sábado, 10 de abril de 2010

AMENAZAS


Por culpa de una filtración en la policía y por la cotilla de su vecina, los medios de comunicación se habían enterado tanto de su identidad, como de la de su ex-novio. Así que esa noche, antes de desconectar el teléfono móvil, tubo que hacer dos llamadas importantes, la primera, a sus padres, para tranquilizarlos y decirles que en breve pasaría por su casa, la otra a su jefa para explicarle la situación, y que faltaría un par de días al trabajo.
Esa mañana, Salió temprano de casa de su hermana, con la intención de recoger su coche. Hacía un calor sofocante, nubes negras en el horizonte, amenazaban con tormenta.
El coche ya no se encontraba en el lugar donde lo dejó cuando abandonó a Ramón, probablemente él se había encargado de hacerlo desaparecer discretamente en venganza por su fuga y todo lo demás. Así que tuvo que desplazarse en los medios de transporte urbano. Pasó por una pastelería antes de llegar a casa de sus padres.
Fueron muchas las explicaciones que tuvo darles, tantas, que se tuvo que quedar a comer. Según le explicaron sus padres un abogado había tratado de ponerse en contacto con ella, cosa imposible, ya que tenía el teléfono móvil desconectado. Cuando salió de la casa, un hombre, bien vestido, con barba y corpulento se apresuró hacia ella.
— Si tiene cinco minutos Mónica, soy abogado y tengo una oferta muy interesante que hacerle.
— Si se trata de sacar trapos sucios en televisión, no me interesa, gracias.
—. Nada de eso, si me permite que la invite a un café, le cuento mi propuesta, estoy seguro que le interesará.
Mónica suspiró, pensando que no tenía nada que perder por oír la oferta de aquel hombre. Este la condujo hasta un bar cercano, donde se sentaron en una mesa para hablar más tranquilos.
— …Vera, represento los intereses de un hombre muy poderoso. Intereses que han quedado comprometidos con la detención de su exnovio. Mónica, mi cliente le ofrece cinco mil euros en concepto de indemnización por las molestias que le halla podido causar Ramón y la garantía de que no volverá a molestarle nunca más, a condición de que retire la denuncia impuesta contra Ramón y Alfonso.
Mientras hablaban, el cielo se había oscurecido por completo y un relámpago, seguido de un lejano trueno hacían patente la cada vez más cercana tormenta.
— ¡Anda que va a caer una.— Dijo el dueño del bar mientras encendía las luces.
El abogado, que no le había revelado su nombre, había sacado de su cartera de cuero negro un abultado sobre que le pasó a Mónica. Ella entreabrió el sobre y miró su contenido, luego lo volvió a cerrar y se lo pasó nuevamente al abogado. Sin decir palabra se levantó de la mesa e hizo ademán de irse. El abogado le agarro del brazo.
— ¿Mónica, que se supone que esta haciendo? No sea idiota y coja el dinero.
— Dígale a su cliente que no me interesa su oferta. Ahora si me disculpa, le rogaría que me soltara, tengo prisa.
Cuando Mónica salió del bar, el abogado volvió a meter el sobre en su cartera de cuero negro, de la cual sacó un teléfono móvil e hizo una llamada.
— No ha aceptado, es vuestro turno.
Luego se levantó y fue a otra mesa que había justo en frente, para sentarse junto con otros dos hombres que habían asistido a la escena sin llamar la atención.
Una vez en la calle, a pesar de estar a finales de agosto y de que solo eran las cuatro y media de la tarde, los negros nubarrones hacían que fuera casi de noche. Había andado apenas unos metros desde que salió del bar cuando alguien la agarró del brazo, antes de que pudiera protestar, sintió un leve pinchazo en el costado mientras una voz con acento extranjero que tenía la impresión de haber oído antes le susurraba.
— ¡Silencio! ¡No te gires! ¡Como se te ocurra gritar te rajo aquí mismo! Una furgoneta paró un momento en doble fila y el tipo que tenía a la espalda le dijo que subiera y que no intentara nada.
El corazón de Mónica latía desbocado. Dos enmascarados la ayudaron a subir al interior, le pusieron una capucha negra que le cubrió el rostro, impidiéndole ver nada de lo que pasaba a su alrededor, mientras el vehículo se ponía nuevamente en marcha. Antes de que pudiera reaccionar, la habían tumbado boca abajo en el suelo del vehículo y mientras uno de sus captores le ataba las manos a la espalda, el otro le ponía una mordaza en la boca, luego le volvieron a dar la vuelta. A lo lejos volvió a sentirse el sonido de un trueno, amortiguado por el sonido del motor del coche.
— Ahora escucha atentamente Mónica. Un abogado te ha ofrecido mucho dinero para que quitaras la denuncia de tu novio con todas las garantías y tú te has negado. ¿Es cierto?
Mónica asintió con la cabeza, mientras el corazón se le aceleraba cada vez con más fuerza y se le saltaran las lágrimas de impotencia. La mordaza y la capucha le dificultaban la respiración.
— Muy bien, tranquila, no pasa nada…
Mientras la voz de su captor hablaba, notaba como le desabrochaba la blusa, luego la fría hoja de la navaja le acariciaba el vientre hasta llegar al sujetador, el cual se soltó por la parte de delante dejándole los pechos descubiertos.
— ¿Sabes que tienes una tetas preciosas? Y estas no parecen operadas, te podrías ganar bien la vida.
Mónica gimió asustada mientras intentaba patalear.
— Sssshhh… Tranquila, si prometes hacer lo que te digamos cuando te soltemos y cumples, no te pasará nada.— Dijo la voz acariciándole suavemente los pechos para después bajar, metiendo la mano por debajo de los pantalones.— Ahora, si desobedeces, no dudes que te encontraremos y que pasaremos un buen rato contigo antes de degollarte. ¿Esta claro?
— Yo lo siento por Ramón, pero estoy deseando que desobedezca. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! — Dijo otra voz de fondo mientras ella asentía obediente.
— Muy bien.— Dijo su captor mientras le volvían a abrochar los botones de la blusa.
La cogieron de los brazos y la sentaron en uno de los asientos de la furgoneta, mientras su captor le decía que lo único que tenía que hacer era quitarle la denuncia a su novio.
El resto del viaje hubo un tenso silencio. Cuando por fin paró la furgoneta, la levantaron del asiento, le quitaron las esposas y la mordaza, para arrojarla fuera del vehículo que inmediatamente después se puso en marcha. Mónica, calló al suelo, sin que le diera tiempo de ver como la furgoneta se alejaba a toda velocidad. Unos metros más adelante en esa misma calle, vio la entrada de la comisaría donde había puesto la denuncia, un par de transeúntes que pasaban por allí en ese momento le preguntaron si se encontraba bien. Ella todavía conmocionada, asintió con la cabeza, una enorme gota de agua le calló en la mejilla. Fue a un bar cercano, mientras empezaba a llover cada vez más fuerte. Entro en los lavabos para recomponerse un poco y se pidió una tila en la barra del bar antes de ir a la comisaría.
Cuando salió del bar, llovía a cantaros, lo cual provocó que su camisa se transparentase dejando ver sus pechos, sin el sujetador, el cual se lo habían quitado sus captores. En la comisaría, nadie se fijó en su estado de ánimo alterado pensando que estaba provocado por la lluvia.
Al salió de allí, fue a toda velocidad a su casa. Al llegar, empapada y aterrorizada, cerró puertas y ventanas y se dio una ducha de dos horas, se sentía sucia y el agua y el gel de baño no lograban quitarle aquella sensación de malestar. Al salir de la ducha, se tomó una aspirina y se metió en la cama, sin hacer ningún caso al teléfono ni al sonido de la tormenta que caía con mucha intensidad en la calle.
Cuando Ramón y Alfonso salieron de la prisión, donde habían estado retenidos, Ivan y el abogado les esperaban en un coche, para conducirlos hasta su jefe, él cual por lo que les dijeron estaba muy enfadado y quería hablar con ellos.
Ramón pensaba que si salía bien parado de aquel asunto, tendría que encontrar la manera de vengarse de Mónica y del entrometido de su vecino…

2 comentarios:

  1. ¿Que hará Mónica? Que emoción!!! En cuanto a lo de llover en agosto ... me alegro que por fin me des la razón :)

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  2. Hola ! gracias por el add.

    Seguirè la lectura de tus letras.

    Saludos!

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