lunes, 27 de agosto de 2012

(H.C.05) TRAVESÍA MARITIMA

La estancia en aquel barco, duró varios días. Para Hugo y Yumy, la integración era complicada, la larga travesía marítima era muy distinta de la espacial, a la que estaban más acostumbrados, eso sin contar con el problema vinculado al idioma, en el que ninguna palabra tenia la menor semejanza con el Inter, el idioma que se hablaba ya desde hacía varios siglos en la Tierra, nacido de forma casi natural en las redes sociales en la era de la globalización y adoptada por los primeros colonos espaciales de distintas nacionalidades. 
 En cambio a Robert, parecía imposible que pudiera afectarle alguna cosa, era el último en irse a dormir y el primero en despertarse, las mareas de aquel océano alienígena tampoco le afectaban, como a sus compañeros. Solo observando a sus anfitriones en los gestos que hacían y las expresiones de aquellos rostros que para Yumy y Hugo, eran tan parecidos, estaba empezando a aprender el idioma con una rapidez sobrehumana, gracias a él la colaboración entre humanos y nativos empezó a surtir los primeros frutos. Fizo era un joven nativo que apenas se despegaba de los humanos, en especial de Robert al que le tenía una especial devoción casi religiosa, también él hacía sus esfuerzos para aprender el idioma de los humanos, pero le era incluso más difícil que a Hugo y Yumi el aprendizaje. Poco a poco y siempre gracias a Robert, todos empezaban a aprender unos de otros. Los nativos poseían cierta tecnología, primitiva pero tecnología al fin y al cavo que nuestros protagonistas les enseñaron a perfeccionar. Uno de esos avances, era una sustancia parecida a la pólvora que usaban para poder dar caza a las criaturas más monstruosas del planeta, aun así, las armas que nuestros protagonistas habían conseguido salvar del naufragio les hizo conseguir algunas piezas que en circunstancias normales habrían tenido que dejar escapar. 
Por las noches Hugo pensaba en Marina, aquella chica de color de ébano que conoció hacía poco más de un año, en la colonia humana del planeta Océano y a la que había visto apenas unas semanas antes de caer en aquella terrible emboscada, probablemente nunca más podría volver a verla, perdido a años luz, en aquel mundo del que de momento lo único que había visto era agua, ni siquiera un pequeño islote, como los muchos que habían en el mundo de su amada. Algunas noches de insomnio, había visto a Robert y Yumi manteniendo relaciones sexuales en aquella especie de incomodo camastro, Hugo los oía jadear, se desabrochaba el pantalón de piloto y se masturbaba intentando recordar las noches pasadas con Marina. Robert, como siempre se había dado cuenta de aquel hecho y habló con la capitana. A la noche siguiente, Hugo recibió en su camastro la visita de su superiora. 
- Quiero pedirle disculpas, por el comportamiento del que el teniente y yo hemos hecho gala algunas noches. Soy consciente de las necesidades que puede llegar a tener como hombre- dijo su superiora. 
 - Soy yo el que debo disculparme. Cuando la oigo gemir en los brazos del comandante, son los gemidos y las caricias de otra mujer las que imagino, pero temo que ella este a años luz de distancia. 
- Entonces soldado… cierra los ojos y sigue imaginándola a ella. No sabemos si saldremos algún día de este mundo y hay que seguir viviendo- dijo la capitana Yumy, quitándose el uniforme. 
 Desnudó a Hugo que se dejó hacer, con la mirada cómplice del teniente en su rincón, en un momento que abrió los ojos, lo vio allí mirándolos a ellos. Pero a pesar de la relación que mantenía con la capitana Yumy Otomo, parecía ver la escena con aspecto complacido, sin dejarse llevar por celos, ni el deseo. Hugo cerró los ojos y siguió dejándose llevar por los movimientos rítmicos y compasados del sexo hasta orgasmo en que sus gemidos se confundieron con los de su capitana. 
Al día siguiente, sus anfitriones avistaron en el horizonte las velas de un barco rival. Eran ladrones o piratas y por lo que el teniente que cada vez más dominaba el idioma nativo, les dijo que aquellos nuevos navegantes, pretendían quedarse con toda la pesca, de sus anfitriones e iban mejor armados que ellos. La capitana, acostumbrada a pensar rápido en ese tipo de situaciones, compuso una estrategia rápida, que se la hizo saber al jefe del barco a trabes de Robert. Ellos que estuvieron escondidos durante la primera parte de la batalla, salieron blandiendo sus futuristas armas, gracias a las cuales, consiguieron girar las tornas. Ahora a los enemigos, la única esperanza que les quedaba, era abordar el barco de nuestros amigos y prepararse para el combate cuerpo a cuerpo. Fue en ese momento donde tanto las dudas de Hugo como las de su capitana se despejaron. El Teniente era en realidad el robot MED.SX 00, más conocido como Med y que podía coger la apariencia de cualquier ser humano adulto, independientemente del sexo o la raza. La prueba estaba en que el que habían creído que era el teniente Rico, era incansable, mucho más veloz y más fuerte incluso que sus gigantescos anfitriones.
 Hugo y la capitana, se vieron perdidos rodeados por aquellos poderosos enemigos, pero fue Robert quien los socorrió. Durante el rescate, Hugo vio como uno de los enemigos, conseguía asestarle una puñalada, que se cerró tan rápido como era capaz de cambiar de forma, dejando únicamente el rasgado en la ropa. El solo habría podido ganar aquella batalla, que terminó pronto con la victoria de los aliados. 
Robert fue el más victoreado y tubo que reconocer ante sus compañeros su auténtica naturaleza. 

