jueves, 29 de marzo de 2018

LA CHICA DE VENUS. PRÓLOGO.



Una inmensa flota de naves de guerra permanece en órbita alrededor de la gigantesca estación espacial, e inspecciona todos los cruceros de lujo que llegan de todo el Sistema Solar para el gran acontecimiento histórico, la inauguración de la primera estación “U.F.” (Última Frontera), la más grande que se ha construido hasta el momento y también la más alejada de La Tierra. En el interior de la base están congregadas muchas de las personas más importantes e influyentes de todo el Sistema. La sala donde se celebra la inauguración es más grande que un campo de fútbol y los robots camareros se mueven lo más eficientemente posible que pueden para satisfacer a los cientos de invitados, ofreciéndoles comida y bebida mientras éstos charlan y esperan a que empiece la ceremonia. Entre los asistentes al acto están Isaac y Minerva Strux, acompañados de María, hermana de Minerva, y su marido Fred Broadhead. Los hombres lucen sus elegantes trajes de etiqueta, mientras que ellas resplandecen con sus deslumbrantes vestidos de noche, hechos exclusivamente para la ocasión. Deslumbra en especial Minerva; su enorme barriga de embarazada no le quita hermosura, más bien al contrario, ya que su rostro tiene un brillo especial. – Que ganas tengo de que pasen estos dos meses que faltan para conocer por fin a mi sobrinita – dijo María mientras acariciaba la barriga de su hermana.– Pues si tú tienes ganas imagínate yo – respondió Minerva con una sonrisa reflejada en el rostro. – Estoy seguro de que será tan guapa como su madre –dijo Isaac abrazando a su mujer por detrás. – Oye Isaac, ¿aquel que está hablando con tu amigo Tomás no es Jack Murphy? Isaac miró hacia donde le indicaba su cuñado y vio a los dos hombres con sus copas, charlando amigablemente entre la gente. Tomás Lázaro vestía igual que la mayoría de los invitados masculinos, mientras que el excéntrico millonario americano llevaba una ropa que recordaba a la de los tahúres del salvaje oeste, con su sombrero tejano y todo. – Eso parece – contestó Isaac. – Dicen que es un hombre peligroso, que la mayor parte de su fortuna la ganó en el juego y que ahora es el mayor empresario que se dedica al ocio de todo el Sistema Solar...– dijo María. – Sí, yo también he oído algunas historias sobre Jack Murphy – dijo Isaac. Los dos aludidos se dan cuenta de que son objeto de las miradas del grupo que está a unos metros y deciden ir a saludar. Tomás se encarga de hacer las presentaciones pertinentes. – Señor Strux, no sabe las ganas que tenía de conocerle. Aunque indirectamente ya hemos hecho algunos negocios juntos– dijo Murphy – Así es, su empresa es una de nuestros clientes preferentes, sobre todo en lo que se refiere a la compra de androides dedicados al sexo, tanto masculino como femenino. – Sí señor, y es posible que en los próximos años aumenten nuestros pedidos, he comprado una gran cantidad de terreno en la Luna en el que construiré la primera ciudad espacial dedicada al ocio, sobre todo para adultos. – En ese caso, imagino que las cosas le deben ir muy bien– dijo Minerva. – Señora Strux, es imposible que las cosas me vayan mejor. Por cierto, permítanme felicitarles, a usted y a su marido, por su futuro hijo. – Será una niña– dijo Isaac. – Entonces le deseo que herede la misma belleza de la madre. – Es usted muy amable señor Murphy– dijo Minerva con una sonrisa. En ese momento la suave música dejó de sonar, al mismo tiempo que en el centro de la enorme sala apareció un gigantesco estrado y encima de éste un hombre de quién, por la distancia, apenas se distinguía su silueta, si no fuera por un gigantesco holograma que reveló la identidad del susodicho maestro de ceremonias. – Señoras y señores. Estamos aquí para darle la bienvenida al futuro– dijo Allan Mortimer, el eminente científico y viajero temporal que unos años más tarde terminaría convirtiéndose en leyenda y al que muchos llegarían a adorar como a un dios– Ya que eso es lo que representa esta estación espacial. De aquí van a salir las naves más avanzadas que se hayan visto nunca y que ya están esperando a sus respectivas tripulaciones– a medida que el Doctor Mortimer hablaba, imágenes holográficas de todo lo que estaba diciendo aparecían por encima del estrado, sustituyendo a su propia imagen– ...en especial la nave “Esperanza”, que saldrá dentro de unas horas con destino desconocido. Su misión será la de buscar nuevos mundos para su futura colonización, contactar con otros seres inteligentes e investigar el espacio que nos rodea. De esta estación saldrán también las futuras naves colonizadoras y se entrenará a sus tripulantes para sobrevivir en ambientes hostiles. Esta base alberga además a la mayor flota de guerra que se haya podido construir para defendernos de las posibles amenazas exteriores en el futuro… De repente la voz dejó de oírse, la imagen holográfica se distorsionó por un momento para dar paso a un rostro encolerizado y lleno de odio. – ¡La humanidad es un virus que está destruyendo el Sistema Solar y que amenaza con extenderse por toda la galaxia y el Universo!– atronó la diabólica voz–. Pero yo seré el remedio que salvará a las estrellas de su destrucción… Todo fue muy rápido, sin que hubiera apenas tiempo a reaccionar, aunque para los que estaban allí el tiempo pareció ralentizarse y volverse cada vez más lento. Una gran explosión hizo temblar toda la estación espacial. La oscuridad fue total durante unos interminables minutos. Una brecha se abrió en algún lugar de la base y arrastró a todos los invitados hacia las compuertas, aquello no duró más que unos segundos, ya que el lugar donde se produjo la explosión fue aislado inmediatamente. Aún así, la estación estaba a oscuras, y sin la gravedad artificial que mantenía a la gente en el suelo, todo era un caos de manos y piernas que ni siquiera se podían reconocer. Isaac llamaba desesperado a Minerva pero, con los gritos de histeria del resto de la gente, era imposible oír ninguna respuesta. De pronto tuvo la extraña certeza de escuchar en algún lugar los llantos de un niño, e intentó dirigirse como pudo hacia la zona de la que procedía ese llanto, temiéndose lo peor. Era como bucear en un océano de brazos y piernas que no llevaban a ninguna parte. La oscuridad empezó a desvanecerse poco a poco, haciendo evidente el caos reinante en la sala. En medio de la confusión, Isaac creyó ver una mancha roja flotando entre la gente. La mancha parecía envolver a un recién nacido que aún permanecía sujeto al cordón umbilical de su madre, Minerva, que estaba inconsciente. Un grito histérico resonó en toda la sala más fuerte que el resto de voces allí presentes, y la luz siguió creciendo, hasta que Isaac abrió los ojos y despertó.
* * *

 Han pasado ya veinte años desde la muerte de su mujer, y aún así las pesadillas siguen llegándole como si todo aquello hubiera ocurrido apenas un día antes. Isaac se incorporó de la cama, sudoroso, cogió el comunicador que seguía sonando estrepitosamente sobre su mesita de noche. – ¿Diga? – Isaac, soy María, los médicos dicen que ya está todo listo para la intervención. – Está bien, en seguida voy para allá. Apenas media hora más tarde, Isaac se reunió con sus cuñados, que estaban hablando con uno de los médicos venidos desde La Tierra especialmente para la ocasión. Éste se estaba preparando para la operación, poniéndose el traje para manejar los mandos virtuales. Al fondo había una gran pantalla de televisión en la cual se podía ver la parte inferior del cuerpo desnudo de una mujer, la parte superior del cuerpo estaba metida en el interior de una máquina, mientras algunas enfermeras lo preparaban para la operación. – Señor Strux, cuanto me alegro de volver a verle. – Y yo a usted doctor Sugrañes. – Como puede comprobar ya está todo a punto. Es una pena que no quiera que quede constancia de lo que va a ocurrir aquí hoy, porque éste podría ser un momento histórico en los anales de la ciencia – dijo Sugrañes un tanto decepcionado. – Como ya le dije en La Tierra Sugrañes, cuando ella despierte debe creer que todo sigue igual que antes, y para eso no deben haber pruebas de lo que va a ocurrir dentro de unos minutos. ¿Queda claro? – Sí, pero… – Ahora, espero que todo vaya según lo previsto. El doctor Sugrañes asintió con la cabeza mientras seguía con los preparativos. – Pronto habrá terminado todo esto– dijo Fred dándole una palmada en el hombro a Isaac–. Todo saldrá bien. – Eso espero– dijo Isaac suspirando. – ¿Te ocurre algo? Pareces algo cansado– pregunto María con preocupación. – No es nada, sólo que esta noche he vuelto a soñar con Minerva… – ¡A ella no le ocurrirá lo mismo que a mi hermana! ¡Ella es más fuerte que cualquiera de nosotros juntos! ¡¿Comprendes?! – Lo sé– dijo Isaac con una leve sonrisa en los labios.

Perdonad si los márgenes y los puntos ortográficos no se atienden al Original. 
En el siguiente enlace podréis conseguir toda la historia, correctamente señalizada.

P.D. El dibujo es de mi amigo Pedro Cano, para un aplazado proyecto de llevar esta obra a cómic 

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