viernes, 28 de agosto de 2009

(R.F.02) UNA NUEVA VIDA


Entre veinte minutos y media hora, era lo que tardaba el tren en hacer el recorrido de la capital hasta la ciudad de la periferia, donde a Mónica le habían ofrecido el trabajo. El sol le daba en la cara y el sueño la vencía después de una noche que prácticamente había pasado en vela y de los acontecimientos de aquella tarde, en los que se había visto obligada a huir del apartamento que compartía con su novio, hasta que se enteró de que traficaba con drogas. Mónica consiguió atarlo a la cama tras ser violada brutalmente. Ahora no se atrevía a denunciarlo y menos cuando ella se había llevado una elevada cantidad de dinero, que probablemente era el pago por coca o heroína. Con ese dinero pensaba comenzar una nueva vida. ¿Quién iba a imaginar que pensaba esconderse tan cerca su antigua casa? Lo más duro fue mentir a sus padres, les contó que había encontrado trabajo en el extranjero y se tenía que ir urgentemente para aprovechar la oportunidad que le ofrecían.
- ¿Ramón también va? – Le preguntó su madre.
- No. Ramón y yo hemos roto.
- Mejor, nunca me ha caído demasiado bien.- Dijo la mujer sonriendo vagamente.
En realidad, la buena mujer sospechaba que su hija le ocultaba algo, pero le daba reparo preguntárselo y más con su marido delante. La única que realmente sabía el destino de Mónica, era su hermana Elena pero habían sido ella y su novio Andrés los que le sugirieron la idea de inventar aquella historia del viaje al extranjero.
Uno de los pasajeros, despertó a Mónica cuando el tren llegó al final del trayecto. Al quedarse dormida, pasó de largo la estación y tuvo que cambiar de andén y esperar a que el tren diera la vuelta. Al final el viaje se le alargó más de una hora y cuando por fin llegó a su destino pasaban más de las once y media de la mañana. Lo primero que hizo al llegar fue ir a una caja de ahorros, donde abrió una nueva cuenta con parte del dinero que le había robado a Ramón. Luego fue a su nuevo lugar de trabajo, para firmar el contrato y pedir una copia, que sabía que le haría falta para poder alquilar una vivienda.
La hicieron esperar en una pequeña salita durante un buen rato, en el que vio a todo tipo de gente, sobretodo a mujeres y ancianos, también a algunos inmigrantes. Cuando por fin la hicieron pasar a ella, eran casi la una de la tarde. En el despacho, había dibujos de niños, propaganda sobre el sida, los derechos de los ancianos y los de las mujeres maltratadas, cosa que le hizo recordar por un momento los acontecimientos del día anterior.
- ¡Hola! Mónica, ¿verdad? Perdona que te hayamos echo esperar tanto rato. Creíamos que llegarías el lunes.- Dijo su futura jefa, una mujer de unos cincuenta años, muy delgada, con el pelo blanco y cierta pinta de jipi.- Por cierto, soy Rosa.- Dijo dándole dos besos.
- He tenido que dejar mi casa con un poco de prisa. He… discutido con mi novio y prefiero empezar de cero. De momento no quiero que sepa donde estoy y me gustaría buscar algún sitio de alquiler.
- ¿Te pegaba?- Preguntó Rosa muy seria.
- ¡No! ¡Claro que no!- Dijo antes derrumbarse.- Bueno, anoche…
- Tranquila, ya ha pasado... ¿Lo has denunciado?
- No pude… creo que él quedó peor parado que yo…- En ese momento pasó de la lágrima a la risa, a Rosa también se le contagió.
- ¿Eres supersticiosa?
- ¿Supersticiosa? ¿Te refieres a los horóscopos?- Dijo Mónica extrañada.
- O… en fantasmas.- Respondió Rosa con una sonrisa en la cara.
Mónica se la quedó mirando un momento antes de responder.
- Me dan más miedo los vivos.
- Hay una señora que vive en un edificio, en el que por visto murieron algunos de sus habitantes de una extraña enfermedad. Hay algún vecino que asegura que pasan algunas cosas extrañas y eso ha hecho que los dueños bajen el precio por debajo de lo normal.
- Ya bueno. Ya te digo que no creo demasiado en esas cosas y si el precio es bueno…
- Hagamos una cosa. ¿Tienes planes para comer?
- No.
- Espérame abajo a las tres, que haré un par de llamadas y luego comemos juntas y te digo algo.
Entretanto, en el apartamento que Mónica compartía con su novio. Alfonso el amigo de Ramón, consigue abrir la puerta con una ganzúa, no es la primera vez que lo hace. Al entrar escucha gemidos ahogados por la mordaza de Ramón y el sonido de los muelles de la cama. Si no fuera por el fuerte olor a sudor y orina que proviene del dormitorio, pensaría que su amigo estaba follando con su novia. Al abrir la puerta y verlo atado de pies y manos en la cama sin poder moverse, inevitablemente le entra la risa, sale del dormitorio para reírse a gusto, pero su amigo que escucha la carcajada de Alfonso, gime con más fuerza y cuando vuelve a entrar en el dormitorio con la intención de desatarlo, los ojos de Ramón están inyectados en sangre.