 Durante la batalla marítima, en otro rincón del planeta, tierra adentro el teniente de pilotos Hansel Snayder, era por fin rescatado por las fuerzas de la alianza de razas, que hicieron desaparecer todo rastro del pequeño caza del planeta, para así evitar que la presencia de vida exterior, afectara a los habitantes de aquel mundo primitivo. 
- La información que recibimos en nuestra segunda visita al planeta Océano era falsa, en ese planeta lo único que nos esperaba era una emboscada para quitarnos de en medio. Probablemente la Base de los piratas está lejos y lo peor es que soy el único superviviente del Cristóbal Colón- dijo fingiendo desolación a sus superiores. 
- Muy bien, le asignaremos un camarote, donde podrá arreglarse y hacer un informe más detallado de lo ocurrido. Luego se le asignará un nuevo destino. 
- ¿Qué opina de todo esto?- preguntó el capitán de la nave a su segundo de abordo. - No se que pensar, señor. El teniente parece convencido de que en este planeta no hay presencia de piratas o contrabandistas. Pero tal vez es lo que le han hecho creer y se trate de una estratagema para alejarnos de aquí. 
- Opino lo mismo. Esperaremos una semana en la orbita del planeta, por si alguien más da señales de vida o por si aparecieran los piratas. De todas maneras, durante el tiempo que permanezcamos aquí tendremos que estar alerta para evacuar lo más deprisa posible. No queremos caer en otra emboscada, como la del Cristóbal Colón. 

 Jotacé.

