jueves, 12 de abril de 2018

LA CHICA DE VENUS. DOS.



El pequeño robot de servicio entra en la sala de interrogatorios con los dos cafés, uno para el agente Gillon y el otro para el tipo que está siendo interrogado, un hombre de unos 24 años, aún con cara aniñada, que parece no haber roto un plato en su vida. Probablemente es el testigo de algún crimen ya que tiene muy poco aspecto de haber hecho algo malo, aunque nunca se sabe. Es el pensamiento que se cruza por los circuitos del 2R. Junto a ellos esta Q3, el robot de interrogatorios capaz de saber si una persona está mintiendo o si oculta algo. El gigantesco robot siempre impone y nadie sería capaz de mentir en su presencia aunque estuviera desactivado.
El pequeño robot acercó el café a los dos humanos.
–...Gra… gracias– dice el desconocido interrumpiendo lo que estaba diciendo para coger su taza.
– Gracias 2R puedes retirarte...– dice Gillon cogiendo su taza, luego dirigiéndose al otro hombre le dice–. Así señor Guzmán, por lo que me ha dicho la señorita Minerva y usted no se habían visto hasta esta misma noche. Y dígame, ¿qué es lo que ocurrió después de la cena y cómo se metieron en esa peligrosa persecución que por poco no les cuesta la vida a ustedes y a los transeúntes con los que se cruzaron?
– Bueno, después de la cena en casa de ella, fuimos a la zona de ocio, cómo ya le he contado antes. Ella, el robot 8A que me entregaron en la empresa y por supuesto yo mismo...– (la zona de ocio es donde va la gente a divertirse, allí hay sitios para practicar deportes, salir de copas, hay lugares donde se puede practicar el sexo con androides especializados, y la última moda, tiendas y grandes almacenes con escaparates donde se puede ver lo que se quiere comprar y hacerlo directamente, sin usar Internet, como se hacía hace siglos... En fin, en la zona de ocio de la ciudad de Hades se puede encontrar de todo).– La verdad es que no sé cómo me había dejado convencer, en fin, ella es la futura mujer de mi jefe y como ya le dije antes lo mejor es mantener una cierta distancia, me juego mi puesto de trabajo si cometiera un error.
– Ella nos llevó a un sitio llamado “El Coco Loco” que al parecer es el bar de copas que está ahora de moda en la ciudad. Allí estaban todos sus amigos, ahora mismo no recuerdo sus nombres, ellos también mantuvieron una cierta y fría distancia con ella, como si se hubieran conocido aquella misma noche, sólo sus amigas trataban de animarla. Después de que sus amigos, me refiero a los chicos claro, pasaran olímpicamente de ella, Minerva terminó sacándome a bailar, a pesar de mis múltiples negativas. En cierto momento trató de besarme y yo la tuve que apartar bruscamente de mi lado.
“ –Tranquilo hombre, que no te voy a hacer nada malo”, me dijo mientras yo pensaba en una salida rápida al problema. “– Es... es que... soy gay”, dije medio tartamudeando.”
– ¿Y lo es...? Gay quiero decir...– interrumpió Gillon.
– ¡Claro que no!, ¡sólo era una excusa!
– Vaya, es una lástima– le dice Gillon mirándolo de arriba abajo–. Puede continuar su historia.
– ¡Está bien, pero deje de mirarme así...! – contesta Ulises muy ofendido antes de continuar.
“– Pues no es lo mismo que piensa ese bulto en tus pantalones”, me dijo ella dándose cuenta del engaño. “– Parece que todos los tíos que conozco os habéis vuelto maricones de repente”, dijo bastante enfadada mientras se iba a otro lugar de la sala. Yo por mi parte me volví, con algo de beber en la mano, al rincón donde estaba 8A, que no había perdido detalle de todo lo que había pasado...
– ¿Qué es lo que bebió?
– Un güisqui doble con hielo, es lo que en ese momento necesitaba, debo reconocer que si ella hubiera insistido un poco más, probablemente ahora estaría en el paro. Entonces apareció Rita.
“– ¿Ulises? ¿Qué haces aquí? Es el último sitio donde hubiera esperado encontrarte”, me dijo muy sorprendida...
– Un momento, ¿quién es esa Rita? – volvió a interrumpir Gillon.
