sábado, 28 de mayo de 2011

(L.P. 1) EL ASESINO




Los días eran cada vez más cortos, la gente se retiraba antes a sus casas y aunque aquel era un barrio alejado del centro del casco urbano, múltiples adornos colgaban ya por encima de las calles, con sus luces todavía apagadas, pero evidenciando así la cercanía de las fiestas navideñas. Solo los escasos comercios del barrio iluminaban ya sus escaparates, tras las persianas ya cerradas a aquella hora de la noche, para recordar a los pocos transeúntes que pasaban por la calle, que debía ir pensando en realizar sus compras de navidad.
Vicente deambulaba en aquel destartalado coche sin un rumbo fijo y a una velocidad inferior a lo normal, razón por la cual, había sido ya adelantado por más de un vehiculo, la radio del coche tampoco funcionaba demasiado bien y desde luego no lograba acallar la voz de su padre.
- Que lo hicieras una vez, no significa que tengas suficientes huevos para volverlo a hacer. Además sabes que las otras veces, tuviste demasiada suerte, esta vez te pillan seguro.
- ¡¿Te quieres callar de una puñetera vez?!
- ¿O qué? No puedes hacerme nada, ya intentaste callarme una vez y no te sirvió de nada. ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!... Eres patético.
Vicente frenó el coche de golpe y miró a su padre con los ojos inyectados en sangre. En el fondo sabía que tenía razón. La primera vez había tenido mucha suerte. Todo ocurrió de forma accidental y nadie sospechó nada. Desde entonces su padre siempre le decía que era demasiado cobarde para hacerlo una vez más, incitándolo a salir para realizar aquellas macabras cacerías.
En ese momento alguien golpeó en la ventanilla, haciéndolo pegar un brinco en el asiento. Bajó el cristal con la manecilla, el coche era tan viejo que ni siquiera tenía levaduras eléctricas. Al otro lado del cristal, un hombre de unos veinticinco años de edad ataviado con un chándal.
- ¿Se encuentra bien?
- ¡¿Y a ti que te importa?!- Le gruño antes de volver a subir el cristal.
- ¡Disculpe, solo quería ayudar!- Dijo el hombre antes de seguir su camino.
El chico se alejó a buen ritmo, siguiendo su camino. Unos metros más adelante, vio como se disponía a cruzar la calle.
- ¡¿A que esperas, esta es la tuya?!- Dijo el padre de Vicente. Vicente apretó el acelerador, el hombre, intentó cruzar lo más rápido que pudo sin dar crédito a lo que estaba pasando, pero Vicente fue directo hacia el, sin darle ninguna oportunidad. El cuerpo pasó por encima del coche, abollándolo y Vicente que había apagado las luces de los faros, dio media vuelta, utilizando el freno de mano y volvió a pasar por encima del cuerpo, tendido en la calzada antes de darse definitivamente a la fuga, acelerando todo lo que podía. Cuando los vecinos se asomaron a sus ventanas para ver que había ocurrido, ya era tarde y él ya estaba lejos. Sin testigos, una vez más, la suerte parecía estar de su lado.
Y su padre por fin parecía haberlo dejado tranquilo, pero aquello no duró mucho rato. Fue al meterse en el carril de incorporación a la autopista, que vio a lo lejos las luces de un control de la policía. Sabía que si seguía adelante, lo atraparían y allí no podía dar media vuelta, si lo hacía, sabía que también lo terminarían atrapando.
- ¡¿Qué piensas hacer ahora eh, hijo de la gran puta?!- Dijo su padre antes de estallar nuevamente en carcajadas.
Mientras pensaba que hacer, paró el coche en el arcén, apagando las luces y el motor, cogió un pañuelo y empezó a limpiar todo que había tocado con las manos lo más rápido que pudo. En esas vio como dos de los agentes empezaron a acercarse con sus linternas. Salió del coche, limpió la manecilla, ocultando su rostro tras la puerta la cual la dejó abierta. Los policías viendo lo que estaba apunto de hacer empezaron a correr. El padre de Vicente hacía rato que se había ido y el saltó por encima del quitamiedos de un brinco y salió también corriendo, campo a través, mientras los dos policías le iban a la zaga. Esta vez estaba perdido o eso creyó, hasta que en un momento dado, calló en el interior de una zanja oculta bajo unos matorrales, se clavo unas cuantas espinas por todo el cuerpo, pero el miedo lo paralizó por completo a pesar de su agitada respiración, los policías prácticamente pasaron por su lado, sin llegar a verlo, finalmente se dieron por vencidos y volvieron a su puesto. El padre de Vicente, pareció salir de la nada para ayudarlo a salir de su improvisado escondite.
-¿Y ahora que piensas hacer? Seguro que logran localizarte a través del coche.
- Hay tiempo, seguro que puedo arreglarlo antes de volver a casa.
Cuando llegó por fin a su casa eran casi las doce del medio día, había sido una noche muy larga y ni siquiera tenía fuerzas para curar sus heridas.
J.C.

2 comentarios:

  1. Aquí comienza, "Locos peligrosos" la continuación de "Relaciones fatales". Espero que os guste.

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  2. Gracias a ti por seguirme. Espero que tengas un buen viaje y cuando quieras ya sabes donde estoy.
    Hasta pronto, guapa.
    J.C.

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