lunes, 20 de agosto de 2012

(L.P. 16) LA FUGA DEL HOSPITAL

Tras la visita nocturna de Jota y Diana en el hospital, aquel sábado por la noche, las enfermeras habían tenido que darle un tranquilizante a Alicia, que le hizo dormir profundamente hasta la mañana siguiente, fue un sueño reparador que le hizo coger fuerzas, al día siguiente, durante algunas horas, fingió seguir dormida. Durante ese tiempo, recibió la visita de enfermeras y de algún médico. Por lo que pudo oír, su comportamiento se debía a un estado de locura transitoria producida por el shock. 
Cuando por fin llegaron sus recelosos padres, ella fingió despertar, aturdida y amnésica. Que eran otros síntomas de los que había oído hablar al médico, aquella mañana como posibles ocasionados por el trauma. 
 - ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy atada a la cama? Sus padres la miraron desconcertados, fue su madre, la que por fin se acercó para acariciarle el pelo con su mano vendada. 
 - Tranquila cariño, ya ha pasado todo. - ¿El qué es lo que ha pasado? ¿He hecho algo malo?– dijo dejando escapar algunas lágrimas.
- ¿Por qué no consigo acordarme de nada? 
- No hija, no has hecho nada malo, era para que… no te cayeras de la cama, ahora irá tú padre a avisar a la enfermera. 
El padre de Alicia la miró con cierta desconfianza, madre e hija le miraron con lágrimas en los ojos y el hombre tuvo que salir al pasillo a avisar a la enfermera, cuando llegaron, la madre ya le había soltado la correa y Alicia se acariciaba el rostro con la mano de su madre. 
- ¿Podéis correr la cortina, por favor? Me molesta un poco la luz del sol. 
Aunque realmente molesta, la luz del sol no le quemaba la piel, como ocurría en muchas películas de vampiros, claro que en la propia novela de Drácula, este era capaz de salir por el día sin morir abrasado. Aquél fue un domingo tranquilo, sus padres estuvieron con ella, que parecía estar recuperando la cordura poco a poco y se comportaba como una chica normal. En la sección de sucesos del telediario, hablaron de vandalismo en un cementerio cercano, eso le hizo hervir la sangre y le hizo saltar algunas lágrimas, pero sabía que si quería salir de allí tendría que disimular todo lo posible. Poco a poco empezó a comer y beber. Esa noche la dejaron sin correas, ella fingió tomarse la medicación y dormir, esperó casi asta el amanecer y luego durante el primer cambio de turno, se arrancó la sonda, se vistió y salió sin que nadie se diera cuenta. Cogió el primer autobús de la mañana y cambiando continuamente de medios de transporte hasta llegar a su casa. Sus padres habían tenido que salir corriendo hacia el hospital, alertados por el personal de su fuga, querían saber lo que había pasado con su hija. Ella, sola en la casa, se cambió de ropa y comió algo lo más rápido que pudo, para evitar ser sorprendida por alguien. Cogió un pequeño bolso de su armario y entre otras cosas, metió en él, dinero, alguna cosa más de comer y beber y sobre todo un enorme cuchillo de cocina. 
Si quería sorprender a los que habían matado a su amante vampiro, tendría que actuar rápido, mientras la creyeran todavía ingresada en el hospital. Luego salió de su casa, en dirección a la boca del metro y otra vez los ferrocarriles. Sabía muy bien donde encontrar a sus enemigos, en el mismo apartamento que años atrás había pertenecido a Daniel, antes de su transformación. 
Cuando llegó a aquella ciudad dormitorio, ya era medio día y todavía débil, tuvo que parar a reponer fuerzas en un bar. La televisión, entre noticias sobre la crisis y los últimos resultados del futbol, encontraron un pequeño hueco para hablar de lo ocurrido días atrás en el cementerio. Alicia, temió que en algún momento dado saliera su foto en la pequeña pantalla, pero había pasado muy poco tiempo desde su fuga. Al salir del bar encontró un parque donde tumbarse, en el césped, a la sombra de un enorme pino, donde se quedó nuevamente dormida, agarrada fuertemente a su bolso. Al atardecer, a pesar de la sequedad de la boca, se encontraba fresca como una rosa, comió y bebió de lo que llevaba encima. Le preguntando a la gente que encontró, por la dirección que estaba buscando, la tarde ya estaba dando paso al anochecer, así le fue más fácil encontrar un escondite entre las sombras, donde permaneció agazapada. Al otro lado de la calle, vio salir a un tipo de un destartalado coche que llevaba ya un rato aparcado, le chocó un poco, ya que el coche llevaba allí ya un par de horas, pero no le dio importancia y ni siquiera se percató, cuando el hombre regreso al coche al cabo de unos minutos, estaba demasiado metida en sus pensamientos de venganza. A lo lejos al otro lado de la callé vio acercarse a una chica, pasó junto al coche del desconocido y luego cruzó la calle, cuando aquella chica pasó junto a ella, la reconoció, era la otra chica, que la había visitado varias semanas atrás, junto con Jota y Diana, la que decía haber recibido también la visita de Daniel en su casa antes que ella, una rival, una enemiga. Sin pensárselo dos veces, sacó el cuchillo que tenía en el bolso y se abalanzó sobre ella clavándoselo por la espalda, la chica cayó al suelo dejando un charco de sangre. Algunos testigos que presenciaron la agresión salieron corriendo aterrorizados, otros en cambió fueron en su dirección para evitar que le hiciera más daño a su víctima y probablemente la abrían atrapado, pero en ese momento aquel coche destartalado que había visto aparcado al otro lado de la calle, se puso entre ella y sus perseguidores. 
- ¡Sube!- dijo el conductor abriendo la puerta del acompañante. 
Alicia dudó un momento, pero viéndose casi atrapada, le faltó tiempo para pensar en quién era aquel tipo desconocido, que había salido a socorrer a una asesina. El coche salió disparado, a nadie se le ocurrió mirar la matrícula y mucho menos apuntarla, conmocionados como estaban por lo ocurrido. 
Tanto la ambulancia como la policía ya estaban en camino.

 Jotacé.

lunes, 13 de agosto de 2012

(H.C.04) LA MISIÓN


Hacía más de una semana que el Cristóbal Colón salió de la estación Última Frontera en dirección al planeta Nilruc, el mundo natal de los mautones.
Hugo, al igual que los compañeros de su remplazo que fueron destinados al Cristóbal Colón se empezaban a acostumbrar a la rutina de la nave. La jornada empezaba en el gimnasio, donde ejercitaban su cuerpo y sus reflejos, luego acudían a las aulas, ya que era imposible que una persona terminara nunca de aprender cosas, en un universo que se expandía con mundos y razas más allá del sistema solar. Después del almuerzo tocaban las simulaciones, donde los pilotos ejercitaban su talento en el vuelo y su puntería. Los pilotos se turnaban en guardias en la cabina de control del Colón, siempre asesorados por los pilotos con más experiencia, asegurándose de que todo marchaba bien y aprendiendo el manejo de una gran nave como aquella. Cada día eran llamados cinco miembros distintos de la tripulación para una revisión médica completa, llevada a cavo por uno de los oficiales médicos y aquel prototipo de androide capaz de adoptar la apariencia de cualquier humano adulto. Pronto Hugo se acostumbraría a aquellas revisiones que tenían lugar una vez cada cinco semanas. Para mantener la salud y buen ánimo de la tripulación se les animaba a las relaciones sexuales entre los compañeros, algunos lo hacían solo con la gente del sexo contrario, otros preferían a los de su propio sexo y a otros les traía sin cuidado el sexo de la pareja en cuestión, también estaban los que preferían tener una relación solo con una persona y los había que nunca estaban con la misma, incluso había algunos individuos que alegando arcaicas costumbres religiosas, preferían mantenerse al margen de cualquier tipo de relación sexual, aunque al final asta aquellos individuos terminaban cediendo. Hugo era de los que solo mantenía relación con mujeres, Ilena y Clara eran a las que tenía más cerca y con las que más relación tenía, luego con otras mujeres piloto e incluso con otros miembros del personal ya fueran de las fuerzas terrestres, personal de servicios o de mantenimiento, oficiales era lo que menos. También se gano una reputación en los simuladores, cosa que como era evidente, causó los celos de algunos compañeros más veteranos, tal era el caso de Cesar Conrad cuya rivalidad era ya muy anterior a su llegada a la nave, esa fue una de las razones por las que al llegar a uno de los mundos coloniales, él tuviera que quedarse de guardia en la nave, eso le permitió poder esperar a que bajasen la mayoría de sus compañeros para poder enviar un mensaje a su familia en la Tierra, probablemente cuando el mensaje llegara a su destino, haría ya tiempo que él habría dejado el planeta a bordo del Colón.
El Cristóbal Colón apenas permaneció cinco días orbitando aquel mundo, Hugo los aprovecho para familiarizarse por primera vez con otros lugares de la nave, desconocidos para él hasta entonces. También pudieron tanto él como sus compañeros practicar con los cazas, tanto en el espacio como en la atmosfera del planeta, ya que si había algo que caracterizaba aquellos cazas era el echo de poder maniobrar tanto en un sitio como en otro, en el espacio con los pequeños motores móviles que le permitían maniobrar de formas que les era imposible a una nave de gran envergadura como el Cristóbal Colón, para los lugares con atmosfera, aquellos sofisticados cazas, desplegaban sus alas que les permitían moverse de forma más veloz y ágil que cualquier avión de combate. Sus compañeros, aquellos que bajaron por primera vez a un mundo más allá de la Tierra y del Sistema Solar, regresaron fascinados por haber visto un nuevo planeta, totalmente diferente pero parecido en muchos sentidos a la Tierra, fascinados por haber visto otras razas alienígenas que asta ese momento solo conocían por imágenes holográficas en los distintos medios de comunicación. El Cristóbal Colón siguió su camino totalmente reestablecido de provisiones y toda la tripulación volvió nuevamente a la rutina de siempre.
Cuando por fin llegaron al sistema solar de Nirluc, él Cristóbal Colón fue escoltado por dos grandes cruceros de guerra mautones asta las proximidades del planeta. Esta vez el número de humanos que bajaron a Nirluc fue muy limitado. La capitán Otomo, con varios oficiales entre los que estaba el teniente Snyder, jefe de escuadrón de Hugo, varios soldados de tierra sirviendo de escolta y claro está el embajador Reynols, al cual le esperaba una delegación terrestre destinada en el planeta con propósitos diplomáticos. Allí fueron informados de la nueva misión que se les encomendaba, en la que colaboraban con las otras razas que poblaban la galaxia, era una alianza planetaria, que esperaba afianzar lazos, contra enemigos comunes, formados por piratas y contrabandistas y en la que esperaban alcanzar lazos de amistad, que les ayudaran a limar las tensiones existentes, producidas por la disputa de los distintos mundos coloniales. Al día siguiente, la capitán y el resto de los miembros de la tripulación que habían bajado al planeta, regresaron a la nave con una delegación de pequeños políticos y militares moutones. En una de las grandes salas del Cristóbal Colón todas las fuerzas que estaban fuera de servicio, formaron en la sala de instrucción. Aquella tarde un grupo de los mejores pilotos fueron seleccionados por el teniente Slater para combatir contra los moutones, entre ellos estaban, Hugo y su rival Cesar, evidentemente la batalla, era una simulación en la que las armas no se dispararían realmente y serían los ordenadores de los cazas los que decidián quien era derribado y a quien derivabas. Aquella primera batalla espacial contra otra raza cuya forma de combatir era totalmente distinta de la de los humanos y que no dudaron en utilizar su ventaja de territorio y de número para ganarles en una batalla desigual. Si hubieran utilizado fuego real, probablemente ninguno de ellos habría sobrevivido. La rivalidad que había entre los pilotos humanos pudo más que la sed de victoria contra aquellos pequeños y numerosos enemigos. Cesar, perseguido por tres cazas moutones, se aprovechó de la buena voluntad de Hugo para librarse de sus perseguidores en una arriesgada y accidentada maniobra que estuvo apunto de terminar en tragedia, solo con su pericia, consiguió Hugo evitar la colisión con uno de los cazas moutones, pero se convirtió en blanco perfecto, su ordenador le indicó que le habían dado y tuvo que retirarse de la batalla. Tan solo quedaron cuatro cazas aliados. Cesar con sus maniobras casi suicidas fue el último en ser derribado.
Esa noche hubo pelea en la cantina por culpa de aquella maniobra y tanto Cesar como Hugo fueron amonestados y arrestados, luego a Cesar lo destinaron como castigo por su imprudencia al camarote donde estaba Hugo en lugar de su compañero Vlad el cual fue con un oficial piloto y otros dos compañeros, destinados a una nave moutona, a la vez que cuatro pilotos moutones fueron redestinados al Cristóbal Colón y se encargarían tanto de aprender las tácticas de batalla humanas, como de enseñar las propias. Uno de esos moutones era un oficial y ya estaba al corriente de la misión que el Cristóbal Colón debía llevar a cavo. El resto de los oficiales fueron convocados por la capitán para ser informados de dicha misión.
- Señores. El Cristóbal Colón es una de las muchas naves de la Alianza de razas, destinada a esta misión. Al parecer en el mercado negro, en las colonias de las cuatro razas está apareciendo “ambrosío” sin registrar. Nadie sabe de donde sale ni quienes se encargan de ponerlo en el mercado, pero incluso las naves piratas se están aprovechando de dicho mercado. Incluso han llegado rumores de que son los mismos piratas los que lo están poniendo en circulación para desestabilizar el mercado oficial. Nuestra misión será la de descubrir las bases piratas y contrabandistas, neutralizarlas y averiguar de donde están sacando el “ambrosío”. Con nosotros viajan cuatro mautones, pertenecientes a la nave que nos acompañará hasta el planeta “Oceana” donde nos encontraremos de aquí a cuatro meses con otras dos naves de la alianza, una de los “bíraros” y otra de los “cubiertos”.

 Jotacé.

lunes, 6 de agosto de 2012

(L.P. 15) DEPREDADOR AL ACECHO

Vicente trabajó todo el fin de semana sin parar, a base de estimulantes y con la única compañía de las visiones de su padre muerto, que aunque intentara ignorarlo, seguía sintiendo su presencia, hablándole y diciéndole en todo momento todos los fallos que cometía y como tenía que hacer las cosas, lo peor era que no podía matarlo, ya lo había echo una vez, aunque su intención era más la de hacerlo callar dándole un trágico empujón, el hombre habría podido sobrevivir, si él hubiera llamado en ese momento a una ambulancia, en vez de quedarse mirando como desangraba y agonizaba en el suelo hasta varios minutos después de su muerte. Todos creyeron que fue un accidente y nadie sospechó lo contrario.
Cuando se hizo a la idea de que estaba totalmente muerto, entró en el despacho de la chatarrería y comenzó a marcar el número de urgencias, ahí fue donde se le apareció por primera vez.
- Ahora llamas ¿No? ¡Cuando ya me he muerto!
Vicente se giró asustado, con el teléfono en la mano para ver al espectro de su padre, igual que siempre, al lado suyo y recriminándolo por hacer mal las cosas. Vicente corrió hasta el cadáver y lo miró, allí tendido en el suelo y el espectro a su lado, riéndose de él.
 - No creas que te vas a librar de mí, tan fácilmente – le dijo
 - ¡Ya veo que no!- dijo tentado de pegarle una patada al cadáver.
- ¡Vamos hazlo! ¡Pega a mi cuerpo muerto si te atreves! Total a mi ya no me afecta y así la policía verá que no ha sido un accidente! ¡Hijo de la gran puta!
 - ¡¡¡AAAAAAhhh!!! ¡Cállate ya!- gritó Vicente corriendo hacia el despacho de la chatarrería.
Todos creyeron que estaba afectado por la muerte de su padre, pero por lo único que le afectaba realmente, era que desde que estaba muerto lo incordiaba incluso más que antes y su único consuelo era que solo le podía atacar con palabras y no pegándole como había hecho en vida. Además desde entonces sintió una extraña atracción por la muerte ajena, era como si hubiera encontrado algo que se le daba bien y cada vez se lo montaba mejor. Pero necesitaba poder ver el dolor de la gente desde un punto de vista más cercano, por eso había fabricado aquel zulo, donde podrá continuar su trabajo tranquilamente. Aquel domingo se acostó agotado y durmió profundamente, hasta que al día siguiente le llamaron por teléfono, eran ya las diez de la mañana y se había quedado profundamente dormido. Nada más colgar el teléfono, ya estaba allí su padre.
- ¡Vamos Gandul! ¡Todavía nos arruinaras el negocio de toda la vida!
- ¿Y a ti qué te importa? Estás muerto.
Aquel lunes abrió tarde la chatarrería y cerró pronto el negocio a pesar de las reticencias del difunto al que había aprendido a ignorar. Estaba impaciente por estrenar el zulo. Durante las horas que la chatarrería había permanecido abierta, él colocó un aparato de radio a toda potencia en su interior, para comprobar que estaba totalmente insonorizado y ningún sonido escapaba de su escondite, al igual que tampoco escaparían sus víctimas. Desde que Elena, lo visito en la chatarrería, investigando la muerte de su novio, Vicente estaba obsesionado con aquella chica. Ella, sin saberlo lo estaba buscando a él, pero era él quien la encontró a ella. Si tanto echaba de menos a su novio muerto, haría que volvieran a reunirse en el otro barrio. Pero claro, eso tenía un precio, una muerte lenta y dolorosa. Ya tenía ganas de oír sus gritos. El día que Elena lo visitó con el otro tipo, el los siguió y apuntó bien la dirección del lugar donde vivían, ahora que lo tenía todo preparado, debía regresar a aquel lugar y seguir todos los pasos de aquella chica hasta encontrar el momento adecuado para secuestrarla.
 Cogió el coche más anónimo de los que tenía en la chatarrería y se fue de caza. Estuvo dando vueltas por la calle donde vivía la chica hasta que quedó un sitio libre. Tenía hambre y aunque los días eran cada vez más largos, pronto sería de noche, tampoco quería dejar su privilegiado puesto de vigilancia, pero tal vez por los mismos nervios, le estaban entrando ganas de orinar, podía esperar y aguantaría todo el tiempo que fuera necesario. Para colmo su padre empezó a taladrarle la cabeza.
- Vamos hombre, ¿no la has visto aparecer en las dos horas que llevas aquí plantado y te crees que va a aparecer en esta media hora?
 - Vaaaaaale. - ¿Qué quieres, qué te explote la vejiga?
- Que te caaaaalles.
- Ya intentaste callarme una vez, ya no puedes matarme y si te pones a discutir conmigo la gente sabrá lo loco que estás. Así que yo de ti iría a mear y ya de paso comería algo, que tus tripas hablan más que yo. Finalmente, Vicente se dio por vencido y salió del coche.
 - ¡Seguro que ahora aparece! Je, je, je… Es como si estuviera esperando a que te vayas para aparecer.
- Ignóralo, ignóralo, ignóralo…- se decía así mismo en susurros, cerrando fuertemente los puños.
Fue a un bar cercano, pidió un bocadillo para llevar, una cerveza y preguntó por los servicios. Hizo sus necesidades, en aquél pequeño lavabo, se lavó concienzudamente las manos y salió esperando que estuviera listo su bocadillo, cosa que todavía tardó entre cinco y diez eternos minutos. Durante ese tiempo, Vicente salió cuatro veces a la calle, entre dos de esas veces, le preguntó al barman aquello de “¿Falta mucho?” Finalmente, cuando el hombre le puso el bocadillo en el mostrador, Vicente busco el dinero justo en su cartera, pero le faltaban algunas monedas, así que le tuvo quedar un billete de cinco, marchándose sin esperar el cambio.
Durante todo aquel proceso, su padre al que se había esforzado todo lo que podía en ignorar, lo había estado incordiando, dándole prisa y recordándole lo inútil que era. Subió al coche y miró la hora, las nueve menos cuarto de la noche. Empezó a engullir su bocadillo vorazmente, pero antes de terminarlo, vio aparecer a Elena por el espejo retrovisor, por suerte para él iba sola. Sacó de la guantera el trapo con formol para dormirla y poderla meter en el coche sin que ofreciera resistencia, pero cuando pasó más cerca y pudo verla mejor, vio para su sorpresa que era otra persona de asombroso parecido, su difunto padre se rió de él por haber estado apunto de secuestrar a la persona equivocada. La chica cruzó la calle, pero antes de que pudiera llegar a su portal, el mismo que él estaba vigilando, otra chica, vestida de negro, apareció casi de la nada, con un cuchillo en la mano y se lo clavó a aquella chica, ante la estupefacción de Vicente y de los pocos transeúntes que pasaban por la calle, que fueron hacia la misteriosa chica para intentar detenerla.
- ¡¿Qué te parece?! ¡Te ha salido una competidora!- Dijo su padre sin poder dejar de reírse.

Jotacé

jueves, 2 de agosto de 2012

Dado que hace ya tiempo, que no dispongo de internet en casa y muchos de los sitios a los que podía acceder de forma gratuita, están cerrados, este mes de agosto solo haré una entrada semanal, dejando las recomendaciones literarias de otros autores, para el próximo mes de septiembre. Un saludo a todos y disfrutad del verano. Jotacé.