lunes, 20 de julio de 2009

(R.F.01) LA HISTORIA DE MÓNICA 1ª Parte


La luz del sol apenas penetraba por entre las rendijas de la persiana del dormitorio. Los dos cuerpos desnudos, medio tapados apenas por una sabana, respirando cada uno a su propio ritmo, el de ella suavemente, con calma. Él, en cambio, emitía una especie de ronquido no excesivamente fuerte, pero tampoco flojo. Ella suspiró, se estaba empezando a despertar.
De pronto la canción “Simpatía por el demonio”, de los Roling Stones, empezó a sonar, al principio apenas se oía, como si estuviera en un lugar lejano, pero pronto el volumen empezó a subir. La mujer, con ojos soñolientos, se giró hacia su compañero.
- Ramón, el móvil…- Dijo ella, zarandeando a su compañero, que parecía tener un sueño muy profundo.- ¡Ramooooooón, teléfono!- Grito finalmente, zarandeándolo todavía más fuerte.- ¡¡¡RAMOOOOON!!!
Ramón se despertó sobresaltado, saltó de la cama tambaleándose y apunto de perder el equilibrio. Mónica, lo observaba sonriendo maliciosa. Ramón buscó a tientas su móvil, en el bolsillo de los pantalones, que estaban tirados en la moqueta del suelo. Mónica encendió la luz de la lámpara para facilitarle la tarea, pero cuando por fin dio con el móvil, este dejó de sonar.
- ¡Mierda!- Refunfuñó Ramón mientras miraba quién era el responsable de interrumpir su sueño, pero el móvil empezó a sonar nuevamente.
Ramón era un tipo alto y delgado, de algo más de treinta años. Tenía el cuerpo lleno de tatuajes y una cicatriz en el costado que según le había contado a Mónica era consecuencia de un mal encuentro que prefería olvidar. Mónica tenía unos veinticinco años, aunque aparentaba algunos menos, metro sesentinueve de estatura y un cuerpo diez, con su pelo castaño oscuro, corto pero no demasiado, enormes ojos marrones y una sonrisa que volvería loco a cualquiera.
- ¡Hola Alf! ¿Qué pasa?...- Dijo Ramón por el móvil.- ¡¿Qué?!... Pues no sé… Bueno espera un momento.- Se dirigió a Mónica.- ¿Tienes que ir a alguna parte esta mañana?
- Quiero echar algunos curricu…
- Tráelo aquí, lo recogerá María...
- Pero si te he…- Intentó replicar María mientras Ramón le indicaba silencio con el dedo.
- No hay problema de verdad, ya me pasaré luego ha recogerlo.
Colgó el móvil.
- Te he estaba diciendo que quería llevar algunos curriculums.- Dijo María de mal humor mientras se dirigía al baño
- No te enfades, solo será hoy. Además ya te he dicho que con mi sueldo nos llega para los dos, no hace falta que trabajes, ni que eches más curriculums.- Contestó Ramón siguiéndola.
Ella, le cerró la puerta en las narices.
Más tarde mientras se sentaban en la mesa de la cocina para desayunar, ella le preguntó por el paquete.
- Solo son drogas.- Respondió él serio.
Mónica se lo quedó mirando un momento, muy seria. Él no pudo evitar una sonrisa disimulada.
- ¡Que cabrón! ¡Casi me lo trago! Va en serio, ¿Qué hay?
- ¡Que ingenua eres! Siempre te pillo. No sé lo que hay, cosas del trabajo. Luego me pasaré un momento a buscar el paquete para dárselo al cliente.
- ¿Sabes si tu amigo tardará mucho en traerlo? Tendré que salir ha hacer la compra al menos.
- Me ha dicho que vendría a medio día. -María se lo quedó mirando muy seria.- Le llamaré y le diré que intente pasarse antes de las doce. ¿Te parece bien?
-Vaaaale.
Él se levantó de la mesa, se besaron en los labios y se despidieron hasta la hora de comer.
Mónica, cambió las sabanas de la cama, aquella había sido una noche muy movidita, puso una lavadora pasó la aspiradora limpió el polvo. Miró el reloj, eran las once y treinticinco, si él amigo de Ramón no venía pronto, ni siquiera le daría tiempo de hacer la compra, así que decidió ponerse ya con la comida, la nevera no estaba muy llena y tampoco tenía demasiado tiempo, si después quería hacer alguna cosa. Mientras pelaba las patatas, sonó el móvil, era su hermana Elena.
- Estoy cerca de tú casa haciendo unos recados. ¿Te apetece quedar de aquí a media hora para tomar un café?
- Ahora estoy un poco liada con la comida y estoy esperando a un amigo de Ramón.- Contestó mirando el reloj y viendo que ya eran las doce menos cuarto.
- Bueno, como quieras. Si cambias de idea me pegas el toque, ¿vale?
- De acuerdo, hasta luego.
Pasó casi media hora cuando por fin, sonó el interfono de la puerta. A Mónica le dio el tiempo justo para darle la vuelta a la tortilla mientras subía Alfonso. El amigo de su novio era más bajo, pero también más musculoso. Con la nariz chafada, de boxeador, su manera de vestir dejaba bastante que desear, con unos tejanos gastados y sucios, una camisa de flores, que dejaba ver el vello del pecho y para rematar una cadena de oro con un gran crucifijo. A Mónica, le desagradaba bastante, aún así le invitó a pasar y le preguntó si quería tomar algo.
- No gracias, llevo toda la mañana de culo y tengo un poco de prisa.
Cuando se fue, Mónica suspiró aliviada. Volvió a la cocina, terminó de hacer la comida y llamó a su hermana.
Media hora más tarde, las dos hermanas se encontraban en la terraza de un bar tomándose un café.
Mónica le contó lo que había ocurrido aquella mañana.
- No se chica, qué quieres que té diga… A mi Ramón nunca me ha hecho demasiada gracia.- Dijo Elena.
- Tampoco es que se dedique a contar chistes.- Las dos hermanas se rieron.
- Por otro lado, todos los tíos son bastante egoístas y piensan antes en ellos mismos en otra cosa. Acuérdate de aquél plasta con el que estuve saliendo antes de conocer a mi chico. Y es que Andrés sí que vale.
- Claro, tú novio es la excepción que confirma la regla.
- Pues sí.
Las dos chicas se quedaron un momento calladas mirándose divertidas, hasta que finalmente volvieron a estallar en una carcajada.
En ese momento sonó el móvil de Mónica, el número le era desconocido.
- ¿Diga?... Si, soy yo… Pues si, claro que me interesa. ¿Cuándo empiezo?... ¿El lunes?... No, no, es perfecto, pero no recuerdo la dirección… Espere un momento.- Mónica sacó una libretita y un bolígrafo del bolso.- Si, dígame… Aja… Muy bien, perfecto… hasta el lunes entonces.
Volvió a guardar el móvil en el bolso y miró a su hermana con una sonrisa en el rostro.
- ¡Tengo trabajo!
Las dos hermanas se abrazaron, pidieron un par de cañas para celebrarlo. Mónica le contó que el trabajo era de asistenta social en una de las ciudades de la periferia. No tuvieron tiempo de hablar mucho más ya que a ambas se les hacía tarde.
Mónica pasó un momento por el supermercado, compró comida para hacer una cena especial y una botella de cava para celebrar con Ramón lo del trabajo.
Cuando llegó al apartamento, oyó voces, Ramón no estaba solo.
- …Será mejor que nos vallamos.- Escuchó que decía Ramón medio en voz baja.
- No. He dicho que quiero ver la mercancía ahora.- Dijo una voz con acento extranjero.
- Hola.- Dijo Mónica dejando las bolsas en el suelo y el bolso encima del sofá.
- ¡Hola Cariño! ¿Ya estas aquí?- Dijo Ramón dándole un beso en los labios a Mónica.
Mientras, el otro hombre habría el paquete, del cual extrajo un poco de polvo blanco con la ayuda de una navaja automática que probó con la lengua.
- ¿Qué es eso?- Preguntó María que había visto la escena por el rabillo del ojo.
- Este es Ivan, un cliente de Rusia… Pero ya nos íbamos.- Contestó Ramón haciéndose el tonto.
Ivan guardó la navaja mientras se acercaba a Mónica.
- ¿Y usted es…?
- Mónica, se llama Mónica.
Ivan acercó su rostro al de ella para darle los dos besos de cortesía, pero Mónica ni se inmutó.
- ¿Podemos Hablar un momento a solas?- Dijo Mónica dirigiéndose al dormitorio.
- Si nos disculpas un momento.- Le dijo Ramón a Ivan.
Una vez en el cuarto, Mónica cerró la puerta.
- ¿Se puede saber quien es ese tipo y que hay en el paquete?
- Ivan es un cliente, ya te lo había dicho, y es evidente que si te digo que el paquete contiene polvos de talco o harina no me vas a creer.- Dijo Ramón sacando un cigarrillo de la pitillera y poniéndoselo en los labios.
- Sabes que no me gusta que fumes en casa, pero es igual… cuando vuelvas esta noche, yo me habré ido.
Ramón sonrió de una manera perversa.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?
- Te quiero demasiado para dejarte marchar.
- Vete a tomar por culo.- Dijo Mónica dirigiéndose a la puerta.
Ramón la cogió por los brazos y la tiró sobre la cama, ella se levantó nuevamente, pero él la abofeteó con tanta fuerza que volvió a caer sobre la cama.
- Hazme un favor y ahórrame una escena. Ahora, te portarás bien y esperaras aquí hasta que yo llegue esta noche. Ah, y no me esperes a comer.
Mónica con lágrimas en los ojos, lo miró con odio. Ramón cerró la puerta del dormitorio dejándola a ella dentro.
- Disculpa a Mónica. No se encuentra demasiado bien.- Le dijo a Ivan nuevamente en el salón.
Miró en el interior del bolso de Mónica y ante la fría mirada del ruso, cogió de su interior unas llaves y un móvil.
- ¿Me dejas un momento tu navaja?
El ruso le pasó la navaja y Ramón fue al teléfono fijo y cortó el cable.
- Venga, ya podemos irnos.- Le dijo a Ivan con el aparato en la mano.
- Si te da problemas, conozco gente que te pagaría mucho dinero por una hembra como esa.- Dijo Ivan sonriendo pérfidamente.
- No está en venta.- Respondió Ramón mirando malhumorado al ruso mientras se dirigían a la puerta.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario