lunes, 27 de julio de 2009

(R.F.01) LA HISTORIA DE MÓNICA 2ª Parte


Mónica esperó unos minutos después de escuchar como se cerraba la puerta, se levantó, fue al cuarto de baño y se lavo la cara. En el salón, vio que Ramón la había dejado encerrada y sin ninguna manera de comunicarse con el exterior y las posibilidades de escapar por una ventana o por la terraza, eran nulas, ya que vivían en un ático.

- Cerdo asqueroso.

Por un momento se sintió como una princesa encerrada en una torre inaccesible, pero no podía contar con que el príncipe azul la rescatara. Tenía que hacer algo, ¿pero qué?

En ese momento vio en el suelo las bolsas con las compras, las llevó a la cocina, donde le esperaba la tortilla de patatas que había hecho antes de irse, cortó un pedazo, se hizo un bocadillo y empezó a comer sin sentarse siquiera. No tenía tiempo que perder. Metió la botella de cava en el congelador y empezó a preparar la cena, tenía que salir perfecta. Una vez lo tuvo todo listo, fue al dormitorio e hizo la maleta, metiendo solo lo imprescindible y la volvió a guardar en el armario. Encima de la cama dejó un vestido de noche y un camisón. Luego preparó la mesa. El mejor mantel, platos, cubiertos, copas y como no, velas. Después buscó en el botiquín pastillas para dormir o tranquilizantes, pero lo más parecido que había, eran aspirinas, desconocía si podían producir el efecto que ella deseaba, así que descartó la idea, de todas maneras sabía que si conseguía emborracharlo, Ramón dormiría como un tronco. Volvió al cuarto de baño, se desnudó, abrió el grifo de la ducha y se derrumbó, las lágrimas se mezclaron con el agua y estuvo por lo menos media hora sollozando bajo el agua, cuando salió se enjugó las lágrimas y empezó a arreglarse, se puso ropa interior sexi se maquillo para disimular sus ojos morados, se vistió y se tumbó en la cama quedándose profundamente dormida… Cuando despertó eran casi las ocho y media de la tarde. Puso el ambientador y música suave. Se sentó en el sillón mirando una revista de modas y suspiró, diciéndose a si misma que todo iba a salir bien.

Cuando por fin escucho la puerta, bajo el tono de las luces, encendió las velas y fue a la cocina a buscar la botella de cava.

Por la cara de sorpresa que puso Ramón, supo que aquello era lo último que se esperaba.

- ¿Qué significa esto?

- Me gusta saber que pertenezco a alguien que me quiere.- Dijo Mónica abriendo el cava y vertiendo el dorado líquido.

Ramón olió el contenido de la copa receloso, luego se la pasó a Mónica y le cogió a ella la suya. Mónica bebió sin reparos y él la imitó.

- ¿Desconfías de mí?

- Si. Se que estás tramando algo. Te conozco demasiado bien y todo esto es impropio de ti.

- No he envenenado la comida, pero beberé de tú baso y comeré de tú plato si así estás más tranquilo. Ahora siéntate cariño, voy a buscar la cena.

Ramón se sentó receloso, sin quitarle la vista de encima hasta que desapareció tras la puerta de la cocina, entonces aprovecho para volver a llenar la copa y encender un cigarrillo. Mónica ignoró el gesto de Ramón echando las colillas en el suelo, si todo salía bien pronto se libraría de él.

Mientras cenaban, ella le metía el pie entre las piernas, sonriéndole con cierta picardía, pero Ramón seguía mirándola con desconfianza. Mónica no dejaba que las copas se vaciaran, hasta que la que se quedó vacía fue la botella.

- ¿Postre o… copa?- Preguntó Mónica.

- Quieres emborracharme.- No era una pregunta.

Mónica separó la silla de Ramón de la mesa y luego se sentó en sus piernas y lo besó.

- Claro, quiero aprovecharme de ti… Ya me entiendes.- Le dijo antes de besarlo.

Ramón se la quitó de encima de un empujón.

- No me gusta que se aprovechen de mí.

- ¡Eres un cerdo!- Dijo ella mirándolo con una mezcla de odio y decepción por que todo su plan se estaba desmoronando.

Ramón se levantó de la silla con una sonrisa malévola, se acercó a ella y la abofeteó, ella se acarició la mejilla y luego le escupió en la cara. Él se limpió la saliva con la mano y luego la lamió riéndose en su cara. Mónica intentó pegarle, pero él le agarró la mano, le retorció el brazo y luego la arrastró hasta el dormitorio sin hacer caso de los gemidos de ella. Una vez en el dormitorio, le arrancó el vestido brutalmente y la tiró sobre la cama, Mónica protestó, gritó e intentó defenderse, él le dio media vuelta y la arrastró hasta que quedó con las rodillas en el suelo, con una mano le inmovilizó los brazos mientras le arrancaba las bragas con la otra, se bajó los pantalones y la penetró una y otra vez, insultándola mientras ella gemía de dolor y le suplicaba que parase.

Cuando por fin se corrió Ramón, sin darse cuenta aflojo las manos, cosa que Mónica lo aprovecho, se soltó y apoyando las manos en la cama se impulsó hacia atrás, dándole un cabezazo en la nariz a Ramón, que cayó de culo en el suelo llevándose las manos a la nariz. Ambos se levantaron a la vez, Mónica fue hacia la mesita de noche y cuando Ramón estaba apunto de agarrarla otra vez, ella se giró precipitadamente, estampándole la lámpara de la mesita de noche en la cabeza. Ramón calló inconsciente en la cama, “lastima”, pensó Mónica. Corrió hacia el cuarto de baño, se arrodilló ante la taza del váter y vomitó. Se enjuago la boca y volvió al dormitorio. Ramón empezó a moverse. Mónica corrió a la cocina, cogió una sartén y corrió nuevamente al dormitorio, donde Ramón ya estaba empezando a abrir los ojos. Pero lo único que tuvo tiempo de ver, fue la parte de atrás de la sartén chocando contra su cabeza.

Tenía que salir de allí lo antes posible, pero teniendo en cuenta que la única ropa que llevaba encima era el sujetador, tardaría un rato en arreglarse, así que opto por atar a Ramón a la cama, era la única forma en la que podría estar medianamente segura de que aquel desgraciado la dejaría tranquila. El problema es que si una persona no es aficionada al sadomasoquismo, difícilmente guarde cuerdas o esposas en casa. “¿O quizá si?” pensó Mónica mirando las caras zapatillas de deporte de marca de las que Ramón estaba tan orgulloso. Le ató las manos en los extremos de la cama. Con el cinturón del pantalón, le ató los pies y finalmente lo amordazó con un trapo de cocina, metiéndole primero sus destrozadas bragas en la boca.

- Si tanto te gustan cómetelas, ¡cabrón!- Susurró mientras lo hacía.

Una vez estuvo segura de que Ramón la iba a dejar tranquila, se dio otra larga ducha, se puso ropa cómoda, cuando terminó de vestirse, escucho los gemidos de Ramón, que había vuelto a despertarse, no les hizo caso. Sacó la maleta del armario, buscó las llaves y los móviles, si por casualidad conseguía soltarse, quería que estuviera tan incomunicado como ella esa tarde. En el proceso descubrió un abultado sobre con una exagerada cantidad de dinero y se lo guardo, cosa que izó gemir con más fuerza a Ramón. Se subió a la cama de un salto.

- Esto me ayudará a empezar de cero. Pero no quería irme sin despedirme.- Empezó a propinarle patadas en el estomago y en los genitales.- ¡Esto es para que no se te ocurra buscarme cabrón!

Una vez en la calle se dirigió a su coche, pero desechó la idea al considerar, que probablemente la buscaría y que su coche era una pista relativamente fácil de seguir. Buscó un taxi para que la llevara hasta una farmacia de guardia, donde compro una de esas pastillas del día después, aquel hijo de puta no había tomado precauciones y ella no quería correr riesgos. Luego fue andando hasta la casa de su hermana. Cuando llegó eran cerca de las dos de la madrugada y fue su cuñado, Andrés quien abrió la puerta. Por el aspecto que tenía ella, supo que había ocurrido algo muy desagradable. En cuanto se sentó y se sintió segura, volvió a desmoronarse. Elena le preparó una tila, que Mónica se tomó mientras les explicaba todo lo que había ocurrido.

- Tienes que denunciarlo.- Dijo Andrés.

- No puedo, si lo hago vendrá a por mí y si no lo hace él, probablemente envíe a alguno de sus amigos.

- Y si no lo haces también lo hará.- Dijo Elena.

- Ya lo se, por eso tengo que desaparecer.- Contestó Mónica mientras sacaba el sobre con el dinero.- Y con esto me será más fácil.

Mientras su hermana y su cuñado le preparaban un sitio donde dormir, Mónica que no podía dejar de sentir cierto asco por todo lo ocurrido se dio otra ducha antes de acostarse. “Mañana será otro día.” Se dijo así misma mientras intentaba dormir.

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