tenía prisa; de hecho al final llegué diez minutos tarde, razón por la cual me quedé media hora más. Intente explicarle a mi jefe lo ocurrido, pero antes de poder decirle un “es que…” él ya me estaba contestando con un “¡No es excusa Pelayo!”. En fin como dije antes a Susi la volví a ver esa tarde y he de decir que también a la mañana siguiente, cuando me desperté en su cama, razón por la cual volví a llegar tarde al trabajo. 

Jotacé. 

lunes, 26 de septiembre de 2016

ZAPATOS CON PUNTA DE ACERO


Mi jornada laboral termina normalmente cuando al llegar a casa, puedo por fin quitarme esos pesados zapatos de punta de acero y comienza de igual modo cuando me los pongo por la mañana para ir al trabajo, mi horario durante años ha sido el de entrar en la fábrica a las 6 de la mañana, así que al vestirme ya me pongo directamente el pesado calzado, voy al baño, un café rápido con galletas y salir pitando; pero desde que hago un horario partido de nueve y media de la mañana a seis de la tarde, la cosa cambia, me levanto con algo más de tiempo, me visto y todavía con chanclas o babuchas (dependiendo de la época del año), me hago mi desayuno, café (que no falte) y tostadas, meto el almuerzo en la bolsa, lo que toque comer ese día (normalmente un bocadillo) acompañado de alguna pieza de fruta y en el cuarto de hora que me queda, repaso el facebook o leo, casi prefiero lo segundo, ya sea un novela o un cómic, hasta que llega la hora y entonces introduzco los pies en el pesado calzado, dando así comienzo a mi jornada laboral, cojo la bolsa del almuerzo y salgo de casa. Probablemente para mis jefes mi jornada empieza cuando estoy en una máquina y para ellos que suelen quitarle importancia al tiempo de preparación del puesto de trabajo, me están cobrando de más, pero para mí, que tengo que añadir poco más de una hora y veinte minutos a las ocho horas de la fábrica, unos cuarenta minutos de ida otros tantos de vuelta y eso, sin entretenerme para realizar alguna compra urgente, lo que marca mi tiempo de trabajo, son esos pesados zapatos de punta de acero.

Jotacé

lunes, 8 de agosto de 2016

ENCERRADO (TSUTSUMA REMASHITA)


