lunes, 20 de diciembre de 2010

(R.F.16) LA CENA



Después de pasar la tarde con Mónica, Luís pasó por la oficina que había alquilado cerca del trabajo de Mónica y desde donde la espiaba con sofisticadas cámaras de vigilancia. Estuvo un buen rato observándola, casi hasta que ella se fue a dormir. Antes de irse de allí, llamó a dos de sus esbirros para que se presentaran en aquel despacho por la mañana y la vigilaran en su ausencia. Luego se fue a su casa en la parte alta de la capital, ya que por la mañana tendría que salir muy temprano con su mujer al chalet que tenían en la costa.


Aquel sábado, Mónica se levantó medianamente temprano para comprar comida para la cena que tenía con Jota aquella noche. Jota se levantó tarde, comió cualquier cosa y también fue a comprar algo de ropa, mientras ella limpiaba y preparaba la cena, mientras era vigilada por los dos esbirros de Luis, que estuvieron más atentos cuando ella empezó a desvestirse para darse una ducha y arreglarse para la cena, una vez vestida puso la mesa, para dos personas. Los dos esbirros estuvieron indecisos, sin tener muy claro si debían avisar a su jefe.
- Está claro que esta tía está pensando en ponerle los cuernos al jefe, yo voto por avisarlo.- Decía uno.
- ¡No digas gilipolleces! Puede estar esperando la mesa para cualquiera y si lo avisamos nos jugamos el meter la pata, vamos a esperar a ver quien aparece y si resulta que es un tío, lo avisamos.
- Yo no lo tengo tan claro como tú, pero si insistes, tú te llevas la bronca. Unos tres cuartos de hora más tarde, Mónica se dirigió a la puerta, alguien había llamado y cuando vieron entrar a Jota, todas las dudas se disiparon. - Hola Jota, pasa.- Dijo Mónica dándole dos besos en la mejilla.
- He traído un poco de vino para la cena.- Dijo Jota alzando la botella.
- Muy bien, déjalo encima de la mesa y acomódate, mientras voy a la cocina haber como está la cena. ¿Quieres tomar algo mientras tanto?
- Claro, siempre y cuando me acompañes. Es de mala educación beber solo.
- ¿Ah si? ¿Quién lo dice?
- Corto Maltes.
- Bueno, si lo dice Corto Maltes habrá que hacerle caso.
Mientras hablaba, Jota miraba el piso de Mónica con curiosidad, los cuadros, las fotos y los libros que estaban sobre la estantería. Luego abrió la botella de vino y llenó las dos copas. Aunque ya hacía bastante frío, se habían acondicionado estufas colgantes por todo el jardín, para que los comensales pudieran comer a gusto. La fiesta estaba en todo su auge. Luis Garrote miraba como su mujer tonteaba con uno de los camareros mientras el hacía el paripé con algunos de los invitados. En ese momento sonó el teléfono móvil, miró el número reconociendo el de uno de los esbirros que vigilaban a su chica.
- Si me perdonan.- Le dijo a su interlocutor mientras se dirigía ya al interior de la casa descolgando el móvil.
- ¿Qué pasa?
-Ha entrado alguien en la casa… Un hombre y… ella ha preparado la cena solo para dos.
- ¿Solo un hombre? ¿Cómo es?
La descripción que le dieron, correspondía a la de Jota. Luis, colgó el teléfono y empezó a marcar el número de Mónica. Sonaba una música suave en el equipo y Mónica ya estaba sirviendo la cena. - Esto tiene muy buena pinta.- Dijo Jota. Sonó el móvil de Mónica, ella vio el número de Luís y sin demasiadas ganas de dar explicaciones, colgó y apagó el teléfono.
- Disculpa la interrupción, era mi novio. Pero la verdad es que estoy un poco enfadada con él y además, no tengo ganas de darle explicaciones.
- ¿Va mal la cosa entre vosotros?
- No, no es eso, pero ha hecho un par de cosas que me han enfadado un poco y…
- Oye, perdona que te haya preguntado. No es asunto mío y… Bueno, tan poco va a pasar nada por lo que tengas que dar explicaciones ¿no?- Dijo Jota con una risa nerviosa.
- No, claro que no. La verdad es que tienes razón.

Luis al ver que se había cortado la comunicación y que al intentar volver a llamar, una voz le comunicaba que el número al que intentaba llamar se encontraba en ese momento fuera de servicio, decidió decirle a su mujer que había surgido un imprevisto y que tenía que irse precipitadamente, Miranda, fingió enfadarse con él, aunque en el fondo no le importaba demasiado, ya que eso le facilitaría las cosas con el camarero al que le había echado el ojo servían. Tampoco Luís se quedó a escuchar sus falsas recriminaciones. Alguno de los invitados le paró en su camino al garaje y el tuvo que disculparse un par de veces antes de poder seguir su camino hasta el porche. - Dime una cosa Jota, ¿Qué es esa historia de fantasmas que corre por la escalera? Jota se quedó mirando a Mónica con cierta incredulidad, como si ella hubiera descubierto algún secreto que no debía ser desvelado.
- Has hablado con Maruja, la fisgona de nuestra portera ¿verdad? – Dijo con una media sonrisa en el rostro.
Al ver como Jota cambiaba la expresión del rostro, captó que la historia de fantasmas era más bien producto de la imaginación de una señora un tanto supersticiosa, que probablemente se aburría demasiado y se tiraba las tardes viendo todo tipo de culebrones.
- Me temo que si…- Dijo empezando a reírse y contagiándole a Jota su risa. Nada más salir del chalet, Luis se encontró con un enorme camión que le hacía ir demasiado despacio para su gusto y cada vez que intentaba adelantarlo, aparecía algún coche de frente. Finalmente en la autovía encontró su oportunidad y pudo acelerar todo lo que pudo. A aquella velocidad tardaría menos de una hora en llegar a su destino. Pero pronto empezó a encontrarse con otros coches en la carretera que le hicieron ralentizar la marcha hasta quedarse casi detenido en mitad de la autopista a causa de un accidente unos kilometras más adelante. - ¿Por qué se inventaría una cosa así? – Preguntó Mónica
- Bueno, seguramente por lo que pasó hace un par de años en el edificio… - ¿A que te refieres?
- Has visto “REC”. Bueno pues aquí hubo una especie de epidemia… sin zombis claro, pero casi nos quedamos incomunicados. Algunos vecinos murieron, entre ellos mi compañero de piso.
- ¿Estas hablando en serio?- Dijo Mónica medio sonriendo.
- Por desgracia si… - Dijo Jota un tanto incomodo.
A Mónica se le cortó la sonrisa de golpe.
- Lo… lo siento… - No pasa nada. Ya es agua pasada, pero para la cotilla de la portera, que además de cotilla es supersticiosa, parece pensar que aquí hay algún tipo de maldición… Durante el rato que estuvo retenido en la autopista por el accidente, Luís trató de llamar a Mónica sin ningún resultado. Una vez pasado el atasco y temiéndose lo peor decidió llamar a sus hombres para que le informaran y apunto estuvo de provocar el mismo otro accidente. En su nerviosismo por llegar a su destino, le pasó totalmente inadvertido el flash de una cámara de fotos de la policía y todavía estaba hablando con sus hombres, dándoles ordenes cuando salía de la autopista. Allí se encontró con un control de la guardia civil. Jota y Mónica estaban en el sofá tomando café y charlando de sus respectivos trabajos y aficiones. Mónica le habló de la gente que conocía como asistenta social y Jota pasó de hablarle de su aburrido trabajo en una fábrica a su afición a la escritura y a los fancines que realizaba con otros amigos. La conversación podría haber terminado en algo más, pero el timbre de la puerta los interrumpió bruscamente. Había un gran revuelo en la escalera, por la que todos los vecinos bajaban a toda velocidad, al parecer alguien había llamado a la policía para avisar de una posible amenaza de bomba. En las inmediaciones del edificio y todos los vecinos estaban siendo desalojados por la policía y los bomberos. Estuvieron cerca de dos horas en un bar cercano, junto con otros vecinos esperando que la policía les dijera que todo había sido una falsa alarma provocada por algún bromista. Una vez pasado el peligro y ya que se encontraban en la calle, decidieron irse a alguna discoteca a seguir con la fiesta, lo cierto es que lejos de estropear la velada, aquella broma hizo que la cosa se animara todavía más y no regresaran a casa hasta la mañana siguiente. Luís que había dado positivo por algunas décimas en la prueba de alcoholemia, tardó algunas horas en poder seguir su camino, cuando llegó a la casa de Mónica, estaba bacía, así que llamó a sus hombres para pedirles explicaciones. Estos le dijeron que siguiendo sus indicaciones, habían llamado a la policía para avisar de la falsa bomba y así evitar que ocurriera algo entre Jota y Mónica, después de eso, el apartamento de Mónica había permanecido vacío, incluso cuando los vecinos ya habían regresado a sus casas. A ninguno de sus esbirros se les había ocurrido seguir a la pareja y el decidió esperar en el coche haber si aparecían. Cuando por fin los vio llegar a eso de las ocho de la mañana, los paró en la calle para saber que había ocurrido alegando preocupación por no haber podido ponerse en contacto con ella. Mónica, a causa de las copas que se habían tomado, seguía bastante contenta y no le importó presentar a Jota y a Luis y explicarle a su novio, lo ocurrido aquella noche. Después de eso, fue Luis quien entró con Mónica en el apartamento. En la mesa del comedor, todavía estaban los restos de la cena de la noche anterior.

J.C.

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