– Una amiga que conocí a través de mis abuelas. Verá, lo cierto es que soy un tipo bastante solitario e introvertido y mis queridas abuelas están empeñadas en cambiar eso concertándome citas a ciegas por Internet, sin ningún resultado, hasta el momento. Por desgracia a todas las chicas les resulto bastante aburrido... A favor de Rita debo decir que fue capaz de soportarme durante dos meses seguidos.
“– ¡Rita! ¿Cómo estás? No sabía que venías por aquí” le dije yo.
“– Yo sí, ¿pero y tú...? ¿Con quién has venido? ¿Y ese robot, es de ella?”, dijo.
“ – No vayas tan rápido chica. Para empezar, el robot se llama 8A y es una especie de préstamo de la empresa” le conté.
“– ¿Ochoa?” preguntó ella.
“– 8A, y por cierto, ¿cómo sabes que he venido con una chica?” le pregunto.
“– Hombre Ulises, que no me chupo el dedo y te conozco lo suficiente para saber que tú nunca vendrías aquí solo. Pero todavía no me has dicho quien es ella”, insistió.
“– Es aquélla de allí”.- le dije señalando a Minerva con el dedo. Ella, Minerva quiero decir, bailaba en medio de la pista rodeada de un grupo de chicos. “ –Al parecer suele venir mucho por aquí”.- le dije a Rita.
“– Es raro, nunca la había visto, y yo si que soy asidua a este sitio.” “ –¿Qué quieres decir?”– le pregunté a mi amiga sorprendido.
“– Yo nada, sólo que es la primera vez que la veo por aquí, y es evidente que una chica como ella no pasa tan fácilmente desapercibida, ni siquiera para las otras chicas. ¿Con quién suele venir?”
“ – Con ese grupo de allí.”- le dije señalándole a los amigos de Minerva.
“– A esos sí que los tengo vistos, menuda pandilla de imbéciles. Al parecer todos trabajan para la misma empresa, pero lo llevan en secreto, como si les fuera la vida en ello.”
– Rita empezó a contarme toda clase de rumores absurdos sobre los amigos de Minerva.
– ¿Qué tipo de rumores?– pregunta Gillon.
– No lo recuerdo bien, pero creo que mencionó algo de que podían ser agentes del gobierno, o hasta espías extraterrestres. El caso es que mientras me contaba todos esos rumores absurdos, los amigos de Minerva se pusieron a discutir acaloradamente con los chicos que estaban hablando con ella. 8A y yo decidimos intervenir, Minerva en medio de todo aquello intentaba que no llegara la sangre al río, ya que al parecer ella era la causa de la acalorada discusión. Antes de que la cosa se pusiera realmente seria aparecieron los robots de seguridad.
“– La culpa es nuestra...– dijo Minerva señalando a todo el grupo que íbamos con ella–. Pero ya nos vamos– añadió mientras los robots de seguridad nos acompañaban a la salida.
– Yo no supe lo que ocurría hasta que no estuvimos en la calle y Minerva se puso a gritarnos muy cabreada, sobre todo a sus amigos de siempre. “– ¡¿Se puede saber por qué os habéis puesto a pelear con esos chicos?!“
“– ¡Porque son unos gilipollas!”- dijo el más gallito del grupo, sin que su respuesta fuera demasiado convincente.
“– ¡Sí, eso es cierto, pero ellos no son los únicos gilipollas que había ahí dentro!– dijo Minerva muy irritada.
“Los amigos de Minerva trataron de disculparse por lo ocurrido e intentaron convencerla para ir a tomar algo a otro lado, pero ella dijo no estar de humor y me pidió que la acompañara de vuelta a casa. Subimos al ascensor y camino del aereoaparcamiento ella me preguntó algo que me dejó totalmente aturdido.
“–¿Tú también estás metido dentro de la conspiración que parece haberse creado a mi alrededor para que no pueda seguir con la vida que llevaba antes del accidente?”
“– No sé a que te refieres.”- le contesté pensando que no debía estar muy bien de la cabeza. Ella se quedó callada y muy seria, cómo si me hubiera leído el pensamiento.