- Tranquilo hombre, que ya voy.- Dice Alfonso quitándole la mordaza y desatándolo.- ¿Quién te ha hecho esto, tú chica o el hijoputa del ruso ese?
- Ha sido Mónica. También se ha llevado la pasta del ruso. Pero me las pagará.- Responde Ramón mientras se frota sus adormecidas extremidades.
- Pues el jefe tiene un cabreo que ni te imaginas, cree que te piraste con la pasta, quiere verte ya, y con el dinero.
- Tendré que recurrir a mis ahorros para pagar al jefe antes de ir a por ella. Deja que me asee primero. ¡Apesto!
- No hace falta que lo jures.- Dijo Alfonso sin poder reprimir una sonrisa.
Ramón le dio un puñetazo que lo hizo caer de culo en el suelo.
El apartamento donde Rosa llevó esa tarde a Mónica, estaba en un segundo piso y era bastante espacioso, con un pequeño balcón donde tender la ropa e incluso tomar el sol en las calurosas tardes de verano. El bloque había sido fabricado a finales de los años sesenta. Los muebles del piso estaban un poco pasados de moda. Era evidente que necesitaba una buena limpieza. La buena mujer, que atendía al nombre de Maruja, le dijo que si tenía el dinero y lo deseaba, podía alojarse allí esa misma tarde y que ya arreglarían lo del contrato al día siguiente. A Mónica, que el tiempo se le echaba encima para buscar una pensión donde pasar la noche, a causa de la labia de doña Maruja, le pareció bien.
Salieron a la calle con la intención de buscar las cosas de Mónica, que estaban en el coche de Rosa. En ese momento, llegó al portal un chico, más o menos de la misma edad que Mónica, apenas un par de centímetros más alto, con la ropa del trabajo y aspecto un poco dejado (Aunque no tanto como el de Alfonso).
- ¿Puedes esperar un momento Javier? Te quiero presentar a alguien. Esta es Mónica, que se va a instalar en el segundo piso. Y Esta Rosa, mi asistenta social y amiga de Mónica.
Javier las miró antes de contestar, a Rosa muy de reojo, a Mónica en cambio le dio un buen repaso de arriba abajo, deteniéndose primero en los pechos y luego en el rostro.
- Hola, que tal.- Dijo sin saber si darles la mano o los dos besos de rigor.- Mis amigos me llaman Jota. Así que si me necesitas para lo que sea, estoy justo en el piso de arriba.
- Lo mismo digo Jota. Y mucho gusto en conocerte.- Contesto Mónica.
- Si claro, igualmente.- Dijo Jota antes de entrar en el edificio.
- ¿Sabéis? Hace tiempo que no se le ve con ninguna chica. Yo pá mí que es de la otra acera.- Dijo doña Maruja.
- Ya se nota.- Dijo Mónica.
- ¿Qué es marica?- Preguntó Rosa extrañada.
- No, que hace tiempo que no está con una mujer.
Mónica y Rosa se rieron mientras Maruja las miraba extrañada.
Después de instalarse en el piso, Mónica fue a comprar alguna cosa para la cena y esa noche recibió una llamada de su hermana.
- Ramón te ha estado buscando, aquí y en casa de papa. Está furioso, dice que le debes dinero. Le hemos dicho que te has ido al extranjero.
- ¿Y vosotros estáis bien? ¿Os ha hecho algo?
- Con mama se ha comportado. Conmigo se ha puesto un poco más agresivo, menos mal que en ese momento ha llegado Andrés y le ha parado los pies.
- Si, Ramón es muy valiente con las mujeres.- Dijo Mónica con ironía.
- Le hemos dicho que si volvía a acercarse a la casa, llamaríamos a la policía. Nos ha dicho que no nos preocupemos, que a la que busca es a ti. Ten cuidado ¿de acuerdo?
- Descuida, lo tendré. Aunque de momento no creo que me busque por aquí.
En los días siguientes, asta que empezó a trabajar, Mónica limpió la casa y la arregló a su gusto, gastando parte del dinero que le había quitado a Ramón. Luego cuando empezó a trabajar, ella empezó a llevar una nueva rutina. Se había cambiado el peinado, cortándose el pelo como si fuera un chico y tiñéndoselo de rubio. También se compró ropa nueva ya que aunque era poco probable que Ramón fuera a buscarla en aquella ciudad, cualquier precaución era poca. Pero quien la encontró por casualidad, fue Iván el ruso.
Ramón había conseguido reunir el dinero que le debía a su jefe, por el asunto de las drogas, librándose por los pelos de su ira. Pero para su humillación y su rabia frustrada, se había corrido la voz de lo que le había pasado, por todo el hampa. Llegó incluso a oídos de Ivan el Ruso que siempre que podía se mofaba de todo aquello.
La especialidad de Ivan, era la trata de blancas, era el encargado de vender a las mujeres que habían sido traídas con engaños o en contra de su voluntad de la Europa del este y tenía relación con la mayor parte de proxenetas, tanto de la capital como de las ciudades de alrededor. Eso fue lo que le llevó a la ciudad donde Mónica se mantenía oculta. En el momento en el que la vio, se estaba despidiendo de un “cliente” en un bar. Ella estaba al otro lado de la calle, en la parada del autobús. Había cambiado radicalmente de imagen, pero Ivan, gracias a su “profesión”, se había convertido en un buen fisonomista y la reconoció enseguida. Cuando llegó el autobús, Ivan, se disculpó con mucha prisa de su cliente, cruzó la calle y subió al interior del transporte antes de que el conductor cerrara la puerta. Pagó el billete y miró de reojo en el interior hasta localizar a Mónica, pasó de espaldas a ella, para que no le viera la cara y se sentó un par de filas por detrás de la puerta, para poderla vigilar sin que ella se diera cuenta. Cuando ella se bajó, él la siguió. Esperó que ella avanzara unos metros para seguirla a cierta distancia. A pesar de las precauciones del ruso, Mónica tuvo la impresión de que algo no andaba bien. Entró en un supermercado para hacer algunas compras, Ivan la esperó escondido detrás de una esquina. Cuando ella salió, tubo la impresión de ver la acechante sombra del hombre y aceleró el paso. Ivan supo que su presa sospechaba alguna cosa y esperó a que se alejara un poco más. Al girar en una esquina, Mónica aprovecho para mirar hacia atrás, sin conseguir ver nada sospechoso. Después Ivan corrió hacia dicha esquina y la observó desde allí, Mónica cruzó la calle dirigiéndose hacia uno de los portales. En ese momento escuchó a alguien llamándola y vio como un chico se reunía con ella, le abría la puerta del portal y la ayudaba a entrar con las compras.
Mientras Mónica y Jota subían en el ascensor, él intentaba iniciar una conversación con su vecina, pero Mónica estaba distante y pensativa, segura de que alguien la había estado siguiendo, cuando llegaron al piso de ella, bajaron los dos del ascensor, Mónica abrió la puerta, dejó sus bolsas en el recibidor, cogió las que llevaba Jota y también las metió en el interior del piso que estaba a oscuras. Le dio las gracias a Jota y le cerró la puerta en las narices. Llevó las compras a la cocina y luego se tumbó a oscuras en su habitación sin atreverse a abrir ninguna ventana ni encender ninguna luz hasta que pasara un buen rato.
Un tanto decepcionado, Jota subió hasta su piso. Si bien algunos vecinos habían comentado, la discreción con la que se comportaba Mónica. Doña Maruja, incluso llegó a comentar, que la chica era lesbiana. Claro que para aquella cotilla todo el mundo era de la otra acera. A pesar de todo, tuvo la impresión de que aquello había rallado la paranoia. Mientras pensaba en todo aquello, él si que abrió la persiana del balcón y salió a tomar el aire, mirando a los transeúntes y pensando en la historia que tenía que escribir para su fancín.
En la calle, detrás de su esquina, Ivan vio como Jota, salía al balcón, y miraba hacia todos lados. A pesar de no verle bien la cara, lo reconoció por la ropa que llevaba puesta. Apuntó la dirección, la calle, el bloque y el piso, el tercero. Sabía que cuando viera a Ramón, este se alegraría con la información y conseguiría sacar algún provecho de todo aquello.
Mónica, que aquel viernes había quedado con algunas compañeras del trabajo para cenar y tomar algunas copas, llamó a Rosa y canceló la cita. Esa noche se acostó temprano, a pesar del cansancio le costó mucho dormirse pensando en lo que había pasado esa tarde. Cuando por fin se durmió, tuvo una extraña pesadilla, en la que Ramón, con el rostro muy pálido, se acercaba a ella y la poseía, después al alejarse su cara estaba completamente roja, tal vez de la ira. El sueño fue tan real, que ella se despertó sobresaltada y con el corazón latiéndole a toda velocidad. Estaba sudando y tenía la boca seca, miró el despertador, pasaban algunos minutos de las tres de la madrugada, se levantó y fue a la cocina, estaba un poco mareada y después de beber un baso de agua, perdió por unos segundos el conocimiento y calló al suelo, donde permaneció unos minutos tumbada hasta que se sintió con fuerzas para ir nuevamente al dormitorio. “Probablemente ha sido una bajada de tensión a causa de la pesadilla” pensó estirándose nuevamente en la cama.