                                                                                                                                                 La mujer, subió despacio las escaleras; con cuidado, para evitar tirar la bandeja de comida que llevaba en las manos. Una lágrima se desprendió de su rostro, todavía joven, a pesar de la tristeza que transmitía; anduvo unos pasos por el pasillo hasta una puerta, junto a la cual, dejó la comida, para golpear con sumo cuidado.                                                          
─ Kenji hijo, aquí te dejo la comida ─ le informó a su hijo, para retroceder cabizbaja, enjugándose las lágrimas y murmurando ─ este hijo mío. ¿Cuándo se decidirá a salir?                                                                                                                                 
La puerta del pasillo se abrió, dejando ver el rostro del adolescente, que mira un momento al exterior, para coger la bandeja y volver a cerrar inmediatamente. La mujer se giró un momento, pero ya era tarde para ver a su hijo.                                                           
─ ¿Sigue sin querer salir a comer? ─ preguntó el marido de la mujer.                       
─ ¿Qué haremos con este hijo nuestro? Desde que tiene ese chisme nunca lo vemos ─ se lamentó la mujer.                                                                                            
─ Deja de llevarle la comida y verás cómo termina saliendo.                                                                                                                                                                                                             
En la habitación, Kenji se sentó frente al ordenador con el bol de comida en la mano; en la pantalla el rostro de una chica de ojos y pelo negros lo miraban mientras comía.                                                                                                                      
─ ¿Qué comes, está bueno? ─ preguntó la chica al otro lado de la pantalla.                                                                                                                              
─ Fideos y sí, muy ricos…                                                                                                
─ Que suerte, yo hace tiempo que no como nada.                                                           
─ Te ofrecería pero… ¿Hace tiempo? ¿Qué quieres decir con eso?                
─ ¿Quieres que te lo muestre? ─ preguntó la chica sonriendo.                             
De pronto la imagen pareció distorsionarse en la pantalla, se agrandaron tanto los ojos como de la boca, la cual abrió para mostrar unos afilados dientes y una alargada lengua que salió no solo de aquella abertura negra, también de la pantalla del ordenador. Kenji se calló de la silla, derramando la comida en el suelo; los brazos alargados brazos de aquel extraño y pálido ser en que se convirtió la chica también salieron de la pantalla. Kenji corrió la puerta e intentó abrirla sin ningún resultado.                                                                                                          
Al día siguiente, la madre de Kenji volvió a subir las escaleras cabizbaja y preocupada como siempre, pero con las manos bacías.                                                  
─ Kenji hijo, baja si quieres comer algo, hace tiempo que no te vemos.                    
Al ver que su hijo permanecía en silencio, la mujer pego la oreja a la puerta.                                                                                                                          
─ ¡¿Queréis dejarme en paz?! ─ gritó Kenji al otro lado de la puerta.                       
La pobre mujer bajo las escaleras visiblemente asustada.                                          
─ ¿Qué ocurre? ¿Sigue sin querer salir? ─ preguntó su marido, la pobre mujer asintió entre lágrimas ─. Tranquila, déjalo y ya verás cómo terminará saliendo.                                                                                                                        
Pasó un día, una noche y otro día sin que el hijo diera señales de vida. A la siguiente noche, la mujer despertó creyendo escuchar la puerta y ruido de pasos; zarandeo a su marido y este al oír también los ruidos, le sonrió haciéndole un gesto para que permaneciera en silencio, la abrazó hasta que cesaron los ruidos. Al día siguiente, lo que extrañó a la mujer era que todo seguía en su sitio en la cocina, aparentemente nadie había entrado. La mujer se lo hizo notar a su marido, pero este le restó importancia. Durante todo ese día, mientras su marido trabajaba, la mujer tuvo la extraña sensación de ser observada, sin embargo su hijo seguía sin dar señales de vida, subió nuevamente las escaleras y pegó la oreja en la puerta del cuarto de su hijo, donde escuchó como su hijo hablaba con alguien, una voz femenina, probablemente a través del ordenador. “Cuidado, nos está espiando otra vez”. La mujer bajó nuevamente las escaleras corriendo, temiendo ser descubierta. Esa noche desoyendo el consejo de su marido, la mujer volvió a dejar un tazón con comida junto a la puerta de su hijo y permaneció despierta, atenta al menor ruido; en un momento dado creyó escuchar una respiración junto a su cama, se incorporó abriendo los ojos y mirando a su alrededor, pero al único que llegó a ver fue a su marido junto a ella, si hubiera mirado hacia arriba, habría visto colgada del techo, a cuatro patas, una figura pálida de ojos y pelo negro que con la cabeza girada 180 grados la miraba fijamente.                  
A la mañana ya con su marido fuera, mientras se daba una ducha, le pareció ver a través de la mampara como una extraña figura la observaba.                
─ ¿Kenji, eres tú? ─ preguntó asomando la cabeza sin ver a nadie.              
Sin embargo, al cerrar nuevamente la mampara, volvió a tener la misma sensación de aquella noche, sintiendo a su espalda una fría respiración, se dio la vuelta asustada, pero sin ver a nadie. Al salir por fin de la ducha, vio el suelo mojado, como si las gotas de agua hubieran caído del techo, se enrolló una toalla alrededor del cuerpo y siguió las gotas de agua por el pasillo, las escaleras y la puerta de su hijo, junto a la cual, seguía el bol de comida de la noche anterior intacto, si se podía decir que así, ya que en su interior podían distinguirse algunos gusanos moviéndose entre la comida. La mujer intentó abrir la puerta sin éxito, llamando a su hijo, que permanecía en silencio, nerviosa volvió a bajar las escaleras y cogió el teléfono, pero no daba señal, luego fue al dormitorio y buscó su móvil, con idéntico resultado. Asustada, salió del dormitorio y se dirigió a la puerta, sin vestirse siquiera.                                                          
─ ¡¿Mama, estás ahí?! ¡Tengo hambre!                                                                                
La mujer se giró para ver en el pasillo de arriba la puerta de la habitación de su hijo entre abierta.                                                                                                              
─ ¿Ke-kenji? ─ preguntó mientras volvía a subir las escaleras, temblorosa.                    
─ ¡Mama, tengo hambre!                                                                                                  
La mujer empujo la puerta despacio, el reguero de agua aún seguía allí y vio a su hijo de espaldas a ella, sentado frente a la pantalla del ordenador, inmóvil.                          
─ ¿Kenji? ─ murmuró, acercándose a él muy despacio.                                          
Al girar la silla vio a su hijo con la piel seca, prácticamente momificado y sin ojos. La mujer gritó aterrorizada.                                                                                           
─ ¡Mama! ¿Dónde estás? Tengo hambre ─ la voz de Kenji había salido del ordenador y en la pantalla podía ver el rostro pálido y sin ojos de su hijo, llamándola desesperado.                                                                                                             
La mujer tropezó con algo que la hizo caer de culo al suelo; una gota de agua le cayó en el rostro y al mirar hacia arriba podo ver al fantasma. Apenas tuvo tiempo de soltar un grito de terror antes de aquél ser saltara sobre ella.                
Justo a esa misma hora, su marido recibía una llamada en el móvil, de su mujer, la llamada se cortó antes de que lograra contestar y nadie cogió el teléfono al devolver la llamada. Asustado de que hubiera ocurrido algo en casa, cogió el coche y se marchó a toda velocidad. En un momento dado al mirar en el espejo retrovisor, vio el rostro del fantasma en el asiento de atrás, asustado se giró para comprobar que era el único ocupante del vehículo, girando sin proponérselo el volante y desviando el coche hacia el carril contrario y chocando trágicamente con un camión al que le fue imposible esquivar.                                                                                                                                                           
Jotacé.  

lunes, 1 de agosto de 2016

(RIÔKO) ENCIERRO VOLUNTARIO.


                                                                                                                                                                                                                                                                   
La mujer sube las escaleras despacio con una bandeja en las manos, llega frente a la puerta del dormitorio de su hijo, donde un letrero le prohíbe el paso.                    
─ Kenji, te traigo la comida, cariño. ¿Por qué no sales de la habitación? ─ pregunta la mujer llamando a la puerta.                                                                               
─ ¡No! ¡Déjame en paz!                                                                                                   
La mujer deja la bandeja en el suelo y baja las escaleras, cabizbaja y lamentándose por el comportamiento irascible de su hijo.                                                      
Poco después Kenji asoma la cabeza por la puerta, asegurándose de que su madre se ha marchado y recoge la bandeja del suelo, cerrando nuevamente la puerta. La habitación es un desastre, con la cama deshecha, una pequeña montaña de ropa sucia en el suelo, algún poster de alguna chica ligera de ropa y de algún video y barios mangas y cómics, entre los que tal vez podemos ver algún kchulu.                                                          
Kenji, se sienta en el escritorio, frente a la pantalla del ordenador, al otro lado de la cual, vemos la habitación que por la decoración parece la de una chica, aunque en ese momento está vacía. Kenji suspira, pensando que la chica todavía no ha regresado y empieza a comer.                                                         
─ ¡Ya estoy aquí! ─ exclama una voz en los altavoces de su ordenador, ahora al otro lado de la pantalla vemos el angelical rostro de una chica de rasgos orientales.                         
─ ¡¿Riôko, dónde estabas?! ¿Por qué has tardado tanto?                                             
─ Preparándome algo de comida, no todos tenemos la suerte de tener una madre que nos la haga ─ contesta la sonriente chica enseñándole un bol de comida similar al suyo ─. Además, yo tengo una vida fuera de estas paredes ¿sabes? Deberías salir más, tal vez podríamos quedar en algún sitio.                                   
─ Riôko, no empieces tú también como la pesada de mi madre… Aunque se me ocurre, una idea, ya que eres una chica de mundo, podrías venir a verme.                                     
─ ¿Yo? ¿A tú casa? ¿Con lo desordenada que la tienes?                                            
─ Mujer eso tiene arreglo.                                                                                                
─ No sé, tanto esfuerzo necesitaría una recompensa… déjame pensarlo.                   
─ Tranquila, limpiaré la habitación.                                                                               
─ Eso no tonto, aunque espero que lo hagas. Otra cosa…                                      
─ Lo que quieras.                                                                                                             
─ ¡Ya sé! ¡Que luego me acompañes a dar un paseo!                                               
─ ¡¿Un paseo?! ¡Pídeme cualquier cosa menos eso! ─ Exclamó Kenji asustado.                                                                                         
─ ¿Tanto miedo tienes? ¿Qué tengo que hacer para sacarte de tu encierro? ─ pregunta Riôko desafiante.                                                                                        
Kenji la mira suspicaz y pensativo, luego sonríe malicioso.                          
─ Enséñame las tetas.                                                                                                     
─ ¡Serás guarro! ─ grita ella enfadada                                                                  
─ ¿Quieres que salga o no?                                                                                          
Riôko lo mira furiosa y luego empieza a subirse muy despacio la camiseta, dejándola en un lado, para hacer lo mismo con el sujetador, dejado ver sus pechos perfectos.                                                                                                             
─ Y… y… ahora el resto de la ropa, quiero verte completamente desnuda.                                                                                                                              
─ ¡Dijiste solo…!                                                                                                                
─ ¡¿Quieres que te acompañe a dar un paseo o no?!            
─ Riôko obedece de mala gana, quedándose completamente desnuda ─. Vamos, ahora date la vuelta, quiero verte bien.                                                                                          
La chica, muy seria acata la orden de Kenji, al cual se le salen los ojos de las órbitas, una vez ha terminado de dar la vuelta, se acerca a la pantalla del ordenador hasta que su rostro ocupa toda la pantalla.                                                         
─ ¡Pasaré a buscarte a las siete! ¡Más vale que cumplas o te sacaré yo misma a rastras!                                                                                                                             
Kenji recoge su habitación y se da una ducha, masturbándose mientras piensa en su encuentro con Riôko. Quiere volver a encender el ordenador para jugar una partida de algo, pero no tiene tiempo, la hora se le echa encima y los nervios le comen por dentro, tal vez pueda convencerla de quedarse en casa, dejando el paseo para otro día. Oye el timbre de la puerta, sabe que es ella y espera impaciente, suena un golpe en la puerta y Kenji abre apresuradamente sin esperar más, pero para su sorpresa a quien se encuentra es a su madre.                   