– El ascensor llegó a su destino y nos dirigimos al deslizador. Minerva marcaba el paso visiblemente enfadada. En ese momento dos cables muy finos salieron de la nada para posarse en 8A, que empezó a echar chispas por todo el cuerpo hasta caer finalmente al suelo. Nosotros nos quedamos paralizados un momento por la sorpresa. De uno de los deslizadores salieron dos tipos vestidos totalmente de negro y con capuchas, Minerva se giró para ver que detrás nuestro habían otros dos maleantes vestidos de la misma manera.
“– Sólo queremos a la chica. No os resistáis y nadie sufrirá daño– dijo uno de los maleantes mientras se acercaban a nosotros. Al parecer nos estaban esperando, o al menos esa es la impresión que a mí me dio.
“– No te separes de mí– me susurró Minerva al oído cómo si buscara protección. Que equivocado que estaba... Cuando los maleantes estuvieron lo suficientemente cerca, Minerva le dio una patada al arma que tenía uno de ellos en la mano, esto les cogió a todos por sorpresa, incluso a mí, pero gracias a las clases de artes marciales que hago entre semana para desestresarme, mi reacción fue diferente a la que hubiera imaginado, y me lancé sobre el arma de un segundo atacante que ya estaba apuntando a Minerva. Éste desvió el disparo dándole de lleno al jefe de los maleantes, dejándolo totalmente aturdido. Luego le pegué un puñetazo a otro atacante. Minerva por su parte también había dejado ya fuera de combate al cuarto secuestrador. En ese momento sonó una alarma y los tres individuos cogieron a su jefe que seguía aturdido y subieron a su deslizador, saliendo disparados de allí antes de que las puertas del aereoaparcamiento empezaran a cerrarse.
“– ¿Estás bien?”– le pregunté a Minerva mientras cogía aire después de la pelea. Entonces fue cuando seguido de ella me precipité a nuestro deslizador y cogiendo los mandos…
– Señor Guzmán, está mintiendo– dice el robot.
– ¿Sabe Guzmán?– dice ahora Gillon, acomodándose mejor en su asiento–. A parte de que sabemos que no ha conducido en su vida y que además carece de licencia de conducir, la señorita Minerva ya ha confesado que fue ella la que condujo temerariamente el deslizador. Por otro lado miente usted fatal, así que le aconsejo que no trate de encubrir a Minerva por los delitos de circulación que ha infringido…
* * *
En la sala contigua, Minerva, que ha sido interrogada antes que Ulises, espera sola el final de los interrogatorios, mientras tanto ha conseguido manipular uno de los anticuados monitores que hay en la sala y sin que nadie lo sepa, está siguiendo el interrogatorio al que está siendo sometido Ulises. Minerva sonríe al ver lo que él ha intentado hacer por ella, mientras piensa que ese hombre es mejor de lo que aparenta. – ¡Señorita Minerva!– dice el robot 2R que ha entrado en la habitación sorprendiéndola–. Está incurriendo en un delito de… – ¡Panacea!– grita Minerva dejando al pequeño robot paralizado–. Como ves, pequeño androide, tengo más recursos de lo que parece. Ahora vas a dejar esa bandeja encima de la mesa y vas a olvidar lo que me has visto hacer, ¿de acuerdo?– dice Minerva en tono autoritario. – Como ordene, señorita– dice el robot haciendo lo que se le manda–. Si desea alguna cosa más. – Sí, por favor, quédate cerca de la puerta y avísame si viene alguien más. – Como ordene la señora– dice el robot antes de salir por la puerta. Una vez se queda sola, Minerva coge la bebida que le ha traído el robot y después de echar un trago sigue espiando el interrogatorio que tiene lugar en la sala de al lado.


