lunes, 25 de noviembre de 2013

(H.C. 35) OTRO PEAJE EN EL CAMINO.


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Marina había tenido que bajar un poco su actividad cotidiana, a causa de su ya enorme barriga. Sus padres se empeñaron en que llevara siempre consigo un robot nodriza, por si surgían complicaciones. A aquellas alturas y dado que ella nunca había revelado la verdadera identidad del padre de la niña que estaba en camino, salvo a Víctor que la visitaba siempre que podía, todos pensaban que era él, pero Víctor evitaba confirmar o desmentir tal información asta que ella aceptara por fin formalizar su situación. 
 - Te lo he repetido una y mil veces, antes tendrás que encontrar a los asesinos de Hugo. Probablemente es la pista de ese piloto superviviente del Cristóbal Colón el que te llevará a sus asesinos. 
- Pero… ¡Me estás pidiendo es que me juegue el pellejo por alguien que ya está muerto! ¡Es absurdo! ¡¿Cómo quieres que consiga lo que ni tan siquiera las autoridades planetarias han logrado?! 
 - Puede que tengas razón… pero Víctor, se que tu tienes contactos de los que carecen las autoridades, solo te pido que lo intentes… y que me des la prueba de que lo has hecho. Entonces accederé a tus peticiones de matrimonio… por favor. 
Lo que Marina desconocía, es que los contactos de Víctor llegaban más lejos aún de lo que ella creía, él era uno de los que estaba detrás de la trama del contrabando, al menos en Oceana. Aunque desde que ella clamaba venganza, él se desvinculó todo lo que pudo de dicha trama, intentando borrar cualquier pista que pudiera llegar a incriminarlo, aún así hacía tiempo que lo tenía todo planeado. Identidades falsas y testimonios. Sabía perfectamente a quienes podía hacerles llegar toda aquella información sin correr el riesgo de ser descubierto y de que nadie pudiera rastrearlo hasta él, ni las autoridades planetarias ni los que hasta hacía algunos meses habían sido sus socios. Así lo hizo y sabiendo la que estaba apunto de armarse, acudió nuevamente a casa de Marina a comunicarle lo que estaba apunto de ocurrir. Para su sorpresa, ella había sido ingresada en el hospital y estaba apunto de dar a luz. 
 - ¿Cómo has conseguido que te dejen entrar en el quirófano?- preguntó Marina conociendo la respuesta de antemano. 
 - Les he dicho que soy el padre. 
 - Pe… pero… 
 - Hace algún tiempo que tenía las pruebas Marina, pero debía entregarlas sin riesgos a represalias, dentro de unos días saltará la noticia a los medios. ¿Accederás entonces? 
 - Cuando lo vea sabre que es cierto, entonces accederé…- Víctor se acercó con la intención de besarla, pero ella lo apartó- todavía no… Ahora limítate a darme la mano… “papa”. 


A años luz de allí, en un mundo lejano, una guerra por la libertad de un pueblo se extiende por todo un país, una guerra que enfrenta a seres de la misma especie por los intereses de unos supuestos dioses de otro mundo. Un pequeño grupo de milicianos, recorre el convulso país con la supuesta misión de llevar a un grupo de prisioneros rebeldes a las minas ambrosío, delante del carro de los presos otro carro que anteriormente perteneció a los supuestos prisioneros, ahora guiado por el nativo Remcho y en su interior, dos terrícolas a los que los nativos tienen por dioses libertadores, pasan las interminables horas de viaje como pueden, siempre ocultos por el bien de la auténtica misión que han de llevar a cavo, solo salen por las noches y nunca más de una hora. 
 - Prefería el barco, allí al menos podíamos salir a cubierta sin peligro de que nos viera ningún transeúnte despistado, eso sin contar que son muy pocos los de la expedición que saben de nuestra presencia- dijo Hugo 
- Para mi gusto, demasiados. Mañana pasaremos por una gran ciudad, según dicen dividida por un río enorme. Un puente de dura roca, que según dicen, los dioses ayudaron a construir, une las dos partes de la ciudad. Es la manera más segura de atravesar el río, después estaremos tan solo a cuatro días de nuestro destino. 
- ¿Rob, nunca te aburres? 
 - Eso no está en mi programa, siempre estoy ideando nuevas estrategias o analizo todo lo que hay a mi alrededor, por insignificante que sea. 
 - Vaya, pues que suerte que tienes- dijo Hugo con cierto tono de resignación. 
 - Si quieres, puedo hacerte un chequeo médico a ver como estás de salud, ya sabes que puedo hacerlo de un modo muy agradable para ti- dijo Rob, adoptando la forma de Marina y empezando a desnudarse. 
 Esa noche, los agentes que Remcho había enviado a la ciudad, les informaron de que estaba tomada por un gran ejercito, comandado según decían por dos dioses, los registros para acceder a la ciudad eran enormes por el temor del ataque de los rebeldes. - En principio, no hay nada que temer, ahora piensan que estamos en su bando- Les comunicó Remcho en un lugar apartado del campamento. Los dos terrícolas permanecían ocultos bajo sus largas túnicas con capucha, que les ocultaba el rostro. A pesar de que la mayor parte del campamento permanecía dormido. También los falsos prisioneros habían salido de su jaula para descansar con el resto de sus compañeros. Fizo y Kina asistían a los planes para atravesar la ciudad y el puente. 
 - Si, tienes razón, pero esta misión es demasiado importante y si las medidas de seguridad son tan restrictivas como parece, cualquier precaución es poca. 
Al día siguiente cuando por fin llegaron a las puertas de la ciudad, a pesar de sus disfraces, los guardianes hicieron sus registros. 
- No se preocupe señor, es pura rutina- le dijo el oficial de guardia a Remcho que viajaba con uno de sus hombres en la carreta. 
 Dos soldados se encargaron de registrar la carreta a fondo, tanto en el interior, como en el exterior y por debajo sin llegar a encontrar el falso fondo, oculto por todas las provisiones que habían dispuesto, también echaron una ojeada a los esclavos. Fizo y Kina permanecían ocultos entre sus compañeros con la cabeza baja, ocultos a las miradas inquisitivas de los vigilantes. 
 - Esto no me gusta, estamos demasiado limpios para ser esclavos- susurró Kina. 
 También el jefe de la guardia se quedó mirando un rato el carromato en el que eran transportados los esclavos. 
 - ¡Tienen aquí unos bonitos ejemplares!- comentó a Remcho. 
 - Gracias. 
 - Serán buenos trabajadores en las minas. Sin embargo hay algo extraño en ellos. 
- ¿Algo… extraño? ¿Qué quiere decir? 
 - No lo se, deben ser imaginaciones mías… en fin pueden pasar. Vayan al centro de esta parte de la ciudad, al cuartel general, les dirán donde pueden dejar a los prisioneros hasta mañana y donde se pueden alojar. 
- Gracias de nuevo- dijo Remcho haciendo reanudar la marcha a sus hombres. 
Una vez dentro de la ciudad, todos los del grupo suspiraron aliviados, habían pasado uno de los obstáculos, ahora solo les quedaba pasar la larga noche, pasar al otro lado del río y salir de aquella ciudad, cuyos habitantes les miraban con cierto temor, como al resto de los soldados. 


Jotacé.

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