─ Una chica te espera en la puerta.                                                                              
─ ¡Pues dile que suba!                                                                                                
─ Ya se lo he dicho, pero me ha contestado que tienes que cumplir tu promesa.                                                                                                                          
El corazón le late a mil por hora, Kenji baja las escaleras, despacio, tal vez si se asoma a la calle, pueda convencerla, la luz del exterior entra por puerta entre abierta, tembloroso la abre, pero el portal está desierto, incrédulo se gira hacia su madre.                                                                                                                    
─ ¿Don… dónde está?                                                                                                    
─ Riôko nunca ha existido, era un avatar para convencerte de que salieras de tu encierro… pero afuera te espera una chica como ella… mejor, que ella, real.                        
Kenji, furioso se lanza contra su madre, caen los dos al suelo y la estrangula con rabia, cuando se da cuenta de lo que ha hecho, sube las escaleras de dos en dos y se vuelve a encerrar en su habitación, echándose en la cama llorando.                                                                                                                               
─ ¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué?                                                      
─ Me dijiste que saldrías conmigo a dar un paseo kenji, rompiste tu promesa ─ sentencia una voz que viene del ordenador.                                                        
Kenji alza la cabeza y mira hacia arriba para ver a la chica en la pantalla del ordenador.                                                                                                                             
─ Me mentiste Kenji, rompiste tu promesa.                                                                 
 Asustado, Kenji sale de la habitación, al fondo de las escaleras está el cuerpo inerte de su madre, él comienza a bajar despacio.                                                           
─ ¡Mentiste! ¡Rompiste tu promesa…! ─ sigue repitiendo la voz que sale de la habitación.                                                                                                                           
─ ¿Mmmadre? ─ el cuerpo empieza a alzarse, como si una fuerza extraña tirara de ella hacia arriba, los pelos enmarañados le cubren el rostro inclinado hacia abajo ─ ¿Eres tú? ¿Estás bien?                                                                     
─ Mentiste…─ responde su madre, que al alzar la cabeza, desvela el rostro de la chica, ahora pálido como la muerte y sonriendo con una terrorífica mueca ─…rompiste tu promesa.                                                                                              
Kenji, asustado, da media vuelta y empieza subir otra vez las escaleras, pero el fantasma le está esperando y cuando lo ve, de la impresión, cae hacia atrás, escaleras abajo, a duras penas logra levantarse y abrir la puerta que da a la calle, donde ha de taparse el rostro, cegado por la luz del atardecer se tapa el rostro dudando un momento, siente como una mano se posa en su hombro.                  
─ Ahora ya es tarde ─ susurra la voz de la chica a su espalda.                               
Kenji, cojeando se aleja de allí a toda velocidad.                                                                                                                                                                             


EPÍLOGO:                                                                                                                           

Un año más tarde, Kenji esta irreconocible, vestido con harapos, una espesa barba, una cochambrosa barba le tapan su demacrado rostro y le pide limosna a una mujer de una cierta edad, la cual lo ignora, cargada como va con las bolsas de la compra; la mujer llega a su casa, deja las compras en la cocina y prepara la cena. Minutos más tarde, la mujer sube unas escaleras, cargada con una bandeja con comida, que deja junto a la puerta cerrada de una habitación.                                                                                                             
─ ¡Kato cariño! ¡Sal al menos a buscar la comida! ─ suplica la mujer, golpeando la puerta                                                                                                               
─ ¡Ahora no puedo! ¡Déjala ahí!                                                                         
En el interior de la habitación vemos a un chico gordo sentado frente a la pantalla de su ordenador.                                                                                                                  
─ ¡Que suerte! Tu madre te trae la comida ─ dice una voz que sale de la pantalla de su ordenador.                                                                                                        
─ ¿Y cómo dices que te llamas? ─ le pregunta Kato                                                           
─ Riôko ─ contesta la chica al otro lado de la pantalla.                                                                                                                                                                                                                                                                                 Jotacé.  17/04/2016