* * *
Ulises tomó un sorbo de café frío para aclararse la garganta antes de seguir con el relato de los hechos. – Está bien, tiene razón, fue ella la primera que reaccionó cuando nuestros asaltantes salieron huyendo, sin apenas tomar aliento y con una agilidad que a mí me pareció sorprendente, ella saltó al deslizador. “– ¿Vienes?”– me preguntó sin asomo de cansancio, yo asentí con la cabeza y me senté a su lado en el deslizador...– Gillon miró de reojo al androide pensando que Ulises estaba exagerando su relato, pero el robot siguió en silencio grabando la conversación sin inmutarse–. Nuestro vehículo salió del aereoaparcamiento segundos antes de que las puertas se cerraran. “A pesar de que los deslizadores estaban equipados con el sistema gravitacional artificial para evitar que nuestros cuerpos fueran impulsados hacia atrás por la ley de la cinética, yo no pude evitar sentir una especie de vértigo al ver como pasábamos de largo a todos aquellos vehículos tanto públicos como de carga y también alguno privado. El deslizador de nuestros asaltantes no se quedaba tampoco corto y estuvo en varias ocasiones a punto de hacernos chocar con los edificios, pero hay que decir que los reflejos de Minerva son sorprendentes y siempre nos sacó de todos aquellos apuros sin apenas inmutarse. Sus compañeros policías no tardaron en unirse a la alocada persecución, que siguió entre los edificios y los puentes que los conectan unos con otros. Un par de aereojets se pusieron por delante de nuestro deslizador. Llegamos al final de la ciudad precipitándonos hacia la pared de la cueva, o mejor dicho, a uno de sus túneles, por el que consiguieron meterse tanto el deslizador de nuestros agresores como un par de vehículos policiales, mientras otros tres nos hicieron detener justo antes de que pudiéramos entrar también nosotros. Nos hicieron descender a la calle y nos obligaron a bajar con las manos en alto, como si fuéramos nosotros los malos de esta historia. Intentamos explicarles lo que había ocurrido sin demasiado éxito. “– ¡Ya daréis las explicaciones cuando estéis en la central, locos hijos de puta!”– eso es lo que nos dijo uno de sus “amables” compañeros mientras nos esposaban. De pronto hubo una explosión que hizo temblar la tierra, y del túnel empezó a salir una espesa nube de humo y a llover grava, que hizo que todos los allí presentes nos cubriéramos instintivamente la cabeza. Fuimos evacuados de allí y tras ser atendidos por los servicios médicos nos trajeron aquí– concluyó Ulises. – Algunos de mis compañeros murieron en ese túnel– dice Gillon apretando los dientes. – Lo siento– dice Ulises con pesar, removiéndose en su asiento. – ¿Sabe si alguno de esos secuestradores estuvo en el “Coco Loco”, tal vez alguno de esos chicos con los que Minerva estuvo hablando?– pregunta Gillon suspirando y echándose el pelo hacia atrás. – No creo, bueno, no lo sé. La verdad es que a los secuestradores no les pude ver la cara, con las capuchas que llevaban puestas. – Q3, ¿te ha quedado alguna duda sobre el relato? – No, ninguna. El señor Guzmán se ha atenido a los hechos tal y como los recuerda. – Está bien– dice Guillón dirigiéndose al robot, luego se gira hacia Ulises–. Espere aquí un momento por favor– Gillon sale de la pequeña sala y seguido del robot entra en su despacho. – Q3, cuál es el resultado de los dos interrogatorios. – Al parecer señor ambos dicen la verdad, y ninguno ha dado muestras de ocultar información, al menos aparentemente… – ¿Qué quieres decir con lo de aparentemente? – Hay cosas que ha dicho el Sr. Guzmán en su declaración, que la Srta. Minerva ha omitido como si las hubiera olvidado… – ¿Qué tipo de cosas?– pregunta Gillon sorprendido. – Sus sospechas de que hay algún tipo de conspiración a su alrededor. – Si que es extraño, ¿crees que ha podido engañar a tus circuitos, o tal vez sufra algún tipo de esquizofrenia? Por favor, revisa en tu banco de datos lo que ocurrió en ambos interrogatorios mientras reviso el informe de lo que ocurrió en el túnel. Gillon se colocó los electrodos en la cabeza y mientras las imágenes que habían captado los vehículos policiales se iban sucediendo en su cabeza, una voz electrónica le resumía meticulosamente todo lo ocurrido. – Expediente 386: 4.30 El vehículo número 6423Mp3 en persecución de un vehículo de la marca TAES 5000, con el número de la matrícula oculto, entra en el interior del Túnel 383 con destino a las minas de gas de la superficie. A menos de cien metros del final del túnel, se produce una gran explosión entre los vehículos perseguidores y los perseguidos, proyectando a los perseguidores hacia atrás. La explosión ha abierto una brecha hacia la superficie; tapada casi al instante por una nave especial venusiana que los circuitos semiaveriados del vehículo policial apenas pueden detectar. 4m 23s después la nave escapa, la temperatura y la presión atmosférica aumentan de forma vertiginosa. La imagen desaparece. Las patrullas de rescate apenas encuentran hierro fundido y restos de ADN de los agentes de servicio. A las 5:47, desde la estación Galileo, es detectada una nave espacial saliendo al otro lado de Venus, donde un carguero que parecía estar casualmente por allí la recoge. Desde Galileo son enviados unos cazas para esclarecer el enigma, pero llegan demasiado tarde. Fin del informe.” Gillon se quita los electrodos para encontrarse justo delante con el rostro de su superior, el capitán Murdoc. – ¿Has terminado de revisar el informe? – Sí capitán, y la verdad es que parece un asunto muy, pero que muy feo. Da la impresión de que detrás de todo esto debe haber alguien muy poderoso– responde Gillon incorporándose de su asiento. – No te quepa la menor duda. Pero ya puedes olvidarte de todo, la familia ha hecho presión para que archivemos el caso. Todo parece indicar que quién está detrás de todo es alguien de La Tierra, y quieren contratar a un particular de allí para que se encargue de todo. Así que nos han pedido todo lo que tengamos del caso para enviárselo al jefe de seguridad de las empresas Strux, y ya de paso que dejemos marchar a los dos chicos. – Lo considero un error, creo que quien ha intentado secuestrar a la chica volverá a actuar... Pero en fin, allá ellos– dice Gillon–. Daré la orden de que los dejen marchar.


* * *
Frédéric, el padre de Minerva, fue a buscarles a la central de la policía, y ya de camino a casa, en el deslizador familiar, aprovecha para contarles la situación en la que están metidos. – La policía solar no quiere que salgáis del planeta hasta que se resuelva todo este embrollo, por suerte tenemos medios para convencerles de lo contrario, y también para que todo este asunto no salga a la luz en los medios de comunicación. En cuanto a tu robot, Ulises, nosotros nos haremos cargo de las reparaciones y estará listó a tiempo para el viaje. – Que bien– dice Ulises con un tono algo desilusionado en el rostro. El resto del viaje los ocupantes del vehículo permanecen callados, aunque Ulises y Minerva se miran de vez en cuando de reojo. Cuando el deslizador para en el edificio de Ulises y éste se dispone a bajar, Minerva le agarra del brazo. – Ulises, te has portado bien– dice ella antes de darle un beso en los labios que pilla a todos por sorpresa, incluyendo al propio Ulises. El deslizador se aleja por la puerta del aereoaparcamiento y Ulises se queda un rato con la mirada perdida y con la mano todavía en los labios. – Me parece que hoy no voy a poder pegar ojo en todo el día– murmura antes de dar media vuelta y dirigirse hacia su casa. * * * En el Araña, cuatro hombres vestidos de negro y encerrados en una habitación estanca, se quedan poco a poco sin aire. Su lenta agonía es observada por la tripulación de la nave, y los cada vez más débiles alaridos de dolor se escuchan a través del megáfono. Dolores Zorrilla parece disfrutar viendo la lenta muerte de los que fracasaron en su misión de capturar a Minerva. Cuando por fin los hombres de la cámara mueren, Dolores se vuelve hacia su tripulación con una leve sonrisa de satisfacción en los labios y comienza a dar órdenes. – Luisa, abre la esclusa exterior para que esa chusma salga al espacio. La compuerta exterior empieza a abrirse y los cuerpos salen disparados hacia el espacio, de tal forma que antes de terminar de abrirse la compuerta en la cámara no queda ni rastro de los cuerpos. – Ya puedes cerrar la compuerta, y fija el rumbo de intercepción con las naves que vengan de La Tierra, ya sabes cual es la nave que nos interesa. – Sí capitana– contesta Luisa a través del megáfono, mientras la compuerta exterior empieza nuevamente a cerrarse. – Menos mal que tenemos un plan de reserva, si no todo podría irse al garete. Por cierto Roger, fuiste tú el que te encargaste de contratar a esos ineptos, ¿no es así? – Así es capitana, es un error que no volverá a ocurrir– responde Roger tragando saliva. – Eso espero. Pero aun así necesitas una lección. Preséntate en mi camarote dentro de veinte minutos. – Sí capitana.
Dibujo de Pedro